martes, noviembre 23, 2010

Españoles, Franco no ha muerto (del todo)


Ha pasado 35 años de aquel 20-N de 1975, el día acabó muriendo Francisco Franco, una persona a la que la humanidad le ra completamente ajena. Su historia es una representación acabada de todas las miserias morales de este país, de hasta donde llegó el vertedero. Su muerte fue la más deseada de todas las muertes, y si los que la quisimos pudiéramos haber desfilado ante su féretro, de buen seguro que el desfile todavía seguiría.
Es verdad que ya estaba bastante muerto, y aunque tuvo mejor muerte de la que merecía, su agonía fue lenta, y la “movida” que rodeó su agonía, requeriría una pluma especialmente afilada y cruel para reconstruir lo sucedido. El evento ha pasado poco menos que desapercibido en los medios, que se han centrado en la figura del monarca enfatizando su papel de héroe glorioso en la película de la trama del 123-f. Tal como se enfoca la sucesión, podría hacer pensar que el rey pasó por el franquismo como la luz por el cristal, sin tocarlo ni mancharlo. De hecho, se nos dice que él nos salvó de los golpistas insertos en el ejército más temido por el pueblo. Se le temía tanto que se dio por bueno todo, y se permitió todo lo que transcurrió después.
La herencia de Franco permanece en el subconsciente, en el miedo del pueblo llano a los poderes establecidos. Después de una llamada guerra civil en la que el mando militar fusiló a centenares de miles de personas por asistencia a la “rebelión militar”, trascurrieron casi cuatro décadas de represión y terror. Su trayectoria, que comenzó su ascenso en la aplicación del terror colonial en Maruecos, concluyó con la firma de diversas penas de muerte. No se tiene la menor noticia de que le temblara la mano, y no parece creíble que en su confesión -¿semanal?- tuviera que arrepentirse de sus pecados. Y no sería que su confesor particular le recordara ni tan siquiera los veniales –esas cosas tan suyas de aliviarse en cualquier rincón de la Moncloa, o sus pase privados y con una sola mano de las películas con Sofía Loren-, y es que hasta el confesor era de las mismas hechuras. Se ha sabido que se mofaba de las personas que iban a verle para rogarle que incidiera por los suyos.
Es evidente que Franco no era el franquismo, y también lo es que no poca gente que en tal o cual momento “creyó” que todo aquello se hacía por Dios y por España, cambiaron. También fue cambiando el país, obviamente. Lo había hecho hasta Alemania y el Japón, aunque con atraso, llegó la fase del desarrollismo más la emigración del sur al norte, a Europa, llegó el turismo y la “balearización” (o sea la destrucción de las costas), y se movió todo, el cine, los libros, pero sobre todo, se movieron las generaciones. Desde los cincuenta las universidades se convirtieron en focos de resistencia, y desde la segunda mitad de los sesenta, las luchas obreras fueron aumentando hasta dar la siguiente vuelta: los empresarios aprendieron que había llegado un momento que llamar a los “grises” y recurrir al Vertical, era peor para ellos…
El franquismo fue pediendo su base social, era un corsé que “rebotaba” a cualquiera que aspirara a vivir de otra manera. Recuerdo que mis mayores me contaban que cuando fuese a la “mili” me iba enterar de las bofetadas que me darían, dando el hecho por lo más normal del mundo. Si embargo, en el tiempo que estuve vi muy pocas, y la última provocó que durante un día nadie comiera en el cuartel. Los franquistas de ayer comenzaron a llamarse demócratas. Hasta los torturadores gustaban de repetir que ellos hacían su trabajo, y que lo seguirían haciendo si todo cambiaba. El régimen estaba siendo asediado por dentro, y también por fuera, y la muerte del dictador coincidió con un tiempo postmayo del 68, de creciente ascenso de las luchas sociales, tanto fue así que el Estado español se pudo a la cabeza de Europa en cuanto al número de huelga….
No obstante, los cuerpos represivos mantenían una considerable “autonomía” de la sociedad, no en vano “habían salvado España”, y los rumores golpistas se hicieron pan nuestro de cada día, sobre todo porque nadie resultaba castigado. De hecho, la derecha ligada a los cuerpos represivos lo tenían tan claro lo de la impunidad –un rasgo que diferencia a este país de casi todos los demás-, que cuando amenazaban con sus pistolas a la gente, gustaban de de afirmar que si los mataban, “a ellos no les pasaría nada”…Salvaron a España y luego salvaron a la monarquía, es por eso que el ejército no se debe como en otros países, al gobierno. Deben obediencia al rey, para ellos, y cuando ellos me refiero a los “moderados” o sea, a los no golpistas (al menos abiertamente). Olvidar esto, no señalar que aquí existe déficit democrático, es engañar al personal. Es lo que hace Julián Casanova en una recién artículo (A los 35 años de la muerte de Franco) cuando dice: “El reto de los españoles del siglo XXI ya no consiste en crear una democracia plena con igualdad de derechos y libertades, caballo de batalla, a veces sangriento, de algunas de las generaciones que nos precedieron, sino en seguir cambiando para mejorarla y reforzar la sociedad civil y la participación ciudadana.”
Esos déficit no se han resolviendo, porque la idea de la izquierda institucional y mayoritaria no fue entonces decir “Bueno, cedemos ahora pero nos damos n plazo” para resolver problemas pendientes, ni mucho menos. De ahí que se haya podido decir aquello de “contra Franco vivíamos mejor”. Es una ironía de la historia, y no seré yo el que menosprecie la tranquilidad esa de que cuando llaman de madrigada a tu casa es el vecino que e ha dejado las llaves o el cuñado por una merge3ncia médica. Se lograron muchas libertades, se impusieron, pero en el segundo plazo se han ido recortando. El poder de los que apoyaban a Franco –la gran mayoría de los empresarios y por supuesto, los terratenientes-, no han disminuido su poder sino que, todo lo contrario. Se han vuelto más prepotentes.
Así que estábamos “mejor” en el sentido que era una época de expansión económica, que podías cambiar de puesto de trabajo y empeñarte en una vivienda. Porque cuando se daba un atropello o una injusticia –no olvidaré nunca la reacción solidaria en el bario de Pubilla Casas, en L´Hospitalet, el día en el que unos ancianos vinieron a la Asociación a decirnos que los querían “desahuciar”-, y sobre todo, era n tiempo en el que parecía que la pista de la historia estaba abierta, y que hasta señores tan conservadores como Jordi Pujol se reclamaba de la socialdemocracia de Olf Palme. Si alguien hubiera dicha a los militantes comunistas –o socialistas, que alguno había- que todo acabaría en una situación como la que se ha estado dando, seguramente lo habrían insultado.
El día 20 de noviembre de 1975, estaba yo trabajando en los lúgubres pasadizos de los archivos del edificio central de Seguridad Social en Barcelona, en la esquina de Balmes con Gran Vía. En aquel tiempo, el director tenía dos coches oficiales, uno diario, y otro para los fines de semana, y uno de ellos, un maño con ganas de vivir y amante del buen yantar, andaba por aquellos lugares y contaba con sorna, las anécdotas de días de cacería de animales, y de otras especies decía con una risotada. Anteriormente, había estado llevando lo que se llamaba la “valija”, y que comprendía unos documentos que en muchas ocasiones no podía volver sin que me lo firmaran. Me recibía un señor con pinta de funcionario de La Codorniz, cuya tarea era recortar en la prensa todo lo que se decía de la institución. Me decía que tal o cual subdirector o jefe de tal negociado, volvería pronto. No tardé en comprobar que lo de pronto no era cierto, y que la verdad era que estaba en otro lugar, cuando no en el bar-granja de enfrente, donde pasaban a veces parte de la jornada laboral charlando de esto o de lo otro.
El lugar estaba lleno de adictos, y eso que era público y notorio lo pudimos comprobar cuando al año siguiente flotaron algunos autocares, y en la lista estaban inscrito buena parte de los funcionarios conocidos, aunque la vedad es que nunca tuvimos ningún altercado, y eso que entre el sector más joven, el antifranquismo era moneda común, mi jefa ra del MCE, y había al menos un chico majo del PSUC. Aquel mismo día 20.-N, nos agenciamos unas cuantas botellas de champán, y con buen surtido de viandas, y nos montamos un desayuno que se prolongó mucho más de lo habitual, y que acabó con más de uno de nosotros beodo, algo que no dejaba de ser un riesgo, al menos conmigo, ya que, como pude comprobar en el servicio militar, el abuso del licor me llevaba a hablar más de la cuenta. No pasó nada, y eso que hubo alguna que otra risotada por lo que parecía la reacción a un chiste que nadie había contado. En los días siguientes, supe de casos parecidos, aunque también nos llegó la noticia de una corriente de pavor entre mucha gente que tenía algo malo e imprevisible. Al parecer, el miedo fue un sentimiento generalizado en las cárceles.
Posteriormente, la imagen del siniestro Arias Navarro, anunciando compungidamente por la TVE la noticia se instalaría como el cuadro de una liberación, y es que por más que la loza que le echan encima en el llamado Valle de los Caídos…Ha llovido mucho desde entonces, y seguro que todo ha cambiado. Ya no quedan caciques, funcionaos tétricos, y que todo es mucho más eficiente. Pero también es verdad es que ahora, el mismo lugar es un centro de operaciones favorables a los beneficios privados, que el precarizado está subiendo en detrimento del trabajo fijo, y que los señores que mandan no tienen dos chóferes, pero seguro que ganan mucho más con sus conexiones con los laboratorios y las empresas privadas.
Desde este punto de vista, de la continuidad de “los de siempre”, se puede decir que, en lo fundamental (quien manda, quien se lleva los beneficios), Franco no ha muerto.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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