viernes, abril 03, 2015

Kathe Kollwitz, en el mundo de las atrocidades



“Nunca más guerra”, 1924

Presentamos la historia de vida de una artista con una profunda conciencia social. Denunció la pobreza, la explotación, luchó por el fin de las miserias que generaban las guerras en la clase obrera, y enfrentó al nazismo. Su arte fue censurado por el nazismo. Como era imposible ocultarla, hicieron el intento de silenciarla.

“Mi trabajo no es arte puro. No obstante es arte... Quiero que tenga un impacto en esta época, cuando la gente está desesperada y en necesidad de ayuda”.

Kathe nació un 8 de julio de 1867 en Konigsberg, la antigua capital de Prusia, previo a la unificación Alemana. Se conoce que tuvo una enfermedad llamada micropsia o síndrome de Alicia en el país de las maravillas, que es un trastorno neurológico que afecta la percepción visual. Muchos trataron de utilizar esa excusa para abatir el dolor, la crueldad y las miserias que mostraban sus obras, lejos de parecer alterada su percepción en las formas que encarnan sus pinturas, esculturas, dibujos y grabados, nos devuelve una mirada sensible y profunda de los acontecimientos que ciñeron una época infame. Más que Alicia en el país de las maravillas, fue Kathe, en el mundo de las atrocidades.
Hacia el año 1888 se establece en Munich y tiene contacto con muchos artistas de vanguardia de ese entonces, Greiner, Kogel, y de la literatura como Emile Zola, Henrik Ibsen, Máximo Gorki. Además fue contemporánea del surgimiento de la Bauhaus y de Edward Munch, quien también retrató el horror pero desde perspectivas muy diferentes, en términos más individuales.
En 1891 se casó con Karl Kollwitz, se mudaron a Berlín, y vivieron en uno de los barrios más pobres y proletarios. Karl era un médico y militante socialista. Sin duda la realidad que los circundaba tuvo una gran influencia en la obra de Kathe, que vivió de cerca las paupérrimas condiciones de vida de los trabajadores y el activismo político. Al poco tiempo nació su primer hijo, Hans, y en 1896 nació su segundo hijo, Peter.
Su primera gran serie de grabados fue "La rebelión de los tejedores" (1893-97). Le siguieron "El levantamiento" (1899) y el "Baile de la guillotina" (1901), que la consagran ante el público. Entre 1902 y 1908, realiza otra gran serie, "Guerra de los campesinos".
En 1898 formó parte de la Secesión de Berlín, una asociación artística fundada junto a 65 artistas berlineses como alternativa a la Asociación de Artistas de Berlín, que era de carácter estatal con un marcado orientación conservadora. Ese año, el Salón Oficial había rechazado un paisaje del artista Walter Leistikow.
Visitó París en 1904 y 1907 y estableció contacto con el escultor Auguste Rodin. Cuando la República de Weimar concedía el voto a la mujer en 1919, ella era la primera mujer admitida en la Akademie der Künste berlinesa.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, su hijo Peter fue llamado a filas y falleció el mismo octubre de 1914, en combate. Esta tragedia y sus convicciones políticas la llevaron a manifestarse públicamente contra la guerra.
En sus obras podemos encontrar las lecciones que saca de sus propias vivencias, así como de información extraída de los medios de la prensa de la clase obrera, de la radiofonía y, sobre todo, del análisis y reflexión interior de autores como su amigo Máximo Gorki.
No solo su activismo se expresaba en sus obras, sino que se comprometió con causas sociales y el movimiento por la paz, con la solidaridad en Rusia. En su diario se describe como “asociada a la clase obrera” y “con claras querencias hacia los partidos de izquierda”, en octubre de 1920.
Formó parte de Ayuda Internacional al Obrero, una organización de solidaridad, de la que también formaron parte los artistas Otto Dix y George Grosz. En 1932, junto con numerosos artistas y figuras de gran reconocimiento como Albert Einstein, Walter Hammer, Theodor Hartwig, Arthur Kronfeld, Heinrich Mann, Pietro Nenni, Paul Oestreich, Franz Oppenheimer, Ernst Toller y Arnold Zweig, firma el Dringenden Appell, un llamamiento de unidad contra el Partido Nacionalista Obrero Alemán, el partido nazi, que comenzaba a cobrar impulso, dirigido por el entonces ex-cabo del ejército bávaro, Adolf Hitler.
Para cuando Hitler asumió, Kathe era miembro de la Academia Prusiana de las Artes, siendo la primera mujer en ocupar una plaza en esa institución, y fue forzada a abandonarla en 1933.
Realizó numerosos carteles contra la guerra y en contra del avance del nazismo. Pero sus reivindicaciones pacifistas estaban ligadas al fin de una guerra encarnizada por las potencias mundiales y que estaba exterminando a los sectores obreros y populares.
Kathe era amiga cercana de la familia Liebnknecht, fundador de la Liga Espartaquista con Rosa Luxemburgo. En 1919, cuando fue ejecutado, pidió ir a ver el cuerpo para dibujar el rostro del líder. Realizó a modo de homenaje una xilografía, “Hoja recordatorio en memoria de Karl Liebkneckt”, de la cual se hizo unas pocas tiradas y esta se vendió en la Exposición de Arte de los Trabajadores de Berlín en 1920.
El nazismo arremetió fuertemente contra los artistas de vanguardia. Las obras de Kathe Kollwitz fueron incluidas en la Exposición de Arte Degenerado en julio de 1937 donde había cientos de pinturas que buscaban ridiculizar el arte de vanguardia. En contraposición se hizo una exposición que vanagloriaba el Gran Arte Alemán que presentó el propio Hitler. Irónicamente, el nazismo utilizó una de sus obras más conocidas, “Madre e hijo”, para hacer propaganda fascista.
Su última serie fue "La muerte" (1933), donde se pueden apreciar las marcadas influencias expresionistas. En 1936 la Gestapo arresta a ella y a su esposo. Ambos había decidido suicidarse, cuestión que no llevaron a cabo debido a que su reconocimiento les permitió abandonar Berlín.
Karl Kollwitz murió en 1940. Su casa en Berlín fue devastada y se perdieron muchos de sus dibujos y documentos. Kathe se refugió como huésped del príncipe Ernesto Enrique de Sajonia y murió días antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Su fin la alcanzó antes que el fin último que tanto ansiaba y por el que tanto luchaba.
Muchos dan cuenta de su obra como expresionista, y podemos reconocer esos rasgos en el plano de lo formal, pero en la profundidad que alcanzan sus elaboraciones no podemos dejar de registrar el tenor que adquiere un extraordinario realismo crítico, en el legado que ha dejado en la humanidad y no sólo en el ámbito de la cultura universal. Su obra, frente a la censura y la prohibición de esas épocas de vejámenes, tortura y exterminio sin límites, adquiere un valor como documento histórico que nos interpela desde lo sensible y que nos conmueve hasta nuestros días.

Natalia Rizzo
@rizzotada
Carmela Torres

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