La mayor parte de las discusiones que tienen que ver con el ISIS, el autoproclamado Estado Islámico, giran alrededor del siguiente objetivo: El mismo que los romanos decidieron respecto a su poderoso enemigo “Delenda Cartago” (Hay que destruir Cartago). A primera vista, esta parece una respuesta más que obvia; la única respuesta. El ISIS está perpetrando atrocidades masivas a gran escala. Es agresivamente expansionista. Su interpretación del Islam es brutalmente sesgada y virulentamente tóxica. El grupo planea ataques violentos contra una larga lista de actores tanto locales como globales, y resulta muy obvio que cuenta con medios para llevarlos a cabo.
Considerando ese listado, quizá pueda entenderse que lleguemos a la misma conclusión que los romanos. Sin embargo, a diferencia de la aniquilación que Roma consiguió llevar a cabo, “destruirles” no es posible en este caso. Las mayores amenazas que el ISIS plantea no se derivan de la fuerza de las armas, no están motivadas por la fuerza de las armas, e incluso si el grupo despareciera de la mañana a la noche, las amenazas seguirían estando ahí presentes.
¿Desalentador? Sí. Pero no es una situación imposible, hay muchas cosas que pueden hacerse.
Las más profundas amenazas
Las pretensiones territoriales del ISIS han desmitificado la asumida inviolabilidad del sistema del Estado-nación, que actualmente nos parece tan natural que tendemos a olvidar lo joven que en realidad es. Hablando de Roma, Italia, por ejemplo, ha celebrado muy recientemente su 150º aniversario como Estado unificado. Y aunque tenemos ejemplos de nuevas fronteras internacionales a causa de guerras civiles (Sudán del Sur) o de procesos multinacionales (Israel), el ISIS ha hecho algo muy llamativo: no contento con intentar el control del gobierno o con apoderarse de un territorio antes de conquistar el gobierno, el ISIS ha tomado sencillamente un territorio y ha declarado un califato en él, algo que guarda más parecido con los imperios del pasado que con lo que hace un Estado moderno. Incluso las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el LTTE (Tigres Tamiles), quizá sus análogos más cercanos, nunca lograron hacer lo que el ISIS ha hecho en este sentido.
El avance del ISIS, aunque se consiguiera detenerlo mañana, sirve como “prueba de concepto” para los futuros intentos de actores no estatales de alcanzar el mismo éxito. Llevando esto a un extremo, que admito improbable, sólo como hipótesis: hay 193 Estados miembros en el sistema de las Naciones Unidas y varios miles de grupos subnacionales étnicos, sectarios, tribales y de otro tipo a lo ancho y largo del mundo. Las matemáticas son muy preocupantes para la mentalidad realpolitik del sistema del Estado-nación, y los intentos de los grupos subnacionales para reivindicar la independencia a partir de su propia identidad son violentamente desafiados por el Estado o recibidos con una indiferencia oficial que permite la continuación de la violencia dentro del país.
De hecho, los avances del grupo fueron facilitados directa y deliberadamente tanto en Siria como en Iraq (en ambos países como potencial bastión contra la agresión sectaria; sanguinarios, quizá, pero “al menos son nuestros sanguinarios”), además de ganar fuerza como indicador de la división sectaria. El tejido social y político de ambos países, tensado ya hasta límites insostenibles antes de ese avance, se ha desgarrado ahora terriblemente. No estaba en vías de curación antes de que el ISIS se levantara; no va a sanar ahora con rapidez y es muy improbable que llegue a sanar del todo. El ISIS ha agravado esas divisiones, y continuará empeorándolas dentro de lo que es ahora el territorio controlado por ellos, en el que partidarios y no partidarios, colaboradores y víctimas se verán obligados a enfrentarse entre sí. Lo mismo sucede entre las zonas controladas por el ISIS y el resto de cada país respectivo, en el que las tácticas utilizadas para avanzar o mantener al grupo a raya (como las milicias paramilitares chiíes movilizadas por el gobierno iraquí) han exacerbado una situación que ya era de por sí bastante mala. Y esto es lo que hay: el tejido social y político sin el cual un Estado no es más una aldea Potemkin es ahora inmensamente más difícil de conseguir de lo que era antes del avance del ISIS. Como todas las guerras, es inevitable que esta llegue a su fin, pero el suelo de Iraq y Siria es ahora mucho más fértil para la violencia de lo que era ya.
El ISIS ha tomado el “modelo de franquicia” iniciado por Al-Qaida y lo ha ampliado de forma significativa. Al-Qaida tendía a reunir grupos enteros; el ISIS lo ha llevado a pequeñas células e incluso a nivel individual. Los franquiciados de Al-Qaida solían pasar al menos una cierta cantidad de tiempo dedicados a la formación directa o a la comunicación desde el grupo matriz; los adeptos del ISIS pueden haber estado o no en contacto con cualquier cosa menos con un mensaje ideológico. Érase una vez en que la opción de Al-Qaida a favor de una organización celular en vez jerárquica fue una innovación. El lobo solitario y el modelo de células pequeñas combinado con el uso de redes sociales no sólo para permitir, sino también para invitar a los adeptos a proclamar lealtad a través de sus acciones y no a través de una conexión o pertenencia organizativa “real”, es el nuevo giro que hace que Al-Qaida parezca algo seria en comparación. El grupo más antiguo ha mantenido su enfoque en los grandes atentados con gran número de víctimas, pero el ISIS ha dejado claro que su filosofía táctica es un reflejo de su reclutamiento: pequeña escala no significa efecto pequeño. Los atentados con éxito por toda Europa muestran que este modelo puede forzar cambios de gran alcance por una fracción del esfuerzo habitual.
Por tanto, ¿qué se puede hacer respecto a lo anterior?
La respuesta simplista es que será necesario nada menos que un desarrollo masivo y un esfuerzo diplomático, financiado por interventores externos pero diseñados y definidos por las poblaciones iraquí y siria, para unir de nuevo el tejido socio-político. La reciente experiencia de ver crecer al ISIS a partir de los pedazos rotos de Al-Qaida debería recordarnos que cualquier esfuerzo que busque sólo destruir al ISIS sin intentar al mismo tiempo hacer que el terreno sea menos fértil a las condiciones y causas que llevaron a su creación, está condenado a poco más que a proporcionar una pequeña pausa. Sí, esto va a llevar mucho tiempo, pero no por ello es menos realista una respuesta; sólo significa que “que es mejor que empecemos a darla tan pronto como sea posible antes de que perdamos más tiempo”.
La fertilidad de ese terreno significa que “delenda ISIS” es el punto de partida equivocado. Una buena estrategia se pregunta primero qué es lo que está intentando fabricar, no eliminar, y por eso deberíamos empezar apoyando la construcción de una sociedad fuerte en los alrededores del ISIS que pueda proporcionar una mejor alternativa al nivel de lo que la población ve cada día en torno suyo, manteniendo su propia resistencia y socavando al ISIS desde los bordes hacia el interior, dejando su núcleo cada vez más aislado. Esto no es suficiente para derrotar al ISIS o al extremismo en general, pero es un proceso tremendamente necesario. Desde luego, en última instancia, será necesario destruir el mando del grupo y controlar su estructura, eliminando su capacidad para producir violencia; pero los medios violentos y políticamente represivos que se han utilizado históricamente para conseguir esos objetivos se superponen en gran medida con las razones por las que los grupos como el ISIS consiguen avanzar desde el principio. Ese es un esfuerzo condenado al fracaso y el intento de obtener beneficios a corto plazo puede socavar nuestra capacidad para conseguir el éxito a largo plazo. Esto no significa que no haya lugar para las operaciones cinéticas en la lucha contra el ISIS; se trata más bien de recordar de nuevo que esta guerra puede perderse por la forma en que hemos decidido emprender las batallas.
¿Cuáles deben ser los componentes?
Como el conflicto con el régimen de Asad sigue aún encendido en Siria, Iraq (fracturado como está) es el mejor lugar para empezar. La primera etapa debería construir fortaleza, legitimidad y sobre todo comunicación y coordinación para conseguir los objetivos comunes dentro de las estructuras de gobernanza locales, indígenas y no formales –redes tribales y religiosas- que sirvan de tejido conectivo en las zonas tanto sunníes como chiíes de Iraq. Estas redes producen una sociedad civil alternativa y fuerte y una vía para que las poblaciones (especialmente la marginada población sunní) negocien colectivamente. Esas redes necesitarán atención y apoyo, en primer lugar, dentro de la provincia de Anbar, la capital de la población sunní de Iraq y lo único que se levanta entre lo que el ISIS tiene y lo que ISIS podría tomar.
Cuando empezó la guerra de Iraq en 2003, las tribus sunníes negociaron poco unas con otras, y la intervención de Occidente redujo en vez de aumentar esa negociación. Al carecer de conversaciones que pudieran moderar el conflicto, empezaron a actuar de forma unilateral y hacer la guerra entre ellas mismas, lo que permitió que los insurgentes se enfrentaran en un grupo contra otro y aprovecharan las grietas de seguridad por las que podían operar, lo mismo que ha hecho el ISIS ahora. La reducción de la violencia alrededor de 2007/2008 tuvo mucho que ver con la negociación política y el reinicio de alianzas, cerrando así las brechas y posibilitando grandes esfuerzos en seguridad para trabajar mejor concertados. Finalmente fracasó porque ese proceso nunca tuvo una posibilidad con el gobierno de Al-Maliki apoyado por Occidente, lo que potenció un poco más la anteriormente mencionada aldea Potemkin en cuanto a la profundidad de su democracia se refiere. Socavar al ISIS empieza por no duplicar esos dos errores.
La coordinación tiene que reiniciarse ya; esas estructuras informales de poder son el mecanismo a través del cual puede hacerse el trabajo civil, puede protegerse a las poblaciones civiles, manteniendo a raya al ISIS, y si lo que hay es desconcierto y descontrol o no se centran en las cuestiones comunes de defensa y subsistencia, la puerta permanecerá abierta para el ISIS. Para cerrar aún más esa puerta, los esfuerzos tendrán también que centrarse en todo lo anterior en coordinación con el gobierno nacional, construyendo centralidad y comunicación. A cambio, el gobierno iraquí tendrá que contar con las garantías y apoyos de la comunidad internacional, que protegerá a la comunidad sunní y a otras minorías, y dará contenido real a una democracia de poder compartido. A su vez, la comunidad internacional, tendrá que actuar esta vez de forma diferente y priorizar estos procesos en vez de respaldar instituciones creadas de forma ciega de arriba a abajo a fin de reforzar la estabilidad.
Teniendo en mente una sociedad civil integral donde se comparta el poder, el mismo trabajo deberá hacerse simultáneamente en paralelo con las estructuras chiíes porque, según como están las cosas, un incremento en la fuerza o unidad dentro de una comunidad será percibido como una amenaza por la otra. La gobernanza es mucho más que la existencia de instituciones fuertes; para que haya paz en esa región, resulta vital construir comunicación y confianza transversales para que los sunníes no vean en grupos como el ISIS una alternativa potencialmente mejor que la agresión chií.
Todos esos esfuerzos tienen que ir unidos a un programa de desarrollo que pueda proporcionar “dividendos tangibles de la paz”, que se utilizarán de forma estratégica para beneficiar la negociación y la comunicación a fin de que esos esfuerzos “sirvan para algo más que hablar”. Esto servirá para fortalecer las posiciones de quienes trabajan por la integración frente a quienes no lo hacen. Hay que pensar en las redes eléctricas, en los servicios municipales, todos esos elementos mundanos de la sociedad civil sin los cuales la paz no elimina todavía el sufrimiento. Lo repito, se trata de un proceso largo, lo que significa que no hay tiempo que perder.
Redes de comunicación, fortalecimiento de la gobernanza informal para proteger y superar las divisiones sectarias, recursos tangibles como dividendos e inclusión internacionalmente apoyada. Todo esto es imprescindible. En la actualidad, la comunidad internacional se centra mucho más en delenda que en satisfacer a largo plazo las necesidades de una sociedad que aspira a sobrevivir a la amenaza actual.
Una vez que los romanos destruyeron Cartago, como bien es sabido, salaron el suelo para que nada creciera. Nosotros, por el contrario, tenemos algo que decir sobre lo que queremos que crezca, no sólo de lo que hay que destruir. Al final, esa es la única vía verdadera para ganar este tipo de guerra.
David Alpher
Middle East Monitor
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
El Dr. Alpher lleva catorce años poniendo en marcha programas de campo en frágiles entornos afectados por el conflicto, diseñando y defendiendo políticas para la construcción de la paz. Es profesor adjunto de Análisis y Resolución de Conflictos en la Universidad George Mason.
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