En Argentina, hoy, los ciudadanos deberán elegir entre dos variantes conservadoras y represivas de los movimientos sociales y es posible que gane un empresario multimillonario inculto y obtuso, pro-imperialista y neoliberal declarado que, pese a ello, tendría que aplicar una versión muy aguada del desarrollismo estatalista y extractivista.
Ha llegado a su fase final la política suicida de la desmovilización de los movimientos sociales, de la oposición a la independencia política y la libre creatividad de los trabajadores, de la concentración de las decisiones en el grupo que controla el gobierno creyendo que tiene el poder y que maniobra en y con el Estado (que sigue siendo capitalista). O sea, la etapa de los gobiernos llamados “progresistas” que buscaban modernizar y reforzar al capitalismo en sus países pero, al mismo tiempo, apelaban al distribucionismo y el asistencialismo para mejorar el nivel de vida (y el consumo de los productos de las transnacionales). En este fin de fase se revela también la miseria intelectual de los que siempre ignoraron que las reformas progresistas son solamente el subproducto de una relación de fuerzas impuesta al imperialismo y a las oligarquías por la lucha de los trabajadores campesinos, manuales, intelectuales contra la explotación y la dominación capitalista y no solamente por dorar y alargar las cadenas. Los que esperaron y esperan todo de Salvadores, Líderes Máximos y gobiernos “progresistas” sin recordar ni el proverbio popular de “a Dios rogando y con el mazo dando” ni que “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos” están anonadados. Los trabajadores más conscientes, en cambio, se preguntan “¿y ahora, qué hacemos?” y también “¿cuál es la causa de este nuevo desastre?”.
En Argentina, los dos candidatos burgueses, que declaran abiertamente que reprimirán y que seguirán pagando la duda de las empresas asumida por el Estado, no tienen grandes diferencias y reunirán más del 95 por ciento de los votos emitidos porque los votos del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) se reducirán ya que muchos votarán por el “mal menor” Daniel Scioli. Medio país se enfrentará a la otra mitad. Pero eso será sólo en las urnas ya que ambos candidatos son peronistas de derecha, ambos se formaron en el menemismo cínico, corrupto y neoliberal y porque la mayoría de quienes voten por Scioli no confían en éste y lo apoyan sólo para evitar el “mal peor”, o sea, el triunfo de Mauricio Macri mientras que quienes voten por éste en su mayoría lo harán sin esperar mucho de él para protestar contra la prepotencia y la corrupción gubernamentales. Ni hay millones de sciolistas ni tampoco millones de oligarcas proimperialistas. Quien triunfe no tendrá votantes incondicionales que le den un margen de maniobra. Por el contrario, en plena crisis económica nacional y mundial y sin tener mayoría parlamentaria, deberá enfrentar la oposición de medio país y también la falta de confianza de la mitad de esa otra mitad que lo votó.
El margen de maniobra muy reducido del presidente que hoy se elija le obligará a modificar los plazos y las formas en que pensaba aplicar sus políticas recesivas y represivas y a negociar con los movimientos sociales de resistencia y con sus ex adversarios políticos. Macri, por lo tanto, no podrá prescindir del aparato estatal a pesar de sus declaraciones antiestatales ni podrá eliminar inmediatamente los subsidios a los servicios públicos o los planes asistenciales ni devaluar enseguida el peso sino que preferirá contraer grandes préstamos y hacer acuerdos de inversión leoninos para contener prioritariamente la resistencia social. La propaganda kirchnerista antimacrista aparecería así desmentida lo que hace correr el riesgo de reforzar algo la heterogénea banda derechista, proimperialista y oligárquica que apoya a Macri .
El FIT, por su parte, espera desde siempre un derrumbe del peronismo y que un caudal importante que creyó en el kirchnerismo pase automáticamente a la izquierda. Hizo una campaña de muy bajo nivel basada sólo sobre la similitud de los dos candidatos burgueses conservadores y se ilusiona creyendo que será el eje de más de un millón de votos en blanco que, en estas condiciones, representarían un paso hacia la independencia política. Pero muchos votos al FIT posiblemente habrán votado por Scioli para que no ganase Macri ya que el FIT se limitó a decir que ambos candidatos devaluarían, aumentarían la deuda, traerían el ajuste y la desocupación sin definir mejor ni quiénes están detrás de cada uno (que son diferentes y por eso hay dos candidatos), ni qué hacer fuera de las elecciones e inmediatamente después de las mismas, ni cuáles deben ser las ideas- fuerza y la alternativa a nivel de cada provincia y del país teniendo en cuenta la imposibilidad de depender sólo de la exportación de granos y de minerales, la crisis mundial y la marcha hacia una guerra que hasta el Papa ve venir.
El FIT no une la resistencia sindical y fabril con la lucha por crear las bases para el socialismo destinando las tierras a la producción de alimentos y no a la exportación de monocultivos, protegiendo el ambiente de la contaminación agroindustrial y minera, modificando los consumos superfluos o nocivos, desarrollando polos productivos en las provincias para evitar la concentración de todo en Buenos Aires. No une la lucha por la democracia sindical con otra en todos los terrenos jurídicos, económicos, culturales, contra la hegemonía política capitalista. No cree en la formación de organismos democráticos de base en el territorio que unan a toda la izquierda social, enseñen a practicar la democracia de base contra los acuerdos de aparatos, construyan poderes locales. Superar el peronismo exige en cambio objetivos creíbles, ideas superiores, soluciones sólo posibles con un cambio de sistema y, sobre todo, eliminar el dogmatismo y el sectarismo y aspirar claramente a dirigir el país.
Guillermo Almeyra
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