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viernes, junio 09, 2017
El “Día D”
El “Día D” es conocido popularmente como un día clave, donde se define una situación. Los Aliados le dieron este nombre al desembarco en Normandía intentando demostrar que fue la clave para derrotar al nazismo.
Esta es la interpretación que imprimieron EE.UU., Gran Bretaña y Francia (los Aliados) a la “historia oficial” de la Segunda Guerra Mundial, festejando el desembarco en Normandía en la costa noroeste de Francia, el 6 de junio de 1944, como el hecho donde los Aliados, liderados por EE.UU., hirieron de muerte y liberaron a Europa de la dictadura nazi. ¿Cuál fue la realidad?
Más de 7.000 barcos y 12.000 aviones, habían partido de Inglaterra la noche del 5 de junio. En el desembarco participaron miles de tropas norteamericanas, inglesas y canadienses (murieron o fueron heridos unos 2.400). Lo que iba a ser un rápido camino a París luego del desembarco, se convirtió en un largo y lento avance, que terminó llegando a París dos meses y medio después, el 25 de agosto.
Participaron algunos soldados franceses, pero muchos partisanos se enfrentaron a los nazis, entre los que había jóvenes, trabajadores y comunistas. Los aliados eran comandados por el norteamericano Eisenhower. En el camino hacia París, se produjeron lo que los imperialistas llaman “efectos colaterales”, como el bombardeo de ciudades como Caen, en Normandía (una batalla que duró más de un mes y donde 460 bombarderos de la Royal Air Force arrojaron en un día más de 2.500 toneladas de bombas explosivas), matando a alrededor de 400 civiles. O como en Saint Lô, bombardeada durante 9 días, destruyendo el 95% de la ciudad y donde murieron 500 de sus habitantes en 44 días de combate.
¿Cuál fue el objetivo del desembarco?
Era la primera vez que EE.UU. pisaba suelo europeo, a 5 años de iniciada la guerra, dando tiempo a un importante avance de los nazis sobre el continente. Hasta ese momento sólo había intervenido donde veía peligrar sus objetivos geoestratégicos como en la llamada “guerra del Pacífico” en su disputa con Japón por Asia. Desde 1942, estaba en el norte de África, donde puso al frente al almirante Darlan (colaborador del fascista francés Pétain) como uno de los jefes militares para “liberar” a Europa, una de las evidencias de la falsa oposición de un bando “democrático” (los Aliados) contra otro “fascista” (el Eje). Mientras, la URSS pedía que EE.UU. abriera el “segundo frente” en Europa Oriental para reforzar su avance hacia la Alemania nazi. Pero EE.UU. prefirió dejar que alemanes y rusos se desangraran, así como que siguieran funcionando los campos de concentración de cuya ubicación y función era totalmente consciente.
La Segunda Guerra Mundial fue impulsada por todas las potencias imperialistas, para disputarse entre sí colonias, semicolonias y zonas de influencia y también para derrotar a la URSS, un territorio que el imperialismo quería recuperar para la explotación capitalista y que a pesar de su degeneración estalinista, demostraba a los trabajadores que podían tomar el poder y la superioridad de la economía planificada. El enfrentamiento “dictaduras-democracias” era una máscara imperialista para ocultar una guerra de pillaje, cuyo principal impulsor era EE.UU., ya que no había terminado de definir su hegemonía mundial en la Primera Guerra, y Alemania, que era un imperialismo que necesitaba expandirse y estaba atado por los costos de su derrota en la Primera Guerra. EE.UU., retrasó lo más que pudo su intervención en territorio europeo y sólo lo hizo cuando vio que la verdadera resistencia y fuerzas que comenzaron a derrotar a los nazis en Europa, eran las masas que como en Italia, Francia o Grecia, se empezaban a armar y organizar, sobre todo a partir de 1943, y comenzaban procesos revolucionarios que ponían en cuestión al mismo capitalismo. En 1943, la URSS había derrotado a los nazis en Stalingrado y los países imperialistas temían que el avance de los rusos, incentivara a los pueblos de Europa occidental y a las colonias oprimidas por países como Francia (Indochina) o Inglaterra (India), a liberarse de su opresión y explotación imitando la Revolución Rusa de 1917. Más que a los nazis (furiosos anticomunistas), los imperialismos temían al fantasma del comunismo, a las revoluciones socialistas que se empezaban a avizorar después de años sufrimiento de los pueblos a causa de una guerra que sólo buscaba defender los intereses imperialistas (fuesen dictatoriales o democráticos). La URSS (a pesar de la desastrosa conducción de la guerra de la burocracia rusa), con el Ejército Rojo y la heroica resistencia del pueblo ruso fue la que derrotó realmente a los nazis a costa del mayor número de bajas en la guerra, casi 30.000.000 de muertos entre militares y civiles.
Los objetivos del imperialismo con el desembarco en Normandía eran por un lado cambiar esta nueva situación, desarmando y derrotando, con la ayuda de los Partidos Comunistas estalinizados de Occidente, las revoluciones en curso y sostener el capitalismo en ese lado estratégico de Europa y, por otro lado, impedir que el triunfo sobre el nazismo quedara en manos de la URSS. Para eso, además de los bombardeos en Francia, EE.UU. también bombardeó y masacró civiles en Alemania (Dresde, febrero de 1945, 4.000 toneladas de bombas), el norte de Italia (donde la resistencia antifascista era más obrera) y Japón, donde darán su “toque final” con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945 (matando a más de 200.000 civiles y dejando secuelas físicas por varias generaciones), cuando ya estaba terminada la guerra y los nazis ya derrotados, para reafirmar su hegemonía mundial como imperialismo demostrando a las masas y a la URSS quién tenía el poder militar. Francia por su lado, bombardeó Argelia, su colonia más importante en África, cuando los nativos festejaban el triunfo Aliado.
Gabriela Liszt
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