lunes, abril 30, 2018

Detrás de las adulaciones de Trump: la irrelevancia geopolítica de Francia



El presidente francés tuvo sus tres días de “gloria” en suelo norteamericano. Visita de estado, Macron fue el primer dirigente extranjero en ser recibido con tales honores por Trump que desplegó "la más roja de las alfombras rojas". Pero detrás de estos lazos sorprendentes hasta melosos entre los dos polos del bonapartismo a ambos lados del Atlántico, uno nacionalista y el otro globalista, se oculta la irrelevancia de Francia en la geopolítica mundial más allá de todas las apariencias.

La prensa francesa se enorgullece de que Macron sea el interlocutor de Trump en Europa. Pero la realidad es que Francia tiene poco y nada que ofrecer al mandamás de la Casa Banca: en Siria el imperialismo francés es un actor menor, su intervención militar fue limitada y en Europa es Alemania quien lidera, como constata a pesar suyo el propio Macron y su plan de reforma de la UE que se choca con los obstáculos y límites de la nueva coalición en Berlín. La realidad es que el presidente francés es un “juguete” de Trump contra la política europea, en especial contra Berlín. Nada mejor que la voltereta de Macron sobre el acuerdo iraní en la reciente gira para ilustrarlo.
Mientras CNN y la prensa “mainstream” critican al presidente norteamericano, el punto vital es que ambos líderes estuvieron de acuerdo en una premisa básica: ¡el tratado con Irán es pésimo! De ahí que sin saber qué hará Trump con el actual acuerdo iraní, ambos han acordado trabajar por un "nuevo acuerdo más amplio", que incluya su programa nuclear "a largo plazo, sus actividades balísticas y su presencia en la región" incluida Siria. “Lista de exigencias iguales a la Netanyahu” así las calificó un importante observador francés.
La realidad es que como dice el especialista de defensa Jean-Dominique Merchet, es Macron el que ha cedido en toda la línea al chantaje trumpista: “En realidad, la diplomacia francesa, y más allá la europea, fue tomada como rehén por Donald Trump. Hábilmente, en enero pasado, el presidente estadounidense solicitó a los europeos (Francia, Reino Unido y Alemania) que ‘arreglaran’ (to fix) un acuerdo que él siempre consideró ‘desastroso’ y ‘terrible’. De lo contrario, lo denunciaría el 12 de mayo, un plazo impuesto por la legislación de los Estados Unidos. Emmanuel Macron tenía entonces dos posibilidades: rechazar este chantaje o aceptarlo. Lo aceptó, convencido de su capacidad personal para traer de vuelta a su interlocutor a mejores sentimientos”.
Listo el resultado “triunfal” del viaje de Macron a los Estados Unidos. En un abrir y cerrar de ojos el nuevo presidente francés entregó un proceso diplomático “multilateral” que no solo había permitido conciliar los intereses de las potencias europeas y los EEUU, sino de forma sorprendente a China y Rusia. A la vez, es una nueva bofetada en la cara al presidente iraní Rohani que había apostado a una mejora de la crítica situación económica luego del acuerdo frente a la oposición de los sectores más duros del régimen teocrático. Es que contrariamente a su expectativa -y mientras Irán aplica el acuerdo al pie de la letra según reconoce la agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA)- las amenazas que el Tesoro norteamericano continua ejerciendo sobre los bancos occidentales impiden las inversiones extranjeras en Irán y el desarrollo de los intercambios comerciales, en contra mismo de los intereses de las grandes empresas francesas como el gigante petrolero Total.
Como vemos ni una sombra de la autonomía geopolítica francesa durante el apogeo de la Guerra Fría durante el segundo reinado de De Gaulle. La realidad es que desde Mitterrand, pasando por Hollande y Sarkozy y ahora en forma aún más caricaturesca con Macron, Francia se pliega cada vez más a las exigencias de los Estados Unidos. Salvo un breve paréntesis en la década del 2000 cuando Chirac se opuso a la política norteamericana en Irak, esta es la línea fundamental. Como concluye el especialista militar antes citado, detrás de todas las adulaciones de su homólogo norteamericano, la realidad es que “Para evitar una crisis transatlántica y no repetir el escenario Chirac vs. Bush de 2003, Emmanuel Macron ha rehuido la prueba de fuerza”. Todo lo contrario, entonces, a eso que han querido presentar en los medios continuamente durante tres días.

Juan Chingo

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