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viernes, abril 20, 2018
El relevo parcial de Raúl Castro
Adónde va Cuba.
El relevo de Raúl Castro ha vuelto a suscitar toda clase de comentarios acerca de las perspectivas políticas de Cuba. Una buena parte de la prensa procura encontrar una respuesta, como es habitual en este mentidero, en los antecedentes y la personalidad de Miguel Díaz-Canel, el nuevo jefe de Estado. Lo único cierto que se puede decir en este punto es que no gozará de la estabilidad ni de la autonomía de poder de sus dos antecesores. Raúl, muy lejos de un retiro, conserva, al menos hasta 2021, el cargo aún más decisivo de secretario general del Partido Comunista.
Transición
La transición que podría representar Díaz-Canel se encuentra condicionada por un proceso más general, que fue iniciado por Fidel, a partir de la disolución de la Unión Soviética. Sin embargo, desde mucho antes de este derrumbe de época, la transición en cuestión no tiene nada que ver con el socialismo, sino con una inserción en el mercado mundial, incluso frente al bloqueo que ha ejercido el imperialismo yanqui contra la isla, desde apenas después de la Revolución Cubana. Desde que la Revolución se detuvo en su desarrollo histórico y quedó políticamente congelada a un régimen de partido único y a una alianza con la burocracia de Moscú, la cuestión de una transición al socialismo quedó afuera de la agenda política y social del país. Las transiciones al socialismo están vinculadas al carácter de clase del poder político – que, en Cuba, no asumió nunca el carácter de un régimen de trabajadores o, para emplear una expresión más rigurosa, la dictadura del proletariado. El aislamiento de la Revolución Cubana, incluso en América Latina, y los reflujos de la revolución mundial, condicionaron su desarrollo ulterior. La misma consecuencia tuvo también el aventurerismo político de su dirección (foquismo) con relación a la crisis de conjunto del continente y de sus procesos de lucha y de reconfiguración de sus vanguardias.
Los detractores de la Revolución, empeñados en describir su ‘fracaso’, pasan por alto que aplicaron el sabotaje económico y político implacable contra la nación cubana, por parte de las grandes y menos grandes potencias capitalistas, con el objetivo de confinarla a una suerte de exilio internacional.
Modelo chino
El valor agregado de la economía cubana representa un tercio menor del que se generaba al momento de la disolución de la URSS. El impacto político fue aun superior al económico, pues la dirección castrista gobernaba con una perspectiva de conjunto ajena a esta posibilidad, lo cual se manifestó en una integración al bloque socialista, que comprometió a Cuba con un esquema industrial y logístico atrasado – en relación a la economía mundial. Cuba tuvo que encarar, por lo tanto, más que una transición, una reestructuración de la economía doméstica.
Hasta el día de hoy, Cuba busca seguir el llamado ‘modelo chino’ o ‘vietnamita’, que se distingue del remate de activos estatales que siguió Rusia en los 90, con la desventaja de que carece, obviamente, del mercado de esos países y se encuentra sometida al bloqueo norteamericano. Es así que, como ocurrió en un comienzo en China, se han habilitado “zonas francas” para el capital extranjero, una privatización precaria de tierras agrícolas y un comercio urbano mínimo. Los resultados, un crecimiento del 2/3% del PBI, está lejos del piso del 7% anual que se juzga necesario para desarrollar la economía. La experiencia de las “zonas francas” no se han generalizado a la economía, como ocurrió en China; o sea que constituye un intento de restauración capitalista manco. Tampoco ha aumentado en forma significativa la producción de alimentos y de consumo general; el 60% se importa, incluso para abastecer a las tiendas especiales que atienden a turistas y tenedores de divisas en general – o sea que se obtienen divisas que antes tuvieron que ser gastadas.
El gobierno despidió, hace dos años, a centenares de miles de personas, con el propósito, poco socialista por supuesto, de resolver la falta de rentabilidad de las empresas del Estado, un ‘ajuste’ que no ha logrado, sin embargo, mover el amperímetro de los desequilibrios económicos. La expectativa de atraer la inversión brasileña no se ha cumplido, a pesar de las obras que Lula consiguió para Odebrecht. La crisis en Venezuela ha privado a Cuba de combustible a precio inferior al internacional, lo que representa un golpe económico importante. Los dos socios económicos principales de Cuba, en la actualidad, China y Rusia, en plena restauración capitalista, apoyan una reestructuración de la economía sobre la base de una tasa de ganancia internacional.
La industria y el campo
Según coinciden numerosos especialistas, por lo menos la mitad de la industria cubana debería ser reestructurada o cerrada, por el costo que representa para el Estado. Un ‘ajuste’, en términos capitalistas, desataría una explosión social; se trata, además, de una industria en manos de las fuerzas armadas, lo que implicaría un choque con intereses poderosos. El arrendamiento agrario, por su lado, que apunta a incentivar el interés privado, encuentra la limitación de la ausencia de un mercado mayorista para el establecimiento de precios, ya que la comercialización circula por el canal del Estado.
La otra cuestión, decisiva, que se viene debatiendo desde los noventa, es la monetaria. En Cuba circula una moneda dolarizada, la CUC, que se utiliza en los mercados libres, por ejemplo del turismo, y otra pesificada, la CUP, que remunera los salarios. Es un sistema de desvalorización estructural de la fuerza de trabajo – que no compensan los servicios gratuitos, que es más difícil mantener. La brecha entre los ingresos dolarizados y los gastos pesificados quedan en manos del Estado, que sirve para subsidiar a la industria no rentable. Raúl ha declarado que “el asunto (monetario) no puede dilatarse más su solución”. La unificación monetaria implicaría un sistema de precios muy superior al que actualmente permite el abastecimiento popular, e incluso un sistema de conversión del peso cubano al dólar.
Quién reestructura
La distorsión monetaria impide llevar adelante una reestructuración industrial, que exige un sistema de costos claros. La cuestión es quién la encara: los trabajadores o la burocracia. Por un lado, la reestructuración debería responder a un plan de conjunto que garantice el pleno empleo en la economía tomada en su conjunto. Por el otro, debe asegurar que el ingreso de las fuerza de trabajo asegure la adquisición, como mínimo, de la canasta familiar. El control obrero y la independencia y democracia de los sindicatos son los instrumentos políticos que deben estar presentes e incluso liderar una reestructuración del conjunto de la economía. A término, esto planteo la libertad política, que permita la formación de un partido a partir del mundo del trabajo.
Es a partir de un programa de estas características que el proletariado de Cuba puede recobrar una independencia política que ha perdido hace mucho tiempo.
Jorge Altamira
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