miércoles, abril 25, 2018

Revolución nicaragüense: las masas insurreccionadas hicieron historia



Dados los últimos hechos en Nicaragua, este artículo explica la relación entre las masas que hicieron la revolución del 1979 y la dirección del FSLN incluido Daniel Ortega, que desde su inicio frenaron la posibilidad de una nueva revolución socialista en el continente.

Fue uno de los procesos más ricos desde el punto de vista insurreccional en todo el continente, verdaderos levantamientos de masas donde, como lo reconociera Humberto Ortega, “fue la guerrilla que sirvió de apoyo a las masas”, y no lo contrario.

Así fue la historia…

El Estado somocista fue prácticamente una creación del imperialismo norteamericano, presente con sus tropas desde 1911 hasta 1933. Fueron ellos los que crearon el ejército genocida de la Guardia Nacional poniendo a su cabeza a Anastasio Somoza García, quien luego de un golpe militar y ratificado por fraudulentas elecciones, accederá en 1936 a la presidencia de la república, permaneciendo la familia Somoza en el poder durante 45 años.
Pero entrados los 60 comenzará a desarrollarse una diferenciación en las filas de la burguesía, por un lado la oligarquía aliada a la dinastía Somoza y por el otro, una burguesía beneficiada por la expansión económica de esos años, centralmente los sectores agro-exportadores, agro-industriales, industriales y de la banca, para quienes el gobierno de los Somoza se hará poco funcional. Por esos años surgirá el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), una organización guerrillera de carácter nacionalista pequeñoburguesa que se propone la caída de Somoza.
Durante la década del 70 una gran agitación del movimiento de masas se plasmará en las importantes huelgas de 1973 y 1974, que serán ferozmente reprimidas. Entre 1975 y 1976 la represión del gobierno será cada vez más cruenta, siendo asesinado el propio fundador del FSLN, Carlos Fonseca Amador. El descontento experimentará un gran empuje a partir de septiembre de 1977. En enero de 1978 es asesinado el famoso periodista Pedro Joaquín Chamorro, dando un viraje a la situación, llevando a la burguesía opositora a desafiar más frontalmente al gobierno. Pero a medida en que el movimiento de masas entraba en acción esta burguesía opositora buscará la conciliación y el compromiso con la dictadura.
En septiembre de ese mismo año, el FSLN, en medio de un aventurerismo lanza una ofensiva militar en diversas ciudades del país. El contraataque de la Guardia Nacional será brutal, desencadenando una masacre con un saldo de 10.000 trabajadores, jóvenes y estudiantes asesinados. Pero este siniestro golpe no doblegará las energías revolucionarias de todo un pueblo que contará con las fuerzas suficientes para redoblar su acción de masas pese a las acciones putschistas de la guerrilla.

La insurrección de las masas y la caída de Somoza

Las huelgas generales, las ocupaciones de tierra, los levantamientos urbanos, anunciaban la entrada en la escena política de las masas contra el régimen somocista en los primeros meses de 1979. El 4 de junio, las organizaciones de masas y el FSLN decretan una huelga general que paraliza a todo el país, dando origen en los días siguientes a insurrecciones que estallan en las ciudades de Chinandega, León, Matagalpa, Estelí, Masaya, Granada y Carazo. Pero lo que dará un giro decisivo a la situación será el movimiento insurreccional espontáneo del 10 de junio en los principales barrios populares de Managua, surgiendo en la capital “zonas liberadas”. Nicaragua está insurreccionada, se abre una crisis revolucionaria sin precedentes, la caída de Somoza está a tiro de fusil.
El imperialismo norteamericano viendo que se le escapa la situación recurre a la OEA para disfrazar una intervención directa con la propuesta del envío de “fuerzas de paz”. No obtiene respaldo internacional. Somoza se aísla cada vez más y sólo recibe el apoyo de las dictaduras latinoamericanas. El imperialismo espera que Somoza golpee ferozmente a los obreros y campesinos, para luego intentar un nuevo régimen burgués sin cambios bruscos. A este trabajo sucio se prestan los gobiernos de Venezuela, México, Costa Rica y Panamá, quienes hicieron lo que estaba a su alcance para evitar que el desarrollo de la guerra civil no rompiera la continuidad institucional. Así, en junio, se prepara la conformación de una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua (GRNN) que asumiría el control del Estado ante la inminente caída de Somoza. Estaba conformada por dos altos representantes de la burguesía, Violeta Chamorro (la viuda de Pedro Joaquín Chamorro) y Alfonso Robelo Callejas; dos representantes por el FSLN, Daniel Ortega y Moisés Hernán; y actuando como sector centro Sergio Ramírez Mercado, representando a sectores profesionales. Esta Junta había sido reconocida por los gobiernos latinoamericanos antes señalados, y estaba en su plan que un importante sector de la Guardia Nacional tuviera un lugar garantizado en el nuevo régimen fusionándose con las fuerzas guerrilleras del FSLN.
En el curso de la insurrección surgieron milicias populares espontáneamente a partir de los contraataques de la Guardia Nacional, pero luego eran encuadradas por los comandos regulares del FSLN. Las insurrecciones espontáneas, la encarnizada resistencia de la población, los ataques del FSLN hacían retroceder a la Guardia Nacional a tareas de estricta defensa de sus cuarteles y a la defensa del famoso “bunker” de Anastasio Somoza. Por fin Somoza abandona el gobierno, huyendo el 17 de julio, abriéndose la fase final del derrocamiento del régimen.
Tras la huida de Somoza, el diputado somocista, Francisco Urcuyo, según previo acuerdo, según previo acuerdo, debía transferir el poder a la Junta de Gobierno para lograr “un cambio en la continuidad”. Pero se le “ocurrió” llamar a las masas a deponer las armas al mismo tiempo que afirmaba que se quedaría hasta las elecciones de 1981. La revuelta de las masas fue completa. Los trabajadores, la juventud y los milicianos de los barrios populares invadieron el “bunker” de Somoza, repartiéndose las decenas de miles de armas de guerra que recuperaron, alzándose en un combate encarnizado. La Guardia Nacional estalló en pedazos ferozmente derrotada. El 19 de julio, las fuerzas del FSLN entran en la capital e instalan la Junta de Gobierno conformada conjuntamente con el personal de la burguesía opositora. Más de 40 mil muertos y 100 mil heridos fue el saldo de los enfrentamientos en este primer período de la revolución, donde el motor central fueron los obreros urbanos, el proletariado agrícola, el pueblo pobre, los semiproletarios del campo y los campesinos pobres. Como reconociera Humberto Ortega, “fue la guerrilla que sirvió de apoyo a las masas”, y no lo contrario.

La paradoja de la revolución nicaragüense

La gran paradoja de la revolución de Nicaragua es que los representantes del capital estaban presentes en la Junta de Gobierno, en los Ministerios, en el aparato administrativo del estado, en el Banco Central. Aunque se había expropiado prácticamente a todo el sector somocista, nacionalizado la banca y el sistema de seguros, un amplio control del sector financiero, nacionalización de la industria minera, un amplio control de las exportaciones y la distribución del mercado interno, y avanzado en conquistas importantes como las campañas masivas de alfabetización, sistemas de salud pública universal, el reconocimiento de las ocupaciones de tierras, y decretos de expropiación de tierras ociosas o no cultivadas.
Con el objetivo de integrar a la burguesía antisomocista a la tarea de “reconstrucción nacional” y para obtener créditos internacionales y de los gobiernos imperialistas, se hacen grandes concesiones a los industriales y a los propietarios. El desarrollo económico continúa dominado por la propiedad privada y el Estado propone el proyecto de una economía mixta. Se da inicio al desarme de la población, y el fortalecimiento de un ejército regular, el Ejército Popular Sandinista (EPS).
Pese a todo esto, el viejo sector de la burguesía presente en la Junta renunciará, pero se integrará otro sector en representación de ella, Rafael Córdoba, dirigente del Partido Conservador Democrático y miembro de la Corte Suprema de Justicia, y Arturo Cruz, antiguo colaborador del Banco Interamericano de Desarrollo. Luego vendrán diversos cambios en la Junta de Gobierno, producto de las grandes contradicciones de la revolución, donde el FSLN asumirá cada vez más el control y sostén del gobierno pero sin cambiar sus orientaciones estratégicas de colaboración de clases acentuando las características de un gobierno bonapartista pequeñoburgués sui géneris.
Pese a esto, tras la llegada de Reagan al gobierno de los EE.UU., se dará inicio a la contraofensiva imperialista, quien organizará los ejércitos mercenarios de la “contra” (contrarrevolución). Se asedia permanentemente la revolución con el accionar militar y los bombardeos a sectores claves de la economía, como los puertos del Pacífico. El gobierno sandinista le pide sacrificios a las masas en las tareas de la defensa y la reconstrucción del país, pero le hace concesiones a la burguesía. Las masas responden a los esfuerzos de guerra pero la burguesía boicotea la economía.
Pero el golpe más fuerte a la revolución de Nicaragua vendrá desde Cuba y la política de Fidel Castro, a poco tiempo del triunfo. Castro afirmará en un célebre discurso de Estado (puede leerse aquí la versión taquigráfica oficial) que Nicaragua no será una nueva Cuba: “Ahora hay muchos interrogantes, y hay mucha gente queriendo establecer similitudes entre lo ocurrido en Cuba y lo ocurrido en Nicaragua... Por eso, a las afirmaciones o temores expresados por alguna gente... de que si Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba, los nicaragüenses les han dado una magnífica respuesta: no, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua, que es una cosa muy distinta”. Esto significaba que no se expropiaría a la burguesía y que no se extendería la revolución, manteniendo aislado al país centroamericano.
Pero la tarea no se les hará fácil, pues el fortalecimiento de la revolución en El Salvador, dará un gran impulso a la revolución en Centroamérica. Pero con una política de frenar los procesos revolucionarios centroamericanos surgirán las negociaciones con las burguesías y el imperialismo en las famosas “salidas negociadas”, los acuerdos de paz como el de Contadora, de Esquípulas, de Chaputpec, entre otros, que terminarán de desmantelar la revolución de Nicaragua, El Salvador, y de Centroamérica en su conjunto.

Milton D'León
Caracas @MiltonDLeon

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