lunes, septiembre 23, 2019

Cristina Kirchner y la fórmula de la Coca Cola



En un acto en La Matanza, volvió a insistir en que bajo su gobierno los empresarios “se cansaron de ganar plata”

Cristina Fernández de Kirchner desarrolló, en un acto realizado el fin de semana en La Matanza, planteos que generaron ilusiones en un sector del progresismo desesperado por percibir un mayor protagonismo político de la ex presidenta.

Bajo la peculiar modalidad que asumió para la campaña electoral, Cristina presentó su libro en la Universidad de La Matanza. Allí, afirmó que el fracaso del macrismo es la comprobación de que el problema de la inflación no sería la emisión de billetes, sino que la clave está en revisar “la formación de precios y los márgenes de ganancia”. Para que nadie malinterprete sus dichos, acto seguido aclaró que “no es para que nadie pierda plata ni se agarren los pelos (…) mientras estábamos nosotros, que decían que éramos horribles, se cansaron de ganar plata. Ahora ganan unos pocos amigos del gobierno”.
Esta exaltación de la ya clásica afirmación de que bajo su presidencia los empresarios la “juntaban en pala” ha pasado a ser la función principal de CFK en la campaña del Frente de Todos. Pero eso era el resultado de que la inflación le sacaba ventaja a los salarios, de los millonarios subsidios a las privatizadas y -en los inicios del kirchnerismo- de un dólar “recontraalto” que otorgaba superganancias a los pulpos exportadores. Es decir que si “se cansaron de ganar plata” es justamente gracias a que nadie controló la “formación de precios” y los “márgenes de ganancias”, mientras se valían de la precarización laboral y salarios a la baja. Los planteos devaluacionistas de Alberto Fernández y su “modelo Vaca Muerta” para avanzar en la reforma laboral -mediante la modificación de los convenios colectivos- apuntan a profundizar esas ganancias a costa de los trabajadores, lo cual busca ser viabilizado a través un pacto social entre las patronales y la burocracia sindical.

La Coca Cola y la sintonía fina

De hecho, CFK aprovechó un comentario del público para chicanear con que en La Matanza “se vendía Coca Cola a rolete y éstos la fundieron. Tenés que ser horrible para fundir la Coca Cola”. Con la maniobra de presentar a los empresarios como víctimas de una ‘mala praxis’, niega que estamos ante una crisis capitalista que golpea a toda la economía. El macrismo, es cierto, ha agravado todos los factores de esa crisis, culminando en un derrumbe. Esta debacle busca a su vez ser aprovechada por las patronales como Coca Cola, que solicitó un procedimiento preventivo de crisis para despedir a 32 empleados y presionar por la flexibilización del convenio laboral. Con la negación de la crisis capitalista y su nostalgia por las ventas de Coca Cola, Cristina prepara el terreno para un salvataje que descargará la factura sobre la clase obrera.
En esa tónica, agregó que su deseo es que “los sectores que más se han beneficiado, los que pueden seguir comiendo, viajado, viviendo, le presten un poco de atención a los que ya no pueden sobrevivir”. Detrás de este planteo aparentemente ‘distribucionista’ fundamenta la perpetuación del Impuesto a las Ganancias sobre el salario, el IVA y todo un esquema impositivo regresivo que confisca los ingresos de los trabajadores, mientras Kicillof -que la acompañaba en el escenario- se pasea por el campo y los parques industriales de la provincia prometiendo exenciones impositivas a los empresarios. Es una rememoración de la sintonía fina que implementara por el año 2012, cuando comenzó con un esquema de tarifazos sectorizados en todos los servicios públicos; una política que no sirvió para disminuir los subsidios estatales pero sí para sostener las abultadas ganancias de las privatizadas.
Cristina ha acuñado así una nueva teoría del derrame pero más regresiva y antiobrera, ya que vale solo para redistribuir la miseria entre los trabajadores en un cuadro de recesión económica brutal. Este punto del libreto es compartido por Alberto Fernández, que criticó la “opulencia” en que viven los porteños para reclamarles un esfuerzo en beneficio del resto del país, anticipando un ajuste en la Capital donde la mitad de los trabajadores percibe salarios por debajo de la línea de pobreza.

“Punto final al endeudamiento”

En otro pasaje sostuvo que el próximo gobierno “tiene que hacer algo para ponerle un punto final al endeudamiento en Argentina”. Es tal vez la estafa mayor de toda la campaña electoral, si tenemos en cuenta que su gobierno se hundió rescatando la deuda que había sido defaulteada en 2001. Al asumir Néstor Kirchner en 2003 la deuda externa era de u$s150.000 millones y, luego de pagar u$s200.000 millones en 12 años, Cristina dejó el gobierno en 2015 con un stock de deuda de u$s250.000 millones. Al final de su mandato estableció un cepo cambiario para preservar el pago de la deuda, imponiendo un freno a la economía, luego de haber convalidado una fuga de capitales por el orden de los u$s85.000 millones.
Tal vez estemos ante una reivindicación solapada del pago al FMI que Kirchner selló en 2006, cancelando en efectivo una deuda de casi u$s10.000 millones que había sido tomada por Cavallo, consumiendo en ese acto un tercio de las reservas del Banco Central. Sin embargo, la promesa de Alberto Fernández de cumplir con los pagos al capital financiero cuando el país está quebrado no solo implicará mayores penurias para el pueblo trabajador sino que agravará -en lugar de solucionar- el peso del endeudamiento. Macri terminó en un default después de haber tomado las medidas para honrar esos compromisos. La dinámica expoliadora de la deuda externa termina a menudo en la quiebra, justamente por el pago de la usura del capital financiero.
La única manera de poner un punto final al saqueo del país mediante una deuda externa usuraria y fraudulenta es su desconocimiento y la ruptura con el FMI, junto a la nacionalización de la banca y el comercio exterior para evitar la fuga de capitales e invertir la riqueza nacional en un plan de desarrollo del país sobre nuevas bases sociales. Para “revisar la formación de precios y los márgenes de ganancias” es necesaria la apertura de los libros contables de toda la cadena de valor y el control obrero de la producción, mientras que para hacer frente a la inflación luchamos por un salario mínimo igual al costo de la canasta familiar. Ello porque, mal que le pese a Cristina Kirchner y su preocupación por Coca Cola, solo hay una salida positiva si la crisis la pagan los capitalistas.

Iván Hirsch

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