lunes, septiembre 16, 2019

¿Qué implicancias pueden tener los ataques al complejo petrolero en Arabia Saudita?



Diez aviones no tripulados llevaron a cabo ataques aéreos contra el corazón de la industria petrolera en la monarquía saudí, lo que provocó tensiones en Medio Oriente y el aumento de los precios del petróleo.

Las tensiones en Medio Oriente suman un nuevo capítulo que amenaza con ser más convulsivo que el episodio previo de captura de barcos petroleros extranjeros en el Golfo Pérsico en junio por parte de Irán. El sábado pasado, unos 10 aviones no tripulados llevaron a cabo ataques aéreos en el corazón de la industria petrolera de Arabia Saudita: el área de Abqaiq, el mayor centro de procesamiento de petróleo saudita, y del mundo, y también el campo petrolero de Khurais.
El resultado inmediato fue la reducción a la mitad de la producción de petróleo por parte de la monarquía árabe, aliada estratégica de los Estados Unidos, reduciendo diariamente 5,7 millones de barriles de petróleo (5% de la producción mundial), lo que elevó el precio del petroleo en más del 10 %, y golpeó la figura de Arabia Saudita como un proveedor confiable de petróleo en última instancia.
El origen del ataque no está claro, aunque la milicia rebelde chiíta de los hutíes, que controlan el norte de Yemen, en la frontera con Arabia Saudita, reclamó la perpetración del mismo. Los hutíes tienen una relación con Irán, y desde el comienzo de la guerra civil de Yemen en 2015 han estado luchando contra los bombardeos en su territorio orquestados por la coalición árabe liderada por Arabia Saudita. Yemen es uno de los territorios, como Siria, Irak y otros países, donde Irán y Arabia Saudita compiten por la preponderancia en el Medio Oriente.
Sin embargo, el príncipe saudí Mohammed Bin Salman no atribuyó de inmediato la autoría a nadie; tampoco lo hizo Trump, que afirmó tener "razones para saber quién fue el responsable", pero no mencionó directamente a Irán. El domingo, Trump tuiteó: "Estamos preparados para actuar, en espera de una verificación y esperando que el Reino de Arabia Saudita confirme quién cree que es responsable de este ataque, y en qué términos debemos proceder". Su secretario de Estado, Mike Pompeo, sí acusó a Irán del incidente. El gobierno iraní rechazó cualquier responsabilidad por el ataque y, a su vez, acusó a Estados Unidos de que "después de fracasar en la estrategia de ’máxima presión’, ahora se adhiere a la estrategia de mentira máxima".
Alemania, el Reino Unido, Rusia y China se han ofrecido para calmar la situación y han pedido que se eviten las represalias apresuradas, tratando de reducir los decibles de un conflicto que podría encender la mecha de este barril de pólvora regional y global.
La precaución de Trump al no nombrar a Irán, se relaciona con los últimos movimientos de aproximación que promovió con el poder persa. Además, el incidente se produce pocos días después de que Trump destituyó al ex asesor de seguridad nacional John Bolton, conocido por su política agresiva contra Irán, y la constante fricción con el presidente en defensa de una estrategia de "cambio de régimen", que implicaría el derrocamiento del régimen de Teherán encabezado por el ayatolá Ali Khamenei. Uno de los puntos de discusión que terminó en la salida de Bolton fue la voluntad de Trump de reunirse personalmente con Hassan Rouhani, el presidente iraní, para negociar el tema de las sanciones económicas contra el estado persa después de la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015.
La renuncia de Bolton, resultado de desacuerdos con Trump en numerosos asuntos de política exterior que involucran a Corea del Norte, Afganistán y Venezuela, representó un debilitamiento del ala más agresiva de los "halcones" en el gobierno de los Estados Unidos. Sin embargo, después de los ataques contra Arabia Saudita, Trump se apresuró a "negar" por falsa, la intención de encontrarse con Rouhani en la Asamblea de la ONU en Nueva York.
Desde el punto de vista de Arabia Saudita, el ataque se produjo en medio del intento del gobierno de Salman de privatizar Aramco, el mayor productor de petróleo del mundo, ante la crisis económica que enfrenta la monarquía saudita. La entrega del gigante estatal está parcialmente comprometida ahora, con el riesgo de que se hagan efectivos nuevos ataques. En los últimos meses, Arabia Saudita había acordado con países asiáticos con una fuerte capacidad de producción de petróleo, como Rusia, para reducir la producción a fin de aumentar los precios del petróleo.



Las múltiples aristas de la crisis

Hay una serie de determinaciones que han llevado al conflicto actual, y que elevan las tensiones entre Estados Unidos, Irán y Arabia Saudita a niveles que algunos analistas consideran similares a los de la primera Guerra del Golfo en 1990-1191.
El primer factor es la propia situación debilitada de Irán, tras la salida de Trump del acuerdo nuclear que había sido firmado por Obama en 2015. Tras la ruptura unilateral del acuerdo (que incluye a países como Alemania, Francia e Inglaterra), los Estados Unidos incrementó las sanciones económicas para asfixiar al régimen iraní. Esa política, que debilita a la economía iraní en niveles considerables, se condecía con la linea más agresiva de Bolton, y que tuvo como represalia inmediata una serie de capturas de barcos petroleros en la costa del Golfo Pérsico por parte de Irán. El punto más álgido fue el derribo de un drone estadounidense que invadió espacio aéreo iraní, y que casi provoca la ejecución de un bombardeo de sus instalaciones militares por parte del Pentágono (que según Trump él mismo dio la orden de cancelar a tan solo cinco minutos de que se llevara adelante).
Desde que la administración Trump elevó a estrategia su política de "máxima presión", no estaba descartado como hipótesis que Irán, además de actuar en represalia directa en el Golfo Pérsico, utilizase aliados regionales para frustrar las ambiciones de los principales "amigos" árabes de Estados Unidos en Meido Oriente, e interrumpiese el flujo continuo de petróleo en la región.
Desde este punto de vista, el mensaje de Irán -que independientemente de la autoría, es uno de los beneficiarios indirectos del ataque- es claro: los aliados de Estados Unidos, especialmente Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, pagarán parte de los costos por la creciente hostilidad de Washington contra el régimen iraní.
El segundo factor tiene que ver con la guerra civil en Yemen, parte de la disputa entre Irán y Arabia Saudita por la preponderancia en Medio Oriente. Ambas potencias se volvieron a ver enfrentadas en la guerra civil de Yemen tras el papel que jugaron directa o indirectamente durante la ola de rebeliones y procesos revolucionarios de la Primavera Árabe (en Egipto, Túnez, Libia, Síria etc), que después de un primer momento de luchas populares, terminaron en derrotas por procesos contrarrevolucionrios, que instalaron nuevas dictaduras o preservaron las antiguas estructuras despóticas.
La república de Yemen es un Estado unificado reciente, después de procesos de negociación que culminaron en 1990, fruto de la caída de la Unión Soviética, que controlaba la región sur del territorio yemení. El norte del territorio, constituido en 1945 como Yemen del Norte, fue controlado desde entonces por Arabia Saudita. Fruto de los conflictos de la Primavera Árabe, el país se encuentra en guerra civil, y desde 2015 la capital Saná, y toda la región norte se encuentra en manos de la milicia huti, una fracción perteneciente a la rama chiita del islám político, aliado de Irán y adversaria de Arabia Saudita. Mientras que Arabia Saudita lidera una coalición, con apoyo imperialista (empezando por EEUU), para tirar abajo al gobierno de los hutís, y retomar el control por medio de bombardeos, dejando un rastro de devastación en el país, con más de 80% de población dependiente de ayuda internacional para poder sobrevivir.
A pesar de los bombardeos, los hutíes retienen la capital del país. Si bien hay especulaciones sobre el terreno desde donde salieron los drones que perpetraron el reciente ataque (algunos señalan que sería desde alguna parte de Irak y no desde Yemen), lo cierto es que por la relación con Irán, los Hutís han venido incrementando su potencial de combate.
La destrucción de parte del complejo petrolero de Abqaiq es un símbolo de lo que amedrenta a los mercados financieros y especuladores de commodities: los enemigos de Arabia Saudita mostraron ser capaces de afectar sus más estratégicas y bien defendidas infraestructuras económicas, su industria y campos petroleros.
Irán viene estrechando públicamente sus relaciones con los hutís. No es secundario que el líder iraní, Ali Khamenei, haya aceptado recibir a un embajador huti y aparecido en fotos junto a él. El escenario de pesadilla para la monarquía saudí es verse cercada de enemigos con creciente capacidad de combate en medio de las disputas entre Washington y Teherán, lo que puede alterar el balance de fuerzas en Medio Oriente.
Los aliados de Irán en Medio Oriente se encuentran presentes en Líbano, Siria, Irák y parte de Yemen, mientras que los aliados de Arabia Saudita son los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Bahrein
Un tercer factor que actúa detrás de escena, es el escenario de las elecciones presidenciales en el principal aliado de Arabia Saudita, Estados Unidos. Donald Trump pelea su reelección en 2020, con el desafío de mantener fortalecida su “internacional derechista” como punto de apoyo político (con Bolsonaro en Brasil, Boris Johnson en el Reino Unido, Macri en Argentina –hasta el fin de su mandato en octubre- y también sus aliados en Medio Oriente), así como preservar la economía de Estados Unidos, que muestra señales de desaceleración industrial, de una caída que debilite su campaña en sectores sociales clave, como los trabajadores del antiguo cinturón del medio-oeste, el Rust Belt, que fueron parte de su base electoral en 2016.
Según la red de noticias Bloomberg, ya hay signos de recesión en algunos estados del Rust Belt como Pensilvania y Wisconsin, lo que afecta las perspectivas electorales de Trump.
En sus tuits, Trump dijo que, ante los ataques, autorizó la liberación para la exportación de parte de las reservas de petroleo de Estados Unidos, “suficientes para mantener bien abastecidos los mercados”, y envió mensajes pidiendo la aceleración de la aprobación de los proyectos de construcción de oleoductos en Texas y otros estados. Terminó con una expresión sumamente sugerente, “Lleno de petroleo!” refiriéndose al propio país.
No sorprende que el propio Trump, que sin duda busca defender las posiciones de sus aliados en Medio Oriente, en especial de Arabia Saudita, busque sacar provecho para aumentar la exportación de petroleo de Estados Unidos, en un intento de robustecer una economía que presenta riesgos de recesión en 2020 a través de la construcción de nuevos complejos petroleros. El petróleo de esquisto de Estados Unidos está siendo golpeado por los bajos precios del petroleo en los últimos meses, lo que incrementa la necesidad de buscar alternativas de corto plazo para incrementar los resultados económicos en Estados Unidos antes de las elecciones presidenciales.
No está claro cómo se va a dar eso, sobre todo en este momento de relativa decadencia de las formas energéticas preponderantes basadas en combustibles fósiles, ante el crecimiento de la producción de vehículos eléctricos y el desarrollo de nuevas formas de energía.

Un conflicto que puede incendiar Medio Oriente

Las incertidumbres que marcan el terreno internacional pueden ir mucho más allá de las consecuencias no resueltas de la Gran Recesión de 2008, o de las crisis orgánicas y de autoridad estatal que atraviesan varios países centrales, afectando los tradicionales sistemas partidarios. La seguidilla de roces y escaramuzas entre Estados Unidos, Irán y las potencias aliadas en el mundo árabe y Europa, pueden desencadenar conflagraciones que se le vayan de las manos a los gobiernos.
Por ahora, Trump y las potencias europeas, al igual que China y Rusia, buscan calmar los ánimos y calcular el panorama que se abre con la suba de precios del petroleo y el golpe a la imagen de Arabia Saudita. La propia salida de Bolton de la Casa Blanca es un elemento que indica la disposición más negociadora de Trump.
Sin embargo, no se pueden definir de antemano las consecuencias de mediano plazo. Nouriel Roubini, uno de los economistas keynesianos que prevé una recesión mundial en 2020, escribió en un reciente artículo que eventuales disturbios en la producción de petroleo podrían ser disparadores de un nuevo capítulo recesivo (además de las disputas comercial-tecnológicas entre Estados Unidos y China). Los acontecimientos en Abqaiq y Khurais actualizan como hipótesis esa posibilidad, para una situación mundial que, independientemente de eso, viene mostrando la incapacidad de los capitalistas para dar una salida armónica a su crisis.

André Augusto
Natal | @AcierAndy
Lunes 16 de septiembre | 14:45

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