martes, septiembre 24, 2019

El Octubre alemán: ¿leyenda o revolución fallida?

Por la importancia de la revolución alemana para la expansión de la revolución internacional y el destino de la Unión Soviética, el balance del proceso de 1923 y su derrota ocupa una parte importante de la reflexión de Trotsky (pero también de otros marxistas). También incide notablemente en el tratamiento del problema de la estrategia para la revolución en Occidente.
En Estrategia socialista y arte militar, Emilio Albamonte y Matias Maiello retoman los debates sobre este proceso, ligándolos a una reflexión sobre las relaciones entre la teoría de Trotsky y la de Karl von Clausewitz. En este artículo retomaremos algunos puntos destacados del proceso, que es poco conocido, para reparar en ciertos detalles específicos que hacen al balance histórico y estratégico.

La crisis

Los eventos de 1923 en Alemania se precipitan por la ocupación en enero de la cuenca del Ruhr por parte de las tropas francesas, alegando el incumplimiento del Tratado de Versalles (que imponía costosas compensaciones a favor de las potencias vencedoras) por parte de Alemania.
El gobierno Cuno (representante directo del gran empresariado) vota la “resistencia pasiva” en el parlamento alemán por 284 a 12 votos. Las manifestaciones obreras comienzan a crecer, teniendo importantes picos durante marzo y abril, con enfrentamientos de los obreros contra las tropas de ocupación, en reclamo de la distribución de víveres, contra el desempleo y en defensa de las condiciones de vida y de trabajo.
La inflación destruía el poder adquisitivo de los salarios y pensiones. Como cuenta Pierre Broué en su libro Revolución en Alemania:
El dólar valía 1.000 marcos en abril de 1922, 2.000 en octubre, 6.000 en noviembre del mismo año. El 4 de enero de 1923, cotiza a 8.000, el 10 a 10.000, el 15 a 56.000 marcos. A partir de ese momento, la curva se acentúa de manera vertiginosa, con rellanos más o menos efímeros, bruscas frenadas, retrocesos espasmódicos seguidos de brutales aceleraciones. El dólar cotiza a 96 mil marcos el 17 de mayo de 1923, cerca de 200 mil el 10 de julio, 400 mil el 23 de julio, 1 millón el 28 de julio. Supera los 2 millones el 7 de agosto […] La suba de precios sigue la misma curva. Un huevo cuesta 300 marcos el 3 de febrero de 1923, 420 el 5, 3.400 el 10 de julio, 4.400 el 11 de julio, 7.000 el 27 de julio, 12 mil el 5 de agosto, 30 mil el 8 de agosto.

El Partido Comunista frente al desarrollo de los eventos

Aunque cruzado por una lucha fraccional intensa, el Partido Comunista Alemán (KPD) gana peso durante el desarrollo de la crisis. Desde 1920 venía en una lucha interna a propósito de la política de Frente Único Obrero, que en 1921 adoptaría como propia el III Congreso de la Internacional Comunista, para desarrollar la unidad de acción con los obreros socialdemócratas y su partido por demandas elementales. Esta política tiene continuidad en la táctica de “Gobierno obrero” votada en el IV Congreso de la Internacional Comunista en 1922, que plantea la posibilidad de un gobierno entre el PC y el ala izquierda de la socialdemocracia como antesala de la lucha por el poder (para más detalles sobre estos debates ver “Una escuela de pensamiento estratégico”).
El sindicalismo socialdemócrata tradicional atraviesa una importante crisis ante la imposibilidad de negociaciones “normales” con las empresas y el gobierno. Los sectores de las capas medias urbanas sufren de lleno el impacto de la crisis.
La clase trabajadora fortalece sus acciones de protesta. Del 16 al 29 de mayo hay una “huelga salvaje” (impuesta desde las bases a los sindicatos y con un comité de huelga con peso determinante de la militancia comunista) contra la devaluación de los salarios y el aumento del costo de vida, que se cierra con un acuerdo de aumento del 52 % del salario.
El KPD, cuya organización juvenil agrupa 70 mil militantes, hace también importantes progresos en los sindicatos. Señala Broué:
Entre julio y octubre, el número de “fracciones comunistas” al interior de los sindicatos reformistas pasa de 4.000 a 6.000. Hay que cambiar los métodos de organización, ya que el departamento sindical que anima Fritz Heckert no puede más asegurar por sí mismo una coordinación conveniente: a partir de julio el partido crea los “cárteles rojos” que reagrupan en el plano local a los dirigentes de las fracciones comunistas en los sindicatos reformistas y los militantes comunistas responsables en todos los sindicatos. Existen 1.100 de esos cárteles en julio y 2.100 en octubre, fecha en la cual el departamento sindical teje relaciones con las fracciones en 3.460 localidades. En el ejecutivo ampliado de junio, Jacob Walcher estima en 2.433.000 el número de obreros influenciados y directamente colocados bajo la autoridad de los militantes comunistas en los sindicatos.
Entre estos, destaca el trabajo en el sindicato metalúrgico, con 1.600.000 obreros influenciados por la oposición comunista. También se desarrollan los consejos de fábrica y el KPD impulsa la conformación de “centurias proletarias” (milicias) que organizan una manifestación armada el 1.° de mayo de 1923 en Berlín con 25.000 integrantes.
La política del KPD está cruzada por importantes tensiones. Mientras el ala izquierda (Ruth Fischer, Arkadi Maslow y otros) apunta a la acción directa y sabotea la política de Frente Único, el “ala derecha” (Brandler, Thallheimer) desarrolla la política de Frente Único pero también coquetea, por impulso de Radek (delegado de la Internacional Comunista) con el nacionalismo de derecha. Esta es la llamada “Línea Schlageter” [1]; esta política intenta relacionar la lucha obrera con la “liberación nacional” de Alemania, y sugiere distinguir entre la burguesía francesa y la alemana. El partido busca acercarse a la base de los fascistas, “dialogando” con sus mismos temas y eslóganes similares, pero la política no arroja resultados positivos en cuanto al crecimiento del KPD en las capas medias.
Mientras tanto se siguen desarrollando las luchas obreras. Durante el mes de junio hay huelgas en Dresden, Leipzig, Alta-Silesia, con fuerte participación de 100 mil mineros y metalúrgicos. El 11 de junio 100 mil obreros agrícolas van a la huelga en Silesia, seguidos por los jornaleros de Brandenburgo. Los marinos mercantes paran en misma fecha en Emden, Bremen, Hamburgo y Lübeck. En Berlín hacen punta los metalúrgicos, 153 mil sindicalizados, sobre 250 mil obreros. Los no sindicalizados también apoyan la huelga. Los metalúrgicos conquistan un aumento salarial del 38 %. El KDP participa activamente de estos movimientos promoviendo la organización de base y plebiscitos a favor de la huelga en los que participa la base no sindicalizada.
Durante ese mismo mes el KPD se dispone a organizar una jornada de movilización antifascista para el 29 de julio, la que es desaconsejada por el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, siendo reemplazada la movilización por grandes actos mayormente en lugares cerrados, con la mayor concentración de 200 mil personas en Berlín.
El gobierno de Cuno se va a quedar sin apoyo. El 8 de agosto se reúne el Parlamento mientras masivas manifestaciones obreras reclaman la renuncia del gobierno. El 11 de agosto se lanza la huelga general, con choques con la policía en distintas ciudades con 30 muertos. El 12 se forma el gobierno del “populista” Stresseman. El 15 se levanta la huelga que recorrió todo el país, con fuertes choques con la policía.
Esta huelga general tomó por sorpresa a los dirigentes soviéticos, pero también a los del KPD. Recordemos que en ese momento el presidente de la Internacional Comunista era Zinoviev (quien mantenía una alianza con Kamenev y Stalin contra Trotsky a propósito de los problemas internos de la URSS, especialmente la política económica y los problemas de la relación entre el aparato partidario y estatal en vías de burocratización y las masas).
El Buró político del partido ruso se reúne el 23 de agosto y toma la decisión de impulsar la insurrección en Alemania con una comisión especial del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Durante semanas se debate en Moscú la organización de la insurrección. Trotsky es uno de los que más convencido estaba de pasar a la preparación de la insurrección, incluso ofreciéndose a participar directamente, con lo que no acuerda la mayoría de la dirección soviética.
A fines de septiembre se define la entrada del KPD en los gobiernos socialdemócratas de izquierda de Sajonia y Turingia. El 10 de octubre se conforma el gobierno obrero con representantes comunistas en Sajonia y el 13 de octubre ingresan los representantes del KPD en el gobierno de Turingia. La estrategia consiste en utilizar esa posición para armar a la clase obrera y preparar la insurrección.
El 18 de octubre, el gobierno de Stresseman decide movilizar al Ejército para “disuadir a los elementos extremistas” en Sajonia y Turingia. El KPD realiza preparativos militares frenéticos, calculando en 60 mil el número de integrantes de las centurias proletarias solamente en Sajonia. Menos claro es el número de fusiles, ya que se requieren toda una serie de movimientos clandestinos para conseguirlos.
El plan de acción incluye la votación de la Huelga General (a realizarse el 23 de octubre) en una conferencia nacional de Consejos de fábrica, que tiene lugar el 21 de octubre en Chemnitz. En esa conferencia, acorde al plan trazado, Brandler mociona la huelga general en defensa de los gobiernos obreros de Sajonia y Turingia. El ministro de trabajo del gobierno sajón, Georg Graup, socialdemócrata de izquierda, plantea que la huelga general va a ser la excusa perfecta para que el Ejército avance con su plan represivo porque el “gobierno de defensa obrera y republicana” aparecería cediendo el poder a los consejos de fábrica y “haciéndole el juego a los comunistas”. Mociona que se retire la propuesta de Brandler bajo amenaza de retirarse de la Conferencia todos los que responden a su corriente. Brandler cede a este planteo retirando su moción. El plan insurreccional naufraga estrepitosamente, saliendo solamente a la lucha los comunistas de Hamburgo, a quienes la dirección del KPD no llegó a avisar de la retirada, que son reprimidos ferozmente.

Thallheimer y la “leyenda del octubre alemán”

August Thallheimer, integrante del grupo dirigente encabezado por Heinrich Brandler, escribió en 1931 un trabajo sobre el balance de la revolución alemana de 1923 que sintetiza las principales posiciones de esta corriente sobre el desarrollo de los acontecimientos y su interpretación.
Parte de afirmar que existe una “leyenda” sobre la oportunidad perdida en 1923, que fue creada por la ultraizquierda del propio KPD y amplificada posteriormente por la dirección de la Internacional Comunista por la lucha fraccional contra Trotsky.
Según Thallheimer, en el momento inmediatamente posterior, los dirigentes soviéticos no cuestionaban la política de retroceder ante el fracaso de la Conferencia de Chemnitz. Sin embargo, señala que en diciembre de 1923 Radek afirmó en un debate en Moscú que si la mayoría de la Internacional Comunista se ponía contra Trotsky (eran los inicios de la “lucha contra el trotskismo”), se pondría también en contra de las direcciones de los partidos francés y alemán.
Prosigue Thallheimer relatando que días después de ese evento (del que tomó conocimiento posteriormente), Zinoviev escribió una carta criticando la actuación de la dirección alemana. Es decir que se apuró a remover a una dirección que no le era adicta utilizando el balance del ‘23 como excusa, aunque Brandler y la dirección alemana nunca habían tomado partido por Trotsky, ya que aducían desconocer los alcances de las diferencias en ese entonces en curso con la mayoría de la dirección soviética.
Pero además, para Thallheimer la “leyenda” está basada en una errónea homologación entre la Revolución rusa de 1917 y la situación de Alemania en 1923. Destaca tres diferencias sustanciales: la cuestión de la guerra, la cuestión nacional y la cuestión agraria. Señala que si bien la crisis del Ruhr implicó la movilización militar, no era exactamente una guerra y que no existían en Alemania movimientos y reclamos sentidos en torno a problemas como los de las nacionalidades oprimidas por el zarismo o la reforma agraria, con los que los bolcheviques ganaron el apoyo de otros sectores oprimidos. Argumenta a su vez que el principal motor de la lucha de clases en Alemania durante 1923 era el proceso inflacionario, pero que este fue controlado cuando la burguesía estabilizó la moneda. También afirma que la situación era muy distinta en las áreas ocupadas por Francia y en las no ocupadas. En la parte ocupada, los obreros podían hacer huelgas y protestas con el visto bueno de los patrones alemanes, que incluso pagaban los días de huelga, mientras que en las zonas no ocupadas, la inflación pulverizaba los salarios mientras la burguesía retomaba la acumulación de capital por la vía de las exportaciones y la baja del costo laboral. Para colmo de males, EE. UU. y el Reino Unido sostenían a la burguesía y al no existir un ejército de conscriptos, el proletariado no estaba armado masivamente.
Thallheimer reivindica la política seguida por el KPD durante el desarrollo de la crisis pero a su vez relativiza su influencia política:
¿Qué hizo el partido? En esta situación planteó una serie de sloganes y demandas parciales […] Que el peso de la lucha del Ruhr recayera sobre la burguesía, la confiscación de los bienes tangibles, el control de la producción, la creación de comités de control de los precios de las mercaderías […] las Centurias proletarias […] en la zona no ocupada el partido planteó un programa de diez puntos incluyendo la distribución del carbón del Ruhr, las 6 horas de trabajo, el aumento del salario según el aumento del costo de vida […] Tuvo tanto éxito que las centurias se expandieron con gran rapidez. El Partido se orientó hacia la lucha por el poder. […] Así se desarrollaron las cosas hasta la huelga contra Cuno. Este fue el punto más alto del movimiento de masas en 1923. En ese tiempo el partido tenía la ilusión de que había iniciado y dirigido la huelga contra Cuno. Si se examina el asunto, se puede ver que la causa principal había sido el quiebre del suministro de alimentos, provocado por la aceleración de la inflación.
Asimismo, agrega que el apoyo del SPD oficial al gobierno de Stresseman había generado expectativa en la clase obrera.
Para Thallheimer el problema principal consistía en que el plan insurreccional había sido elaborado en Moscú, no en base a hechos sino mediante un diseño improvisado sobre la marcha, con la suposición de que entre agosto y octubre ocurriría en la Alemania de 1923 lo mismo que en la Rusia de 1917. También señala que el ingreso en los gobiernos de Sajonia y Turingia se decidió en contra de Brandler y que en el plan insurreccional estaba sobrestimada la posibilidad de que los consejos de fábrica reemplazaran a los soviets (sobre lo que hablaremos más adelante), no siendo organismos de alcance equivalente desde el punto de vista político y territorial.
Junto con estos elementos, afirma que la situación había ido retrocediendo desde el punto de vista revolucionario por la acción del gobierno de Stresseman, que se apuró a negociar con Francia, poner fin a la resistencia pasiva y reintroducir el patrón oro para estabilizar la inflación.
Para Thallheimer el principal error había sido “izquierdista” y no una “desviación de derecha": la preparación de la lucha por el poder limitada a la preparación técnico-organizacional. A propósito de la conferencia de Chemnitz, señala que nadie defendió las mociones de Brandler, lo cual indicaba que la situación se había estabilizado y no había condiciones para una ofensiva revolucionaria.

El balance estratégico de Trotsky

Trotsky hace una lectura muy diferente de este proceso. Citaremos un poco extensamente un pasaje de un artículo en el que sintetiza los principales argumentos sobre los errores estratégicos del KPD:
¿Cuál fue la causa fundamental de la derrota del Partido Comunista alemán? No se ha apreciado a tiempo la aparición de una crisis revolucionaria a partir de la ocupación de la cuenca del Ruhr y, especialmente, del fin de la resistencia pasiva (enero-junio de 1923). Faltó el momento crucial. Es muy difícil para un partido revolucionario pasar de un período de agitación y de propaganda prolongada durante años, a una lucha directa por el poder a través de la organización de la insurrección armada. Este giro provoca, invariablemente, una crisis en el interior del partido. [...] Hacía falta un giro táctico agudo. Había que mostrarle a las masas, y antes que nada al partido mismo, que se trataba ahora de la preparación inmediata de la toma del poder. Era necesario consolidar la influencia organizativa creciente del partido y establecer las bases de apoyo para un asalto directo contra el Estado. Había que girar toda la organización del partido sobre la base de células de fábrica. Había que instalar de manera neta la cuestión del trabajo en el ejército. Había que organizar las células en los ferrocarriles. Era necesario, sobre todo, adaptar plena y completamente la táctica del frente único a esas tareas, darles un ritmo más firme y más decidido y un carácter más revolucionario. Sobre esta base, deberíamos haber dirigido un trabajo técnico-militar. [...] La preparación militar técnica del partido comenzó a una velocidad frenética, separada de la actividad del partido, que continuaba con el mismo ritmo que en tiempos de paz. Las masas no comprendían al partido y no marchaban a su paso. El partido sintió este corte de parte de las masas y se paralizó. Por eso, el retiro sin combate de posiciones de primer orden, fue la más amarga de las derrotas posibles.
La lectura de Trotsky abarca varios problemas importantes. Primero que nada, una incorrecta evaluación de los tiempos del proceso de lucha de clases por parte del partido que conlleva una falta de preparación. Cuando ya tenía que estar preparándose para una acción decisiva en la lucha por el poder, todavía no se había planteado la posibilidad. Una vez fijado este objetivo, Trotsky señala que no modificó la actividad política del partido, sino que una parte de él se dedicó a los preparativos militares, mientras el resto seguía con la táctica habitual. Esto determinó el desencuentro con las masas, coronado por la retirada sin combate (combate que ya se había sin embargo anunciado).
Partiendo de este contexto y considerando acertadas las críticas de Trotsky, intentaremos profundizar un poco más en el análisis de las características del plan insurreccional para ver si efectivamente este plan correspondía al objetivo de conquista del poder.
Un plan insurreccional sin auto-organización ni objetivos políticos
Como dijimos antes, en el plan del KPD, la huelga general debía ser votada en la reunión nacional de los consejos de fábrica el 21 de octubre, para lanzar la insurrección el 23, cosa que como ya vimos no ocurrió.
Los datos sobre la composición de la conferencia que ofrecen Thallheimer y Broué no coinciden con exactitud. Según el primero, la Conferencia de Chemnitz tenía esta composición: 140 representantes de los consejos obreros de fábrica, 15 representantes de comités de acción, 26 delegados de las cooperativas, 102 representantes de los sindicatos, 16 desempleados, 7 delegados del Partido Socialdemócrata Alemán, 60 representantes del KPD, 1 delegado oficial del USPD [ruptura de la socialdemocracia, N. del T.], 102 representantes de los cárteles sindicales (aquí parecen repetidos los representantes sindicales). Broué ofrece otros números, pero las proporciones son similares y coincide en el número de representantes directos de las fábricas. Estos 140 delegados son el grupo más grande, pero son menos que los demás grupos sumados y el criterio de composición de la conferencia no termina de ser el de un organismo de base ni el de un frente de organizaciones políticas, más bien es una mezcla de ambas instancias.
Aquí surge un problema muy claro. El plan estaba organizado de modo tal que la acción que sería la cobertura de la insurrección (la huelga general) dependía de un organismo (Conferencia de Chemnitz), en el cual el KPD no tenía la mayoría.
Pero además esta cuestión (fundamental sin duda) hay otra que va más allá del plan insurreccional específico, y tiene que ver con el desarrollo del movimiento de masas. La Conferencia no era un organismo de democracia directa del todo real. Porque tenía una composición y un criterio de representación en el que los políticos reformistas podían tener más peso que los representantes de base. Tanto es así que el que desbarató el plan del KPD fue nada menos que un ministro del “gobierno obrero”. Tanto Brandler como Trotsky habían compartido el rechazo a crear artificialmente soviets, es decir, consejos obreros elegidos en base a las fábricas y estructurados territorialmente con plena potestad para discutir los problemas políticos y económicos. La apuesta era que los consejos de fábrica pudieran jugar en la revolución alemana un rol similar al de los soviets en la Revolución rusa. Pero para que los consejos alemanes pudieran jugar ese rol necesitaban un desarrollo que no los subordinara a otras instancias como los frentes sindicales o de tendencias políticas, como de hecho sucedió en la Conferencia de Chemnitz. En un artículo del 23 de septiembre de 1923 titulado “¿Es posible hacer una revolución o una contrarrevolución en una fecha fija?” Trotsky había señalado, en debate con la dirección alemana, que establecer un plan de acción de tipo insurreccional requería tener claro el objetivo político, la fecha en que se pasaría a la acción y los indicadores sociales y políticos de que las masas habían pasado del lado del partido. Hablando hipotéticamente señalaba que si en la revolución rusa no hubiera habido consejos obreros, otros elementos podrían haber sido indicadores de la influencia del partido: los sindicatos, las huelgas, las manifestaciones callejeras, etc. Si en ese momento el partido convocaba a formar soviets, directamente se plantearía un escenario de choques militares, que llevaba a su vez a cuál era el plan de acción, lo cual plantea el problema del poder, que es la segunda cuestión fundamental a considerar en el proceso alemán.
El país estaba dividido entre el gobierno burgués de Berlín, sostenido por el SPD, los fascistas en Baviera y los comunistas y socialdemócratas de izquierda en Sajonia y Turingia. El plan insurreccional partía de la hipótesis de desatar la acción insurreccional como parte de una huelga general en defensa de los gobiernos obreros de Sajonia y Turingia. Desde el punto de vista militar esto suponía la toma de los edificios públicos, las comisarías, las comunicaciones, pero no está claro cómo estaba pensado el problema del poder político. En sus conversaciones con Isaac Deutscher [2] Brandler comenta que durante los debates en Moscú, Zinoviev insistía mucho en que el KPD mudara su cuartel general a Sajonia, cuestión que al dirigente alemán no le resultaba convicente. Pero entonces, ¿la idea era conquistar el poder en Sajonia abriendo una situación de dualidad de poderes de carácter territorial con el gobierno central? ¿O el plan era establecer un gobierno revolucionario en Berlín como producto de la insurrección en todo el país? Estas dos opciones no son teóricamente excluyentes pero en la práctica significan acciones bastante distintas. Y no surge con claridad por qué opción se inclinaba el plan.
Al momento de reflexionar sobre estos procesos y problemas, se presentan dos posibles dificultades. Una es la de hacer una especie de historia contrafáctica, en la que otros caminos que hubieran sido posibles se presentan casi con resultado positivo asegurado. La otra es la de limitarse a reconstruir los debates sin problematizar los hechos. Aquí hemos intentado, con los límites del caso, explorar una tercera opción que es la retomar el balance estratégico, presentando los elementos principales del proceso, reconstruyendo las posiciones más significativas en debate. Por último buscamos volver a examinar aspectos que quizás no tuvieron suficiente peso en la discusión de ese momento pero que hacen a las posibilidades no exploradas: la auto-organización más allá de los diversos aparatos vinculados de una u otra forma al Estado y la cuestión de la dinámica concreta de una revolución y su centro (o sus centros) de poder.

Juan Dal Maso

Notas

[1] En alusión a un militante fascista ejecutado en 1923 por la fuerza de ocupación francesa en el Ruhr luego de realizar actos de sabotaje.
[2] Deutscher Isaac, “Record of a Discussion with Heinrich Brandler”, New Left Review N.° 105, 1977, pp. 51/52.

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