lunes, noviembre 18, 2019

El golpe de Estado en Bolivia y el debate político



Las polémicas sobre el golpe cívico-militar-policial en el país andino, la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, que no es sinónimo de cancelar toda discusión política. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite los domingos de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos, 89.9.

El golpe de Estado que tuvo lugar en Bolivia llevó, en líneas generales, a dos posiciones polares en la discusión pública y especialmente en el periodismo en la Argentina.
Por un lado, están aquellos que negaron directamente que haya habido golpe o, en todo caso, que las irregularidades en el conteo de las últimas elecciones, la misma presentación de Evo Morales a la reelección a través de una resolución judicial emitida por jueces que le respondían políticamente, cuando un plebiscito había rechazado esa posibilidad, u otros motivos por el estilo, demostrarían que no fue un golpe o que hay que ponerlo en entre dicho o entre comillas, con varios “peros”. Hasta cierto punto, poner esas cuestiones por delante matizaría o hasta justificaría la acción golpista.
Pero también, por otro lado, están aquellos que a partir de constatar que existió y está en curso un golpe de Estado, consideran que hay que anular toda discusión política, todo balance y toda crítica.
Por supuesto, que la cuestión no es colocarse en el centro, desde una posición imparcial o de una “objetividad” impostada. Y mucho menos para nosotros. Hay que llamar a las cosas por su nombre: en Bolivia hubo un golpe cívico-policial-militar e incluso eclesiástico. Las noticias que se van conociendo con el paso de las horas demuestran algo más: se quiere asentar una dictadura de esas mismas características (cívico, militar y policial). El gobierno de facto que encabeza Jeanine Añez ya tuvo su primera masacre en la localidad de Sacaba, expulsó a la prensa internacional, incluso habló de crear una fiscalía especial para perseguir a legisladores que cometan actos “subversivos” o puso en duda la convocatoria a las elecciones. Más aún: no sólo hay que decir hubo un golpe y se quiere asentar una dictadura, sino también hay que exigir que se respeten los derechos democráticos de Evo Morales, de quienes lo votaron o quienes lo quieran votar. Sus derechos y garantías democráticas.
Desde el minuto cero de la asonada policial y de los acontecimientos que tuvieron lugar el fin de semana pasado, denunciamos que lo que estaba en curso era una intentona golpista y luego un golpe de Estado hecho y derecho. Y a través de La Izquierda Diario, de las redes y en las calles (salimos la semana pasada y mañana habrá otra movilización, además de un acto que tuvo lugar en Ferro este fin de semana).
Desde esa posición de pelea contra el Golpe, es completamente legítimo y lícito discutir las orientaciones políticas de Evo Morales, del MAS y de todos los que actuaron políticamente con cierta responsabilidades. Debatir los pactos con la derecha más históricos, o los más recientes, el enfrentamiento a los movimientos ambientalistas e indígenas por la construcción de la autopista en el TIPNIS (el parque que era una reserva protegida, además de territorio indígena), la institucionalización o burocratización de las organizaciones sociales, o ahora, las negociaciones para una salida “institucional”. Son todas discusiones políticas válidas que no hay que despolitizar en nombre de ninguna superioridad moral, que en realidad quiere evitar la crítica. Confundir la crítica o la discusión que hacen aquellos que denuncian y pelean contra el Golpe con la que hace la derecha es, de mínima no entender nada o de máxima, una maniobra la justificar todo.
El debate hecho con honestidad intelectual y política, desde una perspectiva de lucha contra el Golpe, contra la dictadura que se quiere instalar, jamás puede debilitar esa lucha, todo lo contrario; siempre que se llame a las cosas se llama por su nombre.

Fernando Rosso
@RossoFer
Lunes 18 de noviembre | 00:28

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