La historia de un hombre que luchó por sus hijos como parte de su Pueblo
Hija del héroe de la independencia africana, Juliana Lumumba nació en el Congo y fue criada en El Cairo por una pareja egipcia. Con los principios de una "familia negra" y una "familia blanca", ella se convirtió en la encarnación de la coherencia del continente africano, a pesar de las diferencias étnicas y culturales de los distintos países.
"¿Tú tienes un padre negro y otro blanco? ¿Una madre negra y otra blanca?" Una pregunta que la pequeña Juliana les hacía a menudo a sus compañeros durante la infancia. Una pregunta que refleja tanto la ingenuidad de la infancia como resume profundamente la mirada que tiene de su vida "excepcional": una congoleña que vivió y creció en el seno de una familia egipcia.
La historia comenzó en 1961, cuando el palacio presidencial donde vivía el militante congoleño Patrice Lumumba con su familia fue sitiado por las fuerzas de las Naciones Unidas. Porque su padre fue el primero en comprender que la única fuerza que permitiría a su país acceder a la independencia era la de las masas oprimidas, supo reunirlas a su alrededor para alcanzar la libertad. Esto lo había convertido en el hombre más popular del Congo y el más detestado en Bélgica. "El embajador de Egipto en el Congo en esa época, Mohamad Ibrahim Kamel, le propuso a mi padre un plan bien definido para que mis hermanos y yo dejáramos el país hacia Egipto. Este plan fue ejecutado con la supervisión del presidente Nasser. El consejero Abdel-Aziz Ishaq, que trabajaba entonces en la embajada egipcia, nos dio pasaportes con nombres egipcios como si nosotros fuéramos sus hijos", cuenta Juliana Lumumba, con los ojos brillantes.
Pocos días después, Lumumba fue asesinado, y su cadáver desapareció para siempre. "Tshombé, el primer ministro congolés, y Mobutu Sese Seko, el comandante en jefe del ejército, estaban implicados en el asunto, en connivencia con Bélgica, los Estados Unidos, e inclusive las Naciones Unidas… Fueron momentos muy duros e incidentes dramáticos de los que nunca me ha gustado hablar mucho", comenta con tono firme, reflejo de una fuerte personalidad que controla sus emociones.
Con cinco años, Juliana llegó a El Cairo para instalarse con sus cuatro hermanos en la casa de Abdel-Aziz Ishaq. "Nosotros no vivimos como extranjeros a los que él ayudaba, sino como integrantes de una misma familia. Ishaq se convirtió en nuestro padre; su mujer, Zizi, en nuestra madre, y su hija, en nuestra hermana", afirma Juliana con sencillez. Pero, siempre es difícil entender cómo "una congoleña", es decir, "una cristiana cuya lengua materna era el francés", pudo adaptarse a vivir en una familia "egipcia" y "musulmana" con todo lo que esto implica, sin pasar por una gran crisis de identidad. "Todo el mundo sufrió en cierto momento de su vida una crisis de identidad, sobre todo en la adolescencia. Pero yo no puedo decir que pasé una crisis de identidad, en el real sentido del término. Por el contrario, conocí un mestizaje cultural que me enriqueció muchísimo. Esto me hizo más abierta al mundo, más tolerante y capaz de comprender la diferencia y de respetarla".
Ella recuerda los días en que "su madre egipcia" los acompañaba, a ella y a sus hermanos, a la misa del domingo, y los días en que festejaban la Navidad con sus amigos.
Por otra parte, recién comenzado el colegio, ella se sorprendía de la reacción de algunos compañeros de la escuela Notre-Dame de los Apóstoles, cuando ella pronunciaba una palabra familiar en egipcio. "Eran los otros los que tenían una mirada sorprendida hacia mí. Una mirada simpática, más que hostil. Yo soy tan congoleña como egipcia. Yo soy africana",
Hija de un héroe del continente negro, se reconoce como con una identidad africana. Ella, que tanto combatió para salir de la mentalidad del exiliado, para reencontrarse y, sobre todo, "guardar la memoria de su padre". "Las últimas palabras que mi padre nos dijo fueron: 'deben irse de Egipto para estudiar, pero deben regresar algún día, porque el país necesita aprovecharlos'", recuerda Juliana.
El testamento de su padre está escrito en su corazón. "Estudiar para ser la mejor y ayudar a su país", ésta era la divisa. Pero ¿qué país? ¿El Congo? ¿Egipto? "El Congo, Egipto, toda África".
Así, Juliana decidió seguir sus estudios universitarios en Ciencias Políticas en París. "Los primeros años fueron difíciles. Viví una nueva ruptura, pero esta vez con mi familia egipcia. Tenía que enfrentar el mundo real. Yo vivía en una burbuja, y tuve una vida privilegiada y protegida, con chofer y un custodio personal. Mis hermanos y yo llevábamos una vida digna de los hijos de un presidente. De un día para el otro, tenía que pagar la factura de la luz, del teléfono… Nadie estaba para ayudarme como sucedía en Egipto.
En Europa, uno se siente realmente extranjero, uno recuerda todo el tiempo que es diferente. Mi sentido de la responsabilidad y de la perseverancia se desarrolló notablemente gracias a esta experiencia".
Siempre guiada por el sentimiento de querer ser la mejor, Juliana Lumumba siguió sus estudios superiores y trabajó durante varios años como periodista. Luego decidió cumplir con el testamento de su padre y volver a su casa: el Congo. Fue un día inolvidable. "Veía una masa de gente con pancartas y pañuelos blancos… ¡y no podía creer que toda esa gente estaba allí por mí!" Entusiamada, se lanzó a varias carreras: periodista, después viceministra de Información, luego ministra de Información y Cultura, y más tarde, cuando se separaron los dos ministerios, fue nombrada ministra de Cultura.
También incursionó en el sector privado y fundó una empresa de publicidad que se encargaba de la organización de campañas electorales… Todo este potencial extraordinario hace preguntar por sus causas: ¿Hay un deseo de vengar a su padre, de lograr una compensación? "Para nada. Nuestra madre nos enseñó que la venganza está vinculada con el odio y se relaciona con la destrucción. Es un deseo de cumplir lo que mi padre no pudo… Él murió por sus principios y yo me acuerdo siempre de sus frases escritas en la última carta a mi madre: el futuro del Congo es bello, espero de mis hijos lo que espero de todos los congoleños, que cumplan la sagrada misión de reconstruir el país." ¿Misión cumplida? "No es una cuestión de heroísmo, hay que hacer siempre lo mejor que uno pueda… Necesitamos ser considerados por lo que hacemos, romper las barreras y estar seguros de que nadie trabajará por nosotros".
Gracias a su pragmatismo y sus relaciones, Juliana Lumumba fue elegida secretaria general de la Unión Africana de la Cámara de Comercio, Industria, Agricultura y Oficios. Un puesto, con sede en Egipto, que va a ubicarla frente a varios problemas, con la corrupción a la cabeza, que dificultan el desarrollo económico del continente negro. "Se debe aquí, en primer lugar, desembarazarse del complejo de extranjero", dice en perfecto dialecto egipcio, y agrega: "Tenemos que aprovechar los recursos humanos no explotados, facilitar la transferencia de tecnología, el intercambio de conocimientos, resolver problemas de transporte terrestre, aéreo y marítimo entre los países del continente y poner fin a la falta de información. Para esto hay que hacer una red de comunicación que una todos los países africanos, con una lista de productos de cada país con las indicaciones de cantidades, calidades, precios, procedimientos de inversión, etc., con el objetivo de lograr una verdadera complementación que desembocará, sin dudas, en un desarrollo en el seno del continente".
Aparentemente, Juliana Lumumba se quedará para siempre en su África, como decía el testamento de su padre. Jean-Paul Sartre tuvo razón, al decir: "Con su muerte, Lumumba dejó de ser una persona. Se convirtió en toda África". De tal padre, tal hija.
Lamiaa Al-Sadaty
El Corresponsal de Medio Oriente y Africa
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