jueves, diciembre 20, 2007

Bajo el águila temible.



Simón Bolívar, quien había presentido el peligro que para las recién nacidas republicas americanas significaba la desunión, defendió una doctrina que propiciara la unidad de nuestros pueblos: el panamericanismo. En la Carta de Jamaica, el Libertador se había referido a la idea de una república desde México hasta Chile, que luego pudo concretar parcialmente en la Gran Colombia. Pero después Estados Unidos adoptó el término incluyéndose. En Madre América, discurso pronunciado el 19 de diciembre de 1889, en la velada artística de la Sociedad Literaria a los delegados de la Conferencia Internacional Americana, Martí precisó con trazos magistrales las diferencias entre una y otra América: “Del arado nació la América del Norte, y la Española del perro de presa”.1
Resulta muy conocido el prólogo a sus Versos sencillos, donde el Apóstol de la independencia cubana confiesa todo el dolor y la ansiedad sufridos por esos días: “[…] Fue aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos. ¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de Monterrey y de Chapultepec,2 el águila de López y Walker,3 apretaba en sus garras los pabellones todos de la América? Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos […]”.4
También en el diario La Nación, de Buenos Aires, publicó José Martí, entre los meses de septiembre y diciembre de 1889, una serie de crónicas que tenían como tema dicha conferencia, en las cuales la denuncia martiana toma tintes dramáticos con la profunda preocupación manifestada por el destino de nuestra América. Martí comenta que los delegados, desde el 5 de octubre hasta mediados de noviembre, saldrían de gira por el país norteño para conocer de cerca la potencia de su industria y convencerse de “[…] la conveniencia de sus pueblos de comprar lo de este y no de otros, aunque lo de este sea más caro sin ser en todo lo mejor, y aunque para comprar de él hayan de obligarse a no recibir ayuda ni aceptar tratos de ningún otro pueblo del mundo”.5 Porque, en definitiva, ese es el propósito de la conferencia: apropiarse del mercado latinoamericano que, por esta época, aún pertenecía en lo fundamental a Europa. De ahí que “[…] mientras unos (Estados Unidos) se preparaban para deslumbrar, para dividir, para llevarse el tajo con el pico del águila ladrona […]”6 otros se preparaban para enfrentar con mayor o menor fuerza la arremetida del imperio. Poco después, en 1891, nuestro Martí redondearía su pensamiento de entonces al afirmar: “Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve […]”.7
Pero en la conferencia, por suerte, “la cautela y el brío de nuestros pueblos” en las personas de sus delegados devolvieron a Martí la paz interior, en particular, los delegados argentinos Manuel Quintana y Roque Sáenz Peña,8 a quienes tocaría desempeñar un importante papel en el desarrollo de la conferencia.
En el trabajo fechado el 4 de octubre, Martí hace referencia a lo que por esos días publica la prensa americana y realmente resultan curiosas algunas de las expresiones citadas —Mail and Express: “los huéspedes vienen a seguir nuestra guía”, Herald: “países donde no se acaba de nacer”, Tribune: “ha llegado la hora de hacer sentir nuestra influencia en América”—,9 en las que se refleja el desprecio hacia nuestros pueblos y la convicción de que los americanos somos “su patio trasero”, filosofía que más de cien años después no ha cambiado, como no sea para extender ese patio a todo el Tercer Mundo.
Ya en la crónica fechada el 2 de noviembre, en vísperas de las sesiones del congreso, Martí denunciaba con palabra certera, que parece dicha hoy: “Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas […] De la tiranía de España supo salvarse la América española […] urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia”.10 Y lamentablemente, más cien años después, estas palabras continúan teniendo una vigencia extraordinaria, y aunque hoy hay pueblos que luchan por alcanzar esa definitiva independencia en esta América nueva que despierta de su letargo, otros continúan su “destino” de colonia o neocolonia yanqui.
Resultaría increíble para nosotros, si no fuéramos cubanos, si no hubiéramos crecido junto a la certera y querida palabra martiana, una posvisión tan profunda. Tal parece que hubiera podido presenciar el desarrollo ulterior del imperialismo norteamericano y su política de agresión a nuestros pueblos cuando dijo que Estados Unidos no se había acercado a la América sino “[…] para impedir su extensión, como en Panamá, o apoderarse de su territorio, como en México, Nicaragua, Santo Domingo, Haití y Cuba, o para cortar por la intimidación sus tratos con el resto del universo, como en Colombia […]”,11 clara pre-concepción de la política agresiva y avasalladora del imperialismo norteamericano en América —hoy podríamos decir en el mundo—, a quien Martí califica de “pueblo rapaz de raíz”.12
Martí, que vivió en Estados Unidos durante tantos años, penetró a profundidad en sus esencias y su palabra constituyó “un grito de alarma contra el modelo civilizatorio yanqui cuyo influjo en Nuestra América hay que detener”.13 Aún hoy hay que detenerlo.

María Luisa García Moreno

Notas

1 José Martí: “Madre América”. En Obras completas. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 136.
2 Sitios arrancados a México por Estados Unidos.
3 Narciso López, representante del anexionismo en Cuba; el 19 de mayo de 1850 desembarcó en Cárdenas y allí ondeó por primera vez en suelo patrio la bandera de la estrella solitaria. William Walker, cirujano, abogado y periodista es considerado la cumbre del neofilibusterismo al servicio de los ricos esclavistas de Estados Unidos. Intentó apoderarse de Centroamérica con las armas y terminó sus días frente a un pelotón de fusilamiento en Honduras, el 12 de septiembre de 1860.
4 Prólogo a los Versos sencillos. En: José Martí, Ob.Cit., p. 143.
5 “El Congreso de Washington”. En: Ob. Cit., p. 34
6 Ibídem, p. 35.
7 “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”. Publicado en La Revista Ilustrada, de Nueva York, mayo de 1891. En: Ibídem, p. 160.
8 Manuel Quintana (1834-1906), jurisconsulto y político argentino. Roque Sáenz Peña (1851-1914) fue presidente de la Argentina (1910-1914).
9 “El Congreso de Washington”. En Obras completas. Tomo 6. Editorial Nacional de Cuba, 1963, p. 41.
10 “El Congreso Internacional de Washington”. En: Ob. Cit., p. 46.
11 Ibídem, p. 47.
12 Ibídem, p. 48.
13 Abel Prieto Jiménez: “La Cigarra y la Hormiga”. En Espacios unitivos. Ediciones Abril, La Habana, 2007, p. 12.

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