Palabras de Adalberto Hernández Santos, presidente de la FEU, en el acto por el aniversario 137 del fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina
A la misma hora de iniciar esta conmemoración bajo los brazos redentores de nuestra Alma Mater, hace 137 años, víctimas de la infamia y la injusticia, fueron segadas las vidas de ocho estudiantes de Medicina. Su crimen mayor: ser cubanos en tiempos en que un atroz y vetusto coloniaje español intentaba ahogar en sangre el nacimiento estremecido y fértil de nuestra nacionalidad y de nuestra independencia.
Con la muerte de estos valerosos jóvenes, se inició una larga y dura tradición: la disposición al sacrificio de cientos de miles de jóvenes de nuestra Patria, por su emancipación y libertad definitivas. El 17 de noviembre de 2005 Fidel expresó en un discurso imprescindible para nuestros actuales y futuros combates:
«Ocho estudiantes fueron fusilados en 1871 y fueron cimientos de los más nobles sentimientos y del espíritu de rebeldía de nuestro pueblo, a quien tanto indignó aquella colosal injusticia (...)
«En la historia de nuestra juventud estuvo siempre presente el recuerdo de aquellos estudiantes de Medicina, y los estudiantes lucharon siempre contra los gobiernos tiránicos y corrompidos».
En verdad esta efeméride se ha convertido, a lo largo de más de cien años, en fecha de lucha y combate más que de dolor y pena. Miles de veces se tiñó el paisaje urbano con la sangre de jóvenes de todas las generaciones, los 27 de noviembre. Desde este mismo lugar partían hacia La Punta en simbólica peregrinación los Mella, los Villena, los José Antonio, los jóvenes de la Generación del Centenario, en acciones que concluían en genuinas batallas campales de puños de valor contra los fusiles del oprobio y las dictaduras.
Es por ello que este es un día de compromiso, manifiesto masivamente, de los jóvenes de hoy con ese gran poema antiegoísta y profundamente humano, escrito con sangre de todos los colores y todos los esfuerzos que es la Revolución Socialista.
A las puertas de sus primeros 50 años de victoriosa existencia, otros y más urgentes desafíos se nos imponen de nuevo a esta juventud, heredera genética y espiritualmente de otra juventud que no dejó morir al Apóstol en su centenario y saldó las frustraciones nacionales del Zanjón, la Intervención, el 33 y 1952.
Hoy la batalla por el futuro de la Revolución es esencialmente de pensamiento. Donde la búsqueda de altos niveles de conocimiento, de cultura general, de argumentos, no nos permita caer, primero: en el abismo de la ingenuidad que llevaría a la inconsecuencia con nuestra historia y el momento que vivimos; segundo: solo la educación imposibilitaría que los instintos prevalezcan sobre las ideas, dejando aflorar el egoísmo o los intereses del individuo sobre los del grupo a toda costa. El conocimiento arraigado tanto en la profunda ética que encendieron Varela y Martí, que en Fidel, en Raúl y en millones de cubanos honestos han encontrado firmes paradigmas y practicantes; como en el cultivo del amor al trabajo por su valor material y su influencia en la formación de la conciencia. La necesidad de crear, de debatir, de discutir presente en esta generación, debe partir del apego más intrínseco a las ideas y principios de nuestro Socialismo. Dentro de él todo, fuera de él nada.
Hoy sentimos aún dolor por este abominable abuso. En especial porque sabemos que la Revolución no ha sido un paseo de verano para los cubanos. Miles de mutilados y muertos nos ha costado —por las agresiones y planes imperialistas o financiados por ellos— la construcción del Socialismo. Es por ello que más que enunciar nuestro compromiso, nuestra vida y conducta cotidianas de jóvenes tienen que expresarlo por sí solas.
Nuestro pensamiento y más profundo mensaje de aliento y hermandad para nuestros Cinco hermanos, Héroes prisioneros, que al igual que los asesinados en 1871, son víctimas de la infamia y la injusticia de los detractores de nuestra soberanía. Nuestra más fuerte demanda de que los Cinco sean puestos en libertad de inmediato y regresen pronto a Cuba.
Compañeros y compañeras, estudiantes:
Hace 50 años se desarrollaba con éxito la Batalla de Guisa bajo las órdenes del Comandante en Jefe Fidel. Hoy moría allí un bravo combatiente: Braulio Coroneaux. Esta marcha es un homenaje también a los protagonistas de nuestra Historia, a los caídos y a los que nos acompañan. Un tributo a los combatientes del Moncada, del Granma, de las batallas decisivas, de Girón, el Escambray, las misiones internacionalistas. Para todos ellos y para Antonio, Gerardo, Ramón, Fernando y René este pensamiento martiano del 27 de noviembre de 1893, que parece escritos para nosotros en el día de hoy:
«Del crimen ¡ojalá que no hubiera que hablar! Háblese siempre —en estos días en que la observación superficial pudiera dudar del corazón de Cuba— del oro rebelde que en el fondo de todo pecho cubano solo espera la hora de la necesidad para brillar y guiar, como una llama. Así, luces serenas, son en la inmensidad del recuerdo aquellas ocho almas».
Convocamos, en este momento solemne, a todos los jóvenes de cada rincón del país que sientan que tienen la Patria y nación para defender y amar que siga esta marcha de reafirmación revolucionaria y tribute con flores rojas al ejemplo imperecedero de los jóvenes caídos por la Patria.
¡Gloria eterna a los ocho estudiantes de Medicina!
¡Viva la FEU!
¡Viva la Juventud Cubana!
¡Vivan Fidel Y Raúl!
¡Patria o Muerte!
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