lunes, noviembre 10, 2008

La Casa Blanca no tiene lecho de rosas


La histórica elección del primer afronorteamericano a la presidencia de Estados Unidos fue reflejada con diferentes matices por tres de los principales actores de ese drama.
Barack Obama, en su discurso de aceptación, adoptó un modelo tradicional. Elogió el sistema político norteamericano y proclamó que "el cambio ha llegado a América (Estados Unidos)". Continuó felicitando a McCain y a Sarah Palin; al vicepresidente electo, Joseph Biden; a su familia, con especial recuerdo a su recién fallecida abuela materna; reconoció a su equipo de campaña y, sobre todo, a los dos principales integrantes: David Plouffe y David Axelrod. Agradeció el voto al ciudadano común y llamó a asumir "un nuevo espíritu de sacrificio... de trabajo duro y de preocuparnos no solo por nosotros, sino por cada uno de los demás". Concluyó anunciando "un nuevo amanecer para el liderazgo (norte)americano" y proclamó la vigencia de lo que consideró los "ideales" de Estados Unidos: democracia, libertad, oportunidad y esperanza indoblegable, aunque sin definir ninguno de ellos.
McCain reconoció su derrota ante una concentración de partidarios en Phoenix, Arizona. Mostró su racismo oculto, enfatizando de la victoria "el significado que tiene para los afroamericanos y el particular orgullo que ellos sienten esta noche".
El presidente Bush fue condescendiente al llamar a Obama para felicitarlo en nombre de su esposa Laura y de él mismo; le dijo que había sido "una noche asombrosa para usted, su familia y quienes lo apoyan", e instó a que "lo disfrute".
La victoria se puede valorar desde varios puntos de vista, particularmente la de los resultados de la elección presidencial y de la del Congreso.
La estrategia electoral aplicada por Obama en la elección presidencial, tuvo resultados óptimos. Ganó todos y cada uno de los estados que conquistó el demócrata John Kerry en el 2004 y arrebató a los republicanos nueve estados que Bush había ganado en esa misma elección: Virginia (desde 1964 siempre había elegido al candidato republicano); North Carolina (desde 1980 siempre ha elegido al republicano); Indiana (siempre al republicano desde 1968), Colorado (igual, desde 1996), Iowa, Nevada, Ohio y Florida (eligieron a Bush en el 2000 y el 2004); y New México (ganado por estrecho margen por Bush en el 2004). Los nueve aportaron en total 112 votos electorales a Obama. Todavía el jueves Missouri no estaba decidido, pero se inclinaba a McCain. En Nebraska está aún por decidir el voto electoral de un distrito.
Con esta proyección, Obama resultó electo por 364 votos electorales contra 173 obtenidos por McCain (adjudicándole los 11 de Missouri), una cómoda mayoría, pero que ubica a Obama en el octavo lugar de las votaciones más altas obtenidas por los presidentes electos en las 12 elecciones celebradas desde 1964.
En el llamado voto popular a nivel nacional, con 120 884 874 votos escrutados, Obama obtuvo el 52,5% (64 248 825 votos) y McCain el 46,2% (56 635 874), dentro de los pronósticos que se hicieron de una elección de este tipo.
De acuerdo a las encuestas realizadas con los electores a la salida de las urnas, Obama gana por el voto de las mujeres (13% más que McCain, aunque 7% menos entre las mujeres blancas), los hispanos, los negros y los jóvenes, donde obtiene, en ese orden, el favor del 66%, el 95% y el 66% de los sufragios. Llama también la atención de que el 75% de los judíos votaron por Obama y que el de los católicos blancos se repartió parejo entre ambos candidatos, mientras que la derecha religiosa evangélica, nuevamente, favoreció al candidato republicano, aunque Obama obtuvo un 4% más de votos de este sector que los logrados por Kerry en el 2004.
Aunque Obama perdió ante McCain en el voto de la población blanca, su desempeño en ese sector fue similar al obtenido por Gore en el 2000 y por Kerry en el 2004, lo que indica que el factor étnico no perjudicó a Obama y hasta puede haberlo favorecido dado la amplia mayoría de afroamericanos e hispanos que lo apoyaron. Mientras los electores se identificaron en las encuestas como conservadores, moderados y liberales en similares proporciones a las de las elecciones del 2004, sí hubo variaciones en la filiación política, incrementándose el número de demócratas a un 40%, frente a un 32% de republicanos. En el 2004 hubo la misma proporción de demócratas y republicanos.
En resumen, Obama gana con el respaldo abrumador de la tradicional base demócrata y de gran parte del electorado que se califica como "independiente".
Los comentaristas reflejan consenso sobre el ambiente de las elecciones, que en un artículo del New York Times se califica como "catarsis nacional", resultado de la profunda impopularidad del presidente Bush, del rechazo a sus políticas económicas y externas, del descontento con las guerras en Iraq y Afganistán, de la explosión de la crisis financiera y de la aceptación del llamado de Obama a un cambio en la dirección en que está encaminado el país.
En el segundo escalón, las elecciones del Congreso federal se comportaron de la manera esperada. Los demócratas consiguieron ampliar el número de senadores y representantes, consolidando el control de ambas cámaras logrado en el 2006. Sin embargo, fracasaron en la difícil tarea de alcanzar los 60 senadores, y en la Cámara de Representantes no llegarán tampoco al objetivo máximo (30 nuevos escaños). Por el momento, han elegido a 19 nuevos legisladores, cuando todavía están contándose los votos en 10 contiendas en litigio.
El Partido Demócrata tendrá mayoría de, por lo menos, 56 senadores, al derrotar a los titulares republicanos John Sununu, de New Hampshire, y Elizabeth Dole, de North Carolina, y ganar las contiendas abiertas de Virginia, Colorado y New México. Aún hay cuatro elecciones de senadores por dirimir en Alaska, Oregón, Minnesota y Georgia; los demócratas parecen tener alguna posibilidad de victoria en Oregón y Minnesota. Para cerrar el paso a las tácticas parlamentarias de "filibusterismo", con las cuales los opositores republicanos y conservadores pretenden bloquear la agenda legislativa de Obama, será necesario el concurso de algunos senadores republicanos, lo que obligaría al nuevo presidente a hacer concesiones en su programa de gobierno.
En la Cámara de Representantes la situación apunta igualmente a la necesidad de trabajar por consenso, ya que muchos de los nuevos electos por el Partido Demócrata son de tendencia conservadora y algunos de los republicanos derrotados eran de inclinación moderada. Por tanto, los conservadores verán sus filas reforzadas, por encima de diferencias partidistas.
Obama tendrá que gobernar una nación inmersa en una crisis económica solamente comparable a la Gran Depresión que comenzó en 1929, pero ahora con una economía globalizada; con dos impopulares guerras en curso; con una gigantesca burocracia federal, estadual y municipal; con el país endeudado tanto en el ámbito gubernamental como en el familiar; con recursos financieros insuficientes para cumplir sus promesas electorales de una mejor atención a la salud, a la educación y a la seguridad social.
Estas cuestiones requieren de su atención desde el mismo momento en que fue electo y no pueden ser postergadas durante las siete semanas del llamado periodo de "transición", cuando se efectúa el traspaso del poder de la administración Bush a la administración Obama. Entre asuntos de gobierno que Obama no puede dejar de lado, está la elaboración, propuesta y aprobación por el actual Congreso federal de un nuevo plan de estímulo a la economía, que se calcula estará en el orden de los 100 000 millones de dólares, lo cual requerirá de Obama una atención inmediata y prioritaria. También deberá atender a la conclusión de las negociaciones con Iraq de un acuerdo que defina el papel, la duración de la presencia y las condiciones en que actuarán las tropas de ocupación norteamericanas. Y, por supuesto, no podrá estar al margen de las negociaciones sobre la situación económica mundial del Grupo de los 20, convocado por Bush en Washington para el próximo 15 de noviembre.
En estas circunstancias, el equipo de campaña electoral será sustituido por el "equipo de transición". Según informaciones disponibles, ya Obama designó una "troika" para dirigir ese proceso. La componen John Podesta, ex jefe del equipo de la Casa Blanca de Bill Clinton y quien diseñó en el 2000 el procedimiento de transición actualmente vigente; Valerie Jarrett, asesora muy cercana a Obama; y Pete Rouse, el actual jefe de la oficina senatorial de Obama en Washington.
Como complemento del proceso de "transición", se ha conocido que Obama designó como su jefe de Equipo de la Casa Blanca al congresista por Illinois y amigo cercano, Emanuel Rahn.
El fundamental reto que enfrenta Obama ahora y para los meses próximos es establecer sus prioridades; consolidar la colaboración con los líderes demócratas del Congreso; lograr el apoyo, a sus principales medidas, de los republicanos y conservadores del Congreso; atender y satisfacer al máximo posible las promesas electorales que movilizaron en su apoyo a diferentes sectores y grupos de la población. Y, sobre todo, mostrar que para gobernar cuenta con la misma inteligencia, capacidad, habilidad y destreza que le dio la victoria en las elecciones del 4 de noviembre. De lo contrario, su paso por la presidencia podría ser efímero e incumplir la expectativa de cambio que prometió y con cuya bandera llegó a la Casa Blanca.
Obama lo sabe. En la Casa Blanca no hay lecho de rosas.

RAMÓN SÁNCHEZ-PARODI MONTOTO

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