I
No pretendo vacilarme las elecciones del domingo 23 de noviembre, pero creo que los resultados dan para todos los gustos. Lo cual no está mal. Al menos acaba con las denuncias sobre la presunta manipulación de los escrutinios (aún cuando sobreviven algunos obstinados). Ya es un avance que, por primera vez, la oposición no hable de fraude. Que considere que pese a que el chavismo obtuvo 17 de las 22 gobernaciones en disputa (77,2%), y 265 de las 327 alcaldías (81%), no reaccione como siempre lo ha hecho y avale el proceso sin chistar. Hay que reconocerle este buen comportamiento. Mas no nos confiemos sólo en los guarismos. Éstos, electoralmente hablando, dan pie a sorprendentes interpretaciones. Sirven para atribuirse victorias o rehuir derrotas. Al menos públicamente. Lo que en último término importa es que, en los análisis que internamente hagan los contendores, prive la racionalidad. Porque es inútil pretender engañar a la opinión pública sobre lo ocurrido el 23N, ya que si algo se demostró ese día es que contamos con ciudadanos más informados de lo que los politólogos suponen.
II
La oposición apostó a conquistar, cuando menos, 10 gobernaciones -hubo algunos que pronosticaron 17, como el Movimiento 2D-. Mientras que el chavismo habló de ganar todas las gobernaciones. No ocurrió ni lo uno ni lo otro. La oposición obtuvo 5 gobernaciones, y no pudo revalidar las que consiguió por la vía de la disidencia chavista: Aragua, Sucre, Guárico, Trujillo que volvieron a manos bolivarianas. Confirmó dos que ya tenía, Zulia y Nueva Esparta, consiguió en lucha cerrada Carabobo, y le arrebató al chavismo Miranda y Táchira -ésta por mínima diferencia-.
Con la Alcaldía Mayor hay, si se habla en plata blanca, un espejismo. Es una suerte de jarrón chino. Ya que no se trata de la Alcaldía de Caracas, que el chavismo conservó con la victoria de Jorge Rodríguez en el municipio Libertador. Pero este cuadro no se debe examinar omitiendo el nivel municipal: 81% de las alcaldías rojas en el país no es cualquier cosa.
Es, junto con la red social de los consejos comunales, un factor de poder. Más aún si se toma en consideración que esa mayoría municipal también se expresó, abrumadoramente, en aquellos estados donde ganó la oposición.
III
El chavismo tampoco alcanzó su objetivo de imponerse en toda la línea, lo que le abrió una rendija a la oposición. A través de esa rendija se colaron victorias en estados de la importancia de Miranda, Carabobo, Táchira, y en uno de la significación de Zulia. Lo mismo sucede con la Alcaldía Metropolitana, de escasa relevancia institucional, pero con indudable valor emblemático y publicitario. Corresponde al chavismo examinar por qué no alcanzó sus objetivos, algo que seguramente tiene que ver con la gestión administrativa, gerencia, exclusiones en el mensaje y otros aspectos.
Como también a la oposición le conviene examinar el por qué del magro resultado obtenido. Ambos sectores incurrirían en un grave error si magnifican el éxito y excluyen la autocrítica.
IV
En ambas políticas hubo sectarismo, arrogancia, imprecisión en lo que a los objetivos se refiere. Sobre todo, a lo que en realidad se buscaba el 23N. A las condiciones objetivas imperantes, claves para alcanzar el éxito. Pero cualesquiera sea la reflexión que unos y otros hagan, no se debe desestimar la magna lección dada por el pueblo venezolano al concurrir masiva y cívicamente a la cita electoral. Ambos sectores tienen que estar conscientes de que no existe otra vía distinta a la electoral, a la que consagra la Constitución, para plasmar proyectos y llevar adelante cualquier política en este país.
José Vicente Rangel
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