viernes, enero 08, 2010

Albert Camus. ¿Cómo definir a alguien indefinible?


El presidente Nicolas Sarkozy anunció su intención de trasladar el cuerpo del escritor al Panteón nacional, y con ello desató una tormenta en la comunidad intelectual de izquierda. El debate es también producto de una revisión de la figura de Camus.

Albert Camus tenía el angustiado aspecto de una estrella de cine condenada, más que de un escritor o filósofo. De hecho, tuvo la muerte de una estrella de cine condenada, a los 47 años, cuando su poderoso auto patinó en una carretera congelada 160 kilómetros al sur de París y se estrelló contra un árbol, el 4 de enero de 1960. Cincuenta años después, Camus, escritor, héroe de la resistencia, galán y arquero de fútbol, se mantiene como uno de los escritores no-populistas más populares del mundo, y uno de los más difíciles de definir. ¿Izquierdista o libertario? ¿Novelista o filósofo existencialista? ¿Humanista de coraje o seductor sin corazón? Como el protagonista de El extranjero, uno de sus libros más conocidos, Albert Camus es aún un outsider y cualquier intento de interpretarlo o categorizarlo puede causar problemas.
El presidente francés Nicolas Sarkozy, un ávido lector de Camus desde su juventud, se ha metido en ese territorio difícil. Quiere reclamar a Camus para la nación mediante el traslado de su cuerpo al Panteón nacional en París, el último lugar de descanso de los grandes franceses. La sugerencia provocó una gigantesca tormenta intelectual en Francia. ¿Cómo un presidente de derecha se atreve a escamotear el cuerpo de un héroe de la izquierda? (a diferencia de su alguna vez amigo Jean-Paul Sartre, Camus nunca fue realmente un héroe de la izquierda francesa, pero no importa). ¿Cómo el presidente antiintelectual se atreve a convertirse en un cavador de tumbas intelectual y a poner al Gran Outsider dentro del templo secular de los Oficialmente Grandes y Buenos?
Otra tormenta, aunque más moderada, explotó alrededor de una película de televisión sobre la última década en la vida del escritor, que se verá hoy en el canal estatal France 2. El film tuvo excelentes críticas pero ya irritó a algunos amantes de Camus, porque observa al gran humanista a través del prisma de sus torturadas y a menudo crueles relaciones con mujeres, que podían ir de su amada e iletrada madre a su esposa suicida y su amante oficial, incluyendo a muchas novias simultáneas. Los directores consultaron, entre otros, a Olivier Todd, autor de una de las mejores biografías de Camus y corresponsal de la BBC en París en los ’60. Todd cree que Camus debe ser recordado como el hombre complejo y contradictorio que fue: no como un icono humanista o un símbolo, o como un “alma noble”, ni siquiera como un filósofo. El autor insiste con que Camus era “primero y principalmente” un escritor, “un gran artesano” que buscó expresar el absurdo y el misterio de la vida. “En cierto punto, intentó expresar una clase de filosofía muy francesa, muy literaria. Pronto cambió de idea, rápidamente dijo ‘Yo no soy un existencialista’”, dice.
Sin embargo, Albert Camus permanece enganchado en la mente popular con Jean-Paul Sartre, quien durante más de una década fue su rival, su amigo y su compañía ocasional en los boliches llenos de humo de la ribera izquierda de París. Hablando en general, ambos hombres abrazaron la visión de que no había una moralidad o una verdad absoluta, sólo esos valores o libertades que los humanos creaban para sí mismos. La amistad se rompió violentamente cuando Camus ridiculizó, por la vía impresa, el hábito de los intelectuales franceses –incluyendo a Sartre– de igualar “libertad” con comunismo.
Nacido en una familia pobre y blanca de Argelia, Camus también irritó a la izquierda francesa al rehusarse a tomar parte de los violentos movimientos anticoloniales de los ‘60. Tampoco apoyó a los, colonialistas blancos, aunque llamó, quizá con cierta ingenuidad, a que la armada francesa y los movimientos independentistas árabes pelearan hasta la muerte dejando a los civiles en paz.
Camus se ha convertido, especialmente fuera de Francia, en una especie de anti-Sartre. Jean-Paul era feo, Albert era apuesto. Jean-Paul escribió libros durante la ocupación nazi, Albert se unió a la Resistencia. Jean-Paul siguió (y luego abandonó) a los extraños dioses del estalinismo, el maoísmo y la violencia política, Albert se mantuvo constante en su antitotalitarismo y su antiviolencia. Dentro de Francia, hasta un tiempo relativamente reciente, el pensamiento intelectual de izquierda prefirió a Sartre antes que a Camus. El Centro Albert Camus en Aix-en-Provence, donde se conservan los papeles del escritor, atrae muchos más investigadores extranjeros que franceses. Es uno de los escritores más leídos en Francia, pero hasta hace poco era considerado en los círculos académicos como un escritor “adolescente”, una fuente de libros para escolares más que el sujeto de un estudio avanzado. Marcelle Mahasela, quien dirige el centro Camus, dice que el problema es que era un pensador demasiado libre aún para los libreprensadores de izquierda. “No defendió el sistema aceptado de pensamiento”, dice. “Hizo enojar al racionalismo francés de su época, y no podía ser encajado en una categoría clara.”
De todos modos, hay signos de que finalmente está empezando a ser tomado en serio en Francia, no como filósofo sino, como sugiere Todd, como un gran escritor. El 50º aniversario de su muerte produjo un aluvión de libros académicos e incluso –la apoteosis final en Francia– un comic book sobre su vida. Nacido en Mondovi, en lo que entonces era la Argelia francesa, en 1913, Camus sufrió la pérdida de su padre un año después, cuando murió en la batalla del Marne. Su madre, analfabeta y parcialmente sorda, trabajaba como personal de limpieza. El talento de Albert fue descubierto por un profesor, y así fue a estudiar a la Universidad de Algiers, donde jugó como arquero en el equipo universitario. Para el disgusto de los intelectuales antideporte, más tarde declaró que había aprendido todo lo que sabía sobre la vida y la humanidad mientras estaba parado en el arco. Tras trabajar como periodista y luego unirse a la Resistencia durante la guerra, se convirtió en escritor. Su reputación está largamente basada en tres novelas, El extranjero (1942), La peste (1947) y La caída (1956).
La cuestión de si finalmente el outsider se convertirá en uno de los grandes insiders de la vida francesa sigue sin resolver. La decisión de si su cuerpo será llevado al Panteón depende de su familia y especialmente de su hija Catherine Camus, quien está a cargo de su herencia literaria. La mujer dijo esta semana que aún no ha tomado ninguna decisión, pero de paso se quejó de la gente que acusó a Sarkozy de estar “utilizando” a su padre: “Ellos también usan a mi padre como un misil contra Sarkozy”, señaló. Según sugirió, no hay mayor razón para que Albert Camus no sea honrado como uno de los grandes narradores franceses, entre Victor Hugo y Emile Zola. “Mi padre era un escritor muy accesible. La gente se sentía cerca de él”, analizó. “El hace las preguntas que están en el corazón de nuestra existencia.”

John Lichfield

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