lunes, enero 04, 2010

Regalitos de Navidad


Y qué regalitos. La Casa Blanca los ofreció a Fannie y Freddie el día de la Nochebuena del año que acaba de terminar. F. y F. no protagonizan una película de Ingmar Bergman: son dos gigantes financieros del mundo hipotecario que Obama decidió salvar de la bancarrota en el 2008. Ahora les aumentó el crédito que les otorgó y otorga el Tesoro estadounidense. Se comprende: antes tenían un techo de sendos 400.000 millones de dólares apenas. Ya no: crédito sin límites en adelante.
Por Fannie Mac se conoce familiarmente a la Asociación Nacional Federal Hipotecaria, una megacompañía que se ocupa de comprar y asegurar hipotecas y que embolsó fortunas incalculables durante la burbuja desencadenadora de la crisis. Freddie Mac es el apodo cariñoso de la Corporación Federal de Préstamos Hipotecarios que lleva en el nombre su propósito. Entre las dos eran, o son, dueñas o garantía de la mitad del mercado hipotecario de EE.UU., valuado en 12 billones de dólares. Algo es algo.
El presente del gobierno repercutió inmediatamente en la Bolsa: las acciones de Fannie subieron un 19 por ciento y las de Freddie, el 21 por ciento (www.bloomberg.com, 26/12/09). Hablando de acciones: las de Fannie aumentaron un 66 por ciento este año, las de Freddie más del doble. Pareciera que la crisis no golpea a todo el mundo. El Tesoro fue todavía más pródigo con la pareja: anunció que sus principales ejecutivos recibirán en el 2010 bonificaciones de 4 a 6 millones de dólares cada uno. No es mucho, en realidad, si se toma en cuenta lo que solían percibir.
El sector financiero norteamericano provocó la crisis más grave desde la Gran Depresión, pero gracias al poder político ha vuelto a la vida. Y está más vivo que nunca: Absorbió el 34 por ciento de todos los beneficios empresariales en el último trimestre del 2009 (www.guardian.con.uk, 28/12/09). Con el desequilibrio económico actual de fondo, Goldman Sachs, el banco de Wall Street que acopia vituperios en todos los rincones del planeta, repartió bonos navideños por valor de 13.000 millones de dólares entre su personal. El Financial Times designó “hombre del año” a Lloyd Blankfein, presidente de la entidad financiera (www.ft.com, 24/12/09). Claro que sí: Blankfein supo decir “Estamos haciendo (los banqueros) el trabajo de Dios” (www.timesonline.co.uk, 8/11/09).
Un trabajo nada abarcador: 463.000 asalariados perdieron su empleo en noviembre del 2009, según datos de la Oficina de Estadísticas del Trabajo de EE.UU. (www.bls.gov, 4/12/09). El número de desocupados durante un largo período (27 semanas o más) aumentó de 293.000 en diciembre del 2007 -el inicio de la crisis- a 5,9 millones. La cifra total de desempleados transitó de 7,5 millones a 15,4 millones en ese mismo lapso. Es decir, se duplicó en dos años. Goldman Sachs no hace con ellos el trabajo de Dios.
El desastre tampoco se reparte con equidad: su peso mayor recae en los afroamericanos y en los inmigrados de América latina. La tasa de desocupación de los primeros asciende al 15,6 por ciento y al 12,7 por ciento la de los últimos. Es del 9,3 por ciento la de los trabajadores blancos. Esto causa inquietud en la bancada de legisladores afroamericanos del Congreso. La representante Barbara Lee, presidenta del grupo que aglutina a unos cuarenta miembros de la Cámara baja, emitió en nombre de éstos una severa declaración: “Con más del 24 por ciento de afroamericanos bajo la línea de la pobreza, parte de una población que tiene un 55 por ciento más de probabilidades de perder el empleo que los demás estadounidenses, es innegable la existencia de desigualdades raciales” (www.politico.com, 8/12/09). Hechos son.
Demuestran, además, que la guerra no es la solución de los graves problemas económicos que aquejan a EE.UU. y al mundo, concepción que ningún economista serio sostiene ya. En The Three Trillion Dollar War: the True Cost of the Iraq Conflict (Penguin Books, Londres, 2008), el Nobel Joseph Stiglitz y la experta en finanzas Linda Bilmes subrayan que el dinero que la Casa Blanca gasta en Iraq no estimula la economía norteamericana del mismo modo que si se invirtiera en EE.UU. Los coautores ejemplifican: los mil dólares destinados a pagar los servicios de un trabajador nepalés en el país invadido no acrecientan el ingreso de los estadounidenses. En cambio, los mismos mil dólares utilizados para costear la investigación científica en casa fortalecen directamente la economía del país.
El envío de otros 30 000 efectivos a Afganistán, la intervención militar en Pakistán y la guerra en Yemen que se avecina ennegrecen aún más el panorama. Es una cortesía de los grandes consorcios petroleros y del complejo militar-industrial que tanto preocupó al general Eisenhower.

Juan Gelman

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