Parece una noche tranquila. En el almanaque, la fecha del 30 de enero de 1990.
El mar del Golfo de México transmite una total serenidad. El timonel del buque Hermann cumple su turno de guardia en el horario comprendido entre las cuatro de la madruga y las ocho de la mañana. Informa al Primer Oficial, la cercanía de otro barco por la popa.
Hermann, de bandera panameña, fue rentado por Cuba para buscar una carga mercante a México. Partió desde el puerto de Moa a fines de diciembre y el viaje resultaba una total rutina de no ser por los vuelos de avionetas que en ocasiones rondaban el barco y lo acompañaban por breves minutos.
En horas del día, del 30 de enero, se conoce que el barco acompañante resulta ser un guardacosta de Estados Unidos pintado de blanco con raya rojas en sus laterales. En su proximidad exige a los tripulantes cubanos detener la marcha para realizar una inspección.
Advertencias del Capitán del Hermann que su barco cubano viaja sin carga. El acecho se incrementa.
Seis de la tarde, comida lista. Chorro fuerte de agua que penetra por las escotillas del Hermann, moja varios camarotes y echa a perder la comida. Disgusto del cocinero, enojo en la tripulación. Cubanos en el puente vociferando groserías y mostrando sus genitales en señal de no detener el barco bajo ningún concepto.
Se hace evidente una llamada a Cuba por el peligro de agresión. Desde La Habana se avisa de la posibilidad de un ataque armado en la madrugada.
Es la medianoche, los once cubanos se reúnen. Se arman con palos, piedras, hachas, destornilladores, cuchillos de cocina, y otros objetos cortantes de defensa personal. Se protegen con los chalecos salvavidas y acuerdan inmolarse hasta la muerte. Entonan el Himno Nacional y cubren sus posiciones de salvaguardia en el buque.
Cuatro de la madrugada, reflectores de luz hacia Hermann y ultimátum dado por la embarcación yanqui.
Ráfagas de ametralladoras irrumpe el silencio. Más de 160 impactos de bala en la nave cubana. Alarmas tronando en el mar. Comunicaciones que se interrumpen con la caída del radar.
Maniobras del timonel que aleja por breve tiempo al guardacosta norteamericano, embestida cargada de odio, con balas silbantes y metrallas de abuso.
Claro de luz, alba en el horizonte, rayos de sol de inicio del día. Torres de petróleo a la vista. Barco decidido a volatizar antes claudicar.
Enemigo cobarde, se detiene ante el coraje. Fuga feroz, rápida y sin rastro de la nave pirata.
Fechoría consumada, vandalismo realizado.
Victoria alcanzada con el valor de la dignidad.
Gloria esculpida en la huella de la memoria histórica.
Nuria Barbosa León, periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
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