lunes, abril 19, 2010

Playa Girón: el primer zarpazo del nazifascismo yanqui


En su discurso por el XXV aniversario de la primera gran derrota del Imperialismo en América Latina, Playa Girón, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó que la importancia de la gran victoria obtenida por Cuba contra esa invasión mercenaria, “(…) no está en la magnitud de la batalla, de los combatientes, de los hechos heroicos que allí tuvieron lugar; la gran trascendencia histórica de Girón no es lo que ocurrió, sino lo que NO ocurrió gracias a Girón”.
¿Qué hubiera sucedido de haberse apoderado Estados Unidos y sus asalariados vendepatrias de ese pedazo de inhóspito territorio, en el Centro Sur del país, en el cual no pretendía, por supuesto, ninguna obra humanitaria, sino establecer una cabeza de playa, para derrocar a los líderes que comenzaban a gobernar honradamente, por primera vez en la historia a esta ínsula caribeña?
¿Qué consecuencias se habrían derivado de lograr su objetivo de volver a equiparar a la Mayor de las Antillas a la condición neocolonial que ostentaban ella y los demás países latinoamericanos en 1959?
En el mejor de los casos, Cuba habría perdido la soberanía plena de que disfrutaba, se la hubieran canjeado por la que solo conservaba anteriormente en el papel de una Constitución decorativa y en el aparato externo de la vida constitucional, mientras Estados Unidos dominaba la economía, la política y todas las esferas de la nación.
Eso, como queda dicho, sería en el mejor de los casos, ¿pero quién, sino un iluso, se atreve a esperar del imperio yanqui lo mejor?, declaró en una ocasión el entonces capitán José Ramón Fernández, uno de los artífices de que Cuba venciera aquel ataque, que entre otras agravantes tenía el de la nocturnidad.
“Coincido con Fidel que fue una suerte la victoria en tan poco tiempo. Nuestro pueblo es invencible, pleno de convicciones y valores, y el liderazgo de Fidel es muy fuerte. Estoy seguro de que todavía estaríamos combatiendo, porque las armas las empuñarían de generación en generación desde nuestros hijos hasta los nietos, no cesaría el combate por la libertad y soberanía hasta el triunfo.
“Resultó una suerte, reiteró Fernández, porque hubieran muerto cientos de miles de personas, entre ellas norteamericanas. Cuba, sin dudas, hubiera sido Viet Nam antes de Viet Nam o como un Iraq en la actualidad”.
Fidel ha calificado a la primera derrota del imperialismo en América Latina como la última de una serie de batallas por nuestro país que se libraron a lo largo de este proceso.
Si las batallas de la lucha contra la tiranía hicieron posible la conquista del poder revolucionario y cambiaron el curso de la historia de nuestro país, la batalla de Playa Girón impidió que la historia de nuestro país diese marcha atrás, subrayó el Líder de la Revolución.
Tampoco -señaló- nos amedrentó la flota yanqui frente a las costas de Playa Girón en 1961. En sus propias narices aniquilamos a su ejército mercenario, en lo que constituyó la primera derrota de una aventura militar de los Estados Unidos en este continente.
En su libro En Cuba y al Servicio de la Revolución, el desaparecido pensador argentino Ezequiel Martínez Estrada, alertaba tempranamente a los intelectuales de Latinoamérica:
“La invasión a Cuba es el primer zarpazo del nazifascismo capitalista por recuperar la presa perdida. Debemos recapacitar sobre lo que este hecho bárbaro revela de sus designios y de sus métodos para prevenir con tiempo el uso de la misma táctica allí donde pudiera producirse una nueva emancipación nacional verdadera. La destrucción rápida y total de las tropas invasoras en Cuba da la medida del poder del pueblo armado, cuando tiene conciencia de sus derechos, pero el peligro subsiste y la intimidación y la coacción recrudecerán en los países en que la armada norteamericana manda”.
Y explicaba: “Si no adopta el imperialismo con otros pueblos el procedimiento bárbaro que con Cuba, es porque no lo necesita, y si no lo necesita es porque esas naciones viven resignadas”.
Desde entonces muchos países, además de Cuba (entre ellos, Venezuela, Bolivia y Ecuador) han renunciado a la resignación como estilo político, y Estados Unidos, ahora auxiliado por la Unión Europea, recurre nuevamente a los procedimientos más “refinados” para mantenerlas dentro de su férula.
Esta vez, el camino se torna más expedito a sus designios, por su contubernio con el mismo bloque que integra Inglaterra, a quien se unió contra La Guerra de las Malvinas, en plena desobediencia a lo estipulado por el Tratado Interamericano de Defensa, que había suscrito y lo obligaba a apoyar a Argentina, despojada de esas islas por la pérfida Albión.
Otros botones de muestra, de que el Imperio es el mismo: su apoyo y complicidad junto a sus acólitos a los golpes de Estado contra los gobiernos legítimos de los presidentes Hugo Chávez Frías (este, por suerte abortado por las masas populares), de Venezuela, en 2002, y Manuel Zelaya en Honduras, siete años después, donde un gobierno golpista asesina a dirigentes sindicales, periodistas y a simples ciudadanos, sin encontrar un amago de condena, siquiera simulado a tales atrocidades.
En cambio tratan de desviar la opinión pública internacional mediante una campaña mediática hacia Cuba, en la cual, delincuentes comunes aparecen como presos políticos, y ocultan las consecuencias del criminal bloqueo económico, comercial y financiero de casi medio siglo, que ha causado la muerte de más de tres mil cubanos y la pérdida de miles de millones de pesos a nuestra economía.
El pueblo de Cuba, secundado por intelectuales de todo el orbe y de estadistas de varias naciones, ha desmentido esas falacias y reiterado el respaldo al país donde más se respetan los derechos humanos de todas las personas, el primero de los cuales es la vida.
Contra esas argucias, los campesinos, obreros, estudiantes e intelectuales han procedido con la misma diligencia y valentía que el Ejército Rebelde, las milicias y todo el pueblo, liderados por Fidel, respondió a aquel zarpazo a traición, encabezado por mercenarios que fueron derrotados en menos de 72 horas y -la mayoría, salvo los que tenían cuentas pendientes con la Revolución- posteriormente apresados y cambiados por compotas.
Por la trascendencia histórica del hecho, durante la clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), a inicios del presente mes, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, General de Ejército Raúl Castro, adelantó que en abril del próximo año se cumplirá medio siglo de la proclamación del carácter socialista de la Revolución y de esa aplastante victoria del pueblo cubano.
Añadió que celebraremos estos trascendentales acontecimientos “en todos los rincones del país, desde Baracoa, donde pretendieron desembarcar un batallón, hasta el extremo occidental de la nación y en la capital realizaremos un gran desfile popular y una revista militar, actividades todas en las que trabajadores, intelectuales y jóvenes serán los principales protagonistas”.
Un pueblo así, afirmó en la magna cita juvenil, no teme a la mentira ni se arrodilla ante presiones, condicionamientos o imposiciones, vengan de donde vengan, se defiende con la verdad, que siempre, más temprano que tarde, termina por imponerse”.

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