El actual gobierno norteamericano, similar a sus predecesores de los últimos 50 años, continúa aferrado a mantener la guerra económica, comercial y financiera que impone a Cuba desde hace medio siglo a pesar del rotundo fracaso de esa obtusa conducta de Washington, rechazada además en múltiples ocasiones por la comunidad internacional.
Recientes declaraciones del principal asesor del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para América Latina, Daniel Restrepo, confirmaron nuevamente que la administración de la Casa Blanca no tiene intención alguna de levantar el ilegal e injusto bloqueo que aplica a la isla caribeña con el frustrado propósito de destruir su Revolución.
Según expresó Restrepo este jueves a la prensa, Obama dejó bien claro que no pretende poner fin al bloqueo a Cuba, alegando que en ese estado caribeño deben hacerse “cambios significativos”.
El también director de Asuntos Hemisféricos en el Consejo de Seguridad Nacional norteamericano utilizó otra vez el añejado e hipócrita pretexto de que Cuba está lejos aún de introducir mejoras en el tema de los derechos humanos.
Una vez más la Casa Blanca recurre al mismo subterfugio para justificar su agresiva postura contra los cubanos como si Washington fuera el campeón de los derechos humanos, cuando el mundo sabe muy bien que es su mayor violador, y ejemplos al respecto son bien conocidos en todos los rincones del planeta tierra.
Las afirmaciones de Restrepo no son nada novedosas porque algo similar han dicho otros funcionarios norteamericanos, entre ellos el vicepresidente Joseph Biden, quien afirmó que el bloqueo se mantendría y sería utilizado como herramienta de presión política sobre Cuba.
Al mismo tiempo, Washington no ha variado ni un solo milímetro los mecanismos de aplicación de su cerco a Cuba, cuyas bases esenciales son las restricciones al comercio, a las transacciones financieras y los servicios, y la prohibición de los viajes de los norteamericanos a la Isla.
Tampoco ha desmontado decenas de limitaciones derivadas del fracasado Plan Bush, que arreció el criminal bloqueo con la persecución de los activos cubanos, la aplicación de multas a empresas que comercien con la mayor de las Antillas, y limitó los intercambios culturales y académicos entre los dos países vecinos.
Evidentemente Estados Unidos sigue aferrado a su enfermiza pesadilla de conseguir que la Isla caribeña deje de ser soberana e independiente, principios a los que los cubanos han demostrado a través de la historia no renunciarán pese a la larga y cruel guerra que le ha impuesto Washington.
Patricio Montesinos
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