sábado, mayo 29, 2010

Oda a Charles Fourier


No tenía ni idea, pero unos camaradas me contaron que existe una suerte de “internacional” de estudiosos de Fourier que se reunía periódicamente en congresos para debatir sobre su vida y su obra…
Sí sabía que nos había llegado tiempo una edición sumamente apasionante titulada Aproximación a Fourier (Miguel Castellote, Madrid, 1973), y en la que recopilaban textos de Michel Subor, Bretón (An­dré), Octavio Paz (antes de venderse a la Bolsa) y Pierre Klossowski, entre y otros, entre ellos, Andre Breton..
Como debía ser sabido, Bretón escribió la Oda a Charles Fourier durante un viaje que efectuó, en 1943, al Oeste americano en el que atravesó Nevada, Atizona, y Nuevo Méjico visitando las ciudades fantasma de Silver City y Virginia City, y conviviendo con los indios pueblos, cuyos poblados de Shungapovi, Wolpi, Zuni y Acoma le impresionaron. En un lugar tan grandioso, y ante la sabiduría de una civilización primitiva, el único pensador europeo que no le parecía irrisorio era
Fourier. La Oda marca una etapa dentro dé su pensamiento poético (se trata de un poema compuesto, que prescinde del automatismo) y político (afirma que la utopía es más eficaz que el pragmatismo). En ella lanza los más mordientes sarcasmos contra los «cinocéfalos de la tienda» y contra los «apóstoles del progreso social hecho ferozmente» inmovilistas, y opone a ello las ideas asombrosamente fecundas de aquel hombre que pensaba hasta en los menores detalles:

Lo que me desemboca para siempre el pensamiento socialista.
Es que tú hayas sentido la necesidad de distinguir
[la coma al menos en cuádruple forma
Y de hacer pasar la clave de sol de la segunda a la
[primera línea en la notación musical
Porque el mundo entero debe ser no sólo vuelto al
revés sino aguijoneado por todas partes en sus con-
[venciones
Pues no existe una manija en que confiar de una vez
[por todas
Ni un lugar común dogmático que se tambalee ante
la duda y la exigencia ingenuas.

Era el saludo respetuoso y fraternal que el poeta dirige al sociólogo que supo concebir la Armonía, asoma un sentimiento ardiente que ya no le aban-
donará: “Aun cuando, y este es el caso, tuviera por demostrado que la mejora de la suerte humana se opera sólo de forma lenta, a golpes, al precio de
reivindicaciones a ras de tierra y de fríos cálculos, no es menos cierto que la verdadera palanca es la creencia irrazonada en el encaminamiento hacia un
futuro edénico.»
Habría que añadir otras variantes, por ejemplo la admiración del último Emile zola, el de “Trabajjo”, obra de profunda inspiración fourierista…
Pero, ¿quién fue Fourier?. Olvidado en los archivos y en los viejos libros en el apartado de los socialistas utópicos Charles Fourier (Besançon,1773-París, 1837). La vida de Charles Fourier, aunque no alcanzó la relevancia de otros grandes utópicos, tiene todo el brillo que le confiere su obra que son sus sue­ños. Unos sueños que aún nos sobrepasan por su genialidad, por su espíritu abierto a las enormes posibilidades de las personas para alcanzar la Armonía Universal. No deja de ser paradójico, que un hombre como Fourier -tan admi­rado por los surrealistas y por los socialistas ulteriores- que odiaba la mediocridad y el mercantilismo, que imaginaba grandes empresas, pasó la casi totalidad de su vida en un estrecho escritorio. Su única aventura transcurrió en los ejércitos napoleónicos, de cuyo jefe fue siempre un ferviente admirador. Tras varios empeños comerciales que le arruinan ter­mina estableciéndose en la ciudad del Sena como empleado de una empresa norteamericana.
De su carácter hay que señalar su natural horror a la crueldad, sobre ello explica Edmund Wilson en Hacia la Estación de Finlandia: "Su casi enfermiza capacidad de compasión hizo que en su época colegial recibiera espantosas palizas por defender compa­ñeros de menor edad y que, a los sesenta años, anduviera durante horas debajo de la lluvia para hacer algo en favor de una pobre criada que no conocía pero que la había oído decir que era maltratada por su ama». En la soledad y en las horas mustias de su despacho se sublima con los proyectos más extensos las comunidades del futuro, señalando los detalles más ínfimos y llegando a cosas como que el mundo duraría exactamente 80.000 años y que al final de estos tiempos cada alma habría efectuado 810 viajes entre la tierra y otros planetas.
Para Fourier, éstas ideas eran totalmente ciertas, lo que le daba la impre­sión (común entre los utópicos) de ser un auténtico elegido, así podemos citar el siguiente pasaje: "Yo sólo he conse­guido confundir a veinte siglos de imbecilidad política y las generaciones actuales y futuras me deberán su inmensa felicidad. Antes de mí, la humanidad ha despreciado varios miles de años luchando locamente contra la Naturaleza. Yo, el primero, me he inclinado ante ella estudiando la atracción, órgano de sus designios; y ella se ha dignado sonreír al único mortal que le rindió culto; me ha entre­gado todos sus tesoros. Como poseedor del libro del destino vengo a disipar las tinieblas políticas y morales, y elaboro la teoría de la Armonía Universal sobre la ruina de las cien­cias inciertas».
Los delirios (acentuados al final de su vida), de Fourier no nos deben de impedir de considerarlo como uno de los pensadores fundamentales de la historia del socialismo, a los cuales ha aportado ideas absolutamente geniales. El pensamiento de Fourier se desarrolla sobre una serie de ejes, que son esenciales para comprender su significado. El tiempo en que vivió con sus extraordinarias convulsiones llevó al autor del Nuevo mundo amatorio a tres consideraciones básicas: a) que el tiempo en que vivía era una transición, pues al igual que Saint Simon consideraba que las ideas del si­glo XVIII y la Revolución francesa sólo habían planteado las cuestiones básicas de la vida, pero no habían hecho nada por solucionarlas; b) que la sociedad vive en perpetuo cambio gracias a las transformaciones en su naturaleza económica, que lo hacen a su vez gracias al crecimiento de las riquezas por el trabajo humano; c) que estas contradicciones son productos del progre­so, pero deben de alcanzar su coherencia y solución com­pensando las fuerzas adversas y creando la armonía o sea el sistema fourierano.
A los avances anteriores de la ciencia, hay, según Fou­rier, que añadirles un avance nuevo, así, sí Newton había descubierto la ley de la materia que es la gravedad, él había descubierto una nueva ley paralela para las almas: o sea la atracción pasional, es decir los impulsos que animan a los seres vivos y de ahí, se podrá comprender los instintos, las tendencias, las pasiones. Siendo este descubrimiento para Fourier el hecho más decisivo "de todos los cientí­ficos desde la aparición del género humano".
Para Fourier el centro de todos los problemas está en el equilibrio armónico que el hombre debe encontrar con la madre Naturaleza. y esta armonía radicaba en el hecho en que existían las mismas leyes para las sociedades huma­nas que para la Naturaleza creada por Dios. Una vez descu­bierto esto, sólo quedaba aplicarlo para encontrar la felici­dad inmediata. Hasta llegar a este principio, Fourier considera que la humanidad había transcurrido en las siguientes fases: 1. El estado más primitivo o llamado Edad de Oro; 2. El del sal­vajismo; 3. El patriarcado que coincide con la Antigüedad; 4. La barbarie que es como Fourier llama al Medievo; 5. La actual, el tiempo del comercio y la industria. A partir de ahí, emprende Fourier una crítica a la sociedad burguesa que se está desarrollando y en la que los hombres se mues­tran como enemigos y el espíritu del comercio es antagónico con los sentimiento elevados.
Siguiendo a Max Beer pode­mos enumerar los hechos que él ve como nefastos en aque­llos momentos: "Las características de la época son: falta de espíritu de humanidad, de patria, justicia, y solidaridad; especulación, maniobras bursátiles, astucias, fraudes, hipo­cresías, enriquecimiento de los ricos, empobrecimiento de los pobres, desprecio a los no poseedores, anarquía, desapa­rición de espíritu familiar, lucha del hijo contra el padre y del obrero contra el patrono, explotación del trabajo por el capital, dominación del gobierno por los ricos, rebeliones y revoluciones de los pobres». Una particular sensibilidad tenía Fourier ante la mujer, a la que consideraba como la esclava de los esclavos…
Así proclamaba que "El grado de emancipación de las naciones, se puede medir por el grado de emancipación de la mujer.» El mal de la sociedad también lo establece Fourier sobre el tanto de la división de trabajadores y parásitos, mientras que el número de los primeros es sólo un tercio de la po­blación o "población activa», el resto de la sociedad vive del trabajo ajeno. La división que sobre los parásitos establece Fourier es extensísima, pero básicamente son: 1º) los pa­rados domésticos, 2º) los parásitos sociales y 3º) los parásitos accesorios y cada categoría la subdivide a su vez con todo lujo de detalles.
Para acabar con esta auténtica plaga de Egipto, Fourier había ideado una forma de reorganización social que en la sexta fase de su desarrollo se llamará "garantismo", que será conseguida por la formación de pequeñas comunidades socialistas, que producían una transformación radical de la sociedad que desde entonces se basará en la libre coopera­ción entre los hombres y un trabajo feliz en contacto con la Naturaleza. Su idea de la nueva sociedad se concreta en los llama­dos falansterios, que desde 1822 piensa construir con la ayuda esperada de algún filántropo (durante muchos años establecía una cita diaria con las posibles personas que quieran colaborar, pero no se presentó nunca nadie) deta­llando sus más mínimos aspectos.
Diría que desde el primer falansterio se probaría la verdad y en poco tiempo el mundo se poblaría de ellos, de inmensas comunidades so­cialistas federadas que comprenderían entre 1.600 a 1.800 personas, dedicadas a la agricultura ya la industria. Serían como enormes hoteles-cooperativas con comedores comunes, salas de diversi6n, de deportes, de lecturas, de teatro, etc. La educación de los niños sería al igual que las labores co­lectiva y libre, facilitando el desarrollo total del individuo y de la comunidad, que encontrarían a través del trabajo, la cooperación y el contacto con la naturaleza la armonía en todos los terrenos, en el del gusto, en el del estímulo o en el de la pasión sexual. Fourier era firme partidario del amor libre y del mayor refinamiento y fantasía en un nuevo mun­do pasional y sexual.
La verdadera democracia alcanzaría para Fourier su es­plendor en todos los terrenos. La propiedad se generalizaría entre todos, al igual que las utilidades laborales que se re­partirían según las necesidades. La asamblea de los miem­bros decidiría el reparto general de las cuestiones, intentan­do que el dinero no sea imprescindible y corruptor y que nadie predominará sobre nadie, para lo cual, se impediría la formación de cualquier Estado. El gobierno no sería nada más que la administración de las cosas. La influencia de Fourier fue por lo menos en lo inme­diato más débil en Francia que la de Saint-Simon, pero fue más importante en el extranjero, en países como Norteamé­rica, España y Rusia tuvo su apogeo. En la actualidad se puede decir que tiene un gran atractivo para la juventud universitaria en Norteamérica y en Francia, escuchándose ecos suyos en la revolución de Mayo de 1968.
Los fourieristas o "societarios" fundaron una escuela en 1830 para finalizar a mitad del siglo mismo. Su órgano de expresión se llamó La democracia pacífica. Los intentos de poner en práctica el ideal societario fueron inmediatos. En la misma Francia se fundó en 1833 un falansterio en Cende-sur-Vesgres que todavía existe aunque no alcanzó el esplendor soñado por el maestro y sus componentes. Por lo demás las ideas de Fourier se extendieron en un campo menos conocido como el de la predicción en las adquisicio­nes de las ciencias y la técnica.

Algunas anotaciones bibliográficas…

El ex­travío de la razón (Grijalbo, col. Hipótesis, BCN, 1974, con un prólogo de Fernández Buey); Teoría de los cua­tro movimientos (Seix Barral, BCN); La armonía pa­sional del nuevo mundo (Taurus); Doctrina social (el fa­lansterio, una antología del Tratado de la Asociación), y Jerarquía de cornudos (Júcar, Madrid, 1978); Críti­ca de la civilización y de las ideologías, una selección que está precedida por artículos de René Schérer, Pierre Klossowski, Daniel Guerin y otros, ed. Rodolfo Alonso, Buenos Aires, 1973, entre sus biografías: Maublanc (R), Armand (F), Fourier (Fondo de Cultura Económica, México); Lebouck, Fourier o La armo­nía y el caos, (Labor; Madrid) Sánchez Casas (Carlos), Guerra (Felipe), Fourier, ¿socialismo utópico? (ZYX, Madrid, 1973), sin olvidar los ensayos entorno suyo, como los de Henri Lefervre y otros bajo los auspicios de las ediciones Anthropos y el Comité para el bicentenario del nacimiento de Charles fourier, Actualidad de Fourier (Monte Ávila,Caracas, BCN, 1980): Larizza (Manuel), Presupuestos del anarquismo de Char­les Fourier (ZYX, Madrid); Elorza (Antonio), El fourie­rismo (Revista del Trabajo)…

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios.: