miércoles, diciembre 26, 2012

El fin de Silvio Frondizi



Con la experiencia del MIR-Praxis diluida en las muchas les expresiones de la Nueva Izquierda Argentina, comienza última etapa de la vida de Silvio Frondizi. Asumida su identidad de intelectual revolucionario, pero sin partido, se dedica a la actividad docente y a la defensa de presos políticos y gremiales casi con exclusividad y, cumpliendo esa actividad, vinculándose al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) fundado por Mario Roberto Santucho –y, entre otros, también por Nahuel Moreno-, es decir, a una escisión del PTR que había adoptado la táctica de la lucha armada y creado el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Pero ahora se trata de un hombre solo, un gran “nombre” de izquierda, sin proyecto político propio, un francotirador con admiradores –casi todos jóvenes- que van y vienen, que se acercan al hombre que 20 años antes dio una interpretación disonante –no “gorila”- al fenómeno del peronismo.

La Academia

Desde el campo académico, la actitud constante de Frondizi es evidente: nunca dictó cátedra oficial durante gobiernos de facto. El del ’43, asumido su compromiso de no callarse, lo empuja a la calle. Con La Libertadora, a pesar de que se proclamaba el fin de “la dictadura”, se le negó la posibilidad de llegar a asumir la titularidad del cargo de Derecho Político de la Facultad de Derecho de la UBA. Él mismo, indignado por la negativa –de la que participaron, Luciano Molinas y Alfredo Palacios, como miembros de la comisión asesora del concurso para el cargo- comenta en una carta del 27 de febrero de 1957: “Ello demuestra que la ‘lucha’ de estos señores contra el peronismo no fue determinada por lo que este tenía de corrupción, sino por lo que éste agitaba a las masas, al tiempo que excluía a aquellos de las prebendas del poder. Hoy repiten las mismas prácticas que criticaron en un tiempo, con el agravante de que lo hacen en nombre y con el apoyo de un gobierno anti-popular”. Terminante.
El caso es que volvió a la Universidad en 1958, junto con el gobierno de su hermano, Arturo. Primero lo recibió La Plata; en 1962 la UBA, en la materia de Instituciones del Derecho Público en la Facultad de Ciencias Económicas. Marcos Kaplan era su profesor adjunto. Poco después el centro de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras le pide formalmente que dirija una cátedra paralela sobre Sociología Argentina Contemporánea. El éxito entre los estudiantes se veía en las discusiones que generaba, en la circulación de fotocopias con los apuntes de sus clases, en las charlas en el centro de estudiantes. En 1963, por ejemplo, mientras dictaba unas charlas en la Universidad de Córdoba sobre economía, irrumpe un grupo de estudiantes ultranacionalista de Tacuara, frente a los destrozos Frondizi permanece inconmovible, y da comienzo a la charla una vez que se retira el grupo. Síntomas.
De hecho, junto con la influencia –en agonía- de Praxis, los sectores medios universitarios están en constante diálogo con el docente. Los anima a reflexionar, a organizarse, colabora en sus publicaciones, les recuerda, una y mil veces las tesis sobre el bonapartismo policial, el carácter del peronismo –con características positivas y negativas-, la necesidad de alcanzar el socialismo. Tiene voz propia.
Y mientras tanto, La Nueva Izquierda Argentina, no dejaba de florecer. Aparecían publicaciones y revistas y grupos de reflexión por todos lados. Surge Nueva Política -“una revista de coincidencias a partir de una perspectiva nacionalista, revolucionaria y socialista”-. O la Rosa Blindada. O los cuadernos Pasado y Presente de José “Pancho”Aricó y un grupo de “expulsados” del PCA.
No sólo florecen las publicaciones sino que surgen grupos militantes. En la Universidad (y hasta en ciertos sectores sindicales) la nueva izquierda, a veces vinculada con grupos del peronismo revolucionario, comienza a tener una presencia importante. Ismael Viñas, por ejemplo, junto a su hermano David Boris, se organizaban en la densidad que luego mutó a Contorno y el “Malena”, el Movimiento de Liberación Nacional -¿el Tercer Movimiento Histórico?
Esa “densidad” amplia, que bebía de muchos sectores, historias, identidades diferentes, incluía a intelectuales como Noé Jitrik, José Luis Mangieri, Alberto Brocato, Juan Gelman, Andrés Rivera, Roberto Cossa, José Gabriel Vazeilles, Ricardo Piglia, Jorge Rivera, León Rozitchner, el Rodolfo Walsh de Operación Masacre y a Francisco “Paco Urondo.
Paralelamente, y vinculada al peronismo revolucionario, se asiste a una renovación que atraviesa a la estructura católica –sobre todo a partir del Concilio Vaticano II de 1958 y la Encíclica Pacem in Terris, del año 1963, que concreta la apertura hacia el marxismo-. El Mensaje de los Obispos del Tercer Mundo en la Argentina se extiende en pocos días por todo el país. Monseñor Antonio Devoto, Obispo de Goya, se lo da a conocer a un cura de su diócesis, Miguel Ramondetti, y éste lo hace circular. En dos o tres meses logran más de 500 adhesiones.
En este proceso, la CGT de los Argentinos constituirá una primera síntesis entre peronismo, cristianismo de base y marxismo. Pronto, la multiplicación de trabajos barriales y el surgimiento de grupos de acción política darán lugar a un proceso rico y diverso, cuyo saldo serán el Peronismo de Base, Montoneros y sus agrupaciones sectoriales. Algunos obispos, como Enrique Angelelli en La Rioja, Alberto Devoto en Goya, y Vicente Zaspe en Santa Fe, apoyaron a estos sacerdotes, aunque sin integrarse orgánicamente al movimiento.
Con muy sencillas armas organizativas, el movimiento se lanzó a participar de lleno en el conflicto social y político de los años 60 y 70. Ya las ideas habían tenido encarnación práctica con el trabajo de sacerdotes "villeros", como el padre Carlos Mugica, quien movilizaba por un mundo mejor –aquí en la tierra- a cientos de familias pobres en la provincia de buenos Aires, y –sobre todo- en ciudadela de la villa 31 de Retiro, a metros del Río de la Plata.

Y sin embargo...

La revista Testigo, a principios de 1970, le preguntó a Frondizi sobre el marco en el que se dieron las presiones políticas que sintetizan en el golpe a su hermano y el gobierno títere –“paramilitar”- de José María Guido, y la debilidad del gobierno de Arturo Humberto Illia frente a un Partido Militar –reconfigurado entre azules y colorados- que asume el poder político con Onganía y su Opus Dei en 1966: “... mostrando –dice- por primera vez en el país una verdad descarnada: la de que el pueblo nunca fue el titular del poder constituyente”.
Con esta conclusión asimilada, se dan señales inequívocas de que la confrontación iría en aumento: por un lado el asesinato del Che Guevara –en octubre del ’67, en Bolivia-, o la masacre de estudiantes del ’68, en Tlatelolco, México. Por el otro el surgimiento del clasista y combativa en la CGT dirigida por el grafico Raymundo Ongaro, de la que había resultado la creación de la CGT de los Argentinos, frente a la CGT orientada por el “Lobo” Vandor (participacionista, “peronismo sin Perón”), a las protestas cada vez más ruidosas contra el alza del costo de vida, la opresión cultural, la censura despiadada.
Esas tensiones hacen eclosión en la insurrección popular, con epicentro en la Córdoba de Agustín Tosco y Elpidio Torres, el 29 de mayo de 1969. En realidad se trata del arco temporal que une el “¡soy el teniente coronel Puma, esta comisaría queda bajo custodia militar!” de los Uturuncos –peronistas- inaugurando la lucha armada “irregular” en el ‘59 , a las “formaciones especiales” de Taco Ralo de la Fuerzas Armadas Peronistas –FAP-, al asesinato de Pedro Eugenio Aramburu como acta de nacimiento de Montoneros –otro 29 de mayo- o la muerte, en Rincón de Milberg –el 8 de marzo de 1971- de Diego Ruy Frondizi, hermano mellizo de Marcelo “Nono” Frondizi, el sobrino de Silvio, miembro de las FAP. Esa muerte, por ejemplo, provocó el acercamiento de todo el clan. Y apuró replanteos.
La “voluntad” nacional y popular emocionaba al Líder exiliado, quien desde una carta a las FAP interpelaba a esos sectores que comenzaban la lucha política: “Yo tengo una fe absoluta en nuestros muchachos que han aprendido a morir por sus ideales, y cuando una juventud ha aprendido y alcanzado esto, ya sabe todo lo que una juventud esclarecida debe saber”. Nada más, nada menos.
En ese caldo, la presencia de Frondizi, aún con predicamento sobre algunos sectores radicales, no tendrá incidencia teórico-práctica importante. El diálogo pasaba por otros carrilles. Y en este marco, las nuevas organizaciones de la izquierda armada tendrán en Frondizi un referente válido, más cuando se trate de dar respaldo legal, con renombre, a sus presos políticos y gremiales, de cualquier organización revolucionaria que sea.
Pero la agudización del conflicto político lo llevarán a acercarse cada vez más a una de las organizaciones, al PRT-ERP de Mario Roberto Santucho, dónde militaban algunos de los viejos discípulos del “maestro”. Como Arnlos Kremer –Luis Mattini, Ana Villarreal, Luis Pujals, Enrique Gorriarán Merlo, Benito Urteaga, Carlos Molina, Joe Baxter –“ex” Movimiento Nacionalista Tacuara, ex tupamaro- y Domingo Menna.
Los “perros”, ya alejados del Nahuel Moreno de Palabra Obrera, y que de alguna manera –con su matriz revolucionaria, proletaria e internacionalista- parecían coincidir con los diagnósticos del Frondizi constructor político, trataban de acercarse a Silvio.
Frente a este avance de los sectores populares y de izquierda, por un lado, y del accionar represivo, cuya metodología incorpora la experiencia de la lucha contrainsurgente argelina, Frondizi advierte: “La incongruencia de la situación actual está dada por la ausencia de una estructura de tipo político que represente a la nueva situación y pueda canalizar las ansias populares. Esta es la tarea fundamental del momento: la transformación de todas las estructuras sociales. La otra alternativa es la guerra civil”.
Desde mayo del ’70 en adelante, la crisis hegemónica de la Revolución Argentina –el largo invierno- provoca que el conjunto de los sectores dominantes empiecen a consentir el retorno de Perón –la consigna movilizante-, pero sólo con algunas condiciones. Nace el Gran Acuerdo Nacional. La “normalización institucional”, por primera vez en 18 años, volvía aceptar a todo el arco político, sin proscripciones. Y el proceso electoral planteado –polarizado- abrumó a las cientos de organizaciones de izquierda, pero sobre todo minó la incipiente “unidad” de acción que se perfilaba desde la masacre de Trelew.
El PRT levanta dos candidaturas obreras: la de Agustín Tosco y Armando Jaime. Silvio, desde el periódico Nuevo Hombre, apoya esta idea. Pero Nuevo Hombre, fue un periódico de izquierda, independiente, fundado por el periodista Enrique Walker, y luego dirigido por Silvio. En este emprendimiento colaboraron Alicia Eguren –militante y esposa de John William Cooke, ya muerto-, Rodolfo Ortega Peña –el otro gran abogado de los presos políticos de los ‘70- y su discípulo Eduardo Luis Duhalde, que por aquellos años publicaba su libro sobre el secuestro y asesinato de Felipe Vallese –el “primer desaparecido”- .
Como director de la publicación fue detenido y llevado a la dependencia de la Policía Federal de la calle Moreno al 1400; y también en abril de 1972 en Unquillo, dónde fue detenido junto a su hijo por denuncias sobre preparativos insurgentes. A la salida de la prisión convoca a una conferencia de prensa en nombre del Movimiento Nacional Contra la Tortura y la Represión para denunciar algunos casos de torturas a detenidos políticos.
El renombre del abogado tampoco pudo evitar que le cayeran encima varios atentados; una bomba –por ejemplo- destruyó sus oficinas en Corrientes al 2080, donde funcionaba la dirección de Nuevo Hombre; se arma otra conferencia, a esta asisten Peña, Luis Cerruti Costa, Eduardo Luis Duhalde, Raúl Aragón y Vicente Zito Lema, donde se presentan casos de represión “informal” contra abogados de presos; más tarde incendian su estudio jurídico de la calle Lavalle al 1500. Una anécdota: sin chequear las fuentes, ese tercer atentado se publicó en el diario La Razón, donde se comunicaba su muerte; y Silvio se entera –yendo a tomar exámenes- en la puerta de la Facultad de Filosofía y Letras, cuando su hijo Julio lo intercepta, junto aun periodista amigo, y le informa de “su” fallecimiento.
Por otro lado, la campaña electoral lo anima a puntualizar desde Nuevo Hombre que la salida a la crisis la tiene que emprender “... la clase obrera y el pueblo luchando desde la base contra sus enemigos y contra sus falsos amigos, es decir, contra quienes usurpan las banderas populares para frenar y traicionar, para expandir el maccartismo y el desaliento en la revolución”.
Luego, al caer la candidatura “clasista” de Tosco y Jaime, Frondizi se aleja de Nuevo Hombre, y en manos de Rodolfo Mattarollo la publicación muta a vocero del Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS), que llama a votar en blanco en las elecciones. Silvio, que entiende que hay que participar de las elecciones, logra articularse, precariamente, con la estructura de Abelardo Ramos y Spilimbergo, siendo el candidato extrapartidario a senador del FIP con la consigna “liberación nacional y patria socialista”.
Pero el triunfo de la fórmula Cámpora-Solano Lima es aplastante, y con la vuelta de Perón y el inicio de las acciones de la Alianza Anticomunista Argentina de José López Rega –la Triple A-, el panorama lo vuelve a acercar al FAS y a otras organizaciones dispersas de la izquierda, como la Liga Comunista Revolucionaria, el Peronismo de las Bases o con “Fracción Roja”, una escisión del PRT-ERP.

Al “maestro” con cariño

Abocado a su cátedra de Ciencias Políticas de la Carrera de Sociología, junto a Julio Godio y al abogado José Luis Díaz Colodrero, y a sus funciones de cobertura legal de los presos políticos, inunda con denuncias sobre torturas a diferentes tribunales y visita frecuentemente las cárceles del gobierno de la “pacificación”. Sufrió, por esto, múltiples amenazas, intimidaciones y atentados pero, a pesar de los consejos de sus amigos, se negó a exiliarse. Inclusive una versión asegura que el PRT de La Plata llegó a considerar el secuestro de Frondizi para llevarlo a algún lugar seguro.
Altivo, denuncia y enfrenta a personajes como Luciano Benjamín Menéndez, al Comisario de la Policía Federal Alberto Villar, integrante de la Triple A de “lopecito”, que tras la muere de Perón –el 1º de Julio de 1974-, desató una verdadera ofensiva sobre las organizaciones populares, llegando producir alrededor de quinientos asesinatos políticos, entre ellos los de Rodolfo Ortega Peña –ametrallado el 31 de julio de ese año-, el padre Mugica y Alfredo Curuchet –quien era el principal testigo en la denuncia conjunta que elaboraron sobre ejecuciones de guerrilleros apresados vivos en Catamarca-.
Finalmente, el viernes 27 de septiembre de ese año un comando de la Triple A -dirigido por el subcomisario Juan Ramón Morales y el subinspector Rodolfo Eduardo Almirón Sena- secuestró a Silvio Frondizi de su casa de la calle Cangallo, hoy rebautizada “Perón”. En el incidente fue asesinado su yerno, el ingeniero Luis Angel Mendiburu, militante de la Juventud Universitaria Peronista, que corre hasta la calle desarmado y es muerto en la entrada del edificio al tiempo que el hijo de Silvio, Julio, abre fuego desde la ventana con un calibre, una “22”, que impacta en un neumático del Falcón que queda abandonado sobre la calle Río de Janeiro. Dentro de la casa quedaban Silvia Frondizi, la esposa de Mendiburu, y su hija de pocos meses, la que, al momento del secuestro estaba en brazos de su abuela, Pura Sánchez de Frondizi, quien de un puntapié arroja a la niña debajo de una mesa.
Dos horas más tarde, un comunicado de la Triple A se atribuyó el crimen e informó que su cuerpo había sido arrojado en un descampado de Ezeiza: El diario Crónica reproduce la gacetilla: “Sepa el pueblo argentino que a las 14.20 fue ajusticiado el disfrazado número uno, Silvio Frondizi, traidor de traidores, comunista y bolchevique (...) Viva la patria. Viva Perón. Vivan las Fuerzas Armadas”. ¿Traidor? ¿A quién?
Es su hermano Arturo –el ex presidente que coqueteó con Perón a través de Rogelio Frigerio, el amigo de Silvio, su primer compañero- quien reconoce el cadáver en el Hospital de Ezeiza -lo acompañan su sobrino Marcelo y su hija-, y dolorido comprueba que uno de los brazos está destrozado por varias de las 50 balas recibidas, evidentemente trató de cubrirse en un gesto reflejo frente al fusilamiento.
Risieri, que estaba en Estados Unidos, volvió rápidamente al país para el velorio de su hermano, en el local de la UTN. Allí recordó a su hermano, junto a la familia, los amigos, entre los que estaban la viuda de Peña y José L. Díaz Colodrero, y admiradores del intelectual revolucionario, aquel que supo interpretar al peronismo, ganarse el respeto del Che –cuyos Cuadernos de Praga, críticos de la economía soviética, recuerdan a Silvio- e influir sobre cientos de militantes apelando la formación de un hombre integral, nuevo.
Durante el funeral, el salón de Medrano y Córdoba estaba obturado por cientos de militantes, casi todos jóvenes, portadores de infinidad de banderas y periódicos y flores, que entonaban La Internacional o Los Muchachos Peronistas, cada uno a su turno -con respeto hacia los dos féretros que estaban en el centro de la nave-, algunos levantaban sus puños, otros sus dedos en “V”, pero todos observaron cómo, en el más duro silencio, apareció Julio, el hijo, y avanzó hasta su padre para ponerle una manzana, enorme y roja, sobre el ataúd.
Finalmente, el cortejo se dirige hacia el cementerio de Chacarita, y, no obstante estar muerto, la Policía al mando del comisario Villar, volvió a hacer de las suyas: reprimió la caravana, que avanzaba por Angel Gallardo y secuestró el cadáver de Silvio, por segunda vez.
Tres años después, la dictadura de Videla ordenó el secuestro de su archivo y biblioteca. Después de todo, era una voz que debía ser silenciada, la de un intelectual
que se atrevió a actualizar la reflexión crítica, revolucionaria, desde el marxismo no dogmático, a dos aguas de la vieja y la nueva izquierda, pero que se zambullía entero a las aguas de la filosofía de la praxis. Ese final hace recordar las palabras de George Lukács: “La entrega es el camino del místico, la lucha es el del hombre trágico; en aquel el final es una disolución, en éste es un choque aniquilador (...) Para la tragedia, la muerte es una realidad siempre inmanente, indisolublemente unida con cada uno de sus acontecimientos”.

Fragmento de Fundadores de la Izquierda Argentina, Silvio Frondizi, un francotirador marxista, prólogo de Horacio Tarcus

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