Blog marxista destinado a la lucha por una nueva sociedad fraterna y solidaria, sin ningún tipo de opresión social o nacional. Integrante del Colectivo Avanzar por la Unidad del Pueblo de Argentina.
jueves, diciembre 06, 2012
La izquierda revolucionaria y la Unión Europea
La Unión Europea, bajo la apariencia de embrión de una suerte de “Estado supranacional”, nació como un recurso para hacer frente a la decadencia irreversible de las naciones capitalistas del viejo continente. De ningún modo para superar sus respectivas fronteras nacionales sino para rescatar sus aspectos más reaccionarios: el aparato estatal de coerción.
La Unión Europea alimentó la ilusión, asimismo, de una superación de las contradicciones nacionales, que llevaron a Europa a dos guerras mundiales. Una moneda única debía consagrar la unión pacífica de los explotadores de Europa, en una forma de ultraimperialismo, que debía servir al mismo tiempo para reforzar la capacidad del capital europeo para colonizar al este europeo abandonado por la ex URSS, y para rivalizar con el norteamericano. Sin embargo, el instrumento de combate al dólar -el euro- apareció en la crisis mundial como su contrario, como un factor de aceleración del derrumbe capitalista en el continente. En varias oportunidades, en la presente crisis, el euro fue salvado por una inyección de dólares desde la Reserva Federal de Estados Unidos.
Un sector del estalinismo (el eurocomunismo) y el trotskismo oficial (Mandel) vieron en la formación de la Unión Europea (UE) una expresión del desarrollo de las fuerzas productivas que acortaba el camino hacia una Europa socialista. Un fenómeno progresivo, no un fenómeno reaccionario. Esta concepción tuvo su expresión en el slogan de la “Europa social”, en oposición a la “Europa neo-liberal”. Había que inyectar “socialismo” a la “unidad” de Europa consumada por el capital. El palabrerío social pretendía ocultar el reforzamiento de la opresión contra las naciones más débiles y contra las masas en su conjunto, que implicaba la formación de la UE. La UE tampoco ha abolido las fronteras y estados nacionales; se ha servido de ellos. Los que rechazan la ruptura con la UE, con el argumento de que las viejas fronteras nacionales son reaccionarias, ignoran que la UE es el factor principal de preservación de estas fronteras y Estados. Sin la UE, el Estado capitalista en Grecia ya hubiera sucumbido; la UE es la adversaria principal del separatismo en el Estado español.
Una minoría de la izquierda (estalinismo ortodoxo, lambertismo) defendió, ante la UE, la “progresividad” de las fronteras nacionales precedentes. Se trató de una verdadera regresión ideológica, con la mitad de las naciones europeas bajo el control de la burocracia rusa y la existencia de varios estados que niegan el derecho a la autodeterminación de sus naciones componentes. Las viejas fronteras estatales dieron paso a dos guerras mundiales. La UE, repetimos, ha reforzado el carácter reaccionario de los viejos estados nacionales en Europa.
La UE, con su moneda, banco central y burocracia ejecutiva, es hoy el verdugo de los pueblos de Europa, junto al FMI, con sus planes sangrientos de austeridad. La lucha contra estos planes plantea políticamente la destrucción de la UE. La tentativa de la izquierda representada por Siryza, en Grecia, de conciliar el rechazo de la austeridad con la aceptación de la UE, solamente puede llevar a la capitulación. La Esquerra Republicana de Cataluña ha aprobado el presupuesto de ajuste del gobierno regional, mientras agita la inserción independiente de Cataluña en la UE. Sobre la base del rechazo a los planes de ajuste, el desconocimiento de la deuda usuraria, la expropiación de los bancos y la defensa de los derechos laborales, apoyamos y reclamamos la ruptura con la UE. Ninguna clase social, fuera del proletariado, puede acometer esta tarea. La ruptura con la UE será entonces un episodio de la revolución socialista.
El fascismo también agita contra la Unión Europea, pero solamente para fundar una campaña reaccionaria contra la inmigración y para fomentar el chovinismo, cuya base sigue siendo el nacionalismo histórico de cada país. En el límite, será el recurso último del capital ante la disolución de la UE, nunca un factor que la precipite. El fascismo no apunta a una fragmentación de Europa, sino a reconstituirla bajo la forma de protectorados. Es la política que hoy desarrolla la Troika, pero en el caso del fascismo con métodos de guerra civil e internacional.
La lucha contra la Unión Europea adquiere un carácter delicado en cuanto se refiere a las masas y a los países más pobres. Los explotados aún la ven como un factor que posibilita el ascenso social y la circulación hacia los países más avanzados y ricos. Aceptan, hasta cierto punto, la extorsión de la burguesía que presenta la disolución de la UE como una catástrofe. El progreso electoral de Syriza se ha debido en buena parte a su defensa de la UE, no solamente al llamado a formar un gobierno de izquierda contra los planes de ajuste. La generalización del desempleo y de la miseria social en los países más avanzados de la UE, así como la furiosa campaña contra la inmigración, incluso la comunitaria, va minando las ilusiones europeístas. Estas ilusiones deben ser reemplazadas por la confianza en la revolución -la única salida a la crisis capitalista. No es debilitando la confianza en la capacidad de un gobierno de trabajadores para salir de la crisis en el marco de la revolución, inicialmente, en un país, como la izquierda revolucionaria puede desenmascarar a la burguesía y progresar en la vía de la conquista de las masas.
Pablo Rieznik
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