jueves, marzo 14, 2013

Bergoglio: ¿Alcanza con ser sencillo?



En su carta al nuevo pontífice máximo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo saludó llamándolo “Su Santidad” y tratando a Jorge Bergoglio por su nombre de Papa: Francisco. Al momento de los votos, dijo la Presidenta que “es nuestro deseo que tenga, al asumir la conducción y guía de la Iglesia, una fructífera tarea pastoral desempeñando tan grandes responsabilidades en pos de la justicia, la igualdad, la fraternidad y la paz de la humanidad”.
Era razonable no chocar. Un momento de fiesta es un momento de fiesta, sobre todo cuando tiene un condimento de alegría popular, y cualquier fricción desde la Presidencia hubiera sido mal recibida. Un chisporroteo prematuro justo el día en que Bergoglio pasó de ser arzobispo de Buenos Aires a obispo de Roma. De ahora en adelante, ¿el Gobierno mantendrá con el nuevo papa una relación respetuosa y distante o lo hará y, a la vez, redoblará la apuesta? Después del matrimonio igualitario, ¿la Presidenta se conformará con un lazo diplomático sin estridencias o avanzará? Para demostrar que la separación de la Iglesia y el Estado es un proyecto mayoritario en la Argentina, incluso entre los católicos, ¿buscará aprobar una ley de derecho al aborto libre, gratuito y seguro?
Mientras el tiempo se encarga de responder esas preguntas, a escala de la región Bergoglio logró ayer un milagro. El teólogo Leonardo Boff, condenado en 1985 por la antigua Inquisición, puso en su cuenta de Twitter varios mensajes tras la fumata blanca. Uno: “El papa Francisco es una promesa. Primero el nombre. San Francisco recibió de Cristo el pedido de reconstruir la Iglesia. Francisco es hermano universal”. Otro: “El papa Francisco innovó: dio centralidad al Pueblo de Dios. Este dio primero su bendición al Papa. Sólo después el Papa dio su bendición al pueblo. Sobrio, serio, simple”. Otro más: “Dijo algo absolutamente importante para las Iglesias: quiere presidir en la caridad. Sin espectacularización. Los demás papas presidían jurídicamente”. El cuarto mensaje: “Francisco es uno de los arquetipos más poderosos del cristianismo. Fue el Primero después del Unico, Jesús. Fue laico y no padre”. El quinto: “Escoger Francisco como nombre es elegir un programa: el amor a los pobres, a la naturaleza, a la sobriedad, a la ecología, porque los seres son hermanos”. Boff, que colgó los hábitos en 1992, se define a sí mismo como “católico, apostólico y franciscano” y sostiene que “romano” es sólo una apelación local.
Como teólogo, Boff descubrió en los primeros actos de Francisco I ciertos signos que interpretó en Twitter. Sus tweets, ¿representan una esperanza sobre el nuevo papa o un señalamiento de quien lee promesas y anuncia que estará atento por si no se cumplen?
Pero incluso para quienes no pierden la esperanza ni siquiera ante niveles de degradación institucional como los que experimentó el Vaticano desde 1978, finanzas sucias y pedofilia mediante, una pregunta sigue siendo válida: ¿Sudamérica debe festejar como un triunfo la designación de un papa surgido de su territorio? Si Francisco I, mientras escucha tangos y pregunta por San Lorenzo, decidiera poner en la curia vaticana algún orden distinto del que se impuso con el Banco Ambrosiano, el Banco Vaticano y los lazos con Propaganda Dos y sus organismos continuadores, e incluso si tuviera éxito en su cometido, ¿eso significaría un bien inmediato para Sudamérica?
Durante Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron eclipsándose los obispos como los brasileños Aloisio Lorscheider, Paulo Evaristo Arns y Helder Cámara, el salvadoreño asesinado Oscar Romero, los también asesinados Enrique Angelelli y Carlos Ponce de León, o Jaime de Nevares, Miguel Hesayne y Jorge Novak. Más aún: ninguno parecido a ellos fue ungido cardenal entre 1978 y 2013. El Vaticano resguardó al ex arzobispo de Santa Fe Edgardo Storni, acusado de abuso sexual, con un celo que no tuvo con los religiosos perseguidos por la dictadura. En 1976 el provincial de los jesuitas, Jorge Mario Bergoglio, castigó a dos sacerdotes de la orden, Orlando Yorio y Francisco Jalics, que quedaron sin amparo en su trabajo pastoral en el Bajo Flores. Ambos estuvieron secuestrados cinco meses. En cambio no aparecieron más cuatro catequistas, entre ellas Mónica, la hija de Emilio Mignone, y dos de sus esposos secuestrados junto con Yorio y Jalics. Al declarar en la causa ESMA, Bergoglio dijo que pidió por Yorio y Jalics a Jorge Videla y a Emilio Massera. El ex diputado Luis Zamora, abogado de la querella, dijo que Bergoglio había sido un testigo reticente.
Francisco I se dedicará sin duda a la administración de la curia romana, –la elección del secretario de Estado será una clave en este sentido–, pero parece difícil imaginar que Sudamérica no tendrá un lugar destacado en la agenda de Bergoglio. Puesta a opinar sobre la realidad, la V Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Aparecida, en 2007, dijo por ejemplo que uno de los problemas es “la ideología de género, según la que cada uno puede escoger su orientación sexual sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana”, fenómeno que habría debilitado gravemente la familia y el matrimonio. Otro mal es la “tendencia hacia la afirmación desesperada de derechos individuales y subjetivos” en desmedro de los derechos sociales y solidarios. Frase dicha, esta última, no cuando gobernaban Fernando Henrique Cardoso y Carlos Menem sino Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner.
En 1978 inauguró su pontificado el primer papa no italiano desde 1523, el polaco Karol Wojtila. La influencia sobre el Este europeo, todavía bajo la tutela soviética, fue uno de los ejes de su reinado.
El próximo martes comenzará su período el primer papa no europeo de la historia, el argentino Jorge Bergoglio. ¿Es lógico pensar que no intervendrá políticamente en Sudamérica como lo hizo en la Argentina como uno de los protagonistas del forcejeo con Kirchner?
Bergoglio es, él mismo, un tipo austero. El hijo de un ferroviario que llegó a técnico químico. Pero si disputa poder puede rodearse de quien cree útil. En 2010 fue el presentador de un Contrato Social para el Desarrollo. Lo elaboró Roberto Dromi, el abogado que diseñó junto con Rodolfo Barra, del Opus Dei, las privatizaciones de Carlos Menem. Proponía, entre otras medidas, la eliminación de las retenciones y la autarquía del Banco Central.
En 1978 los análisis sobre el nuevo papa destacaban su sencillez, su austeridad, su pertenencia a la clase media baja y sus antecedentes como actor de teatro aficionado y como obrero. Ese papa fue quien designó a los cardenales conservadores, corrigió el camino emprendido en el Concilio Vaticano II, condenó a los teólogos de América latina y cobijó las maniobras financieras que recién ahora se corroboran en los documentos de los Vatileaks.

Martín Granovsky

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