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lunes, marzo 25, 2013
Ácratas El anarquismo como intolerancia
El sectarismo y la intolerancia no son ninguna exclusiva de tal o cual tendencia política. Se produce cuando en nombre del ideal se juzga de manera intolerante a la gente que ve las mismas cosas de otra manera. Este artículo se ciñe a un ejemplo.
Desde el legendario enfrentamiento entre Marx y Bakunin, con sus secuelas de descalificaciones mutuas, la “guerra fría” entre marxistas y anarquistas ha sido una constante. Aún y así, siempre existieron puentes mayores o menores, según el momento, no en vano se trataba de dos ramas de un mismo tronco. Resulta bastante arduo establecer responsabilidades de un cisma que solamente podía satisfacer a los poderosos, perfectamente consciente de la máxima “divide et impera”.
Se puede decir que el puente fue más o menos amplio en la fase clásica de la socialdemocracia clásica, una fase en la que la izquierda marxistas y anarquistas cooperan en plataformas comunes como lo fueron la CGT francesa antes de 1914, o entre los “wobblies” en los Estados Unidos. En el estado español, donde la relación de fuerzas era equiparable y casi complementaria), se dan divergencias pero también convergencia. Un sector socialista formó parte de la primera CNT, CNT y UGT hicieron lo posible por coincidir, por ejemplo en la huelga de “La Canadiense”, y lo que es muy poco sabido: en los lugares donde los anarcosindicalistas carecían de fuerza propia, trabajaban en el seno de la UGT. Más tarde se volvieron a encontrar, en el octubre asturiano del 34, y en la lucha contra los militares fascistas.
La conclusión es sencilla: la unión ayudó a avanzar, el enfrentamiento, a retroceder. Estaban condenados a entenderse, pero pocas veces lo hicieron, y eso fue un grave error histórico.
Igualmente es cierto que los debates fueron muy escasos, cada uno cultivaba su jardín, los socialistas muy a largo plazo, confiando en una lenta acumulación de fuerzas por la que justifican su tendencia hacia la prudencia; para ellos los anarcosindicalistas eran unos irresponsables, sobre todo cuando cultivaban “la propaganda por el hecho”; para los anarquistas eran unos oportunistas abocados a la colaboración de clase. Desde el estrecho marxismo del PSOE, funcionaba el estereotipo de anarquismo=violencia=irresponsabilidad, para los anarquistas, Marx era un autoritario y santas pascuas. En sus momentos de mayor furor, Pedra, mi “papá político”, decía que los políticos eran los mismos perros con diferente collar…Tengo que decir que eso era lo peor en un militante que daba motivos para la admiración, sobre todo cuando ponía el movimiento por encima de las siglas o las escuelas.
En el curso de esta “guerra fría”, las cosas se complican con la derechización de la socialdemocracia, y con la deriva estaliniana del comunismo que en las décadas siguientes ocuparan el movimiento obrero, dejando a las “minorías proféticas” (socialistas de izquierdas, comunistas disidentes, anarquistas), en el testimonialismo...En el que todavía se encuentran aunque la situación comenzó a cambiar desde finales de los años sesenta.
En este trayecto no fueron pocos los militantes de filiación marxista que evolucionaron hacia el anarquismo, sobre todo en la primera época. Casos famosos fueron los del pastor holandés Ferdinand Domela Nieuwenhuis, o el del “joven socialista” alemán Johann Most, responsable de una versión abreviada de El Capital, que luego fue un compañero conflictivo de Emma Goldman. Entre nosotros, seguramente el acaso más original es el del artista gitano Helios Gómez, que comenzó y acabó en la CNT después de haber pasado por el PCE, por el BOC y de nuevo por el PCE. De los jóvenes izquierditas que en los años setenta se acercaron a la CNT, había muchos que provenían de algunas de las diversas ramas del marxismo, sin embargo, en ninguno de estos casos he leído u oído la palabra “tránsfugas”.
Sin embargo, este es el concepto utilizado por Víctor García, también conocido como Germinal Gracia, en la edición de una laboriosa Antología del anarcosindicalismo, de la que es responsable de la “Introducción, selección, comentarios, traducciones, notas y bibliografía”, dejando a José Peirats el prólogo. La obra apareció en Ediciones Ruta (Caracas, Venezuela-Montady, Francia), y bajo el epígrafe de “tránsfugas”, Víctor que se trata de un “Militante notorio de la idea ácrata (o de otras ideologías) que adopta de repente otra”. Lo de repente habría que matizarlo, a veces se da después de un agotamiento, entre otras cosas porque la militancia puede gastar mucho, sobre todo con ciertas edades.
Pero la nota enfoca exclusivamente a los ácratas comenzando por el caso citado por Anselmo Lorenzo, de “un ex intemacionalista que pasó del ateísmo a la orden religiosa de los trapenses”; qué habría que ver, pero el salto no fue único, por ejemplo, un personaje tan integro y culto como el asturiano Eleuterio Quintanilla acabó abrazando una cierta mística franciscana; el problema se haría más complicado en los casos de creyentes que sin dejar de serlos, abrazaron el anarquismo. Los ejemplos abundan, todos conocemos a más de uno y de una, por lo general de los mejores. También los había en la base silenciosa de la CNT en los años treinta, una singularidad que pude descubrir entre algunos de los trabajadores veteranos en algunas empresas de Barcelona. De todos es sabido que la CNT admitía en su seno a la masonería, así, en los años veinte, los masones estuvieron representados por Pere Foix, el autor de Apóstols i meercaders, uno de los mejores testimonios literarios de la época.
García anota que en la fase de “la represión de Martínez Anido-Arlegui el transfuguismo tomó caracteres mucho más trágicos. Ejemplo: muchos pistoleros antianarquistas habían sido tránsfugas. En aquella época, entre el tránsfuga y el pistolero, pululaban otros sujetos a quienes se calificaba de “confidentes”, indicadores de la policía. Se puso también en boga el verbo “marcar”, que señalaba al que apostado en un lugar determinado indicaba a los ejecutores el paso de la víctima a abatir. El “marcador” no era siempre un tránsfuga aunque podía serlo (…)” En el mismo párrafo, cita “notables casos”, como templos a Manuel Adame, Andrés Nin, Joaquín Maurín, y sobre todo Rafael Vidiella, como tal vez José Díaz, o sea a tres comunistas de obediencia estaliniana (Adame, Díaz y Vidiella, que fue el que sustituyó a Nin en el gobierno de la Generalitat con el pláceme de la CNT), y dos disidentes: Nin y Maurín, principales líderes del POUM.
Un poco más adelante, amplia la nómina: “Durante los años 1920 y 1921 grandes esfuerzos fueron realizados por los rusos para ganar los líderes de estos grupos. Tuvieron un éxito parcial. Tom Mann de Inglaterra; Rosmer, Monatte y Monmousseau de Francia; Nin de España; William D. Haywood de los Estados Unidos hicieron más que pasarse a los comunistas y lograron llevarse con ellos muchos de sus partidarios en la ISR…”, o sea de la Internacional Sindical Roja cuyo proyecto inicial era agrupar el sindicalismo revolucionario opuesta a la Internacional reformista de amsterdam.
Victor no oculta el desprecio que le merece: “Los tránsfugas –dice- abundan cuando la cobardía, la ambición o la avidez les hacen entrever el lado más ventajoso de la barricada. Esas gentes no tienen más convicciones que la de la escudilla que les es ofrecida. Son animales de lujo o animales de trabajo según la altura del pesebre…Los tránsfugas abundan; ningún medio está tan abundantemente poblado como el mundo de la política”
Pero –reconoce- “en todas partes se encuentran elementos de esa especie, vil y despreciable. El anarquismo, inclusive, ha dado algunos de esos especimenes. ¿Quién no ha conocido a antiguos libertarios, alabándose de serlo todavía todo y renegando con cínico desparpajo los principios anarquistas?”. Por este terreno, llega a un lugar común de la izquierda occidental “transformada”, a la que le va tanto la frase: “¿Qué hombre inteligente y de corazón no ha sido, a los veinte años, más o menos anarquista?, si bien se trata de una fase que emplea lo de anarquista como un concepto más general como izquierdista, radical, subversivo. De hecho, se trata de una frase de Willy Brandt referida a las juventudes socialistas germanas de los años sesenta. Pero Victor no entra en mayores detalles, y no le valen los argumentos de el “tránsfuga es una de las variedades más numerosas de la raza humana”, por lo tanto no hay lugar a distinción, ni mucho más que hablar, y por supuesto: el “tránsfuga que evoluciona hacia el anarquismo permanece fuera de esta infame categoría.
Al menos a mí me llama la atención que estas líneas fuesen escritas por una de las leyendas del anarquismo catalán e internacional, por Tomás Gracia Ibars, nacido en Barcelona, (1919), autodidacta, hombre de acción y de pluma, divulgador e historiador prolífico. Los viajes abren la mente, y como anota Peirats, Gracia cumplió “su más caro sueño juvenil: nada menos que la vuelta al mundo a través del Pacifico, desde San Francisco al Japón, recorriendo la China, India, Medio Oriente, Israel y nuevamente Francia y Venezuela, donde echó anclas al constituir una familia. De estos viajes, que le valieron a Gracia ser amistosamente nombrado –un poco pomposamente- el `Marco Polo de la anarquía´, produjo varios libros…»
Aunque vinculado al sector más ortodoxo del anarquismo, su biógrafo Carlos Díaz subraya su primacía de la praxis, su apertura a las renovaciones y su hostilidad al sectarismo, algo que no se ve en estas líneas. En ellas, amalgama al tránsfuga con la delincuencia, la traición, sin apreciar que podía tratarse de un cambio de posiciones. De una opción libre tan digna como la podía darse en dirección del anarquismo que no es ni mejor ni peor que el marxismo, si acaso diferente. Gracia pasa como una triturado por algunos de los nombres más insignes del movimiento obrero internacional, sin el menor respeto. No muestra el menor interés por saber que hay detrás de los nombres, que Tom Mann fue el más veterano de los brigadistas internacionales amén de una leyenda del socialismo británico, Alfred Rosmer y Pierre Monatte pasaron por el comunismo en la misma línea que Víctor Serge y Andreu Nin, fueron de los pocos internacionalistas de la CGT francesa durante la “Gran Guerra”, participaron en la fundación del partido comunista francés del que fueron expulsados por “trotskistas”, luego tuvieron discrepancias con Trotsky, y durante la guerra española apoyaron por igual al POUM que a la CNT, William D. Haywood fue el líder más significado de los años más combativos del sindicalismo revolucionario norteamericano. Todos ellos fueron militantes íntegros, y fallecieron sin haber abandonado la lucha, viviendo de un salario.
Lo menos que se puede decir es que –por paradójico que se quiera- es que esta intolerancia es por esencia sectaria, e incluso antilibertaria. El sentimiento libertario no radica en defender unas siglas hagan lo que hagan en nombre del anarquismo, sino en ser consecuente con la democracia directa y con el respeto a la pluralidad de opiniones. En toda opción militante, lo más importante no es la bandera con la que te vistes, es, como en todas las cosas, lo que haces. Pero a veces sucede casi lo contrario, en nombre de la cosa se puede hacer justo lo contrario, y lamentablemente, el anarquismo no es ninguna excepción aunque alguno crea estar por encima de las contradicciones que nos plantea querer cambiar el mundo y la vida desde las miserias a que la historia nos obliga a encarar cada día.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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