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lunes, marzo 18, 2013
Tradición stalinista en el PC argentino.
El 5 de marzo de 1953 moría en Moscú Josef Stalin. Tres años después, en 1956, Kruschev, en la sesión secreta de su informe ante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), condenaba “los crímenes del stalinismo”. Sin embargo, las prácticas instituidas durante el mandato de Stalin, a las que llamamos genéricamente “stalinismo”, han sobrevivido a través del tiempo y han tenido influencia mucho más allá de los partidos comunistas de todo el mundo y, por supuesto, de la Argentina. Anulación de las diferencias y del debate, “pensamiento único”, obediencia acrítica y burocratización de los cuadros revolucionarios son algunas de las características habitualmente asociadas a la tradición stalinista. Pero podría pensarse también al stalinismo a partir de la supervivencia de la imagen carismática de Stalin, el “gran maquinista de la historia de los pueblos”, [1] en el imaginario de los dirigentes y militantes del Partido Comunista argentino (PCA) muchos años después de su muerte. ¿Existían estas prácticas en el PCA? ¿Qué ha quedado de aquel stalinismo explícito a través del tiempo? ¿Cuáles son las prácticas que sobrevivieron llevando consigo el sello indeleble de aquella época?
Este trabajo pretende, a partir del cruce entre textos teóricos y literarios, documentos internos y revistas culturales y 54 entrevistas realizadas entre 1999 y 2009 (en el marco de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, el Programa de Historia Oral del Museo Roca, el Programa de Historia Oral de la Universidad de Buenos Aires, el Departamento Artístico y el Archivo Oral del Centro Cultural de la Cooperación a miltantes) a artistas plásticos, actores, directores de teatro, músicos y dirigentes del área de cultura del PCA y otros grupos de izquierda, reflexionar acerca de la existencia de una “tradición stalinista” y sus valores morales correspondientes, las contradicciones entre las pautas derivadas de la tradición revolucionaria y la stalinista y el modo en que esto ha influido e influye en el imaginario político argentino.
Stalin ha muerto
En 1953, la publicación cultural de los intelectuales comunistas argentinos, Cuadernos de Cultura, dice de Stalin al conocerse la noticia de su muerte: “Stalin, la mayor figura de nuestro tiempo, queda estrechamente asociado a los nombres de Marx, Engels y Lenin, formando todos ellos la constelación de los más altos pensadores y jefes revolucionarios del siglo transcurrido.” [2] En el mismo número, unas páginas más adelante, una declaración firmada por intelectuales como los hermanos Agosti, Raúl González Tuñón, Abraham Vigo, Emilio Troise, Héctor Yánover y Leonardo Paso, [4] entre otros, expresa: “Nos cuesta concebir la pérdida de su vida maravillosa e inestimable. Pasará tiempo antes de acostumbrarnos a su ida sin retorno, a la ausencia de su figura que nos daba en nuestra lucha seguridad infinita. Nunca lo vimos, pero era el ser más entrañable para nosotros […]” En la misma publicación, Raúl González Tuñón publica Mi último poema a Stalin y lo dedica “A Victorio Codovilla, que nos trajo la visión de la presencia y el eco de la palabra del jefe mundial de los trabajadores.” En la entrevista realizada el 20/4/09 a Roberto Socolovsky, de 87 años, miembro del PCA desde su juventud, aparece el relato de la repercusión que tuvo la muerte de Stalin en el partido:
“Tengo la impresión de que nos dieron la noticia así: Stalin murió. Una mañana en el diario… imaginate el impacto emocional, en principio, la sensación de luto, el duelo, la repercusión dentro del Partido, la comunicación de que se preparaba un… el acto tiene un nombre… funeral cívico. Victorio Codovilla presidió el acto como único orador frente a una multitud de militantes del PCA: Se preparaba un funeral cívico. Y en este caso se puso un catafalco con una tela negra en el medio y una tribuna, y toda la gente parada, hasta la calle, hasta la vereda. El único orador, Victorio Codovilla con la voz y el semblante de circunstancia, y digo de circunstancia no entre comillas sino realmente apesadumbrado, hizo un extenso panegírico […]. [3] Fue un panegírico de la personalidad de Stalin.: “Ha muerto un gran hombre, es un gran hombre por su participación en la revolución, su participación en la organización del Partido, en la lucha contra las guerrillas blancas, en la lucha por establecer el régimen soviético contra el enemigo interno y el enemigo externo, y luego, el gran protagonista de la gran guerra patria, él fue el comandante en jefe de las tropas y, el de las entrevistas con los jefes de Estado, el brindis final al final de la guerra”.
Más de 50 años después de la muerte de Stalin, Leonardo Paso , en su entrevista del 1/7/04, [5] afirma:
“Yo creo que hasta ahora nadie se ha ocupado realmente de la verdadera política de Stalin. Algún día se va a revisar. Me refiero a que Stalin era un dictador, un asesino. Pero Stalin hizo de una Rusia totalmente atrasada una potencia que, si no hubiera esa potencia no hubiera podido vencer a Alemania. Porque la que venció a Alemania fue Rusia dirigida por Stalin. Y Stalin se equivocaba algunas veces en los problemas más militares, pero era un hombre duro, terriblemente duro en las luchas. Y bueno, y triunfó. Y entonces en toda personalidad hay un lado positivo y hay un lado negativo. El lado positivo hay que valorarlo aunque venga de donde venga. Cómo... acá se valoró... en la humanidad en general la campaña contra Rusia fue una campaña contra Stalin."
En cuanto a los aspectos negativos de la figura de Stalin, Leonardo Paso, en su entrevista del 29/10/04, afirma:
“Stalin tenía un ladero que era un verdadero asesino que se llamaba Beria, y ese fue el elemento más negativo que tuvo Stalin. Beria, cuando Stalin murió, ese mismo día lo agarraron preso a Beria y lo fusilaron. Por algo fue... Entonces la historia tiene mucho, mucho que investigar sobre lo positivo y lo negativo de Stalin, ¿no?”
Culto personalista
En la Argentina, la figura de Stalin parecía recibir el tratamiento de un prócer, como podemos observar en lo publicado por Cuadernos de Cultura en 1953, y en entrevistas que muestran que, todavía en las décadas del 60 y 70, Stalin aparecía como figura carismática.
Muchos años después de la desestalinización del PCUS, y algunos años después del viraje en el PCA, Roberto Socolovsky, en su entrevista del 20/4/09, reconoce:
“Legítimamente el texto del discurso [de Codovilla en el funeral cívico a Stalin] es un monumento al culto de la personalidad. “
Haciendo referencia a las críticas de Kruschev en su informe secreto, Roberto afirma:
“Ese culto de la personalidad fue el que después utilizó en el informe de Kruschev al XX Congreso para hacer, no una crítica de la personalidad de Stalin sino una crítica del culto de la personalidad. Cosa que nos sirvió de entremés para el porrazo que nos venía preparado un tiempo después, que fue empezar a revelar las interioridades del régimen de Stalin.”
Acerca de las consecuencias de la difusión de ese informe en el PCA, Roberto nos cuenta:
“Hoy por hoy se habla solamente de los crímenes stalinistas. En aquella época al stalinismo hasta se intentó engancharlo con el marxismo-leninismo, para que quedara marxismo-leninismo-stalinismo. Nadie consideraba que Stalin había que ponerlo al lado de Lenin. Y ahí sí se empezaba a considerar la opinión de Lenin sobre Stalin, el asesinato de Trotsky, y algunas cositas que habían demostrado que Stalin no era Lenin ni se le acercaba…”
Es muy interesante ver como si las cosas son como Roberto las cuenta, y los militantes de base sabían acerca de los crímenes de Stalin, cabe preguntarse cuales eran los espacios dentro del partido en los que podrían discutir al respecto. ¿Cómo llegaba a los militantes esta información? Roberto nos cuenta:
“De la personalidad de Stalin fueron quedando cosas demasiado evidentes hasta para nosotros, los afiliados de base. Entonces nosotros en el fondo sabíamos de la personalidad de Stalin, porque Lenin lo había caracterizado, por el asesinato de Trotsky, porque llegaban noticias o rumores de gente más relacionada que venía de la Unión Soviética y decía: “Che, pero en la Unión Soviética no se labura…”. Algunas desviaciones eran demasiado evidentes y tan estúpidos no éramos…”
Nuevamente aparece aquí la figura de Stalin asociada a la lucha antifascista durante la Segunda Guerra Mundial:
“En realidad, se vivió del principio al final de la guerra con un predominio de la personalidad de Stalin, absolutamente, en el campo socialista, para nosotros, esperar el discurso de Stalin al día siguiente de la invasión de Hitler. “
Durante la Segunda Guerra, algunos rituales ayudaban a agigantar la figura de Stalin, en especial en militantes cuyas familias provenían de Europa Central. Así lo cuenta Roberto:
“Nosotros teníamos que irnos de noche a un lugar a escuchar la radio de onda corta de Radio Moscú... No sé si vos escuchaste... ¡Son tan emocionantes las campanas del Kremlin! Para oír en Radio Moscú: “a continuación vamos a escuchar la palabra del camarada Stalin”, después de la invasión, etcétera, etcétera, etcétera. Pero con todos epítetos que componían aquella época. Y aparecía la voz de Stalin hablando al mundo. Y después apareció un folleto que se llama así: “Stalin habla al mundo”, y nosotros lo leíamos como la Santa Biblia por supuesto, porque era un discurso conmocionante y nosotros estábamos con la inminencia de la traición, es decir, con la inminencia de la invasión hitleriana y eso se realizó, ¿no?”
Sin embargo, el músico Manolo Juárez, en la entrevista realizada el 15/02/08, nos cuenta como luego de la guerra, algunos intelectuales comienzan a despegarse de la figura de Stalin:
“Luego de eso, en 1946, seguía en el poder Stalin, y muchas cosas son opacadas o, digamos, la gente no tiene una visión clara cuando se produce una guerra, evidentemente los primeros requisitos que tiene la gente, las primeras ambiciones, que no les quiten el terreno, que no los maten, y muchas otras cosas, pasan a un segundo lugar. Terminada la guerra, mucha gente, y mi padre, se dieron cuenta del despotismo y del mandato sangriento que tenía Stalin. Se fueron yendo, fueron renunciando al Partido Comunista. Entonces, se produce la muerte de Stalin en el ´53.”
Esta visión que comienza a gestarse en algunos intelectuales no tiene eco en la dirigencia del PCA. Julio Gambina, director adjunto del Centro Cultural de la Cooperación, en la entrevista realizada el 3/11/06, muestra como la tradición stalinista continúa influyendo en el PCA mucho tiempo después de la muerte de Stalin:
“Porque en ese sentido te diré el Partido Comunista era tan pro-soviético… No te olvides que Stalin es enjuiciado en el 56 en la propia Unión Soviética. En el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética se lo juzgó a Stalin. En Argentina, no.”
¿Podemos asociar esa relación entre ejercicio del poder y culto a la personalidad con la posición de Victorio Codovilla y los hermanos Ghioldi dentro del Partido? Roberto Socolovsky nos cuenta:
“Cuando Codovilla cumplió 70 años, vinieron los secretarios de barrio, por indicación del Comité Central y de los secretarios de Capital, etc., vinieron y dijeron: Camarada, o compañero como se decía acá en la Argentina, cada secretario de célula tiene que mandar una carta al camarada Victorio Codovilla que, al mismo tiempo que lo felicite por su 70 aniversario le informe de los planes de la célula, los planes de crecimiento, digamos, una especie de cumpleaños con prospectiva. Y el secretario de barrio nos daba esa directiva y por supuesto, con todo entusiasmo nosotros hacíamos la carta para el camarada Codovilla con motivo de su 70 cumpleaños y recibimos unos meses después una respuesta firmada por el camarada Victorio Codovilla diciendo: “camarada de la célula 6 del barrio Versalles, le agradezco mucho la felicitación y tomo nota de sus planes para el crecimiento del Partido…”
Pensamiento único
Fernando Nadra, importante dirigente del PCA entre 1969 y 1986, en su libro La religión de los ateos, describe las características de una situación de debate dentro del partido de la siguiente manera: “[...] se comienza con el informe de la dirección estrecha dirigido al Comité Central, a cargo, por lo general, de Victorio Codovilla (no del secretario general Arnedo Álvarez, conforme a las normas). Tenía su origen, se suponía, en la Comisión Política, pero en realidad era elaborado en el Secretariado (organismo más restringido) y en puridad era el fruto de la labor de Codovilla y de uno o más camaradas. Luego venían las intervenciones de los miembros del CC, en general breves, que se iniciaban con la ineludible muletilla: ‘estoy de acuerdo (o totalmente de acuerdo) con el Informe Central’. Se le solía agregar algunas frases superficiales y de rigor: ‘El informe profundo’, o ‘El informe enriquecedor’, el que según el exponente ‘refleja fielmente la realidad de nuestra provincia’ o de tal lugar, empresa o frente de trabajo”. [6]
Según Nadra, no había críticas ni lugar para la disidencia. Sin embargo, Nadra era parte de ese sistema de “pensamiento único”.
Horacio López, director adjunto del Centro Cultural de la Cooperación, en su entrevista del 30/11/06 realiza una autocrítica de la siguiente manera:
“Y, con el stanilismo, claro, quién iba a criticar a Stalin, o a ese fenómeno. Eso también marcó mucho, porque en realidad, y no era solamente el stanilismo, sino una forma de concebir la política partidaria, por eso yo te hablaba al comienzo de la infalibilidad de los cuadros superiores, es decir, quien era secretario del Partido no se iba a equivocar nunca y uno lo seguía como un burrito detrás. Yo creo que el fenómeno del stanilismo a nivel mundial tuvo mucho de eso. De esa construcción verticalista y de secta, de fundamentalismo, es decir, seguir a ciegas sin cuestionar las directivas que venían de arriba. “
También Arturo Lozza, hijo del artista plástico Raúl Lozza y militante del PCA en el área de publicaciones desde su adolescencia, en su entrevista del 15/3/07, reconoce que se trataba de un modo de hacer las cosas muy instalado en las estructuras partidarias:
“No es tan así, que encontrábamos la valla de la dirigencia. Nosotros mismos también estábamos imbuidos de toda esa cultura. No te olvides que nosotros veníamos de haber nacido de todo un periodo de stanilismo y de habernos educado con todo aquello. Eso, más la clandestinidad, y las dictaduras nos ponían vallas también para que podamos conocer el más allá. Estábamos formados en una clandestinidad que también nos impedía ver.”
También en el ámbito de la cultura se manifestaba una tendencia al “pensamiento único”, no ya como ausencia de debate, sino como imposición de determinadas estéticas.
Basia Kuperman nos habla acerca de las dificultades que enfrentaban los que disentían:
“Bueno, ahí hubo una gran discusión cuando empezó el problema chino. Nosotros pedíamos una explicación porque no entendíamos la diferencia, entonces nos daban material escrito por Agosti. Entonces, hubo un lío bárbaro porque dijimos que no queríamos un pensamiento digerido. Que queríamos ver el material libre. Nos iban a separar. Igual, no estábamos todos dentro, pero nos empezaron a ignorar porque queríamos hablar con Rodolfo Ghioldi, y nunca nos dieron esa entrevista, siempre fue por intermedio de otro. Estábamos con Leonardo Paso. Leonardo Paso parecía un cana.
No me gustó por su actitud. Un día me citó a su consultorio, porque era dentista, para que le dijera quiénes eran los que pensaban en contra. Yo le dije: “Discúlpeme, Leonardo, me parece que se confundió. Porque esto quiero que me lo plantee en una reunión con todos los artistas plásticos. Yo ese papel no lo hago. Además yo también pienso como los demás”.
Stalin después de Stalin
La mayoría de los entrevistados hablan del XVI Congreso como el comienzo de la desestalinización del PCA. Horacio López reconoce las dificultades que tuvo el partido para abandonar esas prácticas:
“Y… de alguna manera transité toda esa juventud en un partido que era ese Partido pre-XVI Congreso. O sea, todos los que allí nos fuimos formando con esa línea que después fue tan cuestionada. Era una línea reformista que caracterizaba a la situación política nacional con un enfoque falso, que presuponía que acá había que terminar de completar la revolución burguesa nacional para luego encarar la etapa del socialismo. Priorizaba las alianzas con la burguesía en función de culminar esa etapa necesaria. Y por eso, de alguna manera, íbamos a la cola, como decía, de otras expresiones políticas de la burguesía nacional. Lo que no quita que ese partido tenía innumerables méritos. Yo rescato muchas cosas. Porque, también, después es fácil hacer leña del árbol caído.”
Ante este cambio en las políticas del PCA, algunos dirigentes, como Eduardo Sigal, Fernando Nadra, Jorge Mosquera y Jorge Pereyra, abandonaron el partido y fundaron líneas disidentes que parecen querer conservar la tradición stalinista. Así lo relata Pompis, de 27 años, clown, ex militante de Partido Comunista Congreso Extraordinario:
“Hasta ese momento mi percepción de lo que era el Partido, era la del centralismo democrático. Lo que yo entendía como centralismo democrático era que los referentes y los responsables de cada una de las células llevaban hasta la célula que estaba más arriba lo que se había consensuado en la célula. Hasta ese momento yo no había sentido el centralismo democrático de arriba hacia abajo, ¿no? Que la dirección política tomara una decisión y que se bajara esa decisión. Bueno. En un momento estábamos en el círculo de sociales, con el referente del círculo de sociales, que era el que estaba en contacto con la dirección de la Juventud. En una discusión de sociales se baja la línea de lo que se iba a hacer en el barrio, y el referente repite exactamente lo mismo que lo que había dicho el compañero de territorial. Entonces yo ahí sentí en la carne, digamos, el verticalismo del Partido, ¿no? El stalinismo, ¿no?”
Abandonar a Stalin
Para la mayoría de los entrevistados, dejar atrás la tradición stalinista fue un trabajo arduo, que comenzó tardíamente, en 1986, con el cambio ideológico y generacional que significó el XVI Congreso, cuando muchos de los viejos dirigentes ya no estaban y la URSS estaba a punto de desaparecer.
Roberto Sokolovsky [7] nos cuenta cómo eran las disidencias entre stalinistas y antiestalinistas durante el XVI Congreso:
“En el XVI Congreso se considera que Patricio Echegaray no representa la ideología marxista-leninista sustentada por Victorio Codovilla, Rodolfo Ghioldi, y el viejo tronco partidario. Y Patricio proclama que rompió la línea partidaria histórica, tradicionalista o llamada “estalinista” peyorativamente también, para dejarla pegada a un sistema bastante repudiado por todos los sectores. El stalinismo como práctica política fue sobradamente repudiado y nadie quiere quedar pegado con el stalinismo. “
Cuando se le pregunta sobre las diferencias entre la vieja y la nueva dirigencia, afirma:
“Y, hubo todo un movimiento que duró un par de años que se llamó… desde afuera lo llamamos “los liquidadores”, porque ese asunto de cerrar los locales, cerrar las células y cortar los vínculos entre dos células, era… marchaba hacia la liquidación del partido como tal, del partido de masas, y lo constituía en un partido elitista, compuesto de un hermoso edificio, una dirección, un periódico que no había demasiado interés en difundir.”
Arturo Lozza mira hacia atrás, en su propia experiencia y en la de su padre, el artista plástico Raúl Lozza, y hace el siguiente balance:
“Sí, existen las tradiciones buenas y las tradiciones malas. Es decir, la buena es la tradición de la organización revolucionaria, que se mantiene en los comunistas. La organización revolucionaria de los comunistas es única y es una tradición que la tenemos del propio nacimiento. Los comunistas desde el año 17, 18, que todo eso lo mantenemos. “
Aquí Arturo Lozza introduce la idea de stalinismo como disciplinamiento:
“Y las malas, ya vienen de la época de la Revolución Rusa. Si Maiakowski se pegó un tiro, se suicidó, es por algo. Porque con la muerte de Lenin, el surgimiento de Stalin, la cerrazón de aquellos años, el disciplinamiento. No el disciplinamiento revolucionario, sino el disciplinamiento sinónimo de obediencia, también es parte de una tradición que todavía no desapareció totalmente. Es decir, somos disciplinados, golpeamos con un solo puño, a veces, muchas veces hay muchísimo debate, pero es parte de esa tradición que se ha hecho cultura desgraciadamente en algunos sectores del Partido Comunista.”
También alude al stalinismo como ausencia de debate:
“Se ha hecho cultura el no pensar, se ha hecho cultura vivir una rutina, el que cada uno tiene su boliche y su militancia estrecha, y son los peligros que lleva la lucha. Es decir, en condiciones tan difíciles como pasamos, cada cual se aferra al tronco que tiene a su lado para no ahogarse. “
También nos habla de la pervivencia de esa tradición:
“Y creés que te tenés que seguir aferrando al tronco cuando lo que tenés adelante es tierra firme y no un océano con 10 000 metros de profundidad. Entonces aferrarse significa frenar todo el proceso de crecimiento, de avance, de búsqueda. Si un Partido Comunista no va a la búsqueda permanente de lo nuevo y del análisis, muere. Espero que nosotros no muramos nunca. “
Por un lado alude al sectarismo como parte de la tradición stalinista. Por el otro, expresa que aquellos que no han querido abandonar al stalinismo, han conservado los rituales y las prácticas, pero han virado hacia la derecha, seguramente en alusión a aquellos que han migrado al alfonsinismo y al menemismo.
“Pero hay una tradición mala también: el sectarismo. Y tenemos otra tradición mala: el oportunismo. Siempre hemos perdido grandes cuadros porque se han ido para la mierda. Se han ido a la derecha, han transado. “
Nuevamente aparece el XVI Congreso como principio de la desestalinización y un intento de terminar con todo lo que la tradición stalinista había dejado como marcas indelebles en los militantes. Así lo expresa Arturo Lozza:
“Para mí el XVI Congreso, más allá de todo lo enunciado, yo lo asocio con esa necesidad de encontrar nuevos caminos y de barrer, o de intentar barrer, todas aquellas concepciones conservadoras, rutinarias, de hacer siempre lo mismo, de no interesarse por encontrar lo nuevo, de no estudiar, y en definitiva, de no pensar con cabeza propia. Pensar con cabeza propia no quiere decir dividir al movimiento popular, hacer otro partido comunista. No, no. Quiere decir aportar a la revolución con lo que vos podés dar con tu propio intelecto, y al mismo tiempo, eso te ayuda a desarrollar tu propia personalidad en función también de un trabajo colectivo, en función de una revolución. Porque con ideas conservadoras jamás vamos a hacer la revolución.”
Conclusiones
Stalin ha muerto, pero sus hábitos permanecen. Disciplinamiento, organización para la obediencia, culto a la personalidad, elementos de una tradición que solemos atribuir al stalinismo pero que podemos encontrar en las más diversas organizaciones políticas. ¿Qué han hecho los comunistas para conservar o abandonar esta tradición?
A partir de1986, luego del XVI Congreso del PCA, el partido comienza una era de desestalinización. Muchas son las razones que influyen en este cambio de postura denominada “el viraje” por los miembros del PCA. Por un lado, puede haber sido producto del recambio generacional. Muchos de los antiguos dirigentes han muerto. También los cambios que ya se están dando en las políticas de la URSS pueden haber motivado este “viraje”. También podemos pensar a partir de las entrevistas, en una toma de conciencia acerca del daño que le habían causado al partido las prácticas de culto a la personalidad, obediencia ciega a los dirigentes, la ausencia de debate y la expulsión de los disidentes, muchos de los cuales se habían convertido en intelectuales de peso dentro de la cultura argentina y por lo tanto, constituyen una pérdida importante ya que su rol de referentes había significado en el pasado que muchos artistas y escritores se sumaran a las filas del PCA. Este “viraje” los lleva a abandonar, al menos en los papeles, las prácticas stalinistas. Sin embargo, podemos ver a través de varias entrevistas, que la tradición sobrevive. En algunos casos, porque eran los valores con los que habían crecido. En otros, el stalinismo es una práctica conciente y una forma de vida. Muchos de los entrevistados cuentan como se han esforzado en abandonar esas prácticas. Otros, los que en varias entrevistas aparecen descriptos como “los stalinistas”, han llevado esa tradición fuera del partido y han reproducido esas prácticas en los lugares que fueron ocupando. Sin embargo, y a pesar de Stalin, de los dirigentes stalinistas y las prácticas que caracterizaron durante más de 50 años a la “vida partidaria” del PCA, otra tradición ha logrado sobrevivir, por debajo del autoritarismo y la falta de debate: los valores y las prácticas de la tradición revolucionaria no han desaparecido.
Graciela Browarnik**
CITAS:
[1] Bronislaw Baczko, Los imaginarios sociales, Buenos Aires, Nueva Visión, 1984, p. 140.
[1] Cuadernos de Cultura, número 11, editorial, abril de 1953, p. 1.
[1] Ídem, p. 11.
[1] Entrevista realizada por Graciela Browarnik y Alexia Massholder.
[1] Entrevista realizada por Graciela Browarnik y Alexia Massholder.
[1] Nadra, Fernando, La religión de los ateos, Buenos Aires, Puntosur, 1989.
[1] Entrevista realizada por Alexia Massholder.
*El presente trabajjo fue publicado en Revista de historia bonaerense, abril 2011, Año XVIII, n° 37. Se reproduce en el sitio de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina por expresa autorización de su autora.
**Graciela Browarnik es historiadora y miembro fundadora de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina.
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