viernes, marzo 29, 2013

“Vaticano Sociedad Anónima”



Según algunos analistas, las denuncias del libro con este título que el periodista italiano Gianluigi Nuzzi publicó no hace mucho, marcaron el principio del fin del papado de Benedicto. Revela con un detalle minucioso la saga de crímenes y negociados del Instituto para las Obras Religiosas (IOR), el piadoso nombre del Banco del Vaticano. La fuente es el archivo del monseñor Renato Dardozzi, de larga trayectoria en el manejo de las finanzas vaticanas. Dardozzi, poco antes de morir, le entregó ese archivo al periodista, en una suerte de exculpación testamentaria.
El IOR, que como su nombre lo indica debía proveer fondos a “obras” de la Iglesia, se transformó en un banco a partir del Tratado de Letrán, firmado con Mussolini en 1929, quien “capitalizó” a la institución con un aporte original de casi cien millones de dólares de la época, en concepto de indemnización por la expropiación de bienes pontificios en ocasión de la proclamación de la unidad de Italia en 1871.
A finales de los años sesenta, Pablo VI convocó al banquero Michel Sindona para que modernizara el Instituto. El hombre no se anduvo con chiquitas: abrió su caja para el lavado de dinero del tráfico de heroína y otros chanchuyos de la familia mafiosa de los Gambino y lo asoció al Banco Ambrosiano de Roberto Calvi. Calvi y Sindona eran miembros de la llamada “Logia P-Due” (Francis Ford Coppola ficcionaliza, en El Padrino, la relación entre los Corleone y la curia romana). Esos mismos fondos financiaron, en 1972, el operativo retorno de Perón. El genocida Massera era también miembro de la P-2.
Según David Yallops, autor del libro En nombre de Dios, el Papa Juan Pablo apareció muerto un mes después de haber sido elegido, en cuanto metió la nariz en los desaguisados del Banco de Dios. A comienzos de los años ochenta, cuando la institución estallaba en una escandalosa bancarrota, el vicepresidente del Banco Ambrosiano, Roberto Rossone, sufrió un intento de asesinato. En el manejo mafioso del banco quedó expuesto su jefe, el obispo norteamericano Paul Marcinkus. El Vaticano le otorgó “inmunidad” para que zafara de los tribunales italianos. En la época apareció “suicidado”, colgado de un puente sobre el Támesis, el jefe del Ambrosiano, Roberto Calvi.
En el IOR sólo pueden abrir cuentas institutos y funcionarios del clero. Las peores porquerías se desarrollaban en cuentas de fundaciones caritativas de la Iglesia. El titular de cada cuenta podía autorizar a cualquier particular a operar en su nombre, sin dejar registro de ellas. Según el investigador John Pollard, autor de El dinero y el ascenso del papado moderno, las finanzas del Vaticano son un incalculable agujero negro. “Cualquiera puede lavar dinero a través del IOR”, concluyó en un artículo reciente el diario italiano La Repubblica.
Benedicto XVI le acaba de entregar a Bergoglio el informe “secreto” sobre el Banco, que habría motivado su renuncia. Esta fue la razón de la reunión de estos infalibles. Se produjo bajo una intensa presión: Ettore Gotti Tedeschi insistió en que daría a conocer su propio archivo si el renunciante no le daba el informe al sucesor. Ettore fue presidente del IOR hasta mayo del año pasado, cuando los desplazó la runfla de Taricisio Bertone, el secretario de Estado del Vaticano. Ettore, quien dijo que también teme ser asesinado, puso su “carpeta” disuasoria en manos de algunos fiscales de la Justicia italiana.
Esta “papa caliente” le quema las manos a Bergoglio. Su biógrafo y amigo, Sergio Rubín, ha admitido que Francesco no decidió aún si dará a conocer lo que ocurre o mandará el asunto a los archivos para que se conozca… dentro de 75 años, cuando deberán ser abiertos según las disposiciones canónicas. Si Francesco no “hunde el bisturí” en el asunto, dice Rubin, “su futuro está hipotecado”. Un vaticanista habría advertido que el obispo argentino Leonardo Sandri, asociado a los capos de la curia de Roma, previno a Francesco contra el intento de abrir algunos de los entresijos del banco, como lo reclaman fiscales de la Justicia italiana. Según la corresponsal de La Nación, las conspiraciones en el Vaticano “ya están en marcha”.
A Bergoglio no le sobra el tiempo. La curia yanqui lo estaría apoyando para desbancar al “partido romano”. Los yanquis quieren ‘evangelizar’ a China, que sería el complemento religioso de la restauración capitalista. El menemista Jorge Castro, columnista de Clarín e intermediario de negocios con China, acaba de recordar los antecedentes “integristas” de Bergoglio, una expresión sustituta de católico-falangismo. También el K Horacio González adjudica a Bergoglio el proyecto de una “nación católica”.
En la bancarrota del Vaticano se cruzan todas las tendencias de la quiebra histórica del capitalismo.

Pablo Rieznik

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