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martes, marzo 12, 2013
Japón, un clamor antinuclear
El 5 de mayo del año pasado, día del niño en Japón, coincidió con el apagón nuclear. Fue una fecha muy especial para Hiroaki Koide, un prestigioso ingeniero nuclear de la Universidad de Kioto y un histórico activista. Ese día se encontraba en Chicago dando una conferencia donde pudo anunciar que todos los reactores en Japón habían parado. “Fue un gran regalo para todos los niños japoneses, los asistentes rompieron en aplausos al conocer la noticia, un gran día”, recuerda Koide sonriente. “Pero el gobierno amenazó semanas más tarde-añade frunciendo el ceño- que si no se retomaba la actividad nuclear habría una crisis energética. No es así. Aunque apaguen todas las centrales nucleares de Japón el suministro energético está garantizado. Lo sabemos por los datos de las estadísticas gubernamentales. El presidente dijo que volvíamos a la producción de energía nuclear por el bien del pueblo japonés. Pero la verdad es que ellos sólo lo hacen en beneficio de TEPCO, la empresa propietaria. Son unos viles cobardes. Los pronucleares son delincuentes, todos tienen que ir a la cárcel, para que cambien de opinión”.
El grave accidente sufrido en la planta de Fukushima el 11 de marzo de 2011, ubicada a 240 kilómetros de Tokio y propiedad de la empresa TEPCO (Tokyo Electric Power), ha dejado marcado al pueblo japones. El terremoto de 9 grados en la escala de richter y el maremoto que generó, con olas de unos 15 metros provocó daños muy graves en tres reactores de la planta, diseñada para maremotos de 5,7 metros. No hubo ninguna muerte directa debido al accidente y las autoridades evacuaron 80.000 personas en un perímetro de 20 kilómetros. El mayor accidente nuclear de la historia, después de Chernobil, provocó el paro de todos los reactores nucleares en Japón y desencadenó numerosas actividades de rechazo a la energía nuclear por parte de la sociedad japonesa. Pero ha sido durante el último medio año, debido a la reactivación de los reactores número 3 y 4 en la planta nuclear de Oi, en la provincia de Fukui, cuando las protestas han adquirido dimensiones que no se recuerdan desde las manifestaciones antiamericanas de los años 60, iniciadas en el 59 contra el Tratado de mutua cooperación y seguridad entre EEUU y Japón, donde 80.000 manifestantes comunistas tomaron las calles y asaltaron el parlamento japonés, provocando la huida del primer ministro. A lo largo y ancho del país han tenido y tienen lugar actos por parte de grupos antinucleares que reivindican el abandono de la energía nuclear e informan de sus peligros. Manifestarse en público ha pasado de ser un acto vergonzoso a ser una muestra de orgullo.
“El gobierno no nos ayuda para nada, vengo a manifestarme pero no escuchan, ni la asamblea, ni el gobierno, ni TEPCO, eso es lo que más coraje me da”, cuenta Yukiko Kameya, que vivía en Futabacho a unos 3 kilómetros de la central de Fukushima. Ella abandonó a toda prisa su casa tres horas después del terremoto y nunca más podrá volver debido a la contaminación radioactiva; tan sólo le ha sido permitido hacer una breve visita a su vivienda seis meses después del accidente. Es una de los muchos japoneses que convocados desde la red, suele venir a manifestarse frente a la sede del gobierno japones contra la puesta en marcha de dos reactores nucleares en Oi. Quedaba así finiquitado el apagón nuclear que apenas duró dos meses; desde el accidente de Fukushima todos los reactores fueron cesando su actividad progresivamente. “Quiero que nos indemnicen por nuestras casas y tierras, así es imposible que podamos iniciar una nueva vida, ahora estamos desorientados, no tenemos nada. Y no nos aseguran nada”, dice Yukiko Kameya. Otro manifestante, Hiro Sakamoto, ondea una bandera donde se puede leer “no more Fukushima”. “ Nos han ignorado tomando ellos solos la decisión de volver a la actividad nuclear”, señala.
Junto a él camina Machiko Koji acompañada de su hijo, que muy irritada dice, “Es imposible entender que hayan puesto en marcha los reactores de Oi, la mayoría del pueblo japones no quería volver a la energía nuclear, pero el gobierno no hace caso de la voluntad del pueblo, no lo puedo creer . Y pienso que en el extranjero tampoco lo entienden, es una vergüenza. El presidente dice que nuestros gritos son simple ruido, a él no le interesa escuchar nuestra opinión”.
“Yo siempre estoy preparada para huir, con el depósito del coche lleno por si ocurre otro accidente nuclear” dice Yayoi Hitomi. Parece una treintañera despistada, pero sin embargo ha cumplido los 50, y a pesar de tener el miedo en el cuerpo ha decidido que debido al menor efecto que tiene la radiactividad sobre las personas de su edad, tiene el deber de quedarse en Fukushima para luchar e informar de lo que ahí pasa. “El gobierno no nos protege, ni nos evacuó aludiendo que no había riesgo para la salud. Después de un mes del accidente elevaron de 1 a 20 microsilvert al año el nivel que puede tolerar el ser humano, para no evacuar a la población y después tenerla que indemnizar. Para el gobierno es más importante el dinero que nuestra salud”
La presión social cada vez es más fuerte. Tan fuerte, que durante el mes de septiembre pasado ha hecho que el gobierno dude en sus decisiones. El 14 de septiembre anunció que acordaba abandonar la energía nuclear en la próxima década de los treinta. La decisión no convencía al movimiento antinuclear por que los plazos de tiempo fijados eran muy largos y por no contemplar el cierre de las plantas donde se procesan los residuos nucleares, como la de Aomori, que incluso recibe material radioactivo del extranjero. No obstante, significaba un gran avance para las pretensiones de los grupos antinucleares. Pero en menos de una semana tras intensas presiones de la industria el gobierno renunció a marcarse como objetivo abandonar las centrales nucleares durante los siguientes años treinta, incluso se mantiene en pie seguir la construcción de dos reactores que están ya empezados. Hecho que generó indignación entre los movimientos antinucleares. Con la intención de apaciguar los ánimos, Jun Azumi, el ex-ministro de Economía, declaró que “el objetivo sigue siendo el mismo pero que necesitan flexibilidad”. Después de Francia y EEUU, Japón con 54 es el país que posee más reactores.
Históricamente al frente de las manifestaciones antinucleares ha estado la ONG Centro Ciudadano de Información Nuclear (CNIC) que carecía de respaldo social. Sin embargo, desde el accidente se han convertido en un importante agente social que articula las acciones del movimiento antinuclear. “El gran cambio en la sociedad japonesa es que hay nueva gente que siente el peligro de las centrales nucleares” señala Hideyuki Ban, codirector de CNIC. “Las explosiones de Fukushima vertieron mucha radiactividad en el medio ambiente causando un daño que perdurará durante muchísimo tiempo. Ban añade que el gobierno está en una gran disyuntiva. “El ejecutivo está estrangulado entre una población cuyo 60 o 70% está en contra de las plantas nucleares, y la comunidad empresarial que quiere mantener la actividad de las centrales. Entre estos dos grupos está viajando los dirigentes del país sin saber a donde ir”. Y con vehemencia -prosigue- “es muy importante enfrentarse a la decisión, es el momento, justo el momento de hacerlo”.
El informe oficial del accidente encargado a una comisión independiente por el Parlamento japonés, concluye que el desastre de Fukushima fue provocado por “el ser humano”, que ocurrió debido a la “ignorancia y arrogancia” de la industria y los reguladores. Hace hincapié en el origen del problema; “sistemas organizativos y regulativos que apoyaron fundamentos incorrectos para las decisiones y acciones, más que problemas relacionados con la competencia de un individuo en concreto”. Con una correcta actuación podría haberse evitado el desastre. Incluso indica que fueron varias las oportunidades que se perdieron para impedir la catástrofe. Uno de los aspectos más destacado que señalan las 641 hojas del informe es que no se puede afirmar con rotundidad que el accidente fue provocado únicamente por el maremoto, hecho que hasta ese momento sólo era cuestionado por activistas antinucleares. El informe dice; “en lo que respecta a la causa directa de la crisis,que no se puede decir de forma definitiva que ninguno de los dispositivos que eran importantes para la seguridad resultaron dañados por el terremoto”, contradiciendo las afirmaciones de TEPCO que culpaban del accidente única y exclusivamente al maremoto eludiendo así las responsabilidades por carecer de una buena previsión contra los temblores sísmicos. Si esto fuera así, serian tres las veces que ha pasado esto en menos de 4 años: la estructura sísmica de la central nuclear Kashiwazaki-Kariwa fue superada por más del doble de la capacidad de su diseño durante un terremoto que tuvo lugar en 2007; en 2011 el 11 de marzo en Fukushima; y el 7 de abril de este mismo año una réplica excedió la estructura sísmica de Onagawa. Hideyuki Ban considera que “el gobierno toma serios riesgos al reanudar la actividad en la planta nuclear de Oi, porque los geólogos señalan que la atraviesa una falla activa”.
Dos años después del accidente nuclear de Fukushima, la sociedad japonesa continua intranquila. Según Hiroaki Koide, tienen motivos para estarlo. “El estado actual de la central de Fukushima no está controlado. “En en el reactor nª1, 2 y 3 hay fusión de núcleo -quiere decir esto que se continúan liberando sustancias radioactivas-, además dentro no sabemos donde está el combustible. Y el nº 4 estaba parado cuando hubo el accidente, el combustible nuclear usado estaba depositado en una piscina. Una réplica del terremoto puede provocar en él un derrumbamiento. Si esto ocurre puede salir 10 veces más material radioactivo que en el accidente anterior”. El ingeniero nuclear también señala que la actividad nuclear no sólo es para producir energía, también para uso militar. “La técnica nuclear siempre va ligada a la militar. El desarrollo nuclear dicen que es para la paz, pero está directamente relacionado con el armamento. La humanidad debe conocerlo, hay que abandonar la actividad nuclear, sino nunca conseguiremos la paz en el mundo”.
Hiroaki Koide está convencido de que la actividad nuclear no es respetuosa con las generaciones futuras, y que hace que los gobiernos no traten a sus ciudadanos con igualdad. “La actividad nuclear es símbolo de discriminación, saben que es muy peligrosa, no instalan las centrales nucleares en zonas urbanas donde hay una gran demanda de energía, lo hacen en zonas pobres y despobladas sacrificando a sus habitantes. Los trabajadores de las centrales nucleares también suelen ser victimas de la zona. Si escogemos la energía nuclear nos condenamos a vivir con los residuos, que son siempre contaminantes y no son compatibles con la vida hasta pasados 1.000.000 años”.
El rechazo a la actividad nuclear ha calado hasta en el parlamento, donde ha nacido Gen patsu zero no kai (Grupo cero energía nuclear), una organización trasversal que aglutina miembros de casi todos los partidos políticos, incluso del Partido Democrático Liberal que actualmente gobiernan el país. La gran diferencia con el resto de grupos antinucleares es que dan un amplio margen de tiempo para el abandono de la actividad nuclear. “Nosotros queremos cerrar los reactores entre finales de 2020 y 2050, otro objetivo es parar el reprocesamiento, y en tercer lugar promover las energía renovables. No creo que fuese necesario reactivar los reactores de la planta de Oi, era un paso innecesario”, cuenta Taro Kono, un parlamentario del Partido Democrático Liberal que pertenece a Genpatsu zero no kai, y que está descontento con la vuelta a la actividad nuclear.
Dentro del movimiento antinuclear han surgido un gran número de nuevas organizaciones en todo el país, adquiriendo mucha popularidad Sayonara genpatsu. Un grupo liderado por el legendario periodista Satoshi Kamata, conocido por sus reportajes de compromiso infiltrándose como trabajador durante los años sesenta en prestigiosas empresas para denunciar las nefastas condiciones laborales que padecían sus trabajadores, por los informes que ha elaborado sobre los 54 reactores nucleares que hay en Japón y por varios libros publicados de temática nuclear denunciando su incompatibilidad con la vida. En un inicio, después del accidente de Fukushima, Satoshi propuso en abril de 2011 a la gente de su entorno más cercano iniciar una llamada para convocar la recogida de 100.000 firmas. Pero fue en Junio del mismo año cuando llamó a varios intelectuales japoneses de gran talla, entre los que destaca el Premio Nobel Kenzaburo Oe, cuando decidieron movilizarse todos juntos por la recogida de 10 millones de firmas. Actualmente han conseguido 8,204,175. Kamata cuenta que “El 19 de septiembre de 2011 reunimos más de 60000 personas, y el 16 de julio de 2012 fueron 170.000 personas en Tokio, y también hubo manifestaciones en muchas ciudades del país. Poco a poco el movimiento va cogiendo más fuerza. Hay que conseguir 10 millones de firmas para que el parlamento cree una ley que prohíba la actividad nuclear. Por eso estamos manifestándonos de muchas maneras, para que el gobierno actúe rápido. Queremos que todas las plantas nucleares de Japón cesen su actividad junto con los reactores de reproducción rápida como el de Monju y las estaciones de reprocesamiento. Estructurando una política energética basada en las renovables”. Respecto a la decisión por parte del gobierno de reiniciar la actividad nuclear achacando la llegada de una crisis energética, Kamata sostiene que “todo es muy parecido a cuando querían empezar a construir las primeras plantas nucleares. “Dijeron que iba a faltar petróleo y energía, así es como engañan históricamente al pueblo japonés. Es una vergüenza que todavía no nos hayamos liberado de la actividad nuclear con lo que hemos sufrido en Hiroshima, Nagashaki, Daigo Fukuryumaru y Fukushima. Alemania, Italia y Suiza han decidido abandonar las nucleares. Ahora es el turno de que Japón diga al mundo que cesa su actividad nuclear”, sentencia.
Lucas Vallecillos
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