Entrevista a Angelo Del Boca, historiador del colonialismo italiano y máximo experto internacional en Libia.
¿Como juzga el secuestro por parte de las milicias armadas del primer ministro libio Ali Zeidan, posteriormente liberado?
Es un choque de poder. Es parte del caos en el cual ha caído Libia tras la guerra de la OTAN, que depuso sangrientamente a Gadafi. El secuestro no me sorprende en absoluto. El año pasado, cuando iba a ser primer ministro Anwar Fekini, figura emergente de la oposición en el exilio (y nieto de Mohammed Fekini, protagonista de la revuelta contra la ocupación italiana), intenté disuadirle. Fue reticente ante mi sugerencia, pero recientemente me dio las gracias diciéndome: “Me has salvado la vida.”
¿Que ha ocurrido en Libia desde la muerte de Gadafi, en octubre de 2011, hasta hoy?
Ha ocurrido un fenómeno de proliferación de las milicias armadas. Según estimaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses son más de 500 y muy temibles. La propia Casa Blanca, que proporcionó aviación a estos insurgentes, se dio cuenta de ello con dolor el 11 de septiembre de 2011 cuando los yihadistas atacaron el consulado de EEUU en Bengasi asesinando al embajador americano Chris Stevens y a otros tres altos funcionarios estadounidenses. Entre las milicias el peso de los yihadistas es muy fuerte. Y después de la reciente captura por parte de las fuerzas especiales americanas del presunto exponente de Al Qaeda, Abu Anas-Al Lybi, muy visible en el movimiento libio, ha saltado la “respuesta” de las milicias más islamistas. Estas le dicen –de modo creíble- a Washington: habéis hecho una detención arbitraria, contra nuestra soberanía. El día anterior Zeidan había desmentido todo apoyo de Trípoli a la operación. Pero el Secretario de Estado estadounidense John Kerry lo desmintió vehementemente poco después, revelando que el gobierno libio había dado su consentimiento. Me gusta recordar un elemento que puede ayudar a entender la complicidad entre milicias y gobierno en Libia. Ali Zeidan, profesor universitario magnificado por todo Occidente, es un hombre extrañamente rico y hace tan solo un mes regaló un millón de dólares a las milicias de Misurata, consideradas las más fuertes y radicales.
¿Se puede decir que la crisis en curso en Libia es también, de alguna manera, una crisis italiana, que apela a nuestras responsabilidades políticas?
Desde luego. Me explicaré mejor. En estos últimos días he intentado repetidamente ponerme en contacto con el presidente Enrico Letta para aconsejarle. Porque Letta ha cometido en este periodo un error muy grave: cuando el presidente estadounidense Obama le pidió, por cercanía e historia, que se implicara aún más en la crisis libia, Letta dijo que Italia estaba dispuesta a ello. ¿Cómo? Volviendo a poner el pie al ejército y a la policía, reconstituyendo las instituciones, y sobre todo, “desarmando a las milicias.” Pero decir que sí a esta “desarmante” y desconcertante petición significaría prepararse de hecho para la tercera invasión militar italiana de Libia. Porque, también según la inteligencia estadounidense, las más de 500 milicias corresponden a alrededor de 30.000 hombres armados hasta los dientes, con cañones y tanques. Un auténtico ejercito aguerrido. Con un incesante y masivo tráfico de armas hacia la desestabilización de áreas decisivas como Siria, Sinaí (Egipto), norte de Mali, Túnez y Argelia. Y, por si fuera poco, hay otras dos cuestiones actuales, incluso más graves, que afectan a Italia. En primer lugar el hecho de que EEUU, frente a la situación libia, ha decidido enviar fuerzas especiales -ya más de 200 marines- a la base de Sigonella. ¿Por qué calla el gobierno Letta-Alfano sobre esta situación? Lo que debería hacer es tomar partido, porque la verdadera intención estadounidense es la apertura de un frente de guerra “cubierta” en Libia. Hay que agradecérselo a los países de la OTAN y a los propios EEUU que, con la guerra del 2011 hayan transformado Libia en la nueva Somalia del 1993-1994, cuando las tropas estadounidenses e italianas abandonaron ese país, tras aquella aventura bélica, que también entonces la despacharon como “humanitaria”. Resumiendo, la Libia que conocimos ya no existe, se ha “somalizado”, con la agravante de que es una “Somalia” al otro lado de las orillas del Mediterráneo. Y sin embargo el presidente Letta quiere volver para llevar a cabo un “desarme”.
Y también está la masacre en Lampedusa...
Sí, porque está el otro acontecimiento dramático de los inmigrantes que huyen de la gran Africa interior, de la miseria, el hambre, de guerras activadas por los intereses occidentales en gigantescos recursos mineros y fuentes de energía. Precisamente hace dos días, en plena sintonía criminal con la masacre de Lampedusa, y con la complicidad del gobierno italiano, el Estado mayor italiano de la Guardia de Finanzas y de la Guardia Nacional de Costas ha firmado “un acuerdo con las autoridades libias” (¿cuáles?) para hacer patrullas conjuntas en los puertos libios. Ante lo cual, cabe preguntarse: ¿con qué milicias, con qué lideres yihadistas hemos firmado este pacto increíble? ¿A quién le hemos prometido dinero italiano para parar militarmente a los desesperados que huyen en patera en el Mediterráneo?
Tommaso di Francesco
Il Manifesto
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