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sábado, octubre 12, 2013
Priebke: Desde Bariloche a Roma y de ahí al infierno
El capitán Erich Priebke, extraditado en 1996, falleció ayer en su casa de Roma, donde estaba bajo arresto domiciliario, cumpliendo una condena a cadena perpetua que le fue impuesta por la Corte Militar de Apelaciones en 1998.
Había cumplido cien años el 29 de julio el asesino de las Fosas Ardeatinas, la matanza de 335 civiles por los SS nazis en 1944, y había logrado evitar pasar sus últimos días en una cárcel italiana. El capitán Erich Priebke había sido arrestado en Bariloche en 1995 y extraditado a Italia para ser juzgado a partir de 1996. Falleció ayer en su casa de Roma, donde estaba bajo arresto domiciliario, cumpliendo una condena a cadena perpetua que le fue impuesta por la Corte Militar de Apelaciones en 1998. En julio se había sentido mal y fue internado en un hospital, para luego volver al departamento donde vivía –facilitado en 2009 por sus amigos nazifascistas de Roma– y de allí no salió nunca más.
Anticipándose a la posibilidad de que sus familiares residentes en Argentina pidan traer los restos de Priebke para que sean enterrado en este país, la Cancillería comunicó en su centa oficial de Twitter que no permitirá su ingreso (ver aparte).
En una entrevista “testamento” que dejó a su abogado para que fuera revelada sólo luego de su muerte, el oficial nazi no se arrepiente de su pasado, al contrario. “He elegido ser yo mismo”, responde a una pregunta sobre si sigue siendo nazi. “La fidelidad al propio pasado es algo que tiene que ver con nuestras convicciones. Se trata de mi modo de ver el mundo, mis ideales. El nacionalsocialismo ha desaparecido con la derrota y hoy, de todas maneras, no tendría ninguna posibilidad de volver a revivir”, dijo. Y más adelante, refiriéndose a los campos de concentración, indicó que “nunca se encontraron cámaras de gas en los campos de concentración, salvo una de ellas construida por los norteamerianos en el campo de Dachau (Alemania). Pero sí había inmensas cocinas que funcionaban para los internados e incluso un prostíbulo para sus exigencias”.
Según Priebke, “no hay testimonios confiables a nivel judicial o histórico sobre las cámaras de gas”. Y agrega como para terminar de poner en duda el tema: “Sé por experiencia personal de mi prisión y la de mis colegas cómo hacían los vencedores para sacarles confesiones en los campos de concentración a los prisioneros”. Y agrega: “He conocido personalmente los lager. La última vez estuve en Mauthausen, en mayo de 1944, para interrogar al hijo de Badoglio (jefe del gobierno italiano en 1943-44), Mario, por orden de Himmler. Di vueltas por el campo durante dos días. Había inmensas cocinas, pero no cámaras de gas. Lamentablemente mucha gente ha muerto en los campos de concentración, pero no por una voluntad asesina. La guerra, las condiciones de vida muy duras, el hambre, la falta de curas adecuadas, estaban a la orden del día, no sólo en los campos sino en toda Alemania, sobre todo a causa de los bombardeos indiscriminados”.
¿Y el Holocausto?, ¿qué fue según Priebke? “Nada más que manipulaciones de las conciencias visto que las nuevas generaciones, comenzando desde la escuela, han sido sometidas a un lavado de cerebro y obsesionadas con historias macabras para limitar la libertad de juicio”, particularmente divulgadas por el cine y la televisión, concluyó.
Descubierto en 1994 por un periodista estadounidense que lo entrevistó de sorpresa en una calle de Bariloche y denunció mundialmente que Priebke era uno de los protagonistas de la masacre romana, el capitán de las SS insistió en aquel reportaje en que no había matado a nadie y que, además, había cumplido órdenes. “En esa época, órdenes eran órdenes”, dijo al periodista estadounidense.
En las Fosas Ardeatinas, poco antes de que los alemanes que habían ocupado Roma empezaran a retirarse hacia el norte por la avanzada de los Aliados, fueron asesinados 335 civiles con un tiro en la nuca. Algunos de ellos estaban presos. Otros eran judíos que esperaban ser llevados a campos de concentración. Pero también cayó gente común, que caminaba por las calles, y hasta algunos muchachos de 14 y 15 años. Las órdenes nazis eran matar a 10 civiles por cada uno de los 33 militares que habían muerto el día anterior en un atentado que la Resistencia había hecho en Via Rasella, una calle de Roma. Pero en vez de matar 333 ellos mataron 335, lo que sirvió muchos años después como pretexto, dado que era un soldado y cumplía órdenes, para que la Justicia lo pudiera incriminar, entre otras cosas, porque no había cumplido las órdenes.
Al concluir la guerra y ayudado, se dice, por el Vaticano, Priebke logró escapar a la Argentina. Estuvo primero en Buenos Aires y luego en Bariloche, donde llegó a ser una figura conocida, sobre todo en la numerosa comunidad alemana. En 1995 fue extraditado a Italia y acusado de haber organizado y participado de la matanza de las Ardeatinas. En Argentina había sido defendido hasta su extradición por el penalista Pedro Bianchi, abogado defensor, también, de otros personajes nefastos como Emilio Massera y Leopoldo Galtieri. En Roma lo fue por varios abogados –ninguno le venía bien– y terminó en manos de uno famosísimo, Carlo Taormina, que de todas maneras no pudo evitar la condena.
Priebke no tendrá ningún funeral en Roma y sería llevado a la Argentina para ser enterrado en Bariloche, junto a su esposa Alicia, fallecida hace algunos años, dijo su abogado italiano Paolo Giachini. Cuando cumplió cien años, en julio, se organizaron manifestaciones en su contra frente a la casa donde vivía. Los manifestantes habían desplegado banderas de Israel, estrellas de David y cartelones alusivos. Uno de ellos decía: “El puede festejar sus cien años, sus víctimas no”. Ese día además fueron leídos los nombres de las 335 víctimas de las Fosas Ardeatinas bajo sus ventanas.
Priebke murió el día en que el papa Francisco recibía en el Vaticano a exponentes de la comunidad judía de Roma. “Ahora sus víctimas lo están esperando en el cielo, con la esperanza de que haya justicia divina”, comentó Riccardo Pacifici, presidente de la comunidad judía de Roma.
Elena Llorente
Desde Roma
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