Una escena que empieza a repetirse: en tiempo de descuento, al borde de llevar a los EE.UU. a un default a causa de alcanzar el techo legalmente permitido de emisión de deuda, demócratas y republicanos llegan a un precario acuerdo que patea hasta el 7 de febrero la discusión sobre el techo de la deuda. Ayer, horas antes de alcanzar la fecha límite señalada por el Tesoro de Estados Unidos, que había informado que a partir de hoy no dispondría de fondos suficientes para afrontar sus obligaciones si no se ampliaba el techo de endeudamiento, el Senado, primero, y la Cámara de Representantes, después, aprobaron una ley que momentáneamente aleja a la administración de Obama del riesgo de un default. El acuerdo también revirtió el “cierre” parcial de la Administración que se había producido desde el 1 de octubre, que suspendió el empleo de casi 800 mil trabajadores por dos semanas como producto de fuertes disputas entre demócratas y republicanos por los sectores a los cuáles recortar fondos. La ley sancionada fondea al gobierno hasta el 15 de enero.
A pesar del acuerdo alcanzado, no dejará de haber duras consecuencias. Como varios analistas han señalado, la parálisis de las últimas dos semanas, y la creciente tensión en la que se llega al acuerdo, deja sus secuelas en una economía con bases muy precarias a causa de los efectos de la crisis iniciada en 2007. El cierre de la administración recortó nada menos que 20 mil millones de dólares en gasto público directo y en actividades relacionadas que van a reducir momentáneamente el crecimiento de la economía. La incertidumbre respecto de la deuda, tuvo como efecto limitar aún más los ya de por sí raleados créditos. Por otra parte, aunque se ganan unos meses para llegar a un acuerdo de fondo sobre estrategia fiscal y de gasto, las dificultades para llegar a esta solución provisional no despiertan optimismo sobre las posibilidades de lograrlo antes del 7 de febrero. Un resultado no menor es que la incertidumbre podría limitar el gasto de los consumidores y la actividad empresarial en un momento clave como el período vacacional de fin de año.
Quienes pagan los mayores costos por el acuerdo logrado son los líderes republicanos ubicados en el “centro”, encabezados por John Boehner. Durante las últimas semanas éstos se negaron a negociar y condujeron al cierre del gobierno, acicateados por la presión de los sectores más recalcitrantes del Partido Republicano, la minoritaria fracción de extrema derecha del Tea Party. Estos buscaban a toda costa imponer un recorte en el plan de salud impulsado por Obama en 2010, conocido como “Obamacare” (que subsidiaba la cobertura de salud para aquellos que no están cubiertos aunque en los marcos del sistema de prestación privada y que empezó a operar el 1 de octubre, el mismo día del cierre del gobierno) así como en otras partidas de gasto como condición para permitir elevar el techo de deuda. Aunque se trata de un sector minoritario dentro del partido, viene ganando peso en los comités locales desplazando a los líderes tildados de “conciliadores”. En los últimos tiempos, la tendencia a acordar con los líderes demócratas fue el argumento esgrimido para desplazar a dirigentes republicanos “centristas” –léase proclives a llegar a un acuerdo que evitara la parálisis política- por otros afines al Tea Party. El temor a un “descabezamiento” generalizado por un acuerdo que fuera visto como sumamente concesivo a Obama, obligó a los sectores de centro a presentar una alternativa sometidos a la doble presión de los sectores de extrema derecha de su partido, por un lado, y los demócratas, por otro. Pero el acuerdo alcanzado no representa grandes concesiones por parte del gobierno de Obama. Sólo concedió en el punto de habilitar una auditoría de ingresos a quienes reciban subsidios para el seguro de salud. Además no se revirtieron los recortes automáticos de gasto público que empezaron a regir en el mes de marzo en distintas áreas (la llamada “sequestration”) y que se profundizarán en enero, que la Administración de Obama viene intentando revertir sin éxito. Estos serán parte de la negociación hasta comienzos de 2014. Fuera de estos puntos, los republicanos aceptaron la reapertura del gobierno y la extensión del techo de la deuda sin buscar imponer más condiciones. Retrocedieron demasiado para pagar el costo de desairar las exigencias de los sectores más extremos, lo que el New York Times definió como una “rendición republicana”, y el Financial Times como un “golpe autoinfligido” de los republicanos. De conjunto, el Partido Republicano sufre una severa caída en las encuestas, y al haber quedado sometido a la presión del Caucus del Tea Party que representa menos del 20% de la bancada, quedó severamente cuestionado en su potencial como partido de gobierno. Aunque en lo inmediato el Tea Party fue derrotado en su posición extrema de llevar a todo el Partido Republicano a pelear por imponer a toda costa el recorte en el plan de salud, la votación marcó la renuencia de un importante sector de republicanos: 18 senadores y 144 representantes se opusieron a la sanción ayer. El senador Ted Cruz, representante del Tea Party, sale de esta crisis ganando aún más ascendencia en las bases republicanas, a pesar de haber finalmente retrocedido de su postura de bloquear el acuerdo. De cara a las negociaciones de los próximos meses, todo sugiere que tenderán a recrudecerse las disputas internas entre los republicanos, incluso con amenaza de rupturas.
Obama aparece como triunfador en la pulseada, habiendo logrado imponer la continuidad del Obamacare. Pero el costo de esta pulseada ha sido agravar a nivel mundial los cuestionamientos al liderazgo norteamericano. China salió en los últimos días a plantear la necesidad de construir un mundo “desamericanizado”, señalando como punto crítico la alta dependencia del dólar (aunque difícilmente podría cualquier país recortar en lo inmediato su excesiva dependencia de esa moneda como reserva). Y la agencia de calificaciones Fitch nuevamente amenazó con bajar la calificación de la deuda norteamericana aún aunque se alcanzara un acuerdo provisional, por la incertidumbre que crea la disputa partidista.
Aunque el acuerdo reabre el gobierno y extiende la posibilidad de endeudamiento, y permitió al gobierno de Obama conseguir por primera vez un amplio triunfo que no dependió de fuertes concesiones de su parte, persiste una dinámica política que seguirá empujando hacia la limitación del gasto público del gobierno federal norteamericano. Los recortes automáticos del gasto siguen vigentes, y está previsto que achiquen el gasto en 19 mil millones de dólares para el presupuesto de este año y de 2014. Y en pocos meses reaparecerán los cimbronazos entre republicanos y demócratas, para negociar la estrategia presupuestaria, que en los términos del debate actual significa dónde y cómo se recorta –o se eleva la recaudación con nuevos impuestos- y no nuevas medidas de impulso a la economía. El crecimiento económico seguirá muy dependiente entonces de la efectividad de las medidas de estímulo monetario que viene llevando a cabo la Reserva Federal, el banco central norteamericano.
Esteban Mercatante
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