domingo, julio 13, 2014

Mika, el POUM y el trotskismo. Una respuesta a Elsa Osorio



La escritora Elsa Osorio ha dejado un comentario en mi blog a propósito de la breve reseña que hice a la publicación en Argentina –por primera vez– de las memorias de Mika Etchebéhère, Mi guerra de España. En su breve comentario, Osorio niega que Mika haya sido trotskista durante la guerra civil española (1936-1939), le niega también ese carácter al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), y aduce que un amigo de Mika, poeta y depositario de sus papeles personales, afirma lo mismo: que Mika no fue trotskista.
Para comenzar a aclarar esta discusión, me parece lo mejor dejar que hable la misma Mika, desde su libro. (Extrañamente, el Diccionario biográfico de la izquierda argentina, Bs. As., Emecé, 2007, adjudica a Hipólito Etchebéhère el carácter de militante trotskista… pero a Mika no. Extraño, ya que ambos se conocieron de muy jóvenes y pasaron por las mismas experiencias vitales y de militancia hasta la muerte de Hipólito, en plena guerra civil.)
Esto relata Mika, cuando ya estaba establecida –luego de la pérdida de su camarada y compañero Hipólito, y tras el episodio del cerco de los franquistas a la Catedral de Sigüenza– como líder militar de fama extendida (debido a que, además de argentina, es mujer), sobre la campaña de calumnias que lanza el estalinismo (el Partido Comunista español, aprovechando la llegada de armas desde la URSS a la necesitada España, junto a agentes de la policía política, la GPU):
“Entre nuestros hombres hay una decena pertenecientes a las Juventudes Socialistas Unificadas, que se incorporaron a nuestra columna al comienzo de la guerra civil, en el tren que nos llevaba a Guadalajara. Los comunistas tienen ahora gran influencia en su organización, pero hasta el presente ellos han combatido a nuestro lado. Esta noche piden hablarme.
–Es para decirte –articula penosamente el delegado– que estamos obligados a irnos de la columna del POUM.
–¿A causa de…?
–A causa del POUM –contesta el delegado–. Parece que el POUM no es una organización revolucionaria. Lo dicen nuestros responsables. El POUM es trotskista, y Trotsky es un contrarrevolucionario enemigo del proletariado que han tenido que echar de la Unión Soviética. Entonces nosotros no podemos quedarnos en la columna del POUM.
Dominando la cólera que comienza a invadirme, trato de convencerlos explicándoles que Trotsky fue el organizador del Ejército Rojo soviético, el compañero de Lenin, el revolucionario más grande del mundo, pero enseguida dejo de hablar, porque leo en sus ojos tercos que lo que quieren es irse cuanto antes.
Este incidente demuestra que ya ha comenzado una campaña contra el POUM, una campaña taimada, sorda todavía. Está lejos aquel día de julio en que la Pasionaria dijo a Hippo que todos estábamos empeñados en el mismo combate, los trotskistas como los otros. Con los tanques y las ametralladoras rusas llegan los métodos estalinistas, la máquina de triturar que está liquidando a la vieja guardia bolchevique en la URSS.
Mirando de frente al grupo de hombres mudos y visiblemente incómodos, le digo que si es su voluntad pueden irse.
–Pero hemos decidido llevarte con nosotros. Nuestros responsables están de acuerdo, y la comandancia de milicias también. Tendrías el mismo grado y hasta más, porque te lo mereces.
¿Qué decir a estos pobres muchachos cuya ignorancia política raya en la inocencia?
–Pero yo soy trotskista.” (pp. 171-172 de la edición de la española Plaza y Janés, de 1987)
Dice Mika más adelante:
“[…] volveré a mis extremeños que aceptaron voluntariamente seguir defendiendo la ciudad sitiada. Son hombres rudos, herméticos, orgullosos y doloridos, difíciles de tratar en las horas de calma, obedientes, serenos y valerosos en el combate. Sumarles los milicianos de ‘Artes Blancas’ sería un error porque habría una incompatibilidad total, sin contar las posibles fricciones políticas por pertenecer la mayoría de los nuestros al POUM, una organización que los comunistas se disponen a poner en el banquillo. Ya se fue de nuestras filas un grupo de la JSU por imposición de su partido, a causa de nuestra filiación trotskista. Sería lamentable que un incidente de este tipo ser produjera en el frente. Mejor no correr el riesgo.” (p. 217)
Y esto dijo –según relata Mika, sin corregir ni negar nada– Adalberto Miranda sobre la situación que creó el estalinismo con(tra) el POUM:
“[…] los que tienen la sartén por el mango son los comunistas gracias a las armas que vienen de la Unión Soviética. ¿Qué somos nosotros? Cuatro gatos que se han batido el cobre desde el primer día de la guerra civil. La historia no dirá nada de nosotros, porque somos del POUM, trotskistas. No dirá que en proporción al puñado que somos, tenemos más bajas en combate que cualquier unidad comunista. Esto tampoco lo dirá nadie, porque somos los leprosos, los traidores…”. (p. 219)
Podríamos agregar varias citas más, pero creo que estas ya ilustran claramente cuál fue la identidad política que adoptó Mika Etchebéhère: trotskista.
Por supuesto que, tal como señala Osorio, no todo grupo político anti-estalinista era, solo por oponerse a la burocracia totalitaria de la URSS, trotskista. No.
Pero también es cierto que una gran cantidad de organizaciones, agrupamientos y personalidades tuvieron diversos tipos (y períodos) de afinidad y simpatías con Trotsky, con su personalidad y sus ideas. Los centenares de artículos, folletos y cartas que dejó el revolucionario ruso –muchas veces en crítica y polémica–, reunidos en los Escritos 1929-1940, demuestran el valor político que tenían Trotsky y su corriente, la Oposición de Izquierda (luego IV Internacional) ante la lucha que libraban estos contra el estalinismo, en la URSS y en el mundo.
A fines de 1937 esto señalaba Trotsky en un artículo sobre el accionar estalinista, en España y el mundo:
“En España, el P.O.U.M., que mantiene una implacable lucha contra la IVª Internacional, ha sido calificado de «trotskysta». Después del P.O.U.M., le ha llegado el turno a los anarcosindicalistas, e incluso a los socialistas de izquierda.
Actualmente se califica de «trotskystas» incluso a gentes que sólo se han limitado a protestar contra la represión emprendida contra los anarquistas. El número de fusilamientos y de crímenes aumenta a un ritmo acelerado. Bien es verdad que ciertos detalles escandalosos pueden achacarse al excesivo celo de ciertos agentes, pero, en su conjunto, el trabajo está estrechamente centralizado y dirigido por un plan elaborado en el Kremlin. El pasado 21 de abril tuvo lugar en París un pleno extraordinario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Las sesiones fueron estrictamente secretas. A la prensa internacional no se filtró sino un breve comunicado que indicaba que los trabajos se habían dedicado a la lucha contra el «trotskysmo». Stalin había enviado directamente las instrucciones desde Moscú.
No se han publicado ni los debates ni las decisiones. Según los testimonios que hemos recogido, y según los acontecimientos posteriores, es evidente que este pleno era en realidad un congreso de los responsables internacionales de la G.P.U. y que su tarea consistía en la preparación de una campaña de calumnias, de denuncias y de asesinatos contra los adversarios del estalinismo en el movimiento obrero mundial.”
En el caso del POUM, si bien este no fue trotskista, surgió de la fusión de la Oposición de Izquierda Española/Izquierda Comunista Española, trotskista –de Nin, Andrade y Gorkín–, con el Bloque Obrero y Campesino –de Maurín–. Incluso Trotsky, además de mantener durante años una relación política con Nin, aseguraba que en el POUM, especialmente, había cantidad de seguidores y simpatizantes del trotskismo. (Es bien conocido que, en el proceso de radicalización español, la juventud del Partido Socialista, sensible –como toda juventud impactada por la lucha de clases– a los grandes cambios políticos, desfilaba en las calles llevando retratos de Trotsky. Éste, que buscaba fortalecer una corriente política para mejor luchar contra el estalinismo, propuso una táctica de entrismo.) Con el correr de los años, y con la derrota del proceso español, Trotsky será durísimo –al mismo tiempo teniendo un lamento respetuoso y principista ante el asesinato por parte del estalinismo de Nin– en el balance que haga de la actuación del POUM y su decisión de ceder al estalinismo y al Frente Popular (el mismo Nin llegó a entrar como ministro al gobierno del Frente Popular). Entonces, la afirmación de Osorio debemos relativizarla o, mejor dicho, completarla: el POUM no fue trotskista, y sí un partido de carácter centrista –oscilante entre posiciones reformistas y revolucionarias–, con un origen trotskista (todo un sector fundante del POUM, proveniente de la Oposición de Izquierda).
Como lo demuestran las citas de Mika, y las de otros militantes del POUM que hay en Mi guerra de España, los poumistas se asumían no solo como anti-estalinistas, sino como trotskistas… pese a que su dirección haya tenido una política diferente a la que sostenía el mismo Trotsky.
¿Y esto es raro? Se puede decir que no, si observamos que hasta la misma Mika –lamentablemente– diferenciaba y hasta separaba (demasiado) como “dos mundos” el plano militar (el combate día a día, semana a semana –“hay que vivir al día”, era un dicho además de realista, habitual–) del político. Esto dice Mika –y no es la única afirmación que hace en este sentido–, cuando comenta uno de sus encuentros con sus amigos franceses Marguerite y Alfred Rosmer, un matrimonio de origen anarco-sindicalista… militantes de la Oposición de Izquierda y amigo del matrimonio Trotsky:
“Ya sé que Alfred me reprochará el no estar bien enterada de las presiones políticas que están iniciando los comunistas a cuenta de la ayuda soviética. Pero trataré de explicarle cómo, hasta aquí, en el frente, al menos donde yo estaba desde el comienzo, la política no era nuestra preocupación mayor.” (p. 122)
Más allá de esto –de ciertos límites políticos–, Mika tenía, como “estrategia” para el proceso español… una que la emparentaba con Trotsky: que se desarrollen las juntas obreras y campesinas como órganos de autogobierno de las masas en lucha. (Por ejemplo, le pregunta a Mika un joven periodista “¿Tú crees verdaderamente que, de haber destituido al Gobierno republicando, instalando en su lugar una junta revolucionaria, digamos, a estas horas se habría ganado la guerra?”. Y ella responde: “No sé si se habría ganado, pero sí cambiado el curso con toda seguridad. De no haber frenado el Gobierno ese empuje revolucionario que reconquistó el Cuartel de la Montaña, rescató tantos pueblos y ciudades, inició la defensa de Madrid cuando el gobierno salió huyendo a Valencia, las milicias hubiesen ganado más territorio y habrían conservado ciudades que se perdieron a causa de las dilaciones impuestas por el Gobierno.”) Lamentablemente, las comillas en “estrategia” están para significar que, en España, faltaba algo muy importante –y que para Trotsky era fundamental, y que Mika parece, al menos en su libro de memorias, subestimar–: un partido revolucionario, una organización que adoptara, justamente, un programa y una estrategia de poder basado en las juntas y milicias obreras y campesinas, y que se opusiera al desarme de las mismas que terminó imponiendo el gobierno del Frente Popular, freno al proceso revolucionario –y que permitió la posterior embestida de Franco y su dictadura, que se mantuvo por décadas–.
Y al mismo tiempo, en esta ¿sutil? diferencia, Mika “deja de ser trotskista” y se acerca más a alguna clase de “anarquismo” o posición “libertaria”, al exaltar el proceso de masas y sus luchas, sin ver que también actúan sobre éstas los partidos, sus programas y estrategias. Y que sin un partido revolucionario, trotskista, el proceso sería conducido por otros partidos y organizaciones… como efectivamente ocurrió en la España revolucionaria. Las masas dieron todo de sí, lo que faltó fue una dirección revolucionaria.
Para finalizar: un dato más para Elsa Osorio, tomado del apéndice biográfico de la edición argentina de Mi guerra de España (Bs. As., Eudeba, 2014). Allí se cuenta que, décadas más tarde, Mika, tras haber participado de las barricadas del Mayo francés –ya sexagenaria– y en vísperas de publicar sus memorias, se afiliará a un nuevo partido, nacido hace poco: la Liga Comunista Revolucionaria (LCR). ¿Su carácter? Una organización trotskista.

Demian Paredes

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