miércoles, octubre 29, 2014

Gobiernos “progresistas”: entre el mercado, el Estado y la calle



Los triunfos electorales de los llamados Gobiernos “progresistas” se dan en el marco del agotamiento del ciclo que impone agendas “promercado”. El retorno a las luchas sociales y la relación de fuerzas condicionan su futuro político.

Los Gobiernos del Cono Sur latinoamericano parecen inclinarse hacia un moderado centro. Tomando en cuenta la historia de la última década, esto significa un evidente giro a la derecha. Con sus particularidades nacionales, los ciclos de Uruguay, Brasil y Argentina (y, hasta cierto punto, antes Bolivia) viven presentes similares. El extraordinario viento de cola de la economía mundial ya no parece favorecer a la región con la misma intensidad que en los últimos diez años, aunque tampoco la situación derive, por ahora, en crisis catastróficas. Allí se encuentra la base para las transiciones relativamente “ordenadas” que se están sucediendo en los países sudamericanos.
Esto no significa que las tendencias al agotamiento no tengan expresiones contundentes. En Brasil fueron las multitudinarias jornadas de junio de 2013 las que marcaron un antes y un después en la historia de la lucha social en el país-continente, seguidas por una oleada de huelgas obreras. La peor elección del Partido de Trabajadores en sus doce años de Gobierno estuvo signada por esa irrupción que dejó la calle en la superestructura de la política. En Chile, el movimiento estudiantil, que viene actuando como “caja de resonancia” del malestar de todas las clases, también impone la agenda al segundo mandato de Bachelet. Del mismo modo en el país vecino hay un resurgir de la movilización y de la actividad sindical, incluso con tendencias similares a lo que en nuestro país se conoce como “sindicalismo de base”. En la Argentina, si bien se vive una coyuntura de cierto quietismo impuesto a nivel de movilizaciones de masas (no así de luchas intensas de vanguardia, como la emblemática Lear), los últimos años estuvieron cruzados por el enfrentamiento del movimiento obrero con el Gobierno, relativamente contenido por las dirigencias sindicales.
Esta realidad pone en cuestión la descripción un tanto esquemática que hace José Natanson de las diferentes dinámicas -tanto sociales como políticas- que caracterizan a Brasil, Chile y Argentina. Afirma el director de Le Monde Diplomatique (Edición Cono Sur) en un artículo de la Revista Ñ: “Podríamos decirlo así: si en la Argentina el liderazgo de los procesos históricos ha descansado desde el comienzo en la sociedad, dotada de una fuerte aspiración de movilidad ascendente y un espíritu reclamante de una vitalidad asombrosa, y si en Chile el que manda, al menos desde el golpe de Pinochet, es el mercado, caben pocas dudas de que el principal orientador histórico de Brasil es el Estado”.
Si esta afirmación -sin negar su aspecto de verdad- es cuestionable para un país como Brasil, que dio nacimiento desde las entrañas de la “sociedad” a movimientos como el MST (Movimiento Sin Tierra) o al mismo Partido de Trabajadores, luego de la última década de crecimiento económico y de Gobiernos de contención las aspiraciones de la “sociedad” (o, dicho en términos marxistas, de las clases sociales) están muy por arriba de lo que los Gobiernos “progresistas” son capaces de conceder en la actualidad. En estas condiciones y en este momento de la subjetividad se impuso el límite a las variantes más abiertamente derechistas, como Aécio Neves en Brasil o Lacalle Pou en Uruguay.
También subieron las aspiraciones del “mercado” ante las tendencias a la crisis económica en la región. El caluroso recibimiento al triunfo de Dilma Rousseff por parte de la Bolsa de San Pablo, en una especie de “vandorismo financiero”; demuestra que, pese a no haber consagrado al candidato que consideraban más “orgánico” y 100 % del palo, igualmente están dispuestos a imponer su agenda. El primer discurso de la reelegida presidenta brasileña confirmó que se prepara para recibirlos con los brazos y el corazón abiertos, pese a que le hablaron salvajemente con el bolsillo. Precisamente, como la táctica es “golpear para negociar”, el segundo día poselecciones, y con “la expectativa de que el Gobierno anuncie nombres más alineados con el mercado” para el Ministerio de Economía, el índice Bovespa (Bolsa de Valores de San Pablo) se recuperó a los niveles prebalotaje.
En la Argentina, ese camino a la “apertura” del Estado hacia el mercado y a un nuevo ciclo de endeudamiento fue iniciado por Cristina Fernández y trabado por los buitres. Scioli aparece, dentro de la coalición oficial, como lo más parecido a la continuidad. Parafraseando a Gramsci, la expresión en nuestro país del momento del “ya no más” de los Gobiernos “progresistas” (por lo menos en los términos en los que se los conoció hasta ahora) y “el todavía no” de alternativas claras por derecha o izquierda tiene como consecuencia un “fenómeno aberrante”. La aberración criolla se llama Scioli, hablando contra la derecha, los buitres, y hasta por la defensa de la “Patria Grande”. Con La Cámpora haciendo de comparsa del nuevo “sciolismo para la liberación”.
Con diferentes estilos y adecuados a sus realidades nacionales, los Gobiernos “progresistas” reelegidos (o todavía en el poder) se proponen, luego de derrotar a la derecha en las urnas, terminar de liquidarla con un método muy particular: tomando una parte importante de su agenda.
La contradicción que enfrentan hacia el futuro es que, luego de una década de experiencia política, de recomposición social y de retorno de la lucha de clases, entre el mercado y el Estado está la calle, con una renovada aspiración y una asombrosa vitalidad.

Fernando Rosso

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