jueves, abril 02, 2015

El movimiento obrero alemán está de luto: Bárbara Emme ha muerto



“Emmely”, como le llamaban sus amigos y colegas, ha fallecido el 16 de marzo de un problema en el corazón. Una noticia inesperada para los trabajadores que encontraron en la moral de clase de Emmely inspiración y fuerza para luchar contra la patronal y el Estado, por mejores condiciones laborales.

“Quien ha dejado de luchar, ya ha perdido” (Wer aufgehört hat zu kämpfen, hat schon verloren), Bárbara Emme, 1958-2015

En 2008, una “simple” cajera de la cadena de supermercados Kaiser´s era despedida de forma unilateral después de haber trabajado por 15 años. La razón: la patronal la acusaba de haber cobrado dos tickets de rembolso por depósito de envases (Pfandbons), supuestamente olvidados por clientes y con un valor de 1,30 euros cada uno. Pero con lo que no contaban es que esta “simple” cajera daría una pelea férrea que todos daban por perdida. Después de dos años y medio de una incansable lucha, Emmely no solo logro su reinstalación, sino torcerle la mano a la Justicia alemana, dar una lección de moral de clase a la rancia burocracia sindical y a los abogados que nunca entendieron la terquedad de la cajera pero, sobre todo, otorgó confianza e inspiración a miles de trabajadoras y trabajadores de todo el país que siguieron su caso con admiración y solidaridad.

Una hija de la anexión y el “maravilloso” mercado laboral alemán

Emmely fue una ossi, como despectivamente se les llamaba a quienes vivieron en la ex República Democrática Alemana. Fue en Berlín en 1977 donde inició su oficio en el área de servicios y ventas, en la cadena de abastecimiento HO (Handelsorganisation, la organización de abastecimiento estatal más grande de la RDA). Con la anexión y la subsiguiente expansión del capital alemán occidental, HO fue comprado por Kaisser´s Tengelmann y con ello una parte de sus trabajadores, entre ellos, Emmely.
El “reino de la libertad de mercado” había llegado y con ello el doloroso y dramático proceso de integración, a una sociedad y un mundo laboral que ofrecía un sueño de progreso, solo alcanzable bajo los estándares de calificación occidentales. Nacía una clase obrera de segunda, no calificada y disponible para la precarización y flexibilización laboral.
Como muchos ossis, Emmely logró incorporarse a la nueva realidad y mantener con dignidad un trabajo como cajera, hasta que quisieron arrebatárselo.

Ni social, ni justo, el Estado alemán

Quizás como ningún otro, la reconstrucción del Estado alemán después de la Segunda Guerra Mundial fue muy costoso económicamente, y también políticamente para la clase dominante. La cantidad de concesiones que tuvieron que otorgar a las masas en plena competencia con la Europa del Este y para evitar cualquier tipo de inestabilidad, lograron su cometido. Cooptaron política, ideológica y culturalmente a un movimiento obrero golpeado y desorganizado, a una población de conjunto traumatizada y sedienta de “justicia”. Todo esto explica sucintamente el origen del apego casi ciego de la mayoría de los alemanes por las “leyes y el orden”, pero sobre todo por el estado y sus instituciones.
Por ello, el caso de Emmely fue y es emblemático, pues rompió con estos paradigmas y demostró para quien están hechas las leyes, sacando a relucir su sello de clase. Emmely nunca se cansaba de denunciar la injusticia de su situación y pelear en contra de los de arriba, contraponiendo su propia situación como una de las de abajo. Para muchos ingenuos, sobre todo las viejas generaciones que se aferran a sostener el Estado alemán como el más “democrático y justo”, llámense conservadores, liberales o socialdemócratas, la resolución de los Tribunales Federales fue un síntoma de la buena salud de las instituciones. Lo que no entienden y no entenderán, es que fue gracias a la ubicación de clase de Emmely, a su moral de acero, que logró generar mucha solidaridad, rompiendo el orden y la dinámica de los juzgados para imponerles con ello una resolución a favor de los de abajo.
Después del fallo a su favor en 2010 regresó con la dignidad en alto a su antiguo puesto, sin dejar de luchar y solidarizarse con otras luchas, con otros colegas. Fue coautora de dos libros y dio charlas en varias partes del mundo. Recién en el 2014 había sido elegida por sus colegas para ser delegada de la comisión interna. En un país con una burocracia sindical como la alemana, Emmely pudo haber sido cooptada por el aparato de Ver.di (Vereinte Dienstleistungsgewerkschaft, en español: sindicato unido de servicios), sindicato al que perteneció, pero prefirió mantenerse en su puesto de trabajo, entre sus colegas.

Reconstruyendo una tradición del poderoso movimiento obrero alemán

Los años de tranquilidad para la burguesía alemana y la burocracia sindical están por terminar. El crecimiento de la pobreza, el largo estancamiento de los salarios y un mercado laboral cada vez más precarizado, provocan la necesidad de salir a luchar. Paralelo a las huelgas tradicionales donde la burocracia sale a recordarnos su rol traidor, se vienen escenificando luchas que salen de lo tradicional, sobre todo de los sectores más golpeados por las reformas neoliberales. Como la actual lucha en Amazon.
A pesar de que Emmely fue un caso “individual”, mostróen pequeño lo que la clase obrera puede hacer si sale a luchar con determinación por sus intereses, en contra de la justicia de los de arriba y de sus políticos, solo confiando en la solidaridad de clase.
El mejor homenaje para Emmely, como también para el argentino Leo Norniella y muchos otros obreros que no están más entre nosotros, es luchar porque su legado marque a las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras que salen a la calle y luchan por un futuro de los de abajo.

Janos Bergmann
Berlín

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