miércoles, enero 27, 2016

Hubo una vez…La Asociación de Amigos de la Unión Soviética



Desde la revolución de Octubre de 19179, las oleadas de simpatía o de rechazo de la Rusia soviética conforman una historia en sí misma. Durante el curso del proceso revolucionario iniciado el 8 de marzo (la llamada revolución de febrero), hasta la toma del Palacio de Invierno, no se da ninguna posición establecida entre los corresponsales de prensa que informan por lo general siguiendo sus propios criterios. No será hasta la guerra civil (1919-1921), que la prensa comienza una campaña de denigración sistemática que fue rechazada tanto por socialistas y anarquistas, entusiasmados ante una revolución que parece confirmar los propósitos por el que fueron creadas desde el seno de la AIT.
Este apoyo es extensible a muchos artistas e intelectuales, por ejemplo, José Luis Borges y Manuel Machado escribieron poemas de exaltación en el momento.
Esta “moda denigratoria” tendrá un efecto muy profundo entre los trabajadores que, con muy buen criterio, no creen “lo que dicen los periódicos”. Entre otras cosas porque no es muy diferente a lo que ya decían sobre ellos, sus organizaciones y sus luchas. Este criterio se mantendrá vivo por lo menos hasta 1968, sí bien oscila según las coyunturas. Así, el entusiasmo de 1917-1920 dará lugar a un distanciamiento derivado de las imágenes de extrema miseria –la joven República se ve obligada a llamar a las entidades humanitarias para paliar una impresionante hambruna. Aquel mundo en el que geográficamente cabían los EEUU y Europa juntos, era también el país más atrasado social, cultural y económicamente de Europa. De hecho, Octubre se había justificado como la ruptura del eslabón más débil de la cadena imperialista, se había brindado como un “prólogo” de la una revolución internacional que pareció posible en Europa entre 1918 y 1923, sobre todo en Alemania (y Austria). La derrota de estas tentativas está en el origen del fascismo en Italia y del nazismo en Alemania.
La victoria del Ejército Rojo sobre la coalición internacional que sostenía el deshecho ejército blanco, fue acompañada por la destrucción del tejido social e industrial del país que quedó literalmente al borde del abismo. Nada de lo que sucedió después puede explicarse in tener en cuenta esta situación extrema a la que hay que añadirle una suma de factores más: el sacrificio de la clase obrera de 1917 (por ejemplo, los marineros de Kronstad de 1921 ya no son los de 1917, no queda nada de entonces), la desintegración de los soviet, cuando baja la oleada revolucionaria se hace notar cada vez más el atraso cultural del pueblo y el peso de la cultura burocrática zarista tradicional…Obviamente, las medidas autoritarias justificadas para ganar la guerra también fueron determinantes. Fue en este contexto en el que realizan sus respectivos viajes Ángel Pestaña y Fernando de los Ríos. Ambos comprueban sobre el terreno que aquella no era la revolución que esperaban. Una revolución que el primero entendía como la consagración de la autogestión libertaria, y el segundo como la culminación de las libertades logradas en los países que ya habían llevado a cabo sus propias revoluciones.
A lo largo de los años veinte, la atracción por la Rusia soviética pasa a segundo plano, sin embargo, no fue hasta después de la huelga general británica de 1926-1927 que el Imperio desecha la intervención como su principal hipótesis. Lo que queda es una suerte de “empate”, la revolución se mantiene al tiempo que se desarrolla un Termidor que, tras la muerte de Lenin, será liderada por la fracción más representativo del aparato. Es en este cuadrito donde emerge la figura de un oscuro funcionario al que nadie conocía antes, Stalin. Éste le da la vuelta a los criterios de Octubre y hace que la defensa de la URSS se erige como la tarea principal del internacionalismo. Un criterio que aplica en 1927 en Gran Bretaña y en la revolución china…En 1933, la historia parecía detenida en la URSS, pero a partir de entonces todo cambiara. Stalin que había visto peligrar su liderazgo por la creación de una oposición en su propia fracción (Serguei Kirov), y había reaccionado tomando como ejemplo lo que Hitler había hecho en la “noche de los cuchillos largos” con Ernst Röhm y las SA.
Comenzaba una fase extrema de una contrarrevolución dentro de la revolución. Al mismo tiempo, la Stalin ponía en marcha un plan de propaganda que se apoyaba en el desconocimiento generalizado de lo que realmente sucedía en la URSS, de otro, en lo que mucha gente quería o necesitaba ver en una coyuntura marcada por la gran depresión, el auges de los fascismos, más el cinismo de liberales-socialdemócratas. Es en este contexto donde surgen y y conocen una expansión las asociaciones de “Los Amigos de la URSS”, todo ellos hombres, muchos de ellos ilustres, comunistas, criptocomunistas, liberales y conservadores como resulta evidente en el listado de los primeros firmantes de de la sección española. Una asociación en principio abierta y progresista que cambiará en los años que sigue. Unos mantendrán su independencia, otros giraran hacia la derecha y una parte justificará “los procesos de Moscú”.
Reproducimos el texto del Manifiesto y la lista de apoyos subrayando en negrita algunos de los nombres más significados que lo firmaron.

Pepe Gutiérrez Alvarez

Manifiesto de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética

Madrid, 11 de febrero de 1933

Quince años tiene ya de existencia la República obrera rusa. Durante ellos, con esfuerzos inauditos, se ha venido levantando en aquel inmenso territorio el acontecimiento económico y social más formidable del mundo moderno. Este acontecimiento crea en todos los países un ambiente más o menos difuso, pero manifiesto de curiosidad, de simpatía y de expectación. De él participan todos los hombres atentos a los problemas del presente y a las perspectivas del porvenir, los intelectuales y los técnicos, las grandes masas trabajadoras. Todo el mundo ansía saber la verdad de lo que pasa en aquel país en construcción. Sobre esta gran página de la Historia humana se exacerban las pasiones políticas. Hasta hoy, en nuestro país no se había intentado todavía un esfuerzo serio para situarse ante estos hechos con plenas garantías de veracidad.
En casi todos los países del mundo (Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Japón, etc.) funcionan ya Asociaciones de Amigos de la Unión Soviética, cuyo cometido es poner claridad en el tumulto de las opiniones contradictorias, pasionales, y no pocas veces interesadas, sobre la URSS. España no podía seguir manteniéndose aislada de este gran movimiento internacional. Era necesario recoger todo ese ambiente difuso de curiosidad y de simpatía hacia la Unión Soviética, organizarlo y darle una base de documentación seria y actual; estudiar y exponer a la luz del día, sin ocultar ni desfigurar nada, los éxitos, las dificultades, los problemas de esta magnifica experiencia que supone para el mundo la construcción de una sociedad nueva. La Asociación de Amigos de la Unión Soviética, situándose por entero al margen de los partidos y por encima de las tendencias y formaciones políticas, aspira a reunir a cuantos creen que el mundo no puede colocarse hoy de espaldas a lo que pasa en Rusia. Nuestra Asociación no tendrá más programa ni más bandera que decir y ayudar a conocer la verdad sobre la URSS, combatiendo con las armas de la verdad la mentira, la calumnia y la deformación.
Para conseguirlo, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética organizará en toda España conferencias, documentales sobre la URSS, proyecciones de películas de tipo informativo, exposiciones con gráficos, fotografías, etc.; publicará libros y materiales estadísticos; dará a conocer las conquistas y los problemas del socialismo en la Unión Soviética; organizará delegaciones obreras a aquel país; facilitará la organización de viajes de estudios; editará una revista ilustrada de actualidad consagrada a la vida en la URSS; organizará sesiones de radio para recibir las emisiones soviéticas de conciertos y conferencias informativas en español; encauzará el intercambio de correspondencia y de relaciones entre obreros, técnicos e intelectuales de ambos países, etc.
Para el desarrollo eficaz de todas estas actividades nuestra Asociación necesita contar en toda España con la adhesión individual o colectiva de representantes de todas las clases y de todas las tendencias políticas. No se trata de crear un grupo más, sino de recoger un amplio movimiento de opinión, carente hasta hoy de órgano adecuado y de plasmar el anhelo de miles y miles de españoles que no pueden considerar ajena a sus preocupaciones humanas ni a los destinos del mundo la lucha por la sociedad nueva que ciento cincuenta millones de hombres están librando en el país de los Soviets.

Luis Lacasa, arquitecto. R. Díaz Sarasola, médico. José María Dorronsoro, ingeniero. Diego Hidalgo, notario. Roberto Novoa Santos, médico. Gregorio Marañón, médico. Eduardo Ortega y Gasset, abogado. Pío Baroja, escritor.Eduardo Barriobero, abogado. Luis Jiménez Asúa, catedrático. Victoria Kent, abogado. Ramón J. Sender, periodista. Felipe Sánchez Román, catedrático. Jacinto Benavente, escritor. Victorio Macho, escultor. Juan Madinaveitia, médico. José Maluquer, ingeniero. Ramón del Valle Inclán,escritor. M. Rodríguez Suárez, arquitecto. Juan Negrín, catedrático. Augusto Barcia, abogado. M. Sánchez Roca, periodista. Luis de Tapia, escritor. Roberto Castrovido, periodista. Teófilo Hernando, catedrático. José María López Mezquita, pintor. Marcelino Pascua, médico. J. Planell, médico.Ángel Garma, médico. Eduardo Ugarte, escritor. Santiago E. de la Mora, arquitecto. Pedro de Repide, escritor. Manuel Machado, escritor. Luis Blanco Soler, arquitecto. Regino Sáinz de la Maza, músico. Fernando García Mercadal, arquitecto. Concha Espina, escritora. Manuel Aníbal Álvarez, arquitecto. Carmen Monné de Baroja. Fernando Cárdenas, ingeniero. Luis Bagaría, dibujante. J. Díaz Fernández, escritor. Joaquín Vaamonde, arquitecto. Luis Calandre, médico. José Antonio Balbontín, abogado. María Martínez Sierra, publicista. Ricardo Baroja, pintor. Adolfo Vázquez Humasqué, ingeniero. Pilar Coello. Fernando de Castro, médico. Federico García Lorca, escritor. Carlos Montilla, ingeniero. Juan Cristóbal, escultor. Cristóbal de Castro, publicista. Secundino Zuazo, arquitecto. Enrique Balenchana, ingeniero. María Rodríguez, viuda de Galán. Juan de la Encina, crítico de arte. Timoteo Pérez Rubio, pintor. Javier Zorrilla, ingeniero. Carolina Carabias, viuda de García Hernández. José Capuz, escultor. Julián Zugazagoitia, periodista. Luis Salinas, abogado. Félix Gordón Ordás, veterinario. Clara Campoamor, abogado. Pío del Río Hortega, histólogo. Isaac Costero, catedrático. Rafael Salazar Alonso, abogado. L. Vázquez López, médico. Luis Bello, periodista. Wenceslao Roces, catedrático. J. Sánchez Covisa, catedrático. Cristóbal Ruiz, pintor. Víctor Masriera, profesor. Joaquín Arderíus, escritor. Rodolfo Llopis, profesor. Nicanor Piñole, pintor. Rafael Giménez-Siles, editor. Agustín Viñuales, catedrático. Rodrigo Soriano, diputado. Victoria Zárate, profesora. Ezequiel Endériz, periodista. Isidoro Acevedo, escritor. Salvador Sediles,diputado. Francisco Galán, periodista. Amaro Rosal, empleado de Banca.Carmen Dorronsoro. Francisco Mateo, períodista. Rosario del Olmo, periodista. Julián. Castedo, pintor. María Ángela del Olmo, actriz. Antonio Buendía, abogado.

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