sábado, enero 23, 2016

Pemán contra Pemán



El “caso Pemán” nos recuerda “el caso” de la película documental Rocío (Fernando Ruiz Vergara, 1980), que fue más vista en los juzgados que en el cine por la inclusión de testimonios de un vecino de Almonte en los que señalaba a José María Reales Carrasco, como uno de los asesinos en serie del franquismo en Andalucía. Aunque es muy posible que las leyes derivadas de la ley de amnistía que incluyó un “punto final” para las atrocidades perpetradas en nombre de dios y de España, repitan el bochornoso espectáculo que acompañó a Roció, tenemos que reconocer que las cosas están cambiando. Ya hay mucho camino andado contra la impunidad. La concejala acusada no está sola ni mucho menos, además, mientras que entonces no se habló del señorito Reales, ahora sí se esta hablando del historial “nacional” del más bien olvidado poeta gaditano.
Ahora no estamos enterando de lo que sus herederos no querían que nos enteráramos. El peor enemigo de Pemán fue Pemán, fue su propia trayectoria.
A lo que ya se ha dicho por parte de historiadores como Francisco Espinosa que han puesto la lupa sobre los hachos, se le podrían añadir algunas cosas más. Por ejemplo, que fue a él a quien Jorge Villén le dedicó su libro Antología poética del Alzamiento. 1936-7959 (Cádiz, Cerón, 1939), en el que aparecían poemas del tembloroso Manuel Machado, Éugeni d’Ors, Luís Rosales (que luego siguió el camino abierto por Dionisio Ridruejo), Luís Marquina amén del mismo Pemán, “poeta y alférez”, uno de los pocos que nunca rompió sus ligaduras con el régimen que había llevado la cultura al exilio, a las cárceles o al ostracismo, y que echó mano al autor de El divino impaciente y del Poema de la bestia y el ángel (Ediciones Jerarquía, 1938), impreso también con negro y purpurina: “Franco, Calvo Sotelo, José Antonio, Sanjurjo, Mola, vuestros nombres con letras de oro en la primera página de este libro”. Durante la larga posguerra, la prensa adicta lo trató como sí se tratara de un nuevo John Milton, aunque no sabía que éste apoyó la revolución inglesa, y lo citaron cada vez que se hablaba del Premio Nobel de Literatura. Era una época en la que se brindaba a Franco para el Nobel de la Paz, cierto que de haberlo logrado lo habría merecido más que Henry Kissinger, pero este es norteamericano y ya se sabe, el Imperio son ellos. España no llega ni a nación.
La lista de citas sobre aquel Pemán se está haciendo interminable. Citemos las líneas que escribió en 1937, después de la toma de Bilbao: “Hace breves momentos que Bilbao ha vuelto a ser español. Enardecido todavía por el alegre tumulto triunfal, escribo nerviosamente estas líneas sobre la mesa de la que fue secretaría de Aguirre […]. Vale toda una vida este momento. ¡Qué emoción enorme poder desinfectar esta mesa escribiendo: ¡Viva España! Aquí, donde hasta hace unas horas se escribió tanta blasfemia contra nuestra Madre. La toma de Bilbao ha sido una hazaña del más glorioso aire español. Una alegría. Una majeza. Así tenía que ser. Lo que tenía que entrar en Bilbao era España en su más plena, total y acentuada manera. La mejor España: ¡La de la sublime locura!”
Nunca se desdijo de estas declaraciones, simplemente se limitó a mantener siempre un difícil equilibrio con el régimen de Franco, que lo cultivó como a una piedra preciosa. Ahora sus abogados defensores como el único Arcadi Espada recuerdan que le salvó la vida al abuelo de Eduardo Haro Ibars y a otros, una graciosa potestad que, es verdad, alguno ni tan siquiera ejercieron. También tomó sus distancias y algún momento hizo algún carraspeo de disidencia. En los sesenta, cuando ya la historia comenzaba a moverse en dirección opuesta al “Movimiento”, Pemán cambió de registro. Por entonces artículos de Pemán en la prensa de años se alejaron de aquel tono de monárquico fascista, escribió elogios del catalán como lengua cuando en las escuelas se nos decía que se trataba meramente de un “dialecto”, incluso fue tratado como un maestro del género, aunque en realidad jamás se apartó de una sola de las ideas que le hicieron empuñar las armas en el bando en que lo hizo. Escrita por el propio Pemán (1897-1981). Se le citaba para refrendar posiciones no adictas, aunque a veces nos saltaban los plomos como cuando escribió: “En la plaza central de cualquier pueblo andaluz, es fácil ver una larga fila ritual de hombres que toman el sol en los bancos de mampostería, bajo la sombra mínima de los naranjos de bolas. ¿De qué viven esos hombres?. Viven del cuento”. Don José Mª seguramente se levantaba al mediodía, porque normalmente esas filas era de jornaleros que esperaban que el encargado de turno los nombrara para ganar el jornal…
Como apenas se podía respirar, se decía sobre él que era de Don Juan y que había recibido en Estéril a los socialistas, pero lo cierto era que el régimen lo escogió para escribir su primera historia televisiva, “La España del siglo XX” en la que España seguía siendo una unidad de destino en lo universal y en el que se citaba a Fernando de los Ríos estupefacto cuando Lenin dijo aquello ¿Libertad?, ¿para queee?. Mi memoria no llega a tanto, pero sí me quedan retazos de memoria sobre la serie del “Séneca” que aparecía como lo más licencioso del tiempo y sobre la que Manolo Vázquez Montalbán creyó ver un buen exponente de una tradición liberal que yacía reprimida. La serie inmortalizó al actor Antonio Martelo que se hizo tan popular que hasta le dedicaron esas celebérrimas sevillanas de “Los Ríos” que dicen que Algo se muere en el alma cuando una amigo se va/ Y va dejando una huella que no se puede borrar…y que –casi- todos hemos tatareado alguna vez. Pero de ahí no pasó la cosa por lo que, en la medida en que nos fuimos haciendo mayores de lecturas, nos enteramos de que Pemán parecía algo como un montículo en un país llano, o mejor dicho allanado a sangre y fuego.
Nos enteramos que tuvo el dudoso honor de prestar su nombre, el del “bandolero Pemán (que fue interpretado nada menos que por Pierre Prévert) a un personaje de L’ Âge d’ Or (1930), maravilla del cine surrealista dirigida por Buñuel (y por Dalí con el concierto de Jaume Miratvilles, la mano derecha de Maurín en el Bloc). Como cinéfilo, he encontrado su huella en algunas piezas del cine español, en títulos tan emblemáticos como Teresa de Jesús (Juan de Orduña 1961) que fue un enorme fracaso a pesar de esforzada interpretación de aurora Bautista, un fracaso que evidenciaba el declive del cine de estampitas y de las visiones de Teresa de Ávila como la antecesora de la Sección Femenina cuya contribución al machismo patrio no tiene nombre. Aunque en las décadas anteriores cineasta como Rafael Gil recurrieron a él, en los sesenta su nombre solamente resulta ligado a Las tres etcéteras de Don Simón (Claude Boisel, 1960), una infumable coproducción de que pasó desapercibida a pesar de su reparto, con Vittorio de Sica Fernando Fernán-Gómez, aunque el principal reclamo era la exuberante Anita Ekberg que marchó de su rodaje al de La dolce vita, (¡ más diferencia de talento imposible¡)
Luego, ni tan siquiera la Segunda Restauración ha evitado que la obra literaria se fuera olvidando, que apenas si trascendiera los límites geográficos de la provincia de Cádiz, un olvido del que le han sacado una compañera militante y de la poco pueden presumir su apresumbrada descendencia.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

No hay comentarios.: