domingo, mayo 01, 2016

Gregory Peck, un modelo de actor “liberal” comprometido



Actualmente, lo mejor del cine está en su historia, en su legado. Hubo un Hollywood dorado entre los cuarenta y los sesenta, en una época dorada, la que vino a ser algo así como el “canto del cisne” antes de llegar la decadencia…Uno de los actores más emblemáticos de este tiempo fue Eldred Gregory Peck (La Jolla, California, 1916 – Los Ángeles, 2003), han formado parte indisociable de la vida de varias generaciones de hombres y mujeres. No solamente porque protagonizó en muchas películas de las se suelen citar con alborozo, que fueron grandes momentos de nuestra vida, sino también porque en no pocas de ellas fueron películas que nos llevaron al terreno de la reflexión moral, títulos como Matar a un ruiseñor, y muchas otras. Se puede decir que, como en el caso de Burt Lancaster, Peck trabajó en unos cuantos títulos perfectamente olvidables, pero son muy pocos los que se pueden estimar como execrables, singularmente en los que encarnó a algún militar. Entre ellos se podrían incluir al menos un lejano western, Sólo el valiente (Only the valiant, EUA, 1950), en el que asistimos a una masacre de nativos que caen como moscas bajo una despiadada ametralladora mientras que desde la platea algunos jaleábamos, sin olvidar el “biopic” oficialista sobre el general Mac Arthur, un tipo de personaje que seguramente habría servido igual al III Reich que con los Aliados…
No hay que decir que nuestro hombre representó a una potencia privilegiada, y que él mismo fue una persona especialmente privilegiada por muchas razones. Aunque fue hijo de un matrimonio de inmigrantes irlandeses roto, pero fue criado por su abuela materna, Kate Ayres, una devota del cine que, a su manera, intentó paliar la ausencia de su hija con muchas películas. Mientras estudiaba, el muchacho que había recibido una formación severa y profundamente religiosa ya participó en una producción de La caja de Pandora (1927). El camino le llevó a Nueva York, donde estudió del método Stanislavski, hizo sus primeras intervenciones en los escenarios de Broadway desde donde pasó al cine por la puerta grande: comenzó nada menos que con Jacques Tourneur con Días de gloria (1944), una apología de la resistencia soviética contra el nazismo, aunque el prestigio le llegó con un notable filme religioso de John M. Stahl con Las llaves del reino (1944), que le reportó su primera candidatura al Oscar.
Gregory que se había amputado lo de Eldred, escaló a la cima de Hollywood, con la particularidad de saber defender su independencia en una época en que casi todas las primeras figuras permanecían “atadas” a las productoras. Peck por el contrario, se permitió firmar contratos simultáneos con cuatro compañías -RKO, 20th Century Fox, Selznick Productions y Metro Goldwyn Mayer, y mantener una constante de calidad. Lo hizo además paseándose por los géneros más diversos. De esta manera su nombre está asociado a numerosos clásicos del cine “de aventuras”, del “western”, del melodrama e incluso de la comedia como demuestra en la perversa Mi desconfiada esposa (1957), que supera el antecedente de La mujer del año (Woman of the Year, EUA, 1942), de George Stevens, con Spencer Tracy y Katherine Hepburn
Según parece, con la excepción de Pauline Kael, que en la cúspide de la carrera de Peck escribió en el “The New Yorker” que éste era un actor «competente pero siempre un poco aburrido», el resto de comentaristas mantuvieron una línea de reconocimiento de su versatilidad y solían destacar la mezcla de fortaleza y ternura como la gran arma de seducción que desplegó ante estrellas irrepetibles como Creer Garson (El valle del destino, una apología de la “superación” de la lucha de clases), Ingrid Bergman (Recuerda, un título “menor” de Alfred Hitchcock, todo “se explica”), Jane Wyman ((The Yearling, EUA, 1946, de Clarence Brown), Jennifer Jones, en la magistral Duel in the Sun) (King Vidor,1946), en la que ofrece un registro tortuoso y violento. Joan Bennet en su primer Hemingway, The Macomber Affair) (Zoltan Korda, EUA, 1947); Dorothy MacGuire en Gentleman’s Agreement) (Elia Kazan, EUA, 1947), una denuncia del antisemitismo solapado en los EEUU; Anne Baxter, Yellow Sky) (William A. Wellman, EUA, 1948), un western extraordinario…
Gregory mantuvo una colaboración preferencia con el gran cineastas Henry King, en melodramas magníficamente elaborados como Almas en la hoguera (Twelve O’Clock High, 1949), de un intenso contenido pacifista; el célebre western crepuscular El pistolero (The Gunfighter, 1950); David and Bathsheba (1951), una singular aproximación bíblica alternativa a la Don Cecil, mucho más honesta porque resultó prohibida por el estos lares; un “compendió Hemingway” excelente The Snows of Kilimanjaro (1952), por más que en episodio español que resulta una verdadera traición a la biografía y a la obra de don Ernesto, una verdadera mancha negra en la biografía ética de Peck que compartía el sentimiento de vergüenza de la izquierda de Hollywood en relación a la resistencia contra el franquismo, y que motivó que un poco más tarde Eldrige apostara por una película como…Y llegó el día de la venganza (Behold a Pale Horse, 1964), (Fred Zinneman), que acabó siendo el mayor conflicto del régimen (Fraga Iribarne) con Hollywood. Peck trabajó igualmente con King en un soberbio western El vengador sin piedad (The Bravados) (1958) que ofrece una potente reflexión sobre los riesgos de la venganza ciega; en Días sin vida (Beloved Infidel) (1959), una excelente evocación de los Fitzgerald, un film minusvalorado protagonizado por unos espléndidos Deborah Kerr y Peck…
Pasó de su vida privada, aparte de la tragedia del hijo muerto, Jonathan, reportero de televisión que se suicidó de un disparo (1944-1975), y la curiosidad de que Anthony (1956) hizo sus pinitos de actor en El río que nos lleva, una película hispana basada en una novela de José Luis Sampedro, por supuesto muy inferior a la novela, cabe anotar que el actor fue un liberal que dignificaba esta desgastado concepto, era conocido por su compromiso en favor de causas y obras solidarias, y no a medias tintas como era lo habitual. Peck fue el presidente fundador del American Film Institute, y en 1947 creó en su ciudad natal la academia de arte dramático La Jolla Playhouse, aún en plena actividad. Ése fue el año en que el líder de opinión necesario, Joseph McCarthy fue nombrado senador e inició su nada particular «caza de brujas» a través del Comité de Actividades Antiamericanas. Peck se mostró como en sus mejores películas cuando padeció el famoso interrogatorio. Junto con otros ilustres colegas crearon en contraposición el Comité de la Primera Enmienda, una iniciativa que contribuyó a la destitución del senador en 1954.
Aunque se exilió (como Huston, Gene Nelly y otros) al Reino Unidos, los años cincuenta marcan el cenit de carrera con títulos del nivel de:
Captain Horatio Hornblower (1951) con la encantadora Virginia Mayo como compañera de reparto, y El mundo en sus manos (The World in His Arms, 1952), dos joyas del cine marítimo dirigidas por Raoul Walhs, la segunda en particular hizo soñar a una generación, nos trasladó a otros mundos aunque estaban en este; otro dos grandes títulos con William Wyler, Vacaciones en Roma (Roman Holiday,1953) y Horizontes de grandeza (The Big Country, 1958), la primera señaló el deslumbramiento de Autrey Hepburn –podemos apostar que procesas así no existen ni existieron-, la segunda es un western tardío con una metáfora democrática radical con dos opciones opuestas, Peck representa la progresista en tanto que Charlton Heston lo hace del reaccionarismo machista con convicción…Su nombre está ligado a las obras maestras del muy irregular J. Lee Thompson, Los cañones de Navarone (The Guns of Navarone, 1961), Cape Fear (El cabo del terror (1962). Algo parecido le sucedió con Robert Mulligan: Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962), una obra única con una interpretación “revolucionaria” que no se apoya en lo que en realidad, pero sí en como debió de ser, sin olvidar el extraño wetern-gótico: La noche de los gigantes (The Stalking Moon,1968) En esta lista falta cuanto menos: Moby Dick (1956), de John Huston
No todo en los setenta es decadencia pero casi…Por entonces, los militantes cinéfilos ya sabíamos de su vigorosa campaña en contra de la guerra de Vietnam, e incluso produjo el filme The trial of the Cantonsville nine (1972), un alegato antibelicista que le valió un puesto destacado en la lista negra de los enemigos del entonces presidente Richard Nixon, aunque no se atrevieron con él dado su enorme prestigio, sobre todo después de interpretes al padre abogado de la célebre novela de Harper Lee. Se sabe que Jane Fonda, mascarón de proa de aquella lucha, le proporcionó en 1989 (como productora y como compañera) su último papel protagonista en el cine (en televisión trabajó casi hasta el final, incluso ganó un Globo de Oro en 1999 por la versión de Moby Dick). Aunque Gringo viejo (Luis Puenzo, 1989) no cubrió las expectativas que habían puesto en ella sus responsables, y el fracaso comercial empañó el broche de oro que habría correspondido a una trayectoria como la de Peck, éste fue con mucho lo mejor de la película, un Ambroce Bierce irrepetible.
Para mucha gente, Gregory fue una de las conciencias morales más sólidas de Hollywood. La elección de número uno entre el centenar de héroes de la lista elaborada por el American Film Institute fue el último reconocimiento que recibió el célebre actor, una semana antes de su muerte. Su personaje de Atticus Finch en Matar a un ruiseñor (1962), de Robert Mulligan, el abogado que defiende a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca en la Alabama de los años treinta, se convirtió en el más votado gracias a algunas cualidades esenciales (firmeza al defender sus creencias, sólida fe en la justicia, tolerancia y rechazo de la violencia) que, en una época en que las luchas por los derechos civiles encabezadas por Martin Luther King empezaban a concienciar a buena parte de la sociedad estadounidense, lo hicieron tan memorable como la interpretación de Peck, que le valió el único Oscar de su carrera a la quinta nominación.
En sus últimos años estuvo muy vinculado a la vida cultural de Los Ángeles, al frente de uno de los programas de la biblioteca de esta ciudad para promocionar la lectura. Peck estuvo al frente de numerosas obras de caridad y movimientos políticos. Presidió la Sociedad Americana del Cáncer, el Instituto Americano del Cine y la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood. En suma: aunque hay una docena de títulos suyos nocivos y olvidables, el grueso de la filmografía de Gregory Peck resulta totalmente, gozamente recuperable. No os la perdáis por haber nacido después.

Pepe Gutiérrez-Álvarez

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