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jueves, mayo 26, 2016
Brasil: “Relaciones carnales” con Estados Unidos
El gobierno de Obama decidió romper el silencio frente al desplazamiento de Dilma Rousseff. El embajador de Estados Unidos en la OEA declaró que el proceso de impeachment contra la jefa de Estado “no es un golpe” y que su país es “respetuoso del Estado de derecho”.
El respaldo norteamericano no es casual. El golpista Michel Temer ha dado señales claras de su voluntad de abrir la economía brasileña a las corporaciones yanquis. Uno de los temas estratégicos es la explotación directa de los yacimientos petroleros de la plataforma submarina por parte de las petroleras extranjeras. Esa explotación, hasta el momento, era una prerrogativa exclusiva de Petrobras. La apertura va de la mano del acceso a los contratos de obras públicas asociados al negocio petrolero y, en general, de los recursos naturales, todo lo cual fue un coto cerrado de la patria contratista brasileña. En el tramo final de su mandato, Dilma había intentado ese viraje, ya sin las condiciones políticas para concretarlo. Mientras tanto, el presidente interino ha dado garantías de que el proceso parlamentario contra la mandataria en licencia va a quedar concluido a la brevedad.
El canciller, José Serra, a su turno ha trazado una hoja de ruta en la misma dirección, alentando las relaciones directas y bilaterales de Brasil con Estados Unidos y la Unión Europea. Ese rumbo iría acompañado por una rebaja de tarifas, relegando a un segundo plano al Mercosur y alentando una aproximación a la Alianza del Pacífico. El nuevo gobierno apunta también a entrar en la órbita del Tratado TransPacífico (TTP), que regentea Estados Unidos y que apunta sus cañones contra China. En cambio, la gestión del PT había incentivado una asociación con China y Rusia, además de ser uno de los cofundadores de Unasur.
Este giro pronorteamericano constituye la piedra basal del gobierno de Temer. Pero habrá que ver si el fomento de “relaciones carnales” con el imperialismo es suficiente para que el presidente interino pueda pilotear la crisis. El escándalo en torno a las escuchas telefónicas que acaba de estallar -confirmando que el proceso de juicio político contra Dilma está unido a la tentativa de desactivar las denuncias de corrupción que envuelve al conjunto de los personeros del régimen- es un golpe a la línea de flotación del gobierno, que asumió en medio de una gran desconfianza popular.
Mega-ajuste y choques
Pero el recelo se extiende a la propia clase capitalista, que ha delegado en el nuevo gobierno el trabajo sucio de un ajuste en regla. Temer está preparando un plan de austeridad de grandes proporciones. El paquete arrancaría con una enmienda constitucional para limitar de forma permanente el crecimiento del gasto público. Al otorgarle un status constitucional, el gobierno pretende contar con un aval político para lanzar un recorte cuyo blanco central son las partidas sociales. El paquete iría unido a una reforma previsional y laboral, atacando a fondo salarios y jubilaciones y avanzando en la flexibilidad laboral.
El reclamo de un ajuste, con el cual la clase capitalista viene marcándole la cancha al gobierno, coexiste con choques y divisiones al interior de ella. El giro pronorteamericano amenaza los negocios de sojeros y del capital agrario, cuya producción tiene como destino principal a China. La incursión de corporaciones norteamericanas puede beneficiar a un sector de la burguesía industrial que se asocie a ese desembarco, pero introduce al mismo tiempo una competencia ruinosa para enormes sectores de ella. Ni qué hablar que esa apertura plantea el pago de patentes y regalías a pulpos farmacéuticos y de agroquímicos (Monsanto), lo que históricamente viene siendo resistido por la burguesía brasileña. Asistimos a una tentativa de colonización imperialista y de reorganización capitalista de alcance continental. El gobierno de Temer deberá probar si tiene la capacidad para elevarse como árbitro en medio de tantas contradicciones e intereses enfrentados. Las revelaciones de escuchas telefónicas, que se ha llevado puesto a uno de los hombres de mayor confianza de Temer, no es ajena a esta guerra.
Esta crisis por arriba alienta también las expresiones de disconformismo y protesta popular. Los medios de prensa han destacado que esas
expresiones son protagonizadas no sólo por adherentes del PT, sino por sectores opuestos al gobierno de Dilma.La precariedad de la situación pone al rojo vivo el vergonzoso y triste desenlace del PT. Tratándose de un golpe, Dilma tendría que haberse negado a entregar el gobierno y convocar al pueblo a respaldarla. En lugar de eso, terminó capitulando en un final sin pena ni gloria.
Existen condiciones para derrotar el ajuste y a los golpistas. El punto de partida para ello es desembarazarse de cualquier atadura con el PT. En la lucha contra los ajustadores, la izquierda y la clase obrera deben luchar para transformase en alternativa política.
Pablo Heller
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