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sábado, mayo 21, 2016
Curas pero cristianos en la guerra de España
En los márgenes de la España oficial, ensayistas e historiadores creyentes habían comenzado a poner en cuestión la “alianza entre la espada y la cruz”
Desde los años sesenta al menos, en los márgenes de la España oficial, ensayistas e historiadores creyentes habían comenzado a poner en cuestión la “alianza entre la espada y la cruz”, se fueron haciendo cada vez más audaces.
También se trata de ofrecer otra perspectiva desde fuera del franquismo, un ejemplo es Visionarios (2001) , obra de Manuel Gutiérrez Aragón, un tema que ya había novelado Pío Baroja La pequeña localidad de Ezkioga, en la comarca del Goierri, se vio sacudida en aquellos años por un brote de supuestas apariciones de la Virgen de los Dolores a media docena de jóvenes visionarios, cuyo candor y sinceridad aparentes sirvieron como punto y señuelo de agitación antirrepublicana en los sectores más cavernícolas del catolicismo donostiarra que se manifiestan en procesiones de mujeres enlutadas que caminan como zombies mientras repiten lentamente la letanía: Perdona tus siervos señor, perdonále señor/ No estés eternamente enojado…Una procesión muy similar a la que aparece en Nueve cartas a Berta, una escena que será de lo más común en esa larga posguerra que comienza a deshacerse en los sesenta con la emigración, el turismo y todo lo demás.
Sin embargo, no fue hasta fechas recientes que se descubrió la existencia de Gumersindo de Estella, autor de Fusilados en Zaragoza, 1936-1939: tres años de asistencia espiritual a los reos… Esta obra está basada en los diarios que redactó durante su época de confesor de condenados a muerte en la cárcel de Torrero desde 1937 hasta 1942 y no pudo ser editada en Argentina por la acción combinada de la embajada española y la Iglesia católica local. Resulta de gran valor testimonial y documental por proporcionar nombres completos de reos e historiales derivados de sus angustiosas conversaciones con ellos.
En el mismo horizonte se sitúa la historia presentada por la película La buena nueva (2008), una esmerada producción de Helena Taberna, situada en Alzania, un pueblo navarro gobernado por una mayoría electoral socialista, lo que suscita las iras de la derecha tradicionalista que dará un apoyo al general Mola, el mismo que proclama que la única manera de vencer es aplicando el terror, fusilando a quien se oponga. A este lugar es enviado el bisoño Miguel (un concienzudo Unax Ugalde), un sacerdote recién regresado de Roma, donde ha cursado brillantemente sus estudios de Teología, con especial dedicación a los temas sociales, siguiendo la doctrina marcada por la encíclica Rerum Novarum. La primera misa de Miguel coincide con la sublevación. La mayoría de los hombres del lugar huyen en dirección a Eibar, para armarse y luchar en defensa de la República. En el pueblo, que rápidamente cae en manos de los sublevados, la represión es tremenda. A lo largo de tres años, Miguel será testigo de las atrocidades que los partidarios de los golpistas cometen en nombre de Dios. Sólo la presencia de la maestra, Margari (Barbara Goenaga), cuyo marido ha sido fusilado por los falangistas, consigue aliviar la angustia de Miguel y sus contradicciones que, empero, nunca se cuestionan lo fundamental: su rechazo de la barbarie en nombre del evangelio, de la “buena nueva”.
El guión adapta libremente las memorias de Marino Ayerra cuyo libro constituye una de las fuentes primarias más importantes para la descripción del papel interpretado por la Iglesia Católica en Navarra durante la Guerra Civil y sobre la represión en dichos años, siendo una fuente profusamente utilizada por autores como José Mª Jimeno Jurío, en su estudio La Guerra Civil en Navarra (1936-39),donde recopila los artículos del autor sobre el tema escritos y publicados en prensa durante la Transición.
Un tío de Helena que llegó a hacerse cargo de la parroquia de Alsasua el 16 de julio de 1936, una historia conocida por su realizadora “siendo niña y que me impresionó mucho por el misterio que rodeaba a los temas relacionados con la guerra. Las mujeres de mi pueblo a menudo se me acercaban agradeciendo enormemente lo que Don Marino, al que yo no conocí personalmente, había hecho a favor del pueblo”. Taberna fue asesorada por el reconocido hispanista Ian Gibson, que se había sentido conmovido. A su manera de ver: El film transmite un mensaje de amor muy necesario y estoy convencido de que contribuirá a hacer más posible la reconciliación”. Helena Taberna ya había realizado en 1994 un documental sobre el mismo tema: Alsasua 1936 con comentarios a cargo del historiador Tuñón de Lara.
Pero quizás el caso de disidencia religiosa más llamativo fue la del padre José Mª Llanos, falangista de juventud que confiesa haber actuando como capellán de la guerra aunque siempre se negó a tomar parte en los fusilamientos, luego actuó como uno de los camorristas contra cualquier signo de “inmoralidad”, por ejemplo en la campaña Gilda (Charles Vidor, EUA, 1946), un episodio reseñado en películas como Madregilda y Beltenebros. Para colmo, Llanos fue confesor de Franco que –según contaba- le hablaba de los españoles como sí fuesen sus hijos y decía creer que los de Opus tenían que ser buenos porque se habían “entregado a Dios”. Pero Llanos fue cambiando sin oportunismos, incluso se negó a recibir al Caudillo, causando un serio rifirrafe entre la Iglesia y el Estado. Al final, Llanos fue salvado de tanta indignidad por la propia población obrera del barrio suburbial del Pozo del Tío Raimundo. La misma población que desde los años cincuenta inició una lucha constante por sus derechos y su dignidad proletaria, para acabar militando en el PCE,. Sobre esta historia, Juan Vicente Córdoba aportó un valioso documental, Flores de luna (2008), en la que se describe al detalle la situación y la lucha de los pobres por los derechos y dignidades que le negaban.
Pepe Gutiérrez-Álvarez
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