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martes, mayo 17, 2016
Cómo enfrentar al gobierno golpista de Temer en Brasil
Reproducimos la declaración del Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT) de Brasil, ante la aprobación del impeachment a Dilma y las medidas del gobierno golpista de Temer.
Abajo el gobierno golpista de Temer, por una nueva Constituyente para dar una salida de fondo a la crisis nacional
Ya es historia. Dilma finalmente cayó y Temer anunció los ministros de su gobierno golpista. No hay ninguna mujer, ningún negro o indio, compuesto solo por hijos de las familias tradicionales de los oligarcas, coroneles, terratenientes y banqueros. La sesión en el Senado apenas confirmó lo que ya se sabía. Intentando darle un aire de solemnidad o austeridad a lo que se inició en la Cámara de Diputados como un circo macabro, sigue su marcha.
El golpista Temer ya dio un discurso y a pesar de mantener la demagogia sobre la continuidad de los programas sociales como el plan Bolsa Familia y el Pronatec, no ocultó su blanco principal: los trabajadores y la juventud. Sus ministros en pocos días dieron guiños a la derecha desde el punto de vista moral y cultural.
El golpe se consuma sin ninguna resistencia seria del PT y sus satélites
La prometida jornada de lucha del pasado 10 de mayo solo confirmó lo que ya se sabía desde mucho antes: algunas acciones, pocas y parciales, “solo para que quede constancia”. Que Lula ni siquiera haya aparecido el 1º de Mayo, que el líder del PT en el Senado garantice de antemano que “no quiere incendiar” al país, que las centrales sindicales oficialistas como la CUT y la CTB no hayan puesto su peso social para impedir el golpe: todo demuestra que no son direcciones en las que debamos confiar y que la lucha contra el golpe ya consumado y sus agresivos ataques se transforma inmediatamente en lucha por nuestro futuro.
La resistencia al golpe y los ajustes pone a la educación y a la juventud en el centro de la lucha de clases
La fuerza de la lucha de las nuevas generaciones, y la clase trabajadora organizada, no están representadas por la inercia y parálisis de estas direcciones que hasta ayer eran oficialistas y hoy se preparan para retomar el papel de “oposición dócil” y garantes del orden social capitalista.
Estamos frente a una enorme oleada de lucha de los estudiantes de la red de enseñanza pública, con ocupación de decenas y decenas de escuelas en San Pablo, que se expande a otros Estados como Río de Janeiro y Ceará y no se detiene. No es solo de ahora, ya el año pasado (2015) los estudiantes secundarios ocuparon decenas de escuelas en San Pablo y derrotaron al gobernador Alckmin (PSDB), dando un ejemplo que tomó fuerza en Goiás y se hizo escuchar en todo el país. La propia denuncia contra la mafia de las meriendas escolares vinculada al PSDB paulista, que ganó respaldo de masas, fue una consecuencia directa del triunfo de los secundarios.
En estos días, los estudiantes de la Universidad de Campinas (Unicamp) y de la Universidad de San Pablo (USP), iniciaron un gran movimiento de huelgas, con ocupación de la Rectoría en Campinas y de carreras como Letras en Butantã (USP). La Universidad Estadual Paulista (Unesp) se sumaría en los próximos días. Es una lucha que tiende a ganar peso en todo el Estado, a partir del inicio de la huelga de los trabajadores de las tres universidades estaduales paulistas y el Sindicato de los Trabajadores de la Universidad de San Pablo (Sintusp) al frente. La energía de lucha que emana de estos procesos bien puede transformarse en una huelga nacional en defensa de la educación, uniéndose con la juventud carioca y del estado de Ceará.
La juventud está abriendo una nueva ola de movilizaciones que tarde o temprano arrastrará nuevamente a los trabajadores a ocupar un lugar central en la lucha contra los ataques del gobierno golpista de Temer y de todos los gobiernos estaduales.
Por una gran lucha nacional contra los ajustes del gobierno golpista
Temer puede ser pomposo y arrogante contra el PT y Dilma, puede hasta ser audaz en las metas que su gobierno intentará imponer: deterioro de los salarios, privatizaciones, ataques a la jubilación, recortes en gastos de salud y educación, avance del conservadurismo y de la opresión para la sociedad como un todo.
Al mismo tiempo, su nuevo ministro de Justicia, llamado “pitbull” hasta por un diario conservador como Valor Económico, promete represión violenta contra los movimientos sociales, mientras el gobernador Alckmin de San Pablo aprovecha la brecha para invadir brutalmente las ocupaciones de escuelas de los estudiantes secundarios.
Quieren instalar un clima de miedo, para intentar frenar las luchas. Esto es así porque Temer y todos los golpistas saben que su enemigo más difícil aun no está vencido, muy por el contrario. En cada escuela o universidad, en cada lugar de trabajo, en cada barrio obrero y popular, es necesario reorganizar las fuerzas para este nuevo combate que ya se avecina a nivel nacional.
La lucha contra el golpe fracasó porque el PT, la CUT y la CTB temen más a la lucha de clases que a los golpistas. Y también porque el gobierno petista estaba lejos de ser en la práctica el “gobierno popular” que sus publicistas y agentes en los sindicatos y movimientos sociales predicaban.
Por eso, una buena parte del pueblo, hasta incluso de la clase trabajadora, con toda razón de indignarse frente al gobierno de Dilma y el PT, se dejaron llevar por la demagogia de los golpistas. Por eso también Brasil no se puso todavía de pie, como sería necesario para derrotar al gobierno golpista. Se ilusiona quien crea que Temer y sus socios tendrán tranquilidad para atropellar los derechos y el futuro del pueblo trabajador. El pueblo brasilero jamás se reconocerá en este gobierno golpista.
Impulsar todas las luchas bajo la bandera de combate al gobierno golpista de la derecha
Queremos sacar a los golpistas y sus ajustes. Pero no para volver a la conciliación con los mismos golpistas, que Lula, Dilma y el PT intentaron hasta último momento. Nuestro “Fuera Temer golpista”, no puede confundirse con el “que vuelva Dilma”, de los ex oficialistas porque la tarea de sacar a Temer debe abrir el camino a cuestionamiento cada vez más profundo a este sistema político podrido y el sistema económico injusto que protege.
Para los capitalistas, los grandes empresarios y los patrones, la respuesta a la crisis es rebajar salarios, recortar derechos, aumentar la explotación. Temer y toda la estructura del golpe, que hoy lo sustenta, desde la Red Globo al Poder Judicial y el imperialismo, apuestan a eso.
Queda claro que nuestra resistencia se hará sentir en las calles, en las huelgas y las luchas, como ya ocurre, y con certeza ganarán un nuevo impulso a partir de esta fecha histórica. Pero es necesario levantar una alternativa política consistente y ella solo puede ser la lucha para derrotar a este gobierno usurpador, junto a las instituciones reaccionarias que pavimentaron su llegada al poder. La Cámara Federal y el Senado, junto al todopoderoso poder Judicial, pilares de un Estado que beneficia a un puñado de explotadores e impone miseria, opresión y humillaciones de todo tipo a la enorme mayoría del pueblo brasilero. Necesitamos una nueva Constitución, que arranque el poder no solo de Temer sino también de este Congreso y el Poder Judicial autoritario. No es una cuestión lejana, es una necesidad inmediata.
¿“Elecciones Directas”?
Las corrientes de “izquierda” que se prepararon para festejar la caída de Dilma, sintieron que se caía el piso debajo de sus pies después del día 17/4. La dura realidad les impuso a casi todos más cautela y los pocos que se aventuraron a expresar su alegría cayeron aún más en el ridículo.
Es imposible confundir el estado de espíritu que hoy se cierne sobre la sociedad brasilera, con la onda de entusiasmo contagiante que sigue a la victoria popular cuando las masas derrumban un gobierno indeseado con la fuerza de su movilización. Pero es arriesgado esperar sensatez de sectores de esa “izquierda” como el PSTU, que vendió la idea que el “Fuera Dilma” sería solo el primer paso progresivo para el “Fuera Todos”, o como el Movimiento de Esquerda Socialista (MES-PSOL) de Luciana Genro que celebró la Operación Lava Jato y al juez Sérgio Moro, a coro con la derecha golpista.
La consigna de “elecciones generales” tal vez hasta parezca estar más a la orden del día – así como para algunos el “Fuera Todos” parecía estar a tono hasta hace poco – pero no por eso es correcta. Tanto es así que el juez Gilmar Mendes, pieza clave para convertir el Supremo Tribunal Federal (STF) en un instrumento decisivo del golpe, ahora se dirige precisamente hacia… el Tribunal Superior Electoral (TSE).
De ahí el enorme error de esos sectores de la izquierda, a los cuales se une ahora la mayoría del PSOL, que sostiene explícitamente querer derrumbar a Temer por vías legales (TSE), intentando instalar la bandera de “Elecciones Directas Ya”, junto a personajes como Marina Silva (del Partido Rede) y otros, como forma de crear un movimiento en las calles para presionar al golpista Gilmar Mendes.
¿Nuevas elecciones, con los partidos del orden que están ahí? ¿Con las reglas del juego electoral antidemocráticas que existen hoy, que impiden la expresión de los trabajadores, de la juventud, del pueblo pobre y de sus luchas? ¿A quién beneficiaría eso? Solo a quienes están preocupados por la falta de legitimidad del gobierno Temer y quieren un baño electoral para avalar los ataques que ya anunció. Aunque fuese solo para garantizar reglas electorales más democráticas, y para acabar con los privilegios de políticos, jueces y altos funcionarios, la cuestión de una nueva Constituyente ya estaría planteada. Pero se trata de mucho más que eso.
Es el problema de los negros. Es el problema de las mujeres. Es el problema de los indios. Es el problema del pueblo del nordeste repartido por todo el país. Es el problema de la tierra para quien la trabaja, de la vivienda para quien no soporta más vivir abrumado entre el alquiler o la habitación precaria. Es el problema del derecho al ocio, a la cultura y a una vida digna. Es la salud y educación de calidad y gratuitas para el pueblo. Es el fin de la entrega de las riquezas nacionales para los países imperialistas y un puñado de sus socios menores brasileros.
Las demandas de Junio y la Asamblea Constituyente
Al menos desde Junio del 2013, con el despertar de las masas y la multiplicación de demandas sociales, está planteada la cuestión de una nueva Constituyente, están planteados los problemas y penurias que están en la base de la sociedad brasilera y que exigen una solución radical. El último gobierno petista intentó responder a las acciones de Junio con demagogia, y solo después de que Dilma fue reelecta, salió a luz la verdad de la crisis económica y los ajustes contra los trabajadores.
Hemos defendido la necesidad de convocar a una Constituyente Libre y Soberana, por la fuerza de la movilización, especialmente después del agravamiento de la crisis política a mediados del año pasado. Fue correcto y necesario, cuando la oposición de derecha se decidió a poner en marcha de hecho el golpe institucional, encabezado por Temer, Aécio y Cunha, y sus pares en la Justicia como Gilmar Mendes, Janot y Moro, fue correcto poner en primer plano la lucha para derrotar el golpe, pues con esa derecha derrotada sería más fácil desenmascarar el derechismo del propio gobierno del PT, y avanzar hacia soluciones de fondo para la crisis económica y social del país. Ahora eso ya es pasado.
La lucha contra el gobierno golpista, sus ajustes económicos y por una nueva Asamblea Constituyente, verdaderamente libre y soberana, se funden en una sola lucha y es con esta perspectiva que encaramos el nuevo período político que se abrió en el país. El Brasil obrero y popular que comenzó a levantarse en Junio del 2013, en las huelgas y en las luchas y ocupaciones estudiantiles de hoy, todavía tiene que pronunciarse sobre los grandes problemas políticos y sociales del país.
¿Miedo a una nueva Constituyente?
Queremos dialogar también con aquellos que dudan frente a nuestra propuesta, por considerar que una nueva Constituyente en las actuales condiciones podría ser “peligrosa”. En general hablan del temor a poner en riesgo los derechos sociales, democráticos y laborales que aún existen. Pero basta con pensar en la mayoría calificada que la derecha más retrógrada alcanzó para imponer el golpe institucional contra el PT. Es esa mayoría reaccionaria de un Congreso reaccionario, que después de lograr una inédita cohesión a lo largo de las diversas etapas del golpe, la que amenaza al pueblo trabajador y a todos los oprimidos con un ataque violento a sus derechos.
Muchos vacilan ante la lucha por una nueva Constituyente por creer en el relato oficial que la Constitución que tenemos hoy sería “ciudadana” o “social”, beneficiosa, de alguna forma, para los trabajadores y el pueblo pobre. Pero es necesario revisar la historia y verificar que la Constituyente del 86-88 no fue ni libre, ni soberana. Es cierto que se reunió en un período de gran crisis social, en la estela del gran ascenso obrero y popular que venía desde el final de los años ´70. Y que por eso en ella, así como en la propia Constitución que tenemos hasta hoy, existen las marcas de la presión popular por garantizar derechos sociales y laborales y ciertos avances democráticos. La Constituyente fue observada de cerca, tutelada por los militares y dominada por la coalición de los representantes del gran capital, de los terratenientes y de las oligarquías regionales, el famoso “Centro” político del período.
Y entre la izquierda no había ninguna representación revolucionaria independiente. Bajo el entusiasmo que despertaba el proceso de construcción del PT y la continuidad de las huelgas que perdían radicalidad pero aumentaban su número año tras año, toda la izquierda quedó bajo la égida de Lula y compañía, que ya en la época defendía un proyecto de conciliación de clases, sin salirse del capitalismo.
Ahora que todo el régimen político montado por la transición pactada con los militares, coronada por la Constitución del 88, ahora que todo ese sistema político muestra que es enemigo del pueblo, tenemos el derecho y el deber de poner sobre la mesa todos los problemas estructurales del país, que todos reconocen como injusto y absurdamente desigual.
Para debatir todos los grandes problemas del país: por eso tampoco sirve la propuesta de algunos sectores que hablan de hacer una “Constituyente exclusiva” solo para la reforma política. En esa propuesta, se trata de elegir diputados para aprobar una nueva Constitución, en paralelo con las instituciones reaccionarias que hoy gobiernan. Para los trabajadores sería un absurdo. Necesitamos una Constituyente Libre y Soberana justamente para que ella choque con esas instituciones reaccionarias, por eso solo puede ser impuesta por la fuerza de la movilización. Por eso, tampoco debemos temer que se pierdan derechos, pues lo que garantiza su fuerza progresista no es una imaginaria ausencia de sectores reaccionarios en su interior (ya que esos sectores de una forma u otra conseguirían representación), sino la propia fuerza de la movilización de las masas que imponga la Constituyente, contando a su interior con los trabajadores como sujeto independiente.
Por un gobierno obrero y popular que rompa con el capitalismo
Quien presenció la votación del impeachment en la Cámara de Diputados el fatídico 17 de abril pasado, vio no solo cómo ese escenario es dominado por un círculo de representantes de lo peor que hay en el país.
Una Asamblea Constituyente Libre y Soberana sería la plataforma democrática frente a la cual se estremecería el “país oficial"; frente a la cual se sacudiría el dominio de los políticos en Brasilia, de la Federación de Industrias de San Pablo (Fiesp), de la Febraban y la Red Globo, y sus amos imperialistas. Una tribuna democrática para debatir los problemas profundos y donde, por eso mismo, hasta una pequeña representación revolucionaria independiente podría ser capaz de incendiar el país, planteando las verdades que jamás son dichas, trayendo una onda de entusiasmo y movilización para que de norte a sur, los propios trabajadores y la juventud tomen en sus manos la tarea de gobernar su propio destino.
Porque nuestra perspectiva estratégica no es meramente una Constituyente para votar mejores leyes para los trabajadores, leyes que difícilmente serían aplicadas mientras los capitalistas retengan las rendas del poder real en la sociedad, la propiedad de las grandes fábricas y empresas, de las tierras, el control sobre las Fuerzas Armadas y el poder judicial, los medios de comunicación, etc. Lo fundamental es que, en el curso de la lucha, los trabajadores y todos sus aliados en la juventud y en el pueblo pobre oprimido, desarrollen su conciencia revolucionaria y sus organismos de poder, basados en la democracia directa, para establecer un verdadero gobierno obrero y popular, que rompa con el capitalismo e inicie una transición socialista que pueda extenderse a nivel internacional hasta poner fin a las guerras, la explotación y la opresión de todo el mundo.
Es en esa perspectiva que el Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT), en todos los lugares de trabajo, junto a la juventud Faisca – revolucionaria y anticapitalista, y con Esquerda Diário, impulsamos la lucha de clases en todos los frentes de batalla.
Redacción Esquerda Diário
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