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jueves, mayo 19, 2016
Juan Rulfo, casi cien años desde el sueño y la soledad
Cerca de cumplir el centenario de su nacimiento, recordamos la obra de quien nos escribió desde la desolación.
Al presentar a un escritor tenemos que tener en cuenta su contexto: México es un país que conoció la Revolución en 1910. Luego comenzó lo que se denominaría el “Desarrollo” con la burguesía nacional y el capital norteamericano en el poder. Ya en los años 50, desde donde nuestro escritor nos presenta su visión del mundo, podía percibirse la miseria y despoblación del campo.
Juan Rulfo nació en Acapulco, Jalisco, el 16 de mayo de 1918, pero creció en San Gabriel, una villa rural dominada por la superstición y el culto a los muertos. Un acontecimiento central en su vida fue la rebelión de los Cristeros (1926-1928, un enfrentamiento armado sucedido entre la Iglesia católica y el gobierno de Plutarco Elías Calles debido, entre otras cosas, al artículo 130 de la Constitución y a la ley que establecía que la Iglesia debía registrarse para poder ser oficial y pagar cuota al gobierno):
“Yo tuve una infancia muy dura, muy difícil. Una familia que se desintegró muy fácilmente en un lugar que fue totalmente destruido. Desde mi padre y mi madre, inclusive todos los hermanos de mi padre fueron asesinados. Entonces viví en una zona de devastación. No sólo de devastación humana, sino devastación geográfica.
Nunca encontré ni he encontrado hasta la fecha la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una cosa atávica, una cosa de destino, una cosa ilógica. Hasta hoy no he encontrado el punto de apoyo que me muestre por qué en esta familia mía sucedieron de esa forma, y tan sistemáticamente, esa serie de asesinatos y de crueldades”.
Luego de este suceso Rulfo es internado en un orfanato de Guadalajara (Capital de Jalisco) desde los diez hasta los catorce años: “(…) El sistema era carcelario. Lo que aprendí fue a deprimirme, fue una de las épocas en que me encontré más solo y donde conseguí un estado depresivo que todavía no se puede curar”. Después de intentar estudiar Derecho en Distrito Federal comienza a trabajar en el Departamento de Información. Desde 1953 a 1956 vuelve al campo a trabajar en un proyecto estatal de riego para la región de Santa Cruz; en esa época publicará El llano en llamas (libro de relatos, algunos de ellos publicados en las revistas Panamérica y otros inéditos) y dos años después, en 1955, Pedro Páramo. Con esta novela logró el éxito literario y se dio a conocer como uno de los escritores centrales del auge de la literatura hispanoamericana, el Boom latinoamericano.
Rulfo nos habla desde la desolación, desde una especie de sueño sin tiempo. Nunca nos proporciona una representación exterior de los personajes sino que nos posiciona dentro de un monólogo para que podamos tener una visión interior del fatalismo, el cual es inevitable. Esta realidad se explica a sí misma. La ley se dicta para beneficio de otros, porque quienes hablan siempre están al borde de ella.
En Nos han dado la tierra el narrador dice: “Así nos han dado esta tierra. Y en este comal (disco de barro que se usa para cocer las tortillas de maíz) acalorado quieren que sembremos semillas de algo, para ver si algo retoña y se levanta, pero nada se levantará de aquí. Ni zopilotes (buitres negros). Uno los ve allá cada cuando, muy arriba, volando a la carrera; tratando de salir lo más pronto posible de este blanco terregal endurecido, donde nada se mueve y por donde uno camina como reculando”.
Rulfo escribió también guiones cinematográficos como Paloma herida (1963) y otra novela corta, El gallo de oro (1963), que no se publicaría hasta 1980.
Falleció el Ciudad de México, 7 de enero de 1986.
Frente a la pregunta sobre la consideración de Pedro Páramo como una novela oscura y sobre Jalisco (la zona donde la novela se desarrolla) como región histórica Rulfo responde:
“Hay que entender la historia para entender este fanatismo de que hemos venido hablando. Yo soy de una zona donde la conquista española fue demasiado ruda. Los conquistadores ahí no dejaron ser viviente. Entraron a saco, destruyeron la población indígena, y se establecieron. Toda la región fue colonizada nuevamente por agricultores españoles. Pero el hecho de haber exterminado a la población indígena les trajo una característica muy especial, esa actitud criolla que hasta cierto punto es reaccionaria, conservadora de sus intereses creados. Son intereses que ellos consideraban inalienables. Era lo que ellos cobraban por haber participado en la conquista y en la población de la región. Entonces los hijos de los pobladores, sus descendientes, siempre se consideraron dueños absolutos. Se oponían a cualquier fuerza que pareciera amenazar su propiedad. De ahí la atmósfera de terquedad, de resentimiento acumulado desde siglos atrás, que es un poco el aire que respira el personaje Pedro Páramo desde su niñez. Ahora, para cerrar esta plática, vuelvo al punto del posible negativismo de Pedro Páramo. No creo que sea negativo, sino más bien algo como lo contrario, poner en tela de juicio estas tradiciones nefastas, estas tendencias inhumanas que tienen como únicas consecuencias la crueldad y el sufrimiento”.
Irupé Escobar
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