domingo, julio 31, 2016

El dinero de los generales de Franco



Queipo de Llano manejaba al finalizar la Guerra Civil cuentas con unos 26 millones de pesetas, según los papeles que guardó Franco.

Los papeles privados que Franco acumuló durante años y que aparecen en el Centro Documental de la Memoria Histórica de Salamanca revelan hechos llamativos sobre la Guerra Civil 80 años después de su inicio, como el dinero que manejaron los generales franquistas, informes sobre la masonería o detalles sobre la rendición final de Madrid, que significó prácticamente el final de la contienda.
El 10 de agosto de 1939, recién terminada la guerra, Franco recibió un informe con el acta de la entrega que el general Queipo de Llano realizó de los saldos de las “diversas cuentas y suscripciones llevadas por él”. El bando franquista abría a menudo suscripciones para hacer frente a gastos de la guerra, de las que se sabe poco. El informe enviado a Franco da cuenta de la rendición de cuentas de Queipo de Llano, seguramente el general que más se prodigó en esta práctica. En agosto de 1936 llamaba a ofrecer “sin vacilar vuestra vida y vuestro oro” a la causa franquista.
En el informe se señala que el general Kirkpatrick recibía cada mes la cuenta correspondiente “como inspector general de suscripciones”, pero el propio Franco daba instrucciones sobre el uso de estos fondos, ya que en la carta que encabeza los informes sobre las cuentas de Queipo de Llano se señala que alguna de las operaciones relatadas en esta exposición de cuentas fueron aprobadas por el dictador personalmente. Igualmente, el autor del informe pide instrucciones a Franco sobre el destino que había que dar a las alhajas, piedras preciosas y cuadros guardados en Málaga de los que no se conocía aún el valor que alcanzaba.
En el primer resumen de cuentas del “Negociado de donativos de la Segunda Región” se repasan las ayudas que se daban a los familiares de caídos del bando franquista en la zona a cuenta de la llamada como suscripción del Ejército. Estas ayudas distinguían en “clases de caídos” según se tratara de militares, guardias civiles y carabineros o legionarios y regulares. Las ayudas eran de 3.000 pesetas por los primeros, 1.500 por los segundos y 250 para los familiares de legionarios y regulares. El informe describe que se habían concedido 5.065 de estas ayudas que sumaban un total de unos 8 millones de pesetas de la época correspondiente a los casos de Sevilla, Huelva, Córdoba, Cádiz y Badajoz. Aún quedaba un saldo de otros tres millones de pesetas aproximadamente que prácticamente se correspondía a los casos pendientes de tramitar.

La “cuenta de Queipo”.

Según estos documentos, Granada y Málaga manejaban sus propias suscripciones. Otro informe fechado en la localidad malagueña de Ronda el 5 de agosto de 1939 da cuenta de la entrega de Queipo de Llano de otros saldos de varias suscripciones y cuentas. Existía, como en Sevilla, una suscripción del Ejército, con un saldo de 2,8 millones de pesetas, pero además existían otras como la del Acorazado, de camiones, de aviación o depósitos procedentes de multas. En total sumaban casi 19 millones de pesetas. En ellas se habían producido algunas incidencias de las que se hace eco el informe, y, así, el propio Queipo de Llano informó, por ejemplo, que el duque de Almazán, a comienzos de la guerra, le solicitó 1.125 libras esterlinas para un viaje a Italia con el compromiso de reintegrarlas “cuando se liberase Madrid, sin que lo haya efectuado hasta el momento”. A Franco se le informó que ya se había solicitado por escrito al duque que hiciera efectiva esta suma.
Por lo tanto, al finalizar la guerra, en la “cuenta de Queipo” (así aparece nombrada en una anotación de puño y letra del propio Franco) había saldos por valor de unos 26 millones de pesetas sin contar con las joyas y cuadros procedentes de donativos que se guardaban en Málaga. Toda una fortuna para la época.
No es este el único documento sobre donativos y suscripciones realizados durante la guerra. Esta revista descubrió el año pasado que entre los papeles privados de Franco se encontraba la relación de cuentas a disposición del jefe del Estado que, en 1940, ascendía a unos 34 millones de pesetas. Entre estas cuentas se encuentran algunas que se identifican con colectas realizadas durante la guerra. Los documentos que se han conservado entre los papeles privados de Franco permiten seguir la pista de estos fondos, que pasan a ser manejados como inversiones privadas del dictador.
Entre la documentación de Franco relacionada con la Guerra Civil pueden encontrarse también referencias a una de sus grandes obsesiones: la masonería.
El 13 de agosto de 1939, por ejemplo, Franco recibía del Estado Mayor de su Cuartel General un “Extracto de informaciones para conocimiento de Su Excelencia” que contenía un informe del Servicio de Información y Policía Militar titulado “Actividad de la Masonería”. En él se relata que “la Masonería en Perpignan desarrolla intensa actividad con los jefes y oficiales que fueron del Ejército Rojo” y cita una frase de un jefe masónico “un turco llamado Sesana” en una reunión con militares republicanos en la que no paraba de decir, según este servicio de inteligencia, que “dentro de poco en España y por la puerta grande tendremos monarquía con Don Juan III... contamos con el apoyo de dos generales nacionalistas... después ya veremos”.

Franco escribe sobre los masones.

Franco, tras subrayar este apoyo de alguno de sus generales redacta unas notas manuscritas en las que dice que la masonería, “fracasada en sus intentos de democracia” persigue con “una monarquía que claudicara con ellos” prometérselas muy felices “para traicionar la sangre derramada”. Franco termina anotando: “A la busca de un traidor, aparecen nombres de generales o jefes con que engañar incautos”.
Franco también guardaba un supuesto mensaje del Gran Oriente Español a la Asociación Masónica Internacional sobre una infiltración masónica en Falange. Un extenso informe del citado Servicio de Información y Policía Militar que lo acompaña señalaba: “Se trata de un documento absolutamente falso redactado tanto con fines derrotistas como para sumar la pesadumbre de terribles calumnias a una campaña evidente de descrédito de la Falange en provecho de rivalidades de turbio origen y finalidad subversiva”. Aun así, se realizaba un pormenorizado análisis, que incluía un informe de un agente en el sur de Francia. Este informaba sobre varias reuniones de los masones españoles en el exilio recién iniciado y daba cuenta de sus diferencias internas. “Como siempre: pocos y mal avenidos”, resume este agente, que los califica como “inofensivos del todo”.
Franco guardó como recuerdo algunos documentos históricos de la guerra, como el manuscrito en el que el coronel Casado pretende negociar las condiciones de la rendición del Madrid republicano. En estas cuartillas se describe el temor de que los vencedores hagan concesiones territoriales a otros países. También se destaca la petición de garantías sobre la vida de militares y funcionarios del bando republicano y la concesión de un plazo de 25 días para que cuantos quieran puedan marchar al exilio.
Entre estos papeles, Franco guardó también un folio con las “Concesiones del Generalísimo”. Entre estas, destaca que “ni el mero servicio en el campo rojo, ni el haber militado simplemente y como afiliado en campos políticos extraños al Movimiento Nacional serán motivos de responsabilidad criminal”. A los que rindieran las armas les garantizaba “plena seguridad personal” para abandonar el país. Y un final amenazante: “El retraso en la rendición, la estéril resistencia a nuestro avance, serán causa de graves responsabilidades, que exigiremos en nombre de la sangre inútilmente derramada”.

Javier Otero | Tiempo

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