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jueves, julio 28, 2016
Francia y la amenaza omnipresente del terrorismo.
Sin tiempo para recuperarse del atentado en Niza, Francia volvió a vivir en menos de dos semanas otro acto terrorista que confirma las sospechas de muchos: la amenaza sobre la nación gala está muy lejos de desaparecer.Como ningún otro territorio europeo, este país sufrió en los últimos tiempos duros golpes asestados por el extremismo y la reiteración de ese tipo de hechos ratifica la vigencia del peligro.
Así lo admitió el primer ministro, Manuel Valls, en un discurso ante la Asamblea Nacional.
"Aunque es duro pronunciar estas palabras, es mi deber hacerlo: habrá otros atentados y habrá otras víctimas inocentes. Nosotros debemos no acostumbrarnos a ello -eso jamás-, pero sí aprender a vivir con esa amenaza", afirmó.
En enero de 2015 tuvieron lugar los ataques contra la sede del semanario satírico Charlie Hebdo y otros hechos violentos en los días siguientes, que dejaron en total 17 fallecidos.
Meses más tarde, el 13 de noviembre, París fue víctima de ataques casi simultáneos en varios puntos de la ciudad en los cuales perdieron la vida 130 personas, acciones que impresionaron al mundo por sus dimensiones y el nivel de preparación.
Hace pocos días, en plena celebración patria del 14 de julio, un hombre arremetió con un camión contra una multitud concentrada en la ciudad costera de Niza, y causó la muerte de 84 seres humanos.
Menos de dos semanas después, dos hombres secuestraron ayer en una iglesia de Normandía a un sacerdote, dos monjas y dos feligreses, y antes de ser abatidos por las fuerzas de seguridad, degollaron al párroco y provocaron lesiones a otros rehenes.
En todos los casos, los atacantes tenían algún tipo de vínculo con la organización terrorista Estado Islámico (EI), la cual reivindicó la autoría de todas las agresiones.
Además del fuerte impacto a escala nacional, estos sucesos tuvieron una amplia resonancia en el exterior pues mostraron al mundo que el terrorismo no es exclusivo de países africanos o del Medio Oriente, no entiende de banderas, y cuando define un objetivo, no hace concesiones.
Frente a ello, cualquier nación queda completamente expuesta y vulnerable, sin importar su nivel de desarrollo o su posición privilegiada en el concierto político internacional.
Tras los primeros atentados, el gobierno galo se apresuró a tomar medidas como establecer el estado de emergencia en toda la geografía nacional y activar la operación Sentinelle, consistente en mantener desplegados 10 mil uniformados en las calles para proteger a la población.
El ejecutivo informa reiteradamente que gracias a tales programas es posible evitar numerosos atentados; sin embargo, los atacantes burlan el cerco y vuelven a golpear una y otra vez, dejando a las autoridades casi en ridículo y propagando en el país una estela de estupor e indignación.
Tal como indican algunos analistas, la causa de la ineficacia radica en que las iniciativas dirigidas a combatir el terrorismo intentan contener el fenómeno, pero no lo atacan en sus raíces más profundas.
En este sentido, muchos preguntan cómo se puede detener el extremismo cuando existen en Francia, y en Europa, miles y miles de jóvenes excluidos socialmente, que no estudian ni trabajan, muchos de ellos descendientes de migrantes que encontraron serias barreras para integrarse culturalmente en el llamado primer mundo.
Estos muchachos constituyen blanco fácil para las redes dedicadas a propagar ideologías radicales, principalmente a través de Internet, y que los impulsan a cometer actos de este tipo.
¿Y cuál es el origen de esas redes? Se trata de círculos alimentados desde los conflictos que azotan actualmente a países del Medio Oriente, muchos de los cuales fueron y son instigados, precisamente, por los países occidentales.
El presidente François Hollande lo dijo claramente: "Francia está en guerra", una guerra que se desenvuelve con toda su fuerza en el exterior, pero cuyas ramificaciones regresan a Francia.
A la luz de ese panorama, evidentemente, el fantasma de los atentados está muy lejos de desaparecer.
Luisa María González
PL
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