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domingo, julio 24, 2016
Revolución francesa: "Un cambio radical en las estructuras de identidad cultural e institucional”
Entrevistamos Graciela Iuorno, doctora en Historia, docente e investigadora en la UNCo, a propósito del 227º aniversario de la Revolución Francesa. La importancia del acontecimiento y los debates en la historiografía.
¿En que radica la importancia de esta fecha, que tienen de relevantes en la actualidad sus conclusiones?
- Su importancia radica en que marca un antes y un después en la historia universal, el acontecimiento implicó un ruptura que reconfiguró en el mediano plazo la estructura política y socio-económica de un área importante de Europa y, en largo plazo, influyó en el mundo occidental y en los escenario emergentes, como en las nuevas comunidades-territorialidades políticas, tras la des-colonización europea en Asia y África en la segunda mitad del siglo XX. No obstante, que los efectos se manifestaron de manera desigual en el mundo, luego a más de dos siglos, podemos convenir que es un acontecimiento de trascendencia mundial. El proceso de difusión que comenzó con el Consulado tanto en Europa, Estados Unidos y América Latina tuvo un influjo en los nuevos movimientos ideológico-político-nacionales y en los movimientos sociales en cuanto Francia -París- fue la cuna de la ‘libertad’ y de los Derechos universales del Hombre que dejó afuera a la mujer, pues el sentido genérico debía ser persona. Derechos liberales que cristalizaron las ideas y valores del pensamiento político e ilustrado del siglo XVIII cumpliendo, en alguna medida -mayor o menor- según los países, los objetivos conscientes e inconscientes y los que apuntaron a modificar profundamente nuestra sensibilidad política.
La revolución representó también un cambio radical en las estructuras de la identidad cultural e institucional de acuerdo con los principios de racionalidad, uniformidad y eficiencia. Palabras claves como ‘fraternidad’ y ‘unidad nacional’ en el marco de una concepción de Estado como representante de una unidad territorial y la entidad subjetivo-emocional, la ‘nación’, basada en la ciudadanía se expanden por Europa y el mundo liberado de las metrópolis coloniales a comienzos del siglo XIX y después de la II posguerra en el mundo afro-asiático. Los nuevos símbolos como escudos nacionales, himnos, banderas, en muchos casos tricolores son bienes que tienen una influencia decisiva de la revolución, como así también, el sentimiento de Patria por encima de los ciudadanos. Pero, paradójicamente mientras los ejércitos napoleónicos difundían las ideas de libertad, el imperio trasplantó sus instituciones para la dominación europea, como lo haría el estado francés durante el ‘nuevo imperialismo’ en África cuando a la bandera seguía al comercio y exportación de capitales. Exportar ideas de libertad, pero dominar en la práctica en nombre de esa libertad. ¿Hipocresía discursiva o cinismo político? Después de octubre de 1917, la revolución francesa no fue la única revolución importante que exportó sus ideas e instituciones a otras naciones y países, generando nuevas expectativas entre la clase obrera organizada.
No obstante, aun siendo una revolución por la igualdad civil, no alteró la posición de vulnerabilidad de la mayoría de los trabajadores asalariados de la población de los países capitalistas centrales y de los países de un capitalismo dependiente, incluso hasta el presente. Los resultados inmediatos y mediatos como las libertades individuales, las instituciones económicas, administrativas, sociales, educativas, seguridad de los Estados-nación modernos son sus tributarios, sin lugar a dudas, de la revolución francesa. Pero las conclusiones del proceso histórico al presente, en relación a la igualdad, es claramente una altísima deuda para las poblaciones y las naciones por las esperanzas generadas y las expectativas traicionadas.
¿Cuáles son los debates en la historiografía sobre la Revolución Francesa, y qué relación tienen con la realidad de nuestra época?
- Toda producción historiográfica tiene una correlación con el contexto político- ideológico. Este presupuesto se aplica perfectamente a las prácticas narrativas en relación a la revolución francesa. La pregunta que ha dividido la biblioteca entre detractores y defensores de los logros y consecuencias del proceso de veinticinco años 1789-1815 de historia francesa, es: ¿Hasta qué punto fue revolucionaria la experiencia francesa de este periodo? Para muchos historiadores liberales y socialistas franceses la revolución alteró profundamente todos los aspectos de la vida de los franceses y los revisionistas refieren que no se produjo un verdadero cambio social. Este cambio recién se experimentará con el proceso de industrialización que trajo cambios en el mundo del trabajo y en el mundo de las ideas: socialismo y anarquismo. Pero en lo que coinciden es que la vida política sufrió grandes transformaciones: del antiguo régimen al nuevo orden liberal, como en la importancia ideológica de revolución.
La discusión sobre las etapas, momentos y la duración del proceso revolucionario estuvo en el centro de la polémica y el debate historiográfico tanto en el siglo XIX como en el siglo XX. También, si hubo una revolución o varias en un mismo año: 1789 (burguesa, popular y campesina). Mientras, lo central en las discusiones está el concepto del ejercicio del poder que conllevó a producciones encontradas de las visiones conservadoras monárquicas con las perspectivas liberales en los albores del siglo XIX; en la interpretación romántica se reivindicaba el papel del pueblo y en la liberal se daba un lugar protagónico a la franco- masonería. En el siglo XX muchos historiadores se dedicaron al estudio de las fuerzas económicas que iniciaron el proceso revolucionario, mientras que otros, como Lefebrve se interesó por la labor del campesinado y Godechot y Soboul produjeron una re-interpretación con un relato que integra los aspectos políticos, económicos, sociales e ideológicos de la historia de la revolución. La interpretación marxista concibe la revolución francesa como la primera revolución burguesa a la que se le unieron coyunturalmente los campesinos y el proletariado derrotando los resabios de feudalidad, resultado de la lucha de clases. Para Marx la declaración de los Derechos del hombre y del ciudadano es la concreción máxima de las aspiraciones revolucionarias que promueve el individualismo y la consagración de la propiedad privada, pero no se aportó nada a la superación de la alienación humana. Los revolucionarios rusos discutieron las lecciones de Termidor y el jacobinismo se convirtió en aliado del bolchevismo.
En el carácter burgués o la burguesía como sujeto histórico del cambio político-social se centraron las discusiones entre los historiadores en el contexto del bicentenario, dado que la burguesía consciente no se ha desarrollado aún en una sociedad que no vio transformadas sus estructuras económicas hasta la década del treinta del siglo XIX. Pero coinciden en el carácter ideológico de la revolución. El revisionismo de la mano de Furet y Richet encuentra en la elite ilustrada al actor protagónico y director de un proyecto que alcanzará los objetivos liberales con el nuevo orden político.
La relación con nuestra actualidad, quizá la podemos encontrar en las tradiciones y lecciones que se repitieron, pervivieron o revivieron en los siglos XIX y XX. Los últimos años del siglo pasado y comienzos del presente han desdibujado la imagen de la revolución como fuerza vital permanente. Sin embargo, los derechos laborales que los franceses se resiste a perder los convocó a las calles en las últimas semanas, logrando mandar atrás al proyecto de ley que restringe y recorta los derechos alcanzados con las luchas pasadas. Me gustaría cerrar con un interrogante que cada aniversario de la revolución me asalta a mi mente: ¿Revisarán permanente los franceses está experiencia trascendental para actualizarla con una profunda revolución cultural para que las desigualdades se reduzcan al menos a índices más bajos y que la libertad tenga un sentido real y auténtico para una ciudadanía planetaria? La inmediatez del voto acicatea la elección del mal menor y posterga al futuro.
LID
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