La fracasada intentona golpista en Turquía levantó sospechas fundadas de que el presidente de ese país, Recep Tayyip Erdogan, punta de lanza de Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para desestabilizar el Oriente Medio, es ahora una pieza inservible para Washington y sus “amiguetes” europeos.
Analistas concuerdan en que varios elementos hacen pensar que Erdogan ha dejado de ser el “hombre de confianza” que fue del Pentágono y la OTAN, entre ellos por sus ambiciones desmedidas en la región, sus ambivalentes posturas en política exterior, y su reciente “acercamiento” a Rusia, tras fuertes encontronazos entre sus respectivos gobiernos.
Los expertos coinciden en que el mandatario turco es hoy un eslabón suelto, y se le ha ido de las manos a la Casa Blanca y sus socios de la Unión Europea (UE), lo que puede explicar el frustrado golpe de Estado del pasado 15 de julio, con balance hasta ahora de casi 300 personas muertas, entre los militares complotados, policías y civiles, más de siete mil detenidos, ocho mil gendarmes suspendidos, y unos tres mil jueces destituidos.
Dos hechos que argumentan esa hipótesis son la participación en la intentona golpista de uniformados turcos que integran las fuerzas de la OTAN en ese país, y la denuncia de que el clérigo Fethulah Gulen, examigo de Erdogan y actualmente residente en territorio norteamericano, es uno los artífices de la referida operación castrense.
Según medios de prensa internacionales, Gulen negó desde Pensilvania estar implicado en el golpe de Estado, e igual hizo inmediatamente el gobierno norteamericano, que seguido como siempre de la UE, manifestó estar preocupado por el “orden democrático” en Turquía.
Pero es bien trillado que Washington y sus aliados del Viejo Continente dicen una cosa y hacen otra, juegan con varias cartas y utilizan el doble rasero a su antojo. Ejemplos de esas conductas son innumerables en la historia contemporánea.
Recordemos además que Erdogan decidió “reconciliarse” con Rusia luego de derribarle un avión de combate SU-24 en noviembre pasado en la frontera de su país con Siria, lo cual provocó una reacción contundente del ejecutivo del presidente Vladimir Putin, y de facto el congelamiento de los nexos bilaterales.
Sin embargo, el propio mandatario pidió perdón públicamente a Moscú con posterioridad, evidentemente por razones económico-comerciales, postura que por supuesto no pudo ser del agrado de Washington y sus cómplices de la UE, que han utilizado a Turquía para fomentar el terrorismo, y las guerras en Siria y en el Medio Oriente.
Por cierto, los pilotos turcos que abatieron el avión SU-24 fueron detenidos en las últimas horas, acorde con reportes de prensa.
El “acercamiento” de Erdogan a Rusia es visto por la Casa Blanca como una amenaza a sus pretensiones de dominación en la actual geopolítica internacional, que dicho sea de paso no le es favorable al imperio estadounidense, aunque insistan con sus emporios mediáticos en hacer ver lo contrario.
Los poderes norteamericanos apuestan entonces por desordenar aún más Turquía con el objetivo de mantener la región perturbada y envuelta en conflictos sangrientos, y así continuar apoderándose de sus recursos petroleros.
Reza un refrán popular que a río revuelto ganancia de pescador, no obstante Washington está incitando corrientes y crecidas extremadamente peligrosas que ha demostrado ser incapaz de controlarlas en un mundo bien complejo y convulso como el de estos tiempos.
Patricio Montesinos
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