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lunes, octubre 16, 2017
Bernie Sanders y su anacronismo en la política exterior
Sanders dio su discurso más progresivo hasta ahora pero sigue lejos de oponerle una alternativa real por izquierda al imperialismo norteamericano
Este articulo fue publicado originalmente en Left Voice, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.
En un reciente discurso en la universidad de Westminster, Bernie Sanders delineo una visión de la política exterior estadounidense mucho más profunda que sus anteriores propuestas. Durante la campaña por las elecciones primarias el año pasado, a Sanders se lo habìa acusado de no tener una plataforma de política exterior, una acusación parcialmente correcta. Muchas de sus propuestas sobre la estrategia de EEUU eran limitadas y difusas. Por fuera de su condena del voto de Clinton en favor de la invasión a Irak, Sanders siempre evadió este tipo de preguntas. Como bien dice el portal The Intercept, el sitio de campaña de Sanders no incluyó una plataforma de política internacional hasta varios meses después de su inicio.
La razón de este silencio no fue, como deslizaron desde el lado de Clinton, la inexperiencia. Fue, en todo caso, la incapacidad de diferenciarse de las estrategias de la era Obama o, incluso, de las de la ex secretaria de estado Clinton. Como ella, Sanders aprobó la invasión a Afganistán, el derecho de Israel de bombardear El Libano y los ataques de la OTAN a la ex Yugoslavia.
La presidencia de Trump le ofrece al senador Sanders la oportunidad de presentar una visión distinta del nacionalismo abierto del “America First”. En el discurso en Westminster, Sanders denunció el nuevo presupuesto militar de 700 mil millones de dólares (votado a favor por todos los senadores demócratas, incluyendo a su aliada Elizabeth Warren, con excepción de 4 senadores), los enormes niveles de desigualdad en el mundo y la decisión de Trump de abandonar los acuerdos climáticos de París. El senador por Vermont habló de las “consecuencias indeseadas” y la arrogancia de la intervenciones internacionales. Puso como ejemplo el derrocamiento de Mossadegh en Irán, el apoyo a la dictadura de Pinochet en Chile y la guerra de Vietnam. Sanders, que alaba a Churchill y Eisenhower, marca una diferencia entre un supuesto imperialismo bueno, que vendría a estar representado por el Plan Marshal, la ONU, etc y uno malo en vez de presentar una alternativa real antiimperialista.
Sanders asegura que en los años siguientes a la Segunda Guerra el imperialismo norteamericano jugó un rol progresivo en el mundo y pretende volver a él. Pero como bien sabemos, no existe tal cosa como un imperialismo progresivo.
El contexto de su giro
No hay duda de que este discurso es un claro giro a izquierda para Sanders, para entenderlo necesitamos comprender el contexto en que se da. El senador estuvo en Westminster dos días después de que Trump amenazara con “destruir completamente” la República Democrática de Corea y sugiriera que EEUU se iba a retirar del acuerdo nuclear Iraní en la ONU. El presidente delineó su visión de un mundo en el que cada vez menos organizaciones y acuerdos internacionales se interpongan en el camino de los intereses de los Estados Unidos.
Con el foco puesto en los cruces retóricos de Trump con Corea del Norte, Sanders se dio cuenta de que debe sentar las bases de su política internacional, más aún si quiere competir en las elecciones de 2020. Entonces, mientras el presidente continúa con su política belicosa contra un nuevo “eje del mal”, el senador y futuro contendiente intenta crear una plataforma que “defienda los valores de la libertad, la democracia y la justicia”.
En el frente interno, los eventos en Charlottesville pusieron sobre la mesa que la polarización política crece día a día. Los supremacistas blancos y la ultraderecha nacionalista, aunque sigan siendo fuerzas relativamente pequeñas, están envalentonados, llaman a actos públicos y atacan al activismo de izquierda, algo de lo que Sanders habló en Westminster. Al mismo tiempo, decenas de miles de jóvenes le dan la espalda al partido Demócrata y buscan otras organizaciones como los Antifa. Parte de este giro es el crecimiento que experimentó el partido Socialdemócrata Americano (DSA por sus siglas en inglés) que, aunque mantiene algunas ilusiones en los Demócratas, atrajo a miles de jóvenes a un partido que se autodenomina socialista, algo que no se ha visto en décadas en EEUU.
Pero la polarización no es solo un fenómeno estadounidense. En alemania la ultraderecha cosechó 13% de los votos y logró entrar al Bundestag (parlamento) por primera vez desde la Segunda Guerra. En el Reino Unido, Jeremy Corbyn terminó solo unos puntos por detras de la primera ministra May con un programa que incluía nacionalizaciones parciales, aumento de salarios y la baja de la edad para votar a 16 años, muy a la izquierda de las propuestas del Nuevo Laborismo (en referencia al Labour Party) de las últimas décadas.
Sería ingenuo pensar que Sanders desconoce esta dinámica. Más bien, un político experto y experimentado como él, sabe que tiene que presentar un programa “radical” si quiere contener al sector más radicalizado de la juventud.
¿Es Sanders una alternativa?
Sanders, por tanto, intentó postular una visión alternativa al imperialismo nacionalista de Donald Trump. El sitio The Nation alabó el discurso y dijo que era “el discurso sobre política exterior que habíamos estado esperando” mientras que The Interceptor dijo que la había dado al partido Demócrata una lección en política exterior radicalizada. Branko Marcetic, escribiendo para el sitio Jacobin, vió en el discurso una ruptura con el consenso de Washington. Entonces ¿qué es lo que conlleva la auto denominada estrategia socialdemócrata? Es evidente que difiere tanto del “America First” del presidente Trump como de la doctrina multilateral de los halcones del establishment demócrata. ¿Ofrece la posición de Sanders una alternativa para los pueblos oprimidos alrededor del mundo? Bueno, la respuesta es no.
Sanders llora los miles de muertos en Afganistán pero no llamá a aplicar la única medida que puede aliviar el sufrimiento del pueblo Afgano, el retiro inmediato de las tropas de ocupación. Continúa defendiendo su voto de 2001 autorizando la guerra mientras repite el mito de que EEUU estaba “cazando los terroristas que nos atacaron”. Durante la campaña Sanders estuvo virtualmente de acuerdo con Clinton asegurando que “no nos podemos retirar mañana” en referencia al retiro de las tropas que todavía están en Afganistán. El senador abogaba por un retiro gradual, una política que aún sostiene. Recordemos que Obama también prometía un retiro por etapas de todas las tropas pero, para el final de su mandato, todavía quedaban unos 8500 soldados.
Sanders llama legítimamente, a retirar el apoyo al régimen represivo de Arabia Saudí. Pero no hace mención a los muchos otros regímenes igualmente represivos que existen en el mundo gracias a la generosidad de EEUU como el de Erdogan en Turquía o El-Sisi en Egipto. Solo durante el año pasado, Erdogan encarceló más de 40000 personas y apuntaló su poder con un referéndum muy sospechado. El-Sisi, mientras tanto, continuó arrestando personas LGTB, periodistas y trabajadores huelguistas mientras tortura y asesina a sus opositores.
La más notoria omisión en el discurso de Sanders es la ocupación Israelí de Palestina, uno de los conflictos geopolíticos más importantes del mundo actual. De hecho, Sanders ni siquiera habla de Israel en las cerca de 5000 palabras de su alocución. En una entrevista con The Intercept, habla de una política más equilibrada en el conflicto y hasta desliza que EEUU podría suspender la ayuda militar si Israel no contribuye al proceso de paz, pero en la misma entrevista, rechaza la política de boicot, desinversión y sanciones (BDS por sus siglas en inglés). Además, junto con otros Republicanos y Demócratas, hizo un llamamiento a la ONU para “mejorara el trato que recibe Israel”.
Lo que está en crisis es el neoliberalismo
El problema con la nueva plataforma de Sanders es mucho más profundo porque caracteriza erróneamente la crisis global actual y por lo tanto, las propuestas son anacrónicas. En su discurso Sanders volvió a la era de la segunda posguerra en la que se estaba construyendo un nuevo consenso internacional, en lo que EEUU jugó un rol preponderante. Elogió a la ONU haciéndose eco de Eleanor Roosevelt a quien llamó “nuestra mayor esperanza para la paz futura”. También dijo que el Plan Marshall fue “radical” y que “no tuvo precedentes”.
Según Sanders, Trump y los nacionalismos emergentes pusieron en peligro el orden de posguerra. Por eso dice “Tanto en Europa como en EEUU, el orden internacional que ayudamos a crear durante los últimos 70 años, que puso gran énfasis en la democracia y los derechos humanos y promovió el comercio y desarrollo económico, está acumulando tensiones”.
Sin embargo, ese orden murió hace mucho con la caída del Muro de Berlin y la extensión del capitalismo sobre los ex estados obreros que ocupaban un tercio del mundo. La imposición del neoliberalismo se hizo conocida como “el fin de la historia”, la victoria inequívoca del capital en todo el mundo montada sobre derrotas masivas de la clase obrera con la ofensiva reaganiano-thatcherista.
Este es el orden que ha entrado en crisis, no con Trump y el ascenso de la derecha sino con el crack de 2008 que demostró una vez más que el capitalismo no es un sistema armonioso. La historia no terminó y los capitalistas aún tienen que recuperarse. Un sector de la clase dominante, ahora personificado por el presidente francés Macron, quiere continuar el camino del neoliberalismo y otro sector trata de imponer un giro más nacionalista, a la Trump. El ascenso de una derecha escéptica de las viejas instituciones como la ONU y la Unión Europea solo puede leerse a la luz de esta crisis. Es por esto que el remedio de Bernie Sanders no puede surtir ningún efecto, porque la crisis no es del mudo post Yalta, sino del neoliberalismo.
No se puede volver al pasado
El neoliberalismo se construyó sobre los cimientos de la era de la Guerra Fría cuando EEUU emergió como la superpotencia indiscutida, basada en parte sobre el complejo militar-industrial. Del otro lado solo estaba la URSS de Stalin, la que derrotó al tercer Reich. Más tarde, la revolución en China y el control soviético de los estados “satélite” configuró el mundo bipolar. Un mundo al que EEUU y la burguesía internacional querían controlar por completo.
De aquí nació la ONU, con el stalinismo jugando un rol contrarrevolucionario conteniendo las revoluciones alrededor del mundo. El acuerdo de los soviéticos de dividir el mundo entre capitalista y “comunista” no apaciguó a los “Americanos” que lideraron un esfuerzo internacional para aplastas las insurgencias obreras y los movimientos revolucionarios. La burguesía internacional, temerosa de su propio proletariado, cedió gustosa al nuevo rol de EEUU como el gendarme de la paz mundial.
El orden mundial que defiende Sanders surgió en momentos de crecimiento económico y unidad capitalista contra la “amenaza comunista”. Fue una utopía construida por políticas pensadas para una hegemonía estadounidense en ascenso, no en declinación como ahora. Este orden vió su fin con la caída del Muro y la disolución de la URSS, un fin que fue bastante favorable al capital que se extendió como metástasis en los ex estados obreros burocratizados. Ahora, el proyecto capitalista del mundo post soviético está en crisis y la burguesía busca desesperadamente una salida al estancamiento en que cayó la economía.
Pero, a diferencia de lo que cree Sanders, la era de la posguerra se construyó sobre la carnicería imperialista, la destrucción de Europa y la derrota de las revoluciones de occidente. No fue el consenso pacífico y la cooperación internacional sino la destrucción de los competidores imperialistas. Sanders asume ingenuamente que aún se puede llegar a un nuevo consenso sin mayores confrontaciones comerciales, conflictos inter imperialistas y hasta guerras.
El Plan Marshall y los golpes de estado
El error de Sanders va mucho más allá de un simple error histórico ya que plantea una supuesta diferencia entre el benévolo liderazgo estadounidense en la creación de la ONU y la implementación del Plan Marshall y el malvado imperialismo que apoyó los golpes de estado en Irán y Chile y fue a la guerra en Vietnam.
Este corte planteado por el senador es completamente arbitrario ya que EEUU siempre defendió los intereses de su propia burguesía, algunas veces a través de “ayuda” diplomática, otras directamente con la fuerza.
El ejemplo más claro es justamente el Plan Marshall, que se desarrolló para reconstruir la Europa que había quedado en ruinas después de la masacre de la Segunda Guerra Mundial. Mientras que Sanders lo describe como un acto de benevolencia sin precedentes, el plan fue central en garantizar ganancias a las compañías estadounidenses ya que la mayoría de los fondos dedicados el proyecto fueron usados para comprar bienes fabricados en los Estados Unidos. Además de esto, el Plan jugó un rol clave en la contención de las revoluciones de posguerra en los países que tuvieron que lidiar con la destrucción y la miseria. La CIA nació casi paralelamente con el Plan y recibió financiamiento de él para formar grupos en los países soviéticos y diseminar propaganda anti soviética. Harry Truman dijo en una entrevista en 1950 que “el Plan Marshall controló el peligro de la subversión comunista en Europa y, desde ese momento, logró un acercamiento entre los países libres y un fuerte lazo económico”.
Vemos entonces que el Plan Marshall que Sanders tanto defiende, compartía los objetivos con el golpe en Irán que derrocó al primer ministro Mossadegh en momentos en que se estaba acercando a la URSS y el golpe en Chile, donde Salvador Allende había expropiado sectores clave de la economía y amenazaba los intereses mineros estadounidenses. Los objetivos de estas intervenciones eran proteger las ganancias de las compañías de EEUU y derrotar los movimientos socialistas.
No hay humanidad bajo el capitalismo
Sanders termina su discurso diciendo “Nuestro trabajo es construir una humanidad en común y hacer todo lo posible para oponernos a todas las fuerzas, ya sean gobiernos o corporaciones irresponsables, que tratan de dividirnos y ponernos los unos contra los otros” en un claro ataque a la retórica racista de Donald Trump y la derecha xenófoba en todo el mundo.
De todos modos, el adornado lenguaje de Sanders es solo una cubierta para una política que no ataca los problemas más importantes del mundo actual. Las tropas en Afganistán, la ocupación ilegal de Palestina por parte de Israel y los regímenes dictatoriales que son aliados de EEUU. Las propuestas de Sanders reviven soluciones pensadas para un momento de crecimiento económico y unidad capitalista, muy lejos de la realidad política y económica actual. Y por sobre todo, Sanders falla en entender que la política exterior estadounidense, ya sea en 1947 o 2017, mediante ayudas o bombardeos, solo protege los intereses imperialistas de los capitalistas de Estados Unidos.
Robert Belano
Washington
Tatiana Cozzarelli
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