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sábado, octubre 14, 2017
El día que Lorca llegaba a Buenos Aires en los años de la década infame
Fotografía de su llegada a Buenos Aires, En el medio, Lorca. Octubre de 1933
García Lorca llegó a Buenos Aires el 13 de octubre del 33, en los años de la Década Infame. Seis meses después la ciudad que le dio la primera (y única) consagración lo vio marcharse. Lorca elegía volver a La Barraca y a una España camino a la revolución.
Buenos Aires y Lorca
Es 13 de octubre de 1933. Es de madrugada y el Conte Grande ancla en el puerto. El moderno trasatlántico trae a Lorca. Es su tercer viaje a América, el segundo a la hispana y el primero al Río de la Plata. Antes había estado en Cuba y antes, en Nueva York. Viene por poco tiempo, quiere regresar pronto a España y a su puesto en La Barraca, la compañía de teatro popular que dirige junto a Eduardo Ugarte y la que se encarga de llevar lo mejor del teatro español de todos los tiempos a lo profundo de los pueblos. Viene para quedarse solo lo suficiente, como para dar algunas conferencias (cuatro justas, para las que ha sido contratado por Amigos del Arte) y acompañar el éxito que está teniendo su teatro en Buenos Aires (también en Montevideo, por donde pasa apenas unas horas, pero a la que vuelve en las vacaciones de verano); viene por el reestreno de Bodas de Sangre y el estreno americano de La zapatera prodigiosa.
Sin embargo, su estadía se extiende y Lorca vive en la habitación 704 del Hotel Castelar sobre la Avenida de Mayo, a escasos 100 metros del imponente teatro Avenida donde Bodas será un éxito. Vive ahí durante medio año, hasta los últimos días de marzo de 1934.
El éxito se le transforma a Lorca en Buenos Aires en algo personal. Es su presencia, el artista, el vanguardista, el representante de la Generación del 27, el renovador de las formas literarias, en especial de la tragedia y el poema; es el poeta de los que nada tienen quien genera en la Buenos Aires de la cultura letrada y en la de los inmigrantes de la comunidades españolas, además de los importantes éxitos de taquilla, muchas pasiones. Y entre éxito y éxito su estadía se le va prolongando. Casi que parece que no termina. Pero como en toda narración pasada, nosotros, lectores de hechos, ochenta y cuatro años después conocemos el final. Y ese final dice que Federico no eligió la redituable y cosmopolita Buenos Aires, sino que se regresó.
La Década Infame: contexto político local del encuentro entre el poeta y Buenos Aires
Lorca llega a la Ciudad en pleno apogeo del golpe de un régimen oligárquico, más precisamente durante el gobierno del Gral. Agustín P. Justo. Hacía seis meses se había firmado el pacto Roca-Runciman, también llamado “estatuto del coloniaje” por las condiciones humillantes que la clase dirigente había negociado para el pueblo. Para aquel 1933, la oligarquía había logrado en parte salir de los peores momentos de la crisis económica y de depresión; con su plan de diversificar sus inversiones en momentos en que la renta agraria se caía estrepitosamente y pudo desarrollar el mercado interno con la “sustitución de importaciones” y crear cientos de establecimientos productivos. Pero, aunque se había dejado atrás el peor año de crisis (1932), los trabajadores no gozaban de esas mejorías, sino que para 1933 seguían en condiciones tremendas, con niveles de desocupación nunca antes conocidos en el país, apareciendo las primeras villas y el estereotipo del desocupado estructural. Roberto Arlt, aquel observador punzante de su tiempo al que le había tocado la triste suerte como periodista policial años atrás, pero ya dentro de este régimen, de cubrir la ejecución del anarquista Severino Di Giovanni, escribía por los 30, en su columna del diario El Mundo, su famosa aguafuerte La tragedia del hombre que busca empleo, un excelente cuadro de situación de los trabajadores desocupados, con los que no puede no haberse cruzado Lorca.
Aquella Década Infame había inaugurado la legalización de la tortura con Leopoldo Lugones (h) y con este mismo la creación de la Sección Especial Contra el Comunismo, en la Policía Federal. A la llegada de Lorca, y entre 1933 y 1934, según informes de la época, entre seis mil y ocho mil obreros pasaron por cárceles y comisarias en las que el sistema de torturas y persecución estaba en marcha. Ese golpe de estado había sido apoyado por algunas personalidades del mundo social como el dueño de Crítica, Natalio Botana, el mismo que recibiría a Lorca. Claro que un puñado se había opuesto. Pero había tiempo y dinero para mostrar una Buenos Aires moderna.
Lorca en todas partes
Narra su biógrafo, Ian Gibson, que ya en el puerto el recibimiento a Lorca es apoteósico. Con esa nota se viste toda su estadía. Lo esperan “un nutrido grupo de periodistas, fotógrafos, representaciones culturales, y algunos amigos”; también, personas de su pueblo natal, Fuente Vaqueros, a los que recibe afectivamente y que volverá a ver, porque Federico extraña su tierra. “Me tratan como a un ministro, madre” dice la voz de ficción de Lorca en la novela de Reina Roffé, El otro amor de Federico.
El 14 por la mañana los diarios de mayor tirada ya titulan sobre su llegada. Y su presencia en los medios será una constante en los meses venideros. Diarios, revistas, radios. Lorca es toda una figura en los medios de comunicación para la época. “Lorca pronunciando conferencias; Lorca recitando; poemas de Lorca; Lorca tocando el piano; Lorca deambulando por Corrientes o Florida o reunido con amigos y corifeos en el café Tortoni; Lorca en Tigre…; Lorca con Lola Membrives; Lorca con Eva Franco; Lorca en tal o cual banquete u homenaje…”.
De la elite cultural porteña frecuentó algunas veces a Victoria Ocampo, aunque la revista Sur no publicó obra alguna de Lorca durante su estadía. Con Borges la relación fue casi nula, salvo alguna anécdota que los encuentra juntos. Se dice que Lorca a Borges no le gustaba ni como poeta ni como persona. También cuenta otro relato que Lorca y Gardel se vieron al menos una noche, y que el poeta granadino tocó el piano en la casa del morocho del Abasto. De eso daba fe el compositor de tangos Ben Molar.
Del que se hizo muy amigo, cuentan, fue de Pablo Neruda, quien en esos años ocupaba el cargo de cónsul por Chile en el país. Ambos grandes admiradores de Rubén Darío, el poeta nicaragüense que había residido por algún tiempo en la Argentina, pero que era poco recordado en ese entonces, le harán algún homenaje durante aquel tiempo. Lorca también ilustró un breve libro de poemas de Neruda con sus dibujos en el mes de febrero del 34.
Éxito de taquilla, ganancias novedosas y, sin embargo
El reestreno de Bodas de sangre, a fines de octubre, resulta un éxito rotundo. Está varios meses en cartel y supone para Lorca una nada despreciable suma de dinero. Según cita Gibson, Lorca pudo enviar una potente cifra a su padre, quien además era de desconfiar del éxito económico que la actividad literaria pudiera brindarle a su hijo o a cualquier mortal. En diciembre, estrena La zapatera prodigiosa con igual éxito, incluso siendo una obra menor, opuesta por el vértice a Bodas (una, una tragedia; la otra, una comedia) y anterior a esta. Luego de un receso de verano en que Lorca se va a Montevideo y donde termina la adaptación de La dama boba de Lope de Vega para el Teatro de la Comedia que lo espera para los primeros días de marzo, vuelve a Buenos aires y la estrena. Con todo este éxito, y una serie de propuestas tentadoras para el venidero año 1934, Lorca aunque ya retrasó su vuelta una u otra vez, tiene decidido regresar a España.
“Yo arrancaría de los teatros las plateas y los palcos y traería abajo el gallinero”
Federico también aprovecha la prensa porteña para expresar sus opiniones políticas respecto a España. El granadino nunca oculta su antimonarquismo, su alegría al caer Alfonso XIII (en 1931) y la preocupación que tenía por aquellos días ante el avance de la derecha, y habla sobre las futuras y cercanas elecciones de fines de 1933.
“Habla una y otra vez de la labor de La Barraca… y despotrica contra la burguesía…”. A Lorca ante la prensa le gustaba señalar dos cosas. La primera, que su obra no le agradaba a la derecha de su país; la segunda, el desprecio que sentía por el teatro burgués. “Yo arrancaría de los teatros las plateas y los palcos y traería abajo el gallinero. En el teatro hay que dar entrada al público de alpargatas. ¿Trae usted, señora, un bonito traje de seda? Pues, ¡afuera!”, declara a un redactor del diario Critica.
Despedida y un hasta luego
El último acto de Lorca en Buenos Aires fue una puesta en escena del Retablillo de don Cristobal (obra de títeres) en la que los muñecos se “ocuparían de cosas de Buenos Aires”, con la genialidad de los decorados de Manuel Fontanals, quien lo acompañaba desde España. Fue una función en el teatro Avenida, exclusivamente para sus amigos, que empezó a las 2 de la mañana. Allí los nombres que son aludidos en parodización muestran un poco el abanico de la Buenos Aires cultural de aquel 1933/1934 y el humor de Federico en las cosas pequeñas que encierran críticas al “arte”: las distintas formas de roncar conocidas por el público porteño. Entre ellos estaban Oliverio Girondo, Pablo Suero, Conrado Nalé Roxlo, Raúl González Tuñón, Nora Lange.
Cuando Lorca se embarca, el 27 de marzo del 34, les deja a sus amigos un sobre, a Neruda más precisamente, donde dice “Para seguir la fiesta”. Se trataba de un sobre con mucho dinero para gastar de fiesta en fiesta, de función en función. El poeta se volvía a la cosa seria, no por eso menos feliz, menos intensa.
El boom por ese encuentro Lorca – Buenos Aires y el circuito que lo recrea
En los últimos años (y no solamente cuando se cumplieron 80 años de su visita a Buenos Aires), se ha formado una especie de circuito cultural, una vuelta a esos días. Obra de teatro, tour turístico, una novela, entrevistas, decenas de reseñas, artículos varios en internet, efemérides. Todo esto puede leerse/verse acompañado de la parte que el biógrafo Ian Gibson le dedica al período de Federico en Buenos Aires en su extensísimo libro, Federico García Lorca.
La recorrida por los días de Federico en la Ciudad es hurgar en esa curiosidad por explorar una época que tuvo al poeta andaluz como protagonista de la actividad social de la elite en la Argentina de los años 30, y del mundo literario y cultural del momento: es zambullirse en las amistades construidas con otros artistas con nombres de peso como Neruda o Girondo, en la consagración y el éxito económico que le vino de la mano de Bodas de Sangre, de la actriz Lola Membrives y su esposo, un inteligente empresario teatral. También es pensar en una Yerma, su próxima tragedia, que Federico no logra terminar debido a la vorágine a la que se ve llevado de conferencia en conferencia, de tertulia en tertulia, de homenaje en homenaje; y por supuesto, es meterse en el relato que se puede armar, de a retazos, de las propias contradicciones del artista entre dos mundos a contramano, el de la España que va camino a la revolución y a la guerra civil, del que está en constante contacto con sus barracos, y el de la Década Infame argentina, la década del primer golpe de Estado, el régimen de la oligarquía, que indudablemente debe de haber dejado huella en el poeta granadino pero de la que poco se escribe.
Se puede poner el acento (como se hace) en que Lorca vino por poco tiempo y se quedó seis meses en Buenos Aires. Pero también (y a mí me gusta este) en que la Argentina, aún la de consagración artística y el reconocimiento económico, incluso la de los nuevos y entrañables amigos, no pudo retener a Federico más que seis meses. Pese a lo que atrás dejaba en Buenos Aires, que no era poco, el poeta decidió regresar y continuar con la dirección de La Barranca, en momentos en que el proyecto de teatro popular comenzaba a ser atacado, en medio del avance de la derecha y en el que el compromiso para defender esta y avanzar sobre otras conquistas se tornaba inevitable.
Lorena Rebella
Profesora de Literatura
*Para leer y ver más
Sobre la Década Infame. Para profundizar en el contexto histórico argentino de la vista de Lorca y la situación de los trabajadores ver: Rojo y otros. Cien años de historia obrera en la Argentina 1870 -1969. Ediciones IPS, 2016.
Sobre Lorca en Buenos Aires, para conocer en profundidad la vida de García Lorca en ese período ver: Gibson, Ian. Federico García Lorca. Crítica, 2011.
Algunas expresiones del “circuito Lorca” en Buenos Aires son: Federico García Lorca, Poeta en Buenos Aires (teatro, 2017); García Lorca en Buenos Aires (teatro, 2017); El otro amor de Federico de Reina Joffé (novela, 2009); HAB 704 (teatro-musical, 2015). Tours: Federico García Lorca y la Av. de Mayo (Buenos Aires Ecléctica, 2017). Habitación-museo de Lorca en el hotel Castelar (desde 2003)
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