martes, octubre 31, 2017

“El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico”

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI

Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la teoría y la divulgación del conocimiento histórico, elementos que considera necesarios para acercar su trabajo a la sociedad. Es miembro cofundador del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci.
Nuestra conversación se centra en el libro indicado que ha sido editado por Visión Libros, Madrid, 2017.
Nos centramos en el capítulo III de su libro. Advierto al lector/a que voy a dejar muchas preguntas en el tintero. De nada en demasía dijeron los clásicos. "Marxismo y críticas al marxismo. ¿Marx ha muerto?". Eso mismo te pregunto: ¿Marx murió y ahora está resucitando poco a poco? ¿De qué murió si fue el caso? ¿Por qué ha resucitado?
Creo que Marx nunca se fue, pero quizá en algún momento sí haya podido ser olvidado, especialmente en los años de expansión del neoliberalismo parecía como si nos quedásemos sin argumentos o que éramos una especie de cenizos advirtiendo sobre problemas que no existían o que no preocupaban a la mayoría de la gente. Pero la crisis económica le está devolviendo de nuevo a su lugar. Ahora nos toca a nosotros y a nosotras destacar su figura y volver a recuperarla puesto que el neoliberalismo también está muy vivo. Explicar no tanto por qué Marx tenía razón sino en qué nos puede ayudar con todo este lío.
Abres con una cita de Galeano: "Pero de eso -me dijo- más vale no hablar. Los católicos dicen que todo ha sido por la pura Providencia. Y los comunistas, mis camaradas, me dicen que todo ha sido por la pura coincidencia. Le propuse que fundáramos juntos el marxismo mágico: mitad razón, mitad pasión, y una tercera mitad de misterio". ¿También estás tú por el marxismo mágico: razón, pasión, misterio? ¿Qué misterios esconde ese marxismo?
La cita del marxismo mágico me parecía apropiada para destacar que en las nuevas reapropiaciones del marxismo que puedan surgir en este contexto de crisis no debemos olvidar que éste ha seguido también su propia evolución, lo mismo que la sociedad o que las prácticas de dominación que impone el capitalismo, cada vez mucho más complejas. Era una cita que utilizaba para enfadar de algún modo a algunos de mis compañeros y compañeras los cuales seguían análisis que considero dogmáticos y por ello decidí emplearla también en el ensayo. El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico. Y Galeano, por su parte, es un autor brillante muy recomendable.
Haces referencia a un clásico de Engels que, por cierto, escribió muy joven, a los 25 años si no recuerdo mal. Me estoy refiriendo a La situación de la clase obrera en Inglaterra, un libro que no deja a nadie, que no puede dejar a nadie indiferente. ¿Es un clásico de la tradición marxista para ti? ¿Por qué sigue "tocando" tanto al lector 172 años después de haber sido escrito?
Esta obra de Engels es importante, sin duda. Durante mucho tiempo se la consideró exagerada, pero nuevas interpretaciones parecen darle la razón. La situación de la clase obrera en Inglaterra a comienzos del siglo XIX era terrible, tal y como se describe en la obra. En el presente nos puede servir como ejemplo de que el monstruo a que nos enfrentamos, Galeano (el de Chiapas, no el escritor, aunque éste otro también escribe, y muy bien...) emplea la metáfora de una hidra de mil cabezas, no va a tener miramientos a la hora de seguir obteniendo beneficios a costa de nuestra salud y de la pauperización de nuestras condiciones de vida.
Señalas que, en tu opinión, "tenemos por tanto un humus crítico interesante que nos puede ayudar a comprender las paradojas del mundo en el que nos vemos inmersos". ¿Y qué paradojas son esas en tu opinión? No te pido una lista exhaustiva, las que consideres principales, básicas, nucleares.
Me refiero a que muchos autores, ya hemos hablado de Rendueles, entre otros, pero también Hobsbawm, quien ha supuesto una inspiración fundamental en mi ensayo, parecen coincidir en que el capitalismo, a estas alturas, es la pregunta, no la respuesta. Hay muchísimos análisis que desenmascaran su verdadera naturaleza, así como muchísimas pistas acerca de sus consecuencias: situación laboral, guerras, cuestiones vinculadas al cambio climático y un largo etcétera; que nos hablan de que vamos camino de la autodestrucción si no cambiamos el rumbo de la política. Lo difícil es ponerse de acuerdo en un programa que nos enfrente a él. Parece que ahí sí que estamos fallando a la hora de ofrecer alternativas y en aglutinar fuerzas contra esta hidra de mil cabezas. Seguimos empeñados en la división y en una miopía que a veces resulta exasperante. Creo que no he respondido a tu pregunta, pero me daría para tirarme muchísimo tiempo hablando. Me refiero a contradicciones del tipo si es posible una salida nacional de tipo revolucionario en un mundo globalizado, si es posible la aplicación de políticas de este tipo dentro de una institución como la Unión Europea y cuestiones del estilo. Creo que los debates y las guerras entre corrientes y grupos deberían de centrarse en este tipo de asuntos más pragmáticos y no tanto en debates teóricos.
En el apartado I.1. del capítulo hablas de "Tiempo y progreso". En tu opinión, no te pido reflexiones de clásicos o de autores contemporáneos, ¿ha habido o no ha habido progreso en la historia de la Humanidad? Más aún, cuando hablamos de progreso, ¿de qué estamos hablando exactamente o, si quieres, con un poco menos de precisión?
Cuando hablo de Progreso me refiero a la propuesta liberal, codificada en el pensamiento ilustrado y que todavía tiene muchos seguidores dentro de la izquierda, incluida la marxista. Por simplificarlo, se trata de la concepción del Progreso entendido como que las sociedades del presente viven mejor que las sociedades del pasado, son menos violentas, más democráticas, más justas, etc. Esto puede que un hecho, hasta cierto punto, en Occidente, pero ¿es cierto, por ejemplo, en las sociedades de Oriente medio o de África? Sin duda existen avances que podemos constatar y cuantificar. Por lo general las personas viven más años (al menos en Occidente), o en referencia a los países del Tercer Mundo, mueren menos niños, es decir, que los avances en la medicina, entre otros campos, han traído consigo mejoras evidentes en nuestra calidad de vida. Pero incluso todo esto genera problemas. En Europa el pago de las pensiones ya es un problema y, un éxito del Estado de bienestar como que los trabajadores puedan disfrutar de su jubilación y de buena salud hasta su muerte, se convierte en una pesada carga. No te digo nada de los problemas asociados a los regímenes de explosión demográfica en los países del Tercer Mundo. Debemos entender el Progreso como una asociación entre progreso tecnológico y progreso humano, ese sería el estadio verdaderamente humano al que debe aspirar la propuesta socialista. Pero desgraciadamente estamos muy lejos de lograrlo. Creo que en ese sentido si que podemos negar el discurso del Progreso tal y como mayoritariamente se ha entendido hasta el momento. En un editorial de la revista Con-Ciencia Social en 2014 ya se destacaba la historicidad de la idea de progreso, el significado de "progresista", por ejemplo, y su síntesis profundamente retrógrada en la modernidad realizada. También en El libro de los pasajes de Benjamin se recordaba que "tan pronto como el progreso se convierte en el rasgo característico de todo el curso de la historia, su concepto aparece en un contexto de hipostatización acrítica en lugar de uno de planteamiento crítico". Es decir, que este autor ya preconizó el fin del momento revolucionario de la idea de progreso. En esa misma obra dijo que "hay que basar el concepto de progreso en la idea de catástrofe".
Por la misma senda, y centrándome en el apartado I.2: "Economicismo y determinismo". ¿Es o no es economicista la tradición marxista? Igual también: ¿de qué hablamos cuando hablamos de economicismo?
Hablaríamos de determinismo económico y de cierto mecanicismo asociado a este. Es decir, la idea infantil de pensar que un cambio en la estructura, por simplificarlo, desembocaría irremediablemente en un cambio en la superestructura. Buena parte de la tradición marxista sí ha sido economcista y ese esquema sigue de alguna manera en muchas agrupaciones políticas en el presente, por ejemplo, creyendo que tomando las instituciones y promulgando determinadas leyes se acabarían con determinadas prácticas. Si bien no niego que eso ayudaría, sin duda, la realidad es mucho más compleja, en ella se dan cabida a desigualdades que responden también a patrones culturales y que van a ser muy difíciles de cambiar. La tradición marxista también ha contado con autores que nos han hablado de esto, como Gramsci o Benjamin, y que son los que guían buena parte del aparato teórico del ensayo. Desgraciadamente no han sido siempre los más escuchados ni los mejor comprendidos.
¿El marxismo es dogmático? ¿Lo son Gramsci, Benjamin, Jameson o Bloch por ejemplo? ¿Lo es Marx, un filósofo que tenía entre sus aforismos o reflexiones preferidas el dicho baconiano clásico de que conviene dudar de todo, no de todos?
Por supuesto que no. Y de todos ellos hablo en el libro. Pero una cosa son las cuestiones que plantean estos autores y otra que se dé un programa por parte de algún partido político en la actualidad o de algún movimiento social que trate de incluir sus reflexiones y no caiga en una especie de simplificación que, a pesar de poder ser práctica para funcionar, vemos que no nos lleva a ningún lado. No sé si me explico.
En mis años de militancia he tenido que escuchar verdaderas barbaridades como, por ejemplo, que la obra de Althusser era un libelo antimarxista. Yo pensaba que esto estaba superado pero no hace mucho escuché a un importante intelectual de la denominada nueva izquierda o nueva política acusar a Althusser de foucaltiano y de postmoderno, sin especificar qué significaba esta acusación. No creo que un dirigente político que recomiende no leer a determinados autores que puedan contradecirle sea un buen dirigente. En fin, no sé qué dirá si alguna vez lee mi ensayo (risas).
Haces una referencia a la obra Moshe Lewin sobre el siglo soviético. ¿Qué te interesa más de esa obra del autor de El último combate de Lenin?
Conocí esta obra cuando preparaba los temarios para las oposiciones de secundaria. Fue la primera vez que leía a un autor tratar la historia de la Unión Soviética desde un punto de vista que no se basase en la mera condena de lo que significó este periodo. Resaltaba la figura de Lenin y desmentía algunas de las acusaciones vertidas sobre Stalin, al que no guarda ningún afecto por otro lado, con bastante rigor y nuevas fuentes documentales que se van descatalogando de los archivos rusos. Me gustó mucho y creo que es una línea de investigación muy interesante y cuyos avances debemos seguir de cerca.
Por cierto, ya que estamos en ello, ¿cuál es el principal legado en tu opinión de la revolución de 1917? Te pregunto sobre ello a continuación.
De acuerdo.

Salvador López Arnal

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